Por Martiniano Rodríguez
Cerca de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo y en el marco de un gobierno que está aplicando un gran ajuste, la discusión alrededor de qué carácter tuvo la Revolución de Mayo y qué burguesía fue la que estuvo a la cabeza de esos cambios, son discusiones que toman valor. Esto nos permite saber qué tipo de nación se estructuró luego de esa fecha y qué tareas se nos plantean hoy.
La burguesía comercial, aquella que amasaba enormes riquezas gracias al comercio con el Alto Perú y Europa, fue la única burguesía desarrollada que existía en 1810; en definitiva, la única que podía encabezar el proceso de cambios ocurridos aquellos años. Por eso las provincias terminaron por formar una nación dependiente, semi-colonial.
Dos proyectos se enfrentaron en ese momento. Ninguno de los dos planteaba una salida independiente del imperialismo, los federales y los unitarios. Rivadavia expresó los intereses de los últimos.
El gobierno de Rivadavia
Se toma el gobierno de Rivadavia como ejemplo del gobierno unitario. Veamos un poco qué fue este gobierno.
Bernardino Rivadavia era hijo de un abogado y comerciante español que vino en busca de fortuna al Río de la Plata. Participó defendiendo Buenos Aires durante las invasiones inglesas, luego de 1810 fue acusado de defender a los españoles, pero para 1814 ocupa diferentes cargos en los distintos gobiernos.
Luego de la caída del último Director Supremo y la consiguiente Anarquía del año XX, fue convocado por el nuevo gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, para ser ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Es aquí donde se hará conocido como representante de los intereses comerciales. Se lo recuerda por la reforma religiosa, que quitó poder y tierras a la Iglesia; por la Ley de sufragio; fundó la Universidad de Buenos Aires, y más. A pesar de muchas críticas, no se puede dejar de lado cierto intento de modernizar la ciudad de Buenos Aires.
Pero la Ley de Enfiteusis es lo que más nos interesa. Las tierras fiscales no podrían ser vendidas ni enajenadas, solo alquiladas, y pasarían a ser parte de la garantía frente al préstamo de la Baring Brothers. Según los papeles, era para distribuir la tierra entre agricultores, pero la realidad es que por muy poco dinero una persona podía apoderarse de muchas leguas. Los estancieros, pero también aquellos comerciantes o extranjeros con ganas de ganar dinero fácil, se quedaron con la mejor parte. Sin duda esta ley ayudó mucho al desarrollo de la clase burguesa rural. Ocuparon las tierras, aunque todavía no podían acceder a su propiedad completa. Entre los beneficiados estaba Facundo Quiroga, que accedió en la Guardia de Luján a 12 leguas cuadradas[1]. No fue que la clase burguesa rural accedió inmediatamente a millones de hectáreas, pero es innegable que ayudó a que ésta comenzara a ocupar, junto con especuladores, tierras que estaban en manos del Estado.
En fin, la Ley de Enfiteusis de Rivadavia fue un paso más en la acumulación de tierras, un proceso que comenzó antes de 1810 pero que a medida que la guerra de independencia se estancaba en el norte y la pampa quedaba fuera de peligro, se profundizaba cada día más. La acumulación de tierras también favoreció a los comerciantes, que al igual que otros las buscaron para seguir amasando fortunas. Como la guerra por la liberación cortó el comercio con el Alto Perú, una ruta muy importante y rica, no fueron pocos los comerciantes que para mantener sus fortunas se volcaron a la adquisición de tierras, por ejemplo los Anchorena[2].
Como parte de la Ley de Enfiteusis, Rivadavia pidió, para realizar algunas obras en el puerto, un empréstito a la casa Baring Brothers. Más allá de dónde fue la plata o que se hizo realmente, lo importante es lo que representa.
En primer lugar, podemos decir que la idea de Rivadavia era bien unitaria, aprovechar el capital extranjero para ayudar al desarrollo del comercio, en consonancia con lo que pedía la burguesía porteña (aunque ese dinero nunca se destinó a ello).
