Esta semana el Senado Nacional aprobó, por unanimidad, la legalización del aceite de cannabis con uso medicinal. Este fallo surge tras años de campaña y presión de varios grupos de fabricantes de aceite con fines medicinales. El más conocido de ellos, “Mamá Cultiva”, viene realizando una fuerte campaña de concientización sobre los beneficios medicinales del aceite de cáñamo tanto en los Encuentros Nacionales de Mujeres como en las redes sociales, realizando múltiples charlas informativas. Este grupo está formado por madres y familiares de niños y niñas con distintas patologías (epilepsia refractaria, autismo, cáncer, entre otras) que han visto significativamente mejorada su calidad de vida a raíz de comenzar a consumir el aceite de cannabis. Y es que los beneficios medicinales de este aceite son numerosos: permite controlar las náuseas causadas por la quimioterapia y abre el apetito, cuestiones fundamentales para pacientes bajo tratamientos de este tipo o contra el HIV, reduce las convulsiones en pacientes con epilepsia refractaria y los temblores causados por el Parkinson, alivia los dolores causados por el cáncer, esclerosis, artrosis, combate la migraña y la ansiedad, así como la mayoría de los síntomas del estrés. Todos estos efectos terapéuticos están ampliamente aceptados por la comunidad científica internacional. Presentamos aquí algunas incipientes reflexiones sobre el asunto.
Un fallo plagado de contradicciones.
A todas vistas es muy positivo que un niño con convulsiones tan seguidas que resultan inhabilitantes para el desarrollo normal de su vida pueda acceder legalmente a una medicación natural que reduzca los episodios y le permita llevar una vida más plena. La pregunta que surge es, ¿por qué entonces estaba penado? Lisa y llanamente porque el cultivo de marihuana es ilegal y esta nueva ley no avanza un centímetro en ese sentido. Concretamente, la ley crea un Programa Nacional de estudio e investigación del uso medicinal de la planta de cannabis al cual la gente debe inscribirse y recibe gratuitamente el aceite o el derivado de cannabis que precisen.
El proyecto de ley fue presentado hace un año por la diputada kirchnerista Diana Conti y cuenta con la firma de los diputados de izquierda. Uno podría sorprenderse por la amplitud de esta ley que fue presentada por fuerzas que son opositoras entre sí y, encima, fue aprobada por unanimidad tanto en Senadores como unos meses atrás en Diputados. No nos sorprendamos tanto, es una ley que no se pelea con nadie: el cultivo sigue estando penado, los únicos habilitados a cultivar serán los organismos de investigación como el CONICET[1] o el INTA, no será necesario pelearse con ningún funcionario, ni molestarse en encarar una pelea con las fuerzas represivas, todos entongados con el narcotráfico. Tampoco se garantiza un marco legal de producción de cannabis que moleste a los productores de fármacos tradicionales para este tipo de patologías. Con esta medida, los grandes laboratorios que monopolizan el mercado de la salud en función de sus intereses económicos, no venderán ni un ibuprofeno menos. Se está defendiendo los intereses de uno de los grupos capitalistas más nefastos, que es aquel que especula con la salud de millones de trabajadores, en función de sólo engordar sus bolsillos, lo cual va en detrimento de desarrollar una medicina al servicio de promover el bienestar y la salud de grandes sectores de la población. En definitiva, este fallo admite la necesidad de promover la investigación y la formación profesional de médicos en tratamientos con cannabis, pero no despenaliza ni la tenencia ni el cultivo. Sencillamente permitirá que las obras sociales y prepagas importen legalmente el aceite para los pacientes del Programa.
Hay que avanzar hacia la legalización
Está comprobado que el consumo de la marihuana no genera adicción, como si sucede con el tabaco y el alcohol, sustancias legales. No se conoce un muerto por consumir cannabis mientras está comprobado que el tabaquismo y el alcoholismo causan enfermedades terminales. Durante años se evitó estudiar los beneficios del cannabis medicinal, no se financiaron serios estudios sobre los efectos del tabaco o el alcohol en el organismo, sino que hasta se financiaron estudios para que comprobaran lo contrario. Son conocidos los avisos publicitarios de los 50 y 60 que vendían cigarrillos en EEUU “para llevar una vida sana”.
Al capitalismo no le interesa qué consuma el pueblo trabajador si hay negocio posible detrás, sólo se legisla para poner límites cuando ya se pone en peligro la reproducción misma del sistema. Las tabaqueras son pulpos internacionales que mueven millones en el mundo entero. Son grupos económicos al igual que las empresas farmacéuticas, como mencionábamos anteriormente, que se manejan en el campo de lo legal del capitalismo. Después están los grandes monstruos económicos que manejan los negocios del espectro ilegal del capitalismo, también millonarios internacionales que venden -ilegalmente- armas, drogas y personas. Los negociados siempre son a costa del pueblo trabajador, esa es la esencia del capital, pero hay negociados que sencillamente ponen la reproducción física del trabajador en urgente peligro y hay otros que no. Al dejar a la marihuana en el espectro de la ilegalidad lo que se genera es que la gente tenga acceso a un producto adulterado por el narco, el “25” que compra la mayoría de la juventud es un excelente ejemplo de ello: está tan modificado que no tiene ni el color de la planta de cannabis. El consumo de drogas adulteradas sí puede traer efectos negativos inmediatos. La ilegalidad también genera que la gente que quiere tener acceso a la planta no modificada sí o sí tenga que incurrir en un delito, arriesgándose a caer preso. La discusión sobre la legalización hoy en día es la discusión sobre la legalización del cultivo. Actualmente los pibes terminan presos por tener dos plantas, mientras se hace la vista gorda con las pastillas que matan a otros en fiestas electrónicas.
El problema de las drogas debe ser despojado de criterios morales y debe reubicarse bajo la lupa de la más objetiva y crítica revisión científica. Distintas sustancias tienen diferentes efectos en el cuerpo humano, algunos medicinales, otros recreativos, otros perjudiciales para la salud, otros no. La disputa cultural es una disputa política y económica: aquello que nos sane, debe ser gratuito, debe estar al alcance de todos y debe ser estudiado en todas sus potencialidades, aquellos que distribuyan algo que les destruya el cerebro a los pibes tienen que ir en cana. El gobierno de Cambiemos, por el contrario, se llena la boca hablando del problema de la inseguridad y no hace nada para perseguir a los narcos que hacen la vida imposible en los barrios del conurbano moviendo paco. Lo bueno es que después pueden hacer campaña diciendo que bajaron la inseguridad porque metieron a un par de cultivadores presos.
Hay que buscar puntos de apoyo, esta ley pone de manifiesto que la sociedad está reconociendo, al menos, que el cannabis no puede ser metido en la misma bolsa que el paco o la merca, entre otras cosas tiene efectos medicinales. Hay que avanzar en la educación de las masas trabajadoras y en ganar a la opinión pública para generar consenso social alrededor del tema y conseguir la legalización.
Violeta Roble
[1] Fantasía absoluta si consideramos que el CONICET está experimentando una crisis presupuestaria inmensa causada por las políticas de ajuste de este gobierno. Estamos ante una situación en la que no sólo hay menos vacantes para ingresos con nuevas líneas de investigación, sino que peligran los proyectos de investigación ya existentes y con gente laburando hace años en ellos.