Estas últimas semanas han ido configurando una coyuntura política inusualmente dinámica y ante todo de final abierto. Como ya venimos anotando en nuestro periódico, durante el transcurso del mes de marzo se ha producido un cambio en la coyuntura política nacional. La bronca que se vino acumulando lentamente durante todo el 2016 hizo eclosión y se plasmó en multitudinarias movilizaciones que ganaron las calles. La bronca se hizo sentir repetidamente en la movilización docente del 6, en la concentración de la CGT del 7, en el paro de mujeres del 8, nuevamente en la inmensa marcha de los maestros que coparon la Plaza de Mayo el miércoles 22, y finalmente, durante la larga jornada del 24 de marzo. Y como si esto fuera poco, al cierre de esta edición, los docentes están organizando una nueva marcha en respuesta a las provocaciones del gobierno de Vidal que quiere imponer no sólo una baja en el salario docente, sino que además busca introducir una cláusula “antihuelga” bajo el manto de un bono por “presentismo”.
Una coyuntura de polarización
Insistimos en el hecho de que no es común que en un solo mes se acumulen cinco movilizaciones masivas en contra de un gobierno. Estas movilizaciones junto con la lucha docente, son el factor más dinámico en la actual coyuntura política; y son la expresión de que se está produciendo un rompimiento de sectores de masas con el gobierno.
La contracara de esta realidad es que el gobierno de Cambiemos, pese a estar sufriendo una constante erosión de su imagen frente a amplios sectores, no ha dado el brazo a torcer, no ha retrocedido en su política. Lejos de dar marcha atrás, se ha endurecido y ha impreso una orientación aún más reaccionaria a su política.
Es en este contexto que hay que entender los continuos ataques de Macri y Vidal a los docentes, la defensa descarada de la educación privada y el desprecio por la escuela pública; la cada vez menos solapada defensa de la represión durante la última dictadura militar y el negacionismo respecto al genocidio; y, junto con esto, el intento de endurecer el régimen político mediante las amenazas de represión a la protesta social y a los cortes de calle.
Este endurecimiento se debe en buena parte a que Macri y el gobierno de Cambiemos consta del apoyo político de la burguesía nacional y del imperialismo en pleno. Son estos apoyos los que le dan la cohesión necesaria para evitar (por el momento) que se abra una verdadera crisis política.
En este sentido, en la actual coyuntura política se están configurando dos desplazamientos en simultáneo, pero en sentido opuesto. Mientras que sectores de masas de trabajadores giran a izquierda, rompen con el gobierno y manifiestan su bronca por medio de movilizaciones masivas; el gobierno de Cambiemos gira a derecha, se endurece, y apuesta a un discurso más reaccionario y a la derrota de la lucha docente.
Claro que esta erosión no es un tema menor, y menos en un año electoral en el cual Cambiemos debe refrendar su legitimidad por medio del voto.
Una economía que no despega y alimenta la bronca
Es en los magros resultados económicos en donde debemos encontrar la base de toda la bronca acumulada. Es que Mauricio Macri y su cohorte de “ceos” han transitado todo el 2016 y estos meses de 2017 haciendo promesas y más promesas acerca de un horizonte promisorio que nunca llega y siempre se aleja. Lo cierto es que lo que se vive en millones de casas es que la plata no alcanza, que las suspensiones en las fábricas amenazan con transformarse en despidos, que la desocupación aumenta y la pobreza la sigue como la sombra al cuerpo.
