Una gran pelea que esconde un profundo acuerdo



En las últimas semanas a aparecido en el tapete público una discusión altisonante y abigarrada sobre la reforma del código penal. En ella aparecieron todos los actores políticos: Carrió, Aníbal Fernández, Cobos… pero sin duda las principales figuras que ganaron esta escena fueron el diputado del Frente Renovador Sergio Massa y el ministro de la Corte Suprema de la Nación, Eugenio Zaffaroni.

Este debate amerita algunas reflexiones en tanto a la forma y la oportunidad en que se dio el mismo. Veamos un poco como vino la cosa.

 

Buscando algo con que diferenciarse

 

Es curioso que mientras se desata el más tremendo ajuste contra los trabajadores y los sectores populares, la denominada “oposición” decida mirar para otro lado. Es que en el fondo, sobre ese sablazo al bolsillo no tienen nada de que quejarse. Este es una exigencia de la burguesía en su conjunto, lo que ellos llaman una verdadera “política de Estado”.

Pero tanta unidad burguesa es un problema. En los últimos meses la oposición de derecha quedó desdibujada puesto que no tenía nada que objetarle a Cristina. Después de la estruendosa derrota de octubre pasado, el gobierno de Cristina Kirchner profundizo un giro conservador y a derecha que amenazó con quitarle a Massa y compañía todas sus banderas: El acuerdo con Repsol, la devaluación, la quita de subsidios, el ajuste y las paritarias a la baja, el arreglo con el FMI y las negociaciones con los organismos de crédito internacional para reinsertar a la Argentina en los mercados, son todas políticas con las que todos los partidos patronales están de acuerdo. Tanto fue así que el neoliberal de Macri, en los últimos meses, no hizo otra cosa que felicitar a Cristina y coincidir con cada una de las iniciativas que ella tomaba. Pero no se puede ser opositor y coincidir en todo.

Así es como toda la oposición salió a buscar temas sobre los cuales diferenciarse. Algunos optaron por “descubrir” el problema narco, otros la reforma del Código Civil, y Massa se centró en el proyecto de Código Penal… como “Atón pirulero, cada cual atiende su juego”. Pero veamos de qué trata esta discusión

 

Un debate sobre una reforma pusilánime y conservadora

 

En mayo de 2012, un decreto de la presidente Cristina Kirchner ordenó conformar una comisión que redactara un proyecto de reforma del Código Penal. Para presidir dicha comisión se nombró a Eugenio Zaffaroni, reconocido penalista de talla internacional, junto con él, y en consonancia con los intentos de Cristina de construir consensos con todos los partidos patronales, se conformó la comisión con integrantes de las distintas fuerzas políticas burguesas: Ricardo Gil Lavedra (UCR), Federico Pinedo (PRO) y María Elena Barbagelata (FAP) y el varias veces ministro de justicia bonaerense, León Arslanian. Ellos se dedicaron a elaborar una propuesta que fuese aceptable para todos y se le presentó a la presidenta para que ella elevase al congreso su propuesta final.

Hasta aquí vimos como se venia armando, tranquilamente el proyecto de reforma. Pero hace unas semanas se desató el “escándalo”. La joven “esperanza blanca” de la patronal, Sergio Massa, apareció de la nada denunciando que tenia en mano un borrador de la reforma elaborada por la “comisión Zaffaroni”, según la cual. Afirmaba, se otorgaría la libertad inmediata de todos los criminales, asesinos, secuestradores y violadores… El ex intendente de Tigre alertaba sobre esta aberración “garantista”, pidiendo frenar su tratamiento en defensa de los ciudadanos de bien.

Desde ya que los ataques de Massa al supuesto “galantismo” de la reforma, no son nada inocentes. El se postula como firme candidato a barrer las calles de delincuentes, su receta es mucha represión, mucha policía, y mucha vigilancia. No es casualidad que como parte de su campaña electoral haya invitado a Tigre a Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, campeón de la represión y la mano dura. Este nefasto personaje tiene en su prontuario el haber incremento exponencialmente la brutalidad policial en su ciudad contra los negros y los pobres.

Como defensa de la “Comisión Zaffaroni”, salieron los adoradores K de toda laya, argumentando que el proyecto era “revolucionario”, que ponía orden al código y que era un paso más en la democratización y modernización de las instituciones. Por supuesto tanto unos como otros falseaban la realidad.

Pero vayamos por partes. Lo primero que hay que dejar bien en claro es que esta reforma no tiene nada de revolucionario. Inclusive, el mismo Zaffaroni en declaraciones al diario La Nación, la calificó como una elaboración bastante conservadora, consensuada con todos los partidos políticos; que aunque positivo no era, según él,  el proyecto que hubiese preferido. En definitiva, ni siquiera él se atrevió a clasificarla como de avanzada.

