Por Roberto Sáenz
A continuación presentamos el cierre de las Jornadas de Formación en el Hotel Bauen realizada el fin de semana del 18 y 19 de febrero pasado a cargo de Roberto Sáenz. Unas jornadas de estudio de la juventud de nuestro partido a las que asistieron centenares de compañeros y compañeras de nuestra organización y también delegaciones de nuestra corriente SoB.
Hay tres o cuatro nudos grandes que voy a desarrollar. Primero, el problema de la clase obrera.
Fortaleza objetiva y debilidad subjetiva
Hay que separar problemas estructurales, históricos y políticos que son distintos. Existe una contradicción; pero una contradicción que es histórica, concretas, subproducto de las circunstancias y no algo “ontológico” que afecte a la clase obrera hoy.
La clase obrera de comienzos del siglo XX salvo en Europa que estaba bastante concentrada, era muchísimo más débil estructuralmente que hoy. Sin embargo, la de Europa era una clase obrera con elementos de educación general socialista. Era una combinación entre una clase obrera más débil objetivamente y más fuerte subjetivamente.
Hoy es diferente. La historia es el qué hacer de las cosas que van cambiando, modificándose. Hoy vivimos una paradoja que es exactamente al revés al comienzo del siglo pasado. Objetivamente la clase trabajadora es más fuerte que nunca: el grado de asalarización, de proletarización, es más profundo que nunca. El núcleo del proletariado industrial, del proletariado clásico, es enorme. En algunos países como en China hay millones y millones de obreros industriales.
La contradicción es que esa clase obrera, esa asalarización, esa proletarización, subjetivamente, como subproducto de la experiencia histórica del siglo XX, arranca de más atrás. Ahí surge lo que decía una compañera: consideramos a la clase obrera la fuerza motriz principal de la revolución socialista y nos consideramos un partido de clase, pero no somos demagogos: nuestra clase tiene “atrasos”, es sindicalista, machista, de todo.
Obvio, es una clase social, es un fenómeno histórico concreto, no un idealismo, una abstracción. Pero lo que el siglo XXI y el inmenso proceso de urbanización que se está viviendo ha venido a confirmar, es que no tiene rival estructuralmente. ¿Quién la podría sustituir en la perspectiva de la emancipación social? ¿Los campesinos en decadencia, en retroceso? Es muy difícil que ellos cumplan un rol progresivo como en China.
Roberto Ramírez lo decía bien: China fue la segunda gran revolución anticapitalista de siglo XX. Pero aun esa revolución anticapitalista, campesina, burocrática, fue lo que fue porque ese campesinado en China era inmenso. Hoy si hay una revolución en China es mucho más factible que sea el protagonista la clase obrera, por un tema estructural.
Es un problema estructural: la clase obrera, esa clase que tiene ese lugar como abanderada de la emancipación, desde el punto de vista estructural está muchísimo más fuerte. Nunca antes la humanidad había pasado la barrera de la urbanización. Hoy por primera vez en la historia hay más población urbana que rural en el mundo; eso hace al carácter de la revolución: urbana, obrera y proletaria.
Esta revolución proletaria es factible en este siglo XXI como cuestión material. El primer país de mayoría urbana fue Inglaterra, el segundo Alemania. Claro que no se trata de relaciones mecánicas. Gramsci escribió «Revolución contra el Capital» oponiéndose a todo tipo de mecanicismo en la revolución (porque Marx había hablado de que la revolución socialista se iba a dar primero en Inglaterra).
Pero de todos modos existe una cuestión estructural que hace al carácter social de la revolución. Por ejemplo: las rebeliones populares que hay hoy en día no son con centralidad obrera pero son urbanas. La Plaza del Sol, la Plaza Tahrir, todos fenómenos urbanos.
Luego hay otro problema más histórico que estructural: la clase obrera tiene que remontar que entre el imperialismo y la burocracia estalinista le impusieron derrotas históricas. Lo que decía el “Chino” Heberling muy bien: el disparador histórico de nuestra reflexión, que hace a la fundación de nuestra corriente, la caída del Muro de Berlín y el problema de que los trabajadores no defendían la propiedad estatizada.
Ese fenómeno es histórico, no estructural (es decir: no atañe a ninguna debilidad objetiva de la clase obrera). Tiene un dimensión subjetiva inmensa pero debemos partimos siempre de lo más objetivo. Si va a haber resistencia, revolución, que cuestione el estado de cosas -¡que es inevitable ocurran porque hay opresión y explotación!- lo más factible es que la clase obrera vuelva a cumplir su rol histórico (se hace muy difícil pensar en nuevas revoluciones anticapitalistas y/o socialistas con centro esencialmente agrario).