El Banco Central con su política de tasas de interés alta apuesta a mantener “controlada” la inflación mediante el recurso de quitar pesos del mercado, encarecer el crédito y planchar la economía. El Ministerio de Energía, con Aranguren a la cabeza, sigue mirando sus planillas de Excel y aplica un sistemático plan de ajuste tarifario que socava los bolsillos de los trabajadores. El ministro de Transporte (Dietrich) tuvo que cajonear momentáneamente el aumento de los colectivos y trenes, pero sólo a la espera de un mejor momento para anunciarlo. Triaca en su rol de ministro de Trabajo (en tándem con los empresarios y la burocracia sindical) sostiene una cruzada contra los trabajadores tratando de garantizar que las paritarias de este año consagren la pérdida salarial de 2016 y que los aumentos en 2017 no superen el 18 o 20 por ciento. Todo esto genera, por un lado, una caída del consumo popular, un deterioro en la calidad de vida de los asalariados; y por el otro, un achicamiento de la economía y un crecimiento de los despidos y las suspensiones.
Los datos de la economía que se publicaron estos últimos días no son alentadores. La inflación del primer trimestre ronda el 6%, alcanzando más del 31% si tomamos los últimos 12 meses. La promesa de una inflación anual del 14-17% es una fantasía que ni el mismo gobierno puede repetir. Las consultoras económicas, todas simpatizantes del gobierno nacional, pronostican que la inflación de 2017 no va a estar por debajo del 25%, y este cálculo es conservador. En este marco la propuesta de Vidal y los acuerdos firmados por algunos gremios como Comercio y UPCN alrededor del 18% constituyen un verdadero robo al bolsillo.
De todos modos, el problema que subyace es que no está nada claro para el gobierno cuál es el factor dinámico que puede hacer salir a la Argentina de esta larga recesión. En palabras de Cambiemos, la clave estaría en la tan esperada lluvia de inversiones. El gobierno repite como un mantra que hay que ordenar al país para que vengan las inversiones, que hay que bajar la conflictividad, que hay que aggiornar el régimen laboral, que hay que darles garantías a los empresarios y un largo etcétera; todos en el mismo sentido y en beneficio de los mismos sectores. Se repite hasta el hartazgo que las inversiones son la panacea que todo lo cura, que ante este nuevo “dios” hay que sacrificarlo todo y a todos.
Ante esto primero hay que hacer una aclaración. El gobierno habla de inversiones en general, y con esto oculta el modelo de país que tiene en mente. No es cierto que la llegada de capitales extranjeros redunde en más fuentes de trabajo, ni en mejores condiciones laborales, ni en mayores salarios. Esto depende en primer lugar de qué tipo de inversiones lleguen, en qué condiciones y quién las administre. La década del 90 nos dio una clara muestra de que las “lluvias de inversiones” pueden terminar en un desierto de desocupación, y por su parte la “déKada ganada” le entregó en bandeja a las compañías imperialistas mineras y petroleras inmensas ganancias configurando un fenomenal saqueo de los recursos naturales.
Pero más allá de esto, lo cierto es que, pasados quince meses, las tan esperadas inversiones no llegan. Macri visita España y Holanda a la espera de que caiga alguna gota de la tan mentada lluvia. En esos viajes el matrimonio presidencial puede lucir sus mejores galas y de paso conseguir que los reyezuelos de todo tipo y color, los inunden con elogios y felicitaciones… pero las inversiones no aparecen y las nubes en el horizonte presagian lluvias pero de otro tipo.
Todo esto a esta altura ya es inocultable, el horizonte se aleja y el bolsillo aprieta. Esta realidad cotidiana vivida por millones de personas es el sustrato del que se alimenta la bronca popular y que está dinamizando la coyuntura, al mismo tiempo que se procesa una ruptura política de amplios sectores de trabajadores con el gobierno nacional.
Ninguna tregua frente al gobierno provocador; apelar a la comunidad para fortalecer el paro
En la actual coyuntura la lucha docente es un caso testigo. Macri y Vidal han optado por hacer de la derrota de los maestros un punto central de su programa. El objetivo de Cambiemos no es sólo aplicarles el ajuste a los maestros y así ahorrarse unos miles de pesos. Claro que eso está entre sus planes, pero en este caso es más que una puja sindical. Para Vidal y Macri esta es una batalla política. Quieren infringirles una derrota a los maestros, quieren cuestionar el derecho a huelga, quieren revertir las conquistas que quedan en el estatuto docente, quieren cuestionar el derecho a las licencias por enfermedad. Así lo expresó Vidal en una entrevista radial cuando afirmó que quiere “premiar” a los docentes que van a trabajar hasta cuando están enfermos.
