Compartir el post "Otra batalla difícil para el “progresismo” latinoamericano"
El domingo 19 de febrero se realizarán elecciones presidenciales en Ecuador. El ganador, como mínimo, debe obtener el 40% de los votos y una diferencia de más del 10% respecto a otros candidatos. Si nadie logra eso, el 2 de abril se va a una segunda vuelta entre los dos más votados.
Como noticia relevante del panorama mundial y latinoamericano, las elecciones ecuatorianas han quedado ensombrecidas por otros acontecimientos más “atronadores”, en primer lugar, la crisis, los escándalos y las protestas internacionales y domésticas desatadas por los primeros días de Trump en la Casa Blanca. A eso se le vienen sumando otras novedades de un planeta cada vez más “anormal” e “imprevisible”.
Sin embargo, la votación del 19 de febrero en Ecuador tiene su importancia continental. Allí se va a poner a prueba en qué medida el ciclo de los gobiernos “progresistas” está acabado en América Latina. Y, también, aunque no es exactamente lo mismo, será un test sobre el mayor o menor rechazo a reemplazarlos por bestias neoliberales, estilo Macri o Temer.
Recordemos que en Ecuador, desde enero de 2007, viene gobernando Rafael Correa, líder del Movimiento Alianza PAIS (Patria Altiva i Soberana). Su gobierno ha sido parte del (heterogéneo) fenómeno del “progresismo” o “nacional populismo” latinoamericano, que abarca muy distintas experiencias políticas. Dentro de ellas, además de Correa en Ecuador, se pueden incluir a la Venezuela de Chávez, Brasil bajo los gobiernos del PT, Bolivia con Evo Morales, Argentina con los Kirchner, Uruguay con el Frente Amplio y posiblemente Nicaragua con Ortega y el FSLN.
Esta oleada política que barrió principalmente Sudamérica en la década pasada, tuvo como detonante la reacción ante los desastres que los primeros ensayos de neoliberalismo en los 90 habían causado en los distintos países. En algunos de ellos –Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y en alguna medida Uruguay–, la barbarie neoliberal provocó estallidos sociales y políticos más o menos graves, que finalmente condujeron a esos nuevos gobiernos. En otros, como Brasil, el cambio fue más bien “preventivo” y “pacífico”.
Con todas sus importantes diferencias, estos gobiernos y regímenes recorrieron un ciclo con ciertas semejanzas. En su primer tramo, fueron favorecidos por un ascenso mundial del precio de las materias primas, desde los hidrocarburos a los alimentos. Eso les permitió dar concesiones que favorecieron el nivel de vida de los trabajadores y sectores populares… aunque sin cambiar nada de fondo. Ecuador, país petrolero y minero, fue uno de los beneficiados. Y Correa implementó también sus concesiones sociales.
Pero, simultáneamente, ninguno de esos gobiernos –ni tampoco el de Correa en Ecuador– impulsó cambios estructurales en sus países y en sus relaciones con la economía mundial. Eso hubiese requerido una revolución económica, social y política. Por eso, años después, cuando acabó la bonanza de las materias primas y, además, se fue profundizando la crisis de la economía mundial, también se desató la crisis política de los gobiernos “progresistas”.
El fin de la bonanza exportadora inició la crisis
La raíz de esas crisis políticas es que el fin de la bonanza exportadora (y el no haber realizado cambios estructurales revolucionarios) obligan al recorte de las concesiones populares. Lo más grave es que, en ese contexto, las alternativas políticas más fuertes a los gobiernos “progresistas” se fueron presentando por la derecha. Ese es el caso de Macri en Argentina, o el operativo “destituyente” de Temer en Brasil.
En el caso de Ecuador, las dificultades económico-sociales se potencian además por motivos adicionales. Correa no aprovechó la bonanza para sacarse de encima el fardo de la dolarización. Ecuador carga con el lastre de haber renunciado en 1999/2000 a tener moneda propia. Adoptó oficialmente el dólar.
Correa ha tenido razón al decir que “pocos países en el mundo han cometido el suicido monetario de Ecuador, de adoptar una moneda extranjera que se comporta exactamente en forma contraria a lo que se requiere…” Pero, en momentos que la bonanza petrolera le daba márgenes de maniobra, no hizo nada para acabar con esa aberración colonial, que después fue un estorbo adicional para hacer frente al cambio de los vientos mundiales.
Así, ya el último mandato de Correa, iniciado en mayo de 2013, fue conflictivo. En 2015 debió enfrentar una crisis y fuertes protestas contra medidas de ajuste tomadas para hacer frente al deterioro de la economía.
Pero estas protestas mostraron una peligrosa mezcolanza social y política de sectores populares y de trabajadores (que con razón rechazaban las medidas de “austeridad”), con porciones de la burguesía y las clases medias acomodadas, indignadas porque el “comunista” Correa les hacía pagar impuestos.