La China de hoy no es la que era; es otra China. Los elementos de democracia obrera están también en las características mismas de la agregación laboral del capitalismo. Como decía Marx en el Manifiesto Comunista: «el capitalismo crea su propio sepulturero». Porque los elementos de la democracia obrera tampoco surgen de un “repollo” o abstractamente de la filosofía política. Surgen de la agregación material de que para reclamar con la patronal tenés que hacer asamblea, juntar a todos los trabajadores.
La democracia obrera, socialista, surge de la democracia asamblearia que es la forma de los trabajadores de organizarse para luchar. Surge de la estructura: de la reunión de cientos o miles bajo un mismo techo.
El problema, repito, es que existe una circunstancia paradójica y contradictoria que es que la clase obrera, como clase en sí, es más fuerte que nunca. Pero subjetivamente, no como subproducto de los desarrollos históricos del siglo pasado, de la revolución y la contrarrevolución del siglo XX. Es así y hay que aguantárselas. Hay que pasar el balance del estalinismo y darle para adelante porque esto es lucha histórica, lucha de clases. Y en la lucha se gana y se pierde. Si ganás, genial; pero no te la creas tanto. Si perdés sacá las enseñanzas estratégicas para volver a luchar y seguir luchando.
La lucha es el gran “ring” de la historia del capitalismo que ubica a la clase obrera en un lugar objetivamente extraordinario: la clase obrera es la que mueve al mundo. Pero la gran paradoja es que siendo hoy día más fuerte estructuralmente que un siglo atrás (más allá de las cuestiones de fragmentación laboral y eso), posee un nivel de conciencia política mucho menor que a comienzos del siglo pasado.
Entre otras cosas porque a comienzos del siglo veinte la bandera del socialismo era una sin manchas y al final de ese mismo siglo -¡y hasta hoy!- hubo que “lavar” esa bandera. Pero, bueno, así es la lucha de clases: no tiene ningún curso asegurado, es una lucha.
De la Comuna de París a la Foxconn
Hay que pararse desde las perspectivas históricas: la clase obrera es una clase concreta, hija de las circunstancias, del atraso, de todo; en ese sentido no idealizamos a la clase obrera; la reivindicamos como nuestra clase, nos reivindicamos un partido de la clase, tenemos esta apuesta estratégica, la reivindicamos nuestra clase porque pensamos que puede ser el caudillo de todos los oprimidos, tratamos de educarla políticamente en lo que está a nuestro alcance para que sea caudillo de todos los oprimidos; pero sí: está plagada de atraso.
Hay que pelear contra los elementos de atraso. Y con eso hay que tener cierto cuidado porque el proceso de la clase obrera es complejo, contradictorio; no hay que impresionarse tampoco: todavía no hay radicalización y a los trabajadores les cuesta horrores sacar conclusiones de fondo que vayan más allá de lo reivindicativo, en su inmensa mayoría están dominados por una conciencia burguesa.
Por ejemplo, cuando la Revolución de 1905 en Rusia había estabilidad en Europa; desde la derrota de la Comuna de París en 1871 los trabajadores no irrumpían mayormente (hubo, sí, desarrollos en Bélgica a propósito del voto universal; experiencias embrionarias de huelga política de masas que analizó Rosa Luxemburgo en tiempo real).
La Revolución del cinco fue un campanazo que además puso en el centro la acción obrera independiente. Yo no sé si puede pasar demasiado tiempo más sin que haya algún “campanazo” de la clase obrera. No puedo saberlo, pero hay un elemento “determinista” y otro azaroso. El “elemento determinista” es que ahí está la clase obrera súper explotada, masiva, millonaria (en el sentido de la cantidad), también en fábricas más chicas. Sin embargo, no ha ocurrido ningún acontecimiento histórico que la ponga en el centro de la escena en las últimas décadas; ese es el “elemento azaroso” (¡en algún lugar Trotsky decía que lo necesario muchas veces se expresa por intermedio del azar!)