Pero si la lucha contra un gobierno reaccionario es en sí misma muy dura, más difícil lo es cuando se debe remontar el lastre de la burocracia “progresista” de la Celeste de Baradel y Yasky. La CTA había convocado la semana pasada a un paro general para el jueves 30, el cual fue levantado sin importarle que los docentes (su principal gremio) estén siendo ferozmente atacados por el gobierno nacional y provincial. Así sin más, como quien no quiere la cosa y en nombre de la unidad, dejaron la lucha docente aislada. En el mismo sentido actuó CETERA que sin ninguna justificación paso de un paro de 48 horas a un de solo 24 dejando en banda las luchas provinciales, y esto a pesar que el gobierno lejos de aflojar sus ataque los redobló una vez más. Esto es una clara muestra de que Yasky, Baradel y la Celeste apuestan a desmontar la lucha y preparan la entrega. Hay que redoblar la lucha, apelar al apoyo de toda la comunidad y preparar un paro nacional educativo de 72 horas para derrotar a Macri.
El resultado de la huelga docente puede decidir el desenlace de la actual coyuntura y configurar un verdadero cambio en la situación política. Como venimos desarrollando, la coyuntura actual está caracterizada por una creciente polarización entre sectores de masas que giran a izquierda y un gobierno que se endurece virando a posiciones aún más reaccionarias. Un triunfo de los maestros sería un revés que dejaría en jaque el plan de ajuste reaccionario de Cambiemos, y le abriría una crisis política al gobierno de Macri, al mismo tiempo que fortalecería a todas las luchas de los trabajadores.
Es por eso que “¡Fuerza docentes!” es el grito que encierra en la actual coyuntura los intereses de todos los sectores populares, el triunfo de los maestros es una victoria de todos los trabajadores.
6A: hay que transformarlo en paro activo
En esta situación es que la CGT se vio obligada a convocar a un paro nacional para el 6 de abril, el cual al haber sido impuesto a los burócratas es profundamente progresivo, pero al mismo tiempo limitado por esos mismos dirigentes traidores.
Está claro que en la cúpula de la central sindical ningún burócrata quería llamar a este paro. El triunvirato hizo todo lo posible para evitar que esto ocurriera. Tanto hizo que al final se pasó de rosca y se le escapó la coneja. Los elementos de desborde que se pusieron de manifiesto en el acto del 7 de marzo, luego de que los oradores se negaran por enésima vez a convocar a una medida de lucha contra Macri, los dejó sin margen para seguir maniobrando y patear la pelota para adelante. El papelón de haber salido como ratas por tirante de su propio acto y custodiados por los matones de seguridad fue una escena que se vivió con gran regocijo en las fábricas y lugares de trabajo. Ya un anticipo de eso se había vivido el día anterior en la marcha docente cuando Acuña se vio apabullado por el grito de “paro general” que salía de los docentes.
Fueron esos gritos, fue esa felicidad de las bases frente al papelón de los popes de la CGT lo que les impuso el paro a los burócratas. Nadie lo quería, pero la bronca que se respiraba por abajo los obligó a hacer lo que no querían… Por otro lado, no se puede perder de vista que el paro es una acción política colectiva de los trabajadores como clase, por medio del cual se puede terminar de cristalizar una ruptura política de amplias franjas de masas con el gobierno. Esto es lo que le da todo el carácter progresivo al paro del 6A. Sería de una miopía estúpida no ver esto.