Entonces, a qué se limitó la comisión. Su objetivo fue modesto: ordenar y emprolijar el viejo código penal, subir unas penas por aquí, bajar otras por allá y nada más. El único problema que la comisión y el ejecutivo nacional vieron en el Código Penal, es que producto de las 900 reformas que sufrió a lo largo casi 100 años, las escalas de las penas habían perdido toda racionalidad, coherencia y proporción: delitos menores estaban equiparados en el castigo a otros mayores. Ningún debate de fondo fue abordado ni pretende ser abordado en el marco de este proyecto. Por supuesto que nada positivo a favor de los trabajadores se podía esperar de esta reforma, de hecho, la comisión fue tan reaccionaria y pusilánime que de ex profeso y en común acuerdo entre Cristina Kirchner y Zaffaroni, dejaron afuera de la reforma los criminales artículos 85 al 88 del código penal, es decir los que penalizan el derecho al aborto.

 

Marín Primo

 

Proyecto de Reforma del Código Penal

El Derecho Penal como herramienta de dominación

 

El debate sobre la represión del delito es un debate complejo. Desde ya que cualquier trabajador siente una fuerte repulsión por el robo, el asesinato o cualquier conducta que atente contra la integridad de las personas o contra el fruto de su propio trabajo; y que frente a estos actos le nace un deseo de que se haga justicia. De allí es donde se agarran demagogos como Massa para plantear que hay que perseguir a los delincuentes y tienen que pudrirse en la cárcel, que para eso hay que endurecer las penas y fortalecer a la policía. Pero el problema es que en este discurso se vende gato por liebre al tiempo que se ocultan sus verdaderas intensiones.

Es que la legislación penal, más aun que cualquier otra, es una legislación clasista. Por lo tanto es imposible abordar el tema sin realizar una precisión acerca de cual es el tipo de Estado, y la clase social que las detenta. En la sociedad antigua se buscaba defender el derecho de los amos sobre sus esclavos, al punto de otorgarle el derecho a disponer libremente de su vida, y cualquier atisbo de rebelión de estos era condenado con la pena de muerte. En la edad media, eran los reyes y señores quienes imponían a su arbitrio las condenas contra los siervos desamparados. Y en la actualidad, en la sociedad capitalista, son los patrones, por medio del Estado burgués, quienes reprimen toda acción de las clases oprimidas que atenten contra Su sociedad.

Ya desde sus orígenes las leyes, y las fuerzas represivas que las aplican (policía, fiscales, jueces), tuvieron por objetivo perseguir y castigar las acciones de las clases oprimidas y al mismo tiempo justificar y legitimar los actos de los sectores dominantes. Qué es legal, qué es delito, depende de quien escriba la norma. Veamos un ejemplo histórico. Ya en 1492,  al llegar Colón a América, aun sin saber realmente donde estaba, cumplía “religiosamente” un ritual: Bajaba en cada una de las islas que “descubría” acompañado por un Escribano Real, y declaraba esas tierras propiedad de la Corona de España, y a él como su gobernante vitalicio. Ese acto “legal” era al mismo tiempo un acto de apropiación y un robo. Nada importaba quienes habitaban allí, y nadie se pregunto si tenían algún derecho, España se apropiaba las tierras de los nativos y a ellos mismo como esclavos. El mismo ejemplo podríamos utilizar en la famosa “conquista del desierto” del Prócer de la Nación burguesa, Julio Argentino Roca y su banda, quienes se apropiaron de las tierras luego de masacrar a los pueblos que las habitaban. Y ejemplos similares, cada uno con su matiz nacional, los vamos a encontrar en los padres fundadores de todas las naciones. Robo, expropiación, secuestro, reducción a la esclavitud y asesinato ¿Qué ley condenó estos genocidios? Todas las clases dirigentes del mundo se constituyeron a base del robo, el asesinato y el saqueo, luego por medio de leyes transformaron la infamia en norma.

Los Massa y compañía, al igual que los Kirchner y su tropa, nos dicen que “justicia” es hacer cumplir su ley. Para ellos es justo que un joven trabaje 10 horas por el salario mínimo de 3600 pesos y no le alcance para alimentar y dar vivienda a su familia, es justo que su patrón se vaya de vacaciones a Europa sin haber agachado el lomo un solo día, pero es un delito “desestabilizador” que atenta contra las “bases de la sociedad” que ese joven corte una calle para reclamar por más salario. La justicia es un anhelo de toda persona de buena voluntad, pero es un deseo irrealizable en los marcos de una sociedad que se para sobre bases injustas: la explotación de millones de trabajadores, por unos pocos ricachones. Solo en el marco de una sociedad radicalmente distinta, donde  nadie viva del sudor ajeno, donde las personas puedan entablar relaciones fraternales entre iguales, la justicia no será más un sueño, sino el resultado natural de la libre cooperación humana.

 

M.P.

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