En segundo lugar, es el comienzo de una relación de dependencia que podemos continuar hasta hoy, los préstamos que llevan a la pérdida de soberanía sobre las decisiones nacionales. Más allá del monto y el fin de dicha plata, los comerciantes ingleses tenían otra forma de postrar al naciente país: la deuda externa. Quizás no es exactamente la forma de mediados del siglo XX, pero sí comenzó a ser una forma de atar a todo el continente (no sólo en las provincias argentinas).
El excedente de capital en países como Inglaterra o Francia fue canalizado hacia los países que comenzaban a conformarse en este continente, para que arrojara dividendos. Todavía ese capital llegaba principalmente en forma de préstamos, con ellos se generaba una dependencia de los países americanos, aunque este sistema se perfeccionara con el tiempo.
En este punto hay una discusión con el grupo Razón y Revolución. En un artículo de su periódico El Aromo[3] analizan qué significó este préstamo y llegan a la conclusión de que no afectó en nada la soberanía de la naciente nación; es más, favoreció su consolidación. Como ellos creen, pero les cuesta demostrar, que la Revolución de 1810 fue una revolución social capitalista que derrotó al feudalismo en estas tierras, la “poderosa” burguesía formó una nación independiente y en progreso. Entonces Rivadavia debe haber seguido este camino, según ellos.
Es verdad que el empréstito sirvió, en el sentido que ingresó dinero para un Estado en quiebra y con problemas para recaudar (de hecho la Ley de Enfiteusis ayuda en este sentido, como bien reconocen ellos). Pero de ahí en más todo está distorsionado. Si bien aportó dinero, también creó una relación de dependencia con los banqueros y comerciantes ingleses, que todavía no va a ser tan determinante como décadas más adelante, pero la relación se empezó a formar a partir de estos años.
Lo peor de este artículo es que como parte de la conclusión, lleguen a decir, sin ponerse colorados, que el Estado argentino terminó por estafar a los bonistas ingleses. “En conclusión, sí hubo una estafa en la operación del empréstito. Ésta fue realizada por la Argentina hacia los bonistas ingleses, quienes debieron esperar hasta 1904, es decir, ochenta años, para ver liquidadas las acciones.”[4]. Pobres bonistas que fueron timados por la burguesía argentina. Es raro, porque según el mismo artículo, escrito en el mismo periódico y por el mismo autor, dice que durante 80 años se estuvo pagando y se les pagó muchos millones más de lo que se prestó. O sea, los estafamos porque les pagamos de más. ¡Qué mal negocio hicieron los prestamistas ingleses!
Su teoría es que como nación independiente, no semi-colonial, no habría problemas con los préstamos en la época de Rivadavia, ni a fines del siglo XIX, ni a mediados del siglo XX y menos hoy. Para ellos son préstamos contraídos entre partes iguales, entre un Estado muy necesitado y la casa Baring Brothers. “Inaugurando así la contratación de deuda externa como mecanismo de compensación para paliar los límites de la acumulación de capital en la región.”[5], no inaugura un mecanismo de dependencia y control, una forma de poder presionar a los gobiernos, es sólo una forma de obtener mayores ganancias para la burguesía argentina.
Como representante de la burguesía comercial porteña, este gobierno de la provincia más rica e importante para el comercio, estructuró una nación arrodillada a los comerciantes y capitales ingleses. Pero esto no significa que quienes combatieron en su contra sean los que querían una nación libre y pujante; era más de lo mismo. Rivadavia no actuó porque lo engañaron, sino porque la burguesía comercial sólo quería vender dentro de las provincias los productos que se compraban en Europa.
[1] Halperin Donghi, Tulio: Historia de caudillos argentinos, Extra Alfaguara, 1999 Buenos Aires, página 152.
[2] Halperin Donghi, Tulio: La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires, Revista Desarrollo Económico n° 1-2, volumen 3, 1963.
[3] Rossi Delaney, Santiago: ¿Quién estafó a quién? El empréstito de la Baring Brothers y la conformación del Estado Argentino, El Aromo n° 76.
[4] Rossi Delaney, Santiago: Op. cit.
[5] Rossi Delaney, Santiago: Op. cit.