Desde Octubre de 2016 Higui está presa por matar a un hombre mientras se defendía de un grupo de diez que la golpearon hasta dejarla inconsciente al grito de “te vamos a violar y matar tortillera, te vamos a empalar”. El de Higui no es un caso aislado ni por la brutalidad del ataque ni por lo irregular de su proceso judicial, lamentablemente la Justicia argentina nos tiene acostumbradas a fallar siempre en favor de los agresores y victimarios y siempre en contra de las mujeres. Pero este caso es especialmente aterrador y está generando muchísima solidaridad en todo el país porque ni uno solo de los 9 agresores fue procesado por el ataque.
Higui tiene 42 años y ha sufrido a lo largo de su vida múltiples abusos e injusticias. Principalmente debido a su condición socio económica y al hecho de ser lesbiana. De los 10 a los 13 años fue sistemáticamente violada por su padrastro y escapó de su casa a los 15 años junto a su hermana trans en busca de una vida mejor. Conseguía trabajos informales ya que sólo tenía hecha la primaria, se mantenía con trabajos de jardinería y albañilería. Tenía clientes regulares (muchos de los cuales se sumaron al pedido de Justicia por Higui) y también construyó casas para ella y sus hermanas.
Higui cargaba un cuchillo porque temía por su vida: ya había recibido amenazas de este grupo de hombres quienes la hostigaban cotidianamente. El ataque sucedió en el pasillo de la casa de un familiar al que Higui estaba visitando. En el interior dos de sus atacantes comenzaron a agredirla verbalmente y ella se retiró del domicilio para evitar confrontaciones, en esa retirada la atacaron entre diez cobardes machos misóginos. Ella solía vivir en ese barrio, Lomas de Mariló, entre Moreno y Bella Vista, pero luego del anterior ataque lesbófobo que sufrió (en el cual incendiaron la casilla que se había construido dejando a su perro atado adentro para que mueriera incendiado) decidió mudarse. Claro que ese hecho tampoco fue esclarecido.
Higui se despertó después del ataque en una celda. Durante más de diez días no recibió atención médica a pesar de estar desfigurada y haber recibido cientos de golpes, ni ropa para vestirse. La ropa que tenía al momento del ataque no sólo quedó destrozada y cubierta en sangre sino que no fue utilizada como evidencia del ataque. Durante todo el proceso su palabra fue ignorada, jamás se la trató como a una víctima. La figura legal de la legítima defensa fue obviada completamente y el caso de Higui se está tratando como un homicidio común, enfrentando penas de hasta 15 años. Los únicos cuatro testigos de la causa son dos de los atacantes y sus familiares. Sólo esa información bastó para tirar a Higui a una celda a esperar juicio, en una clara violación del debido proceso.
El accionar de la Policía en todo el caso (el arresto de Higui, la incomunicación a la que la sometieron durante más de 24 hs, el hecho de no llamar a un médico, de no tomarle declaración a Higui sobre el ataque que sufrió pero sí hacerlo con los atacantes, etc.) no sorprende pero sí escandaliza y debe ser atendido. El gobierno de Mauricio Macri viene dándole rienda suelta a la Policía para que se envalentone, para generar la sensación de impunidad que necesita la yuta para salir a reprimir laburantes y mujeres. Recientemente esto se pudo ver en la razzia del 8M, en las pibas presas del día anterior por los graffitis, en la persecución a los pibes en los barrios. Macri prepara a sus perros guardianes para los enfrentamientos que sabe que se vienen y deja así la veta abierta para que se cuele la homolesbotransbifobia, para que se ensañen con los sectores más vulnerables. No nos olvidemos que es la misma yuta que manda a pibes de los barrios a robar y vender droga, la misma que organiza y regentea redes de trata, la misma que nos mata a Lucianos Arrugas y los tira en fosas como NNs.
Higui sufrió un intento de femicidio y de violación “correctiva”. Mató a uno de sus agresores en legítima defensa. Hoy debería estar en libertad, recibiendo contención del Estado y con la tranquilidad de que sus atacantes estén tras las rejas. Y no vamos a descansar hasta que así sea.
Violeta Roble