Claro que esto no significa que la burocracia haya sido desbordada y que ya haya perdido el control de la situación, ni que ésta haya roto con el gobierno. Nada de eso. La bronca acumulada y el affaire en el palco el 7 de marzo dejaron a los burócratas sin margen. El llamado al paro del 6A, aunque nadie lo quería hacer, es el medio por el cual la CGT busca evitar que la cosa se le desmadre. Ese es el motivo por el cual el llamado al mismo se hizo de forma tal de tratar de garantizar que la jornada trascurra lo más pasiva posible, que no vuele ni una mosca. La apuesta de la burocracia de la CGT es sencilla: que el paro descomprima el ambiente y luego seguir negociando con el gobierno del cual continúan siendo aliados.
Pero una cosa son los deseos y otra la realidad. El 6A es una jornada abierta y en disputa: la izquierda y el activismo tienen la posibilidad (y toda posibilidad en política conlleva una obligación) de hacer que el paro tenga un carácter activo. Es por eso que es importante que ese día los partidos de trabajadores junto con el activismo salgamos a las calles, que ayudemos a garantizar el mismo por medio de cortes de calle y piquetes. La izquierda en la Argentina tiene un peso político que supera su fuerza sindical. La experiencia con los cortes y piquetes desarrollada en anteriores paros, tan o más “domingueros” que este, son un punto de apoyo para disputarle el carácter de la jornada a los burócratas; es una base sobre la cual debemos proyectarnos y a la cual no podemos renunciar. Esto al mismo tiempo que no se puede perder de vista que los cortes en sí mismos son un factor que ayuda a miles de trabajadores a sumarse al paro, al mismo tiempo que funge como excusa frente a sus patrones.
Una enorme posibilidad para la izquierda
La actual coyuntura deja planteada una serie de oportunidades y responsabilidades para la izquierda revolucionaria. En primer lugar, y como lo dijimos más arriba, ésta debe jugarse con todo para hacer del 6A una jornada activa con cortes de calles y piquetes. El paro es objetivamente una piedra en el zapato tanto para los burócratas como para el gobierno. Y esta piedra puede ser aún más grande en la medida que pueda servir de vehículo por el cual se puedan expresar los reclamos más urgentes de los trabajadores; en primer lugar, el triunfo de la lucha docente, la derrota del plan de ajuste, frenar los despidos y suspensiones y quebrar el techo salarial que nos quieren imponer.
Pero además se abre otra posibilidad enorme. El desgaste prematuro del gobierno sumado a la crisis del PJ y la experiencia frustrada de amplias franjas de trabajadores con el kirchnerismo, han dado como resultado una enorme vacancia política que la izquierda puede aprovechar.
La izquierda roja tiene un enorme prestigio entre los trabajadores que reconocen que es “distinta” a los partidos del régimen. Nos reconocen que somos laburantes, que no transamos, que no somos corruptos. Es factible que en la actual coyuntura se estén acumulando factores que puedan cristalizar en un salto en la influencia política de la izquierda, el cual eventualmente también se pueda reflejar en las elecciones legislativas.
En este sentido, desde el Nuevo MAS hemos puesto en pie la Izquierda al Frente por el Socialismo junto a los compañeros del MST. Este frente electoral ha sabido sostener una postura de independencia de clase y la ha manifestado públicamente por medio su programa, de una serie de declaraciones políticas conjuntas, campañas de afiches y actividades comunes. Este importante recorrido político que hemos hecho en estos pocos meses son una plataforma importante sobre la que nos debemos apoyar para intentar dar ese salto.
Las posibilidades están, esto se manifiesta diariamente en el reconocimiento que recibe en las calles nuestra compañera Manuela Castañeira, quien además tiene la enorme responsabilidad como principal candidata de la Izquierda al Frente como candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires.
Es por todo esto que el Nuevo MAS se va a jugar con todo para que este 6A el activismo y un sector de los trabajadores puedan hacer del paro nacional una jornada activa, por el triunfo de la lucha de los docentes y por avanzar en hacer de la izquierda y el socialismo una fuerza poderosa en la Argentina.
Martín González Bayón