No hay ninguna ley escrita que diga que no pueda ocurrir una irrupción histórica de la clase obrera incluso partiendo de un nivel muy bajo. Es muy difícil que haya de la nada una revolución obrera y socialista consciente; pero no es tan difícil que haya “Comunas de París”. Confío en que es la hipótesis más probable materialistamente hablando: grandes Comunas. Eventos históricos de la lucha de clases sin dirección y sin conciencia pero que pongan a la clase obrera en el centro (y que por esa vía relanzar hacia un ámbito de masas nuestra tradición: la tradición del socialismo revolucionario colocada a la defensiva desde los años 20 del siglo pasado).
Es muy factible eso en el desarrollo de la crisis en los años que están en el porvenir. No para cuando ustedes sean tatarabuelos, compañeros y compañeras. Está inscripto en el orden de las cosas. Hace al terreno material de las cosas que haya clases, que haya explotación, que haya opresión y que haya lucha.
No hacen falta los marxistas para eso. Los marxistas hacen falta para traducir eso en comprensión histórica, en programa, en partido: darle continuidad a esa “levadura” de la que hablaba un compañero. Sí, la levadura sube y baja. Pero es en esas subidas y bajadas que se construye el partido, que es la única herramienta permanente.
Ni siquiera los organismos; es el partido el que sintetiza las experiencias y se construye.
Entonces, ojo, tiré una apreciación materialista del problema de la clase obrera hoy, a comienzos de este nuevo siglo. Hay países como Cuba que es una isla, es más chica, que no es representativa. Tiene valor por el proceso que hubo ahí de revolución anticapitalista que expropió (pero no dio lugar a la dictadura del proletariado).
Hay un problema muy grande pero poco desarrollado que hace a los elementos de objetividad, que es el problema de la extensión internacional de la revolución. Aunque seas el “más revolucionario de todos” si te quedas en un coto pequeño, si la revolución se queda en un solo país, vas hacia el fracaso.
El estalinismo decía «socialismo en un solo país». No hay siquiera “Estado Obrero en un solo país” porque pasa lo que agudamente comentaba un compañero: ¡vuelve todo al viejo caos en el que te matás con el de al lado para poder sobrevivir!
Hay un problema vinculado al desarrollo de las fuerzas productivas, que la revolución sea capaz de planificar, que la planificación sea consciente, extender la revolución mundial, etc. Aunque hagamos hincapié en la discusión del sujeto no ignoramos las condiciones objetivas. No anulamos las determinaciones que tienen que ver con lo más estructural, con lo más objetivo, la existencia de la clase social, el lugar de la clase obrera en la producción objetiva, las condiciones del desarrollo de las fuerzas productivas, etcétera.
Por eso era evidente que los bolcheviques pensaran que tomar el poder en Rusia era táctico respecto de Alemania: porque el grado de desarrollo de las fuerzas productivas (¡y la plataforma para acabar con la explotación, desigualdad y la pelea de todos contra todos!) era mucho mayor en Alemania. Lo que hay en Cuba producto del aislamiento y la burocratización, es una pelea de todos contra todos. Es la vida por la subsistencia. Es lo que dice el escritor Leonardo Padura: «una sociedad donde está legitimado y se quiere que las mujeres, nuestras hijas, sean prostitutas, es una sociedad enferma». Es la supervivencia.
Todos los problemas que sufre la clase obrera son históricos. También sufrimos problemas estructurales como la fragmentación laboral. Pero no son problemas en el sentido del lugar de la clase obrera en la sociedad. Todos estos chantas que evaden el fenómeno de la clase obrera; todas estas corrientes populistas que están de moda como la Federici, que dice que “ser ama de casa es genial” y otras estupideces, tienen que ver con que si vos ves a la clase obrera actuando como fenómeno histórico (tal cual el caso de la primera mitad del siglo XX, sobre todo), es imposible obviarla; el problema viene cuando transitoriamente la clase obrera aparece corrida de la escena histórica.
Hace unos años hubo un gran evento de la clase obrera internacional que fue el ingreso de los mineros a Madrid. Fue hermoso. La ciudad entera salió a recibir a los obreros que llegaron haciendo explotar sus dinamitas.
De todas maneras, en la escena internacional no hay hoy muchos ingresos triunfales de los obreros a las ciudades. Los mineros asturianos que llegaron a Madrid eran más que nada una clase obrera con mucha tradición pero que venía debilitada (esa lucha se terminó perdiendo).
Así funciona la acumulación capitalista. Te desarma sectores de la acumulación y te arma otros. Te desarma un núcleo de la acumulación (eventualmente con mucha tradición histórica de lucha) y te lo arma en otro lado (sin antecedentes de lucha). Uno de los problemas que tenemos los revolucionarios es lo de China que está lejísimo de los centros históricos de radicación del trotskismo; no sabemos ni hablar en chino.
Lo único que sabemos es que a China hay que entrar por Hong Kong porque es la ciudad si se quiere hoy más universal. También sabemos de la existencia de fábricas como la Foxcom, de propiedad taiwanesa, que trabaja para Apple, que produce semiconductores y que reúne bajo un mismo techo, en una misma planta, 100.000 trabajadores que en su mayoría son mujeres, que duermen en la misma planta (o, más bien, en una planta que es toda una inmensa ciudad obrera).
Imagínense lo que significaría que esta planta monstruo se ponga de pie, se ponga en pie de lucha: ¿no sería la hipótesis de una verdadera Comuna de Paris en el siglo XXI? La hipótesis de ver a la clase obrera en el centro de la pelea, lo que sin dudas le daría enormes bríos a nuestra tradición socialista revolucionaria. Sobre China les recomiendo leer a Au Loong Yu, el mejor escritor marxista revolucionario chino hoy; es extraordinario, tiene un inmenso conocimiento de su país, de la evolución del mismo, de su clase obrera, de lo que fue realmente el estado maoísta, etcétera.
Relanzar la lucha por el socialismo
Pasemos ahora a la situación mundial. Hay que evitar impresionarse con el giro a la derecha. No es que la derecha viene cortando cabezas. Hay que encontrar el equilibrio. Estamos hablando de una astucia histórica. Puede ser que avance la derecha; pero también puede ser que se pase de rosca, que no tenga atributos para el giro que pretende. ¡Hay tantos personajes históricos que pasándose de rosca desataron la revolución! ¿Conocen la categoría «aprendiz de brujo»? No hay que exagerar. Pero es eso: tipos que no controlan lo que ponen en movimiento.
Hay dos elementos de la realidad, dos tendencias en obra en la actualidad. No es solamente la derecha. Es el 20 y el 21 de enero. La asunción de Trump pero también la movilización en su contra: el 20 y la Womens March del 21.
Es un recomienzo de la experiencia histórica. Es una lucha política. Pero es genial que haya un recomienzo de la experiencia histórica; que haya una nueva generación que entre en escena.
La juventud por regla general anticipa la aparición de la clase obrera. La juventud estudiantil no es ni obrera ni pequeño burguesa. Ser estudiante es un momento indeterminado que hace que muchos pibes y pibas abran la cabeza y se hagan revolucionarios. Hay un fermento mundial de la juventud. Menos radicalizado que el del Mayo Francés. Pero puede estar siendo una aurora para el ingreso a una gran lucha de clases.
Hay que tener cierto equilibrio y ser siempre críticos en el terreno del marxismo. Tener la capacidad de apreciar los fenómenos en todas sus dimensiones y con todas sus complejidades y contradicciones. Es verdad el dicho ese de que los gatos tienen un montón de colores pero “si los ve de noche son todos pardos”; es de marxista vulgar no ver los matices en los fenómenos.
Si ves a los gatos de día, notás las diferencias: este es blanco, este es siamés, este me sonríe. La lucha de clases contra el capitalismo recién empieza porque es histórica y jamás la clase obrera fue más grande. Después, que logre elevarse a clase histórica es toda una pelea, y ahí entran el partido y los marxistas revolucionarios, nuestra razón de ser.
Porque esa es nuestra apuesta histórica, estratégica y ahí entra toda una elaboración en la que interviene el partido y los revolucionarios que concentran la experiencia, la sintetizan, la proyectan. No es un proceso espontáneo: es un choque de lucha de clases, es la pelea por la dirección, etc.
Esta discusión es de enorme actualidad justamente porque somos más optimistas que nunca desde ese punto de vista. Opinamos que la clase obrera está más fuerte que nunca desde el punto de vista objetivo; subjetivamente, la caída del estalinismo tuvo “dos caras” por así decirlo: en el plazo inmediato parecía la “muerte del socialismo”; pero en la perspectiva histórica reabre la posibilidad de la revolución socialista auténtica: la posibilidad de relanzar la lucha por el socialismo, grito de guerra cuando la fundación de nuestra corriente.
La burocracia era una loza terrible en la cabeza (¡y en los pies!) de la clase obrera, que la encarceló, le impidió ser un actor independiente. Pero esa represa se cayó. Hay que tener capacidad dialéctica de apreciar los acontecimientos del presente en su sentido histórico: no sólo del presente por el presente mismo. Entonces no confundirse con eso; porque no es que nuestra teoría de la insustituible centralidad obrera en la revolución y transición socialista es muy linda como letanía. No: es nuestra apuesta estratégica.
Una apuesta estratégica
Nosotros defendemos la Revolución Cubana del imperialismo; defendemos la conquista de la independencia nacional de Cuba frente al mismo, lo mismo que la expropiación de la burguesía. Pero la Revolución Cubana no es nuestra revolución. No se trata de filosofía política: es lucha política concreta.
No hay vacíos en política: si no está la clase obrera está la burocracia. Habría que hacer una charla especial acerca de la burocracia. Porque hay que entender que los tipos le pelean a la clase para tener privilegios: el perfil subjetivo de la burocracia coincide con su rol objetivo. Stalin era el tipo más taimado del mundo; era la encarnación de la burocracia.
La burocracia pelea, se quiere apropiar de las conquistas. Les quiero hacer entender que la revolución, la toma de poder y la transición, son campos de pelea, hay dificultades, hay que ganar la participación de las masas, hay desigualdad y miseria.
La pelea para que las masas participen más y nadie les diga «quédate ahí que te remplazo y lo hago yo», la pelea contra la idea de que “el igualitarismo es pequeño burgués” (Stalin) y que hay que fomentar la desigualdad tampoco es una abstracción, es una pelea.
El tema es restablecer la teoría de la Revolución Socialista en su sentido original, como herramienta de lucha política: reestablecer el programa socialista en su sentido original, como herramienta de una lucha estratégica, por la perspectiva de la clase obrera, por la perspectiva del marxismo revolucionario, contra los aparatos traidores, contra los aparatos reformistas.
Imagínense si no lucháramos contra las corrientes burocráticas que pudrieron la revolución. Es una pelea. En ese sentido el hecho de que en la cabeza de la militancia haya confusión, que Altamira intente abrir un debate aunque esté en minoría en el PO es progresivo, es interesantísimo. Tenemos ganas de que a la próxima Jornada de Pensamiento Socialista venga el compañero Altamira.
Lo último a lo que me quiero referir es lo de Trotsky que decía un compañero de Córdoba, que es muy interesante. Es válido para Marx, para Engels, para Trotsky, para todos: eran grandes revolucionarios, hay que estudiarlos concienzudamente, sistemáticamente, apoyarnos en ellos, pero siempre críticamente, sabiendo que las síntesis son siempre parciales, nunca son absolutas, porque la realidad sigue.
El compañero de Córdoba se preguntaba por qué Trotsky no sacó las conclusiones definitivas de la burocratización de la URSS; es más compleja la cosa. Trotsky dijo veinte veces que tenía “temor a enterrar una revolución viva” y eso estaba muy bien. No era fácil decir que la Revolución Rusa, con todas sus conquistas, «ya fue». Es complejo. ¡No todos los días ocurre una revolución histórica de semejante magnitud!
El tema no es Trotsky. Trotsky dio una serie de peleas políticas; tenía que enfrentar al estalinismo, estaban las corrientes ultraizquierdistas que no eran defensistas: grave error. Porque, por ejemplo, la gesta de la Unión Soviética dirigida por la burocracia contra el nazismo, fue una gesta histórico-universal. Y la derrota del nazismo fue una conquista histórica de la humanidad, aunque conducida por la burocracia. Tampoco era tan fácil abrir mano en las definiciones. Y aun así Trotsky afirmó: «con los que estamos de acuerdo en defender a la URSS del fascismo, si la definimos como Estado Obrero o de otra manera es una discusión secundaria. El problema central es político».
El problema no es tanto Trotsky: el problema somos nosotros. El problema de las corrientes del marxismo revolucionario es que son esquemáticas, mecánicas, repiten estupideces, no sacan enseñanzas críticas, no son dialécticas, comprendiendo por dialéctica el desarrollo vivo, dinámico de las cosas, de los fenómenos, la extrema riqueza de los acontecimientos.
Nosotros decidimos fundar una nueva corriente de socialismo revolucionario y estamos en eso: trabajando sobre la base de una apuesta estratégica, teórico-estratégica. Nos parecía lo correcto ante la debacle del trotskismo y del morenismo hacer una apuesta más estratégica, arrancar por los fundamentos. La discusión de estas jornadas hace a los fundamentos. Esa decisión de apostar a lo más estratégico fue la decisión más acertada de nuestra corriente.