En ese momento, desde Socialismo o Barbarie (Nº 344, 13/08/2015), advertíamos:
“Las medidas tomadas por Correa implicaron efectivamente ir al choque, con ajustes que van desde importantes aumentos de la electricidad hasta retirar la financiación estatal del 45% del monto de las jubilaciones. Asimismo, la caída mundial de las commodities no ha hecho rectificar a Correa la línea del «extractivismo». Es decir, basar el desarrollo de la economía de Ecuador en la extracción y exportación de minerales e hidrocarburos, realizadas además por corporaciones extranjeras. Por el contrario, las necesidades inmediatas lo obligan a redoblar estas políticas. […]
“Por supuesto, las medidas frente a la crisis pusieron a Correa en «cortocircuito» con los trabajadores y sectores campesinos (muchos de los cuales fueron sus votantes). Pero también implicaron choques con la gran burguesía y las llamadas «clases medias», sobre todo sus capas más altas.
“Es que Correa presentó proyectos de leyes de «herencia» y de «plusvalía» (impuesto a las ganancias), que aterrorizaron los bolsillos de esos sectores. El descontento desde la derecha, puso también en la calle a esos sectores privilegiados que en el Facebook de la CONAIE[1] proclaman: «Todos a marchar por una sola causa: ¡fuera Correa, no al comunismo (textual!)!»
“Esto se expresó no sólo en Facebook sino en las calles: así la movilización del 19 de marzo (de 2015) mostró un carácter peligrosamente «ambiguo». Convocada y encabezada por las organizaciones sindicales y populares que ahora llaman a la jornada del 13 de agosto (de 2015), incorporó a importantes sectores de la clase media de Quito, que venían a tumbar a Correa por «comunista»… ya que pretendía cobrarles impuestos…
“Correa se curó en salud, retirando los proyectos de leyes de «herencia» y de «plusvalía»… pero no otras medidas que van contra los trabajadores, los campesinos, etc.”
Hoy, obviamente, todo ese desgaste y descontento pesará en las votaciones del domingo 19. Sin embargo, no hay que dar por descontado el triunfo de las candidaturas de derecha.
Las principales candidaturas y fuerzas políticas en disputa
Hay cuatro fuerzas políticas que encabezan las encuestas. Aunque mundialmente, en los últimos tiempos, los sondeos de opinión han demostrado ser dudosos, es necesario partir de ellos para explicar el panorama electoral ecuatoriano.
De creer a las encuestas, la votación la encabeza la coalición oficialista Alianza PAIS con la candidatura de Lenin Moreno Garcés, que fue vicepresidente de la República entre 2007 y 2013, bajo Correa. Los números que le dan las encuestadoras varían entre un 36 y un 30%, pero todas lo presentan como el más votado.
De todos modos, con esas cifras no alcanzaría el mágico 40% que requiere para llegar a la presidencia… siempre y cuando mantenga una distancia mayor a 10 puntos respecto a su rival inmediato.
Detrás de Lenin, galopa el principal candidato de derecha, Guillermo Lasso, un multimillonario ultra-neoliberal, que se armó un partido propio, «Creando Oportunidades» (CREO). Pero a Lasso, las encuestas no le dan mucho más del 20%. Si Lenin logra llegar al 40%, perdió la carrera.
Detrás de Lasso, corre otra candidatura de derecha. La de la ex reportera y presentadora de TV Cynthia Viteri, por el Partido Social Cristiano. Aunque sus posiciones no son muy distintas a las de Lasso, la candidata intenta disimularlo con algunas propuestas como “tarifa cero” de electricidad para los hogares más pobres. Las encuestas le dan entre 12 y 13%.
Por último, otra coalición, el Acuerdo Nacional por el Cambio, se presenta como un frente de “izquierda” o, por lo menos, “progresista”, que tendría del 8 al 9% de los sufragios. En verdad, es una alianza más bien de “centro-izquierda”, compuesta principalmente por organizaciones reformistas o declaradamente socialdemócratas, y por movimientos sociales como el Pachakutik. Dentro de esa coalición, organizaciones “maoístas”, como el Movimiento Unidad Popular, le dan el necesario tinte “rojillo”. Su candidato presidencial es Paco Moncayo, ex alcalde de Quito, y también ex general y ex comandante de las Fuerzas Armadas.
En este cuadro, lo decisivo, como ya señalamos, es si la coalición de Correa, Alianza País, logra el 40%. Si fracasa, corre el peligro de que en el ballotage se configure un “voto castigo”, alimentado desde los sectores social y políticamente más heterogéneos, que termine llevando a Guillermo Lasso a la presidencia.
Sin embargo, es muy aventurado hacer pronósticos. Es que una cosa era el contexto mundial y latinoamericano que rodeó la victoria de Macri en Argentina y el proceso destituyente de Brasil. Y otra cosa es el mundo de hoy. Tanto los resultados desastrosos de ambos gobiernos, como sobre todo la amenaza que esboza Trump contra América Latina, pueden genera reflejos defensivos que se expresen en esta votación.
Por Rafael Salinas
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1.- CONAIE: Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador.