Compartir el post "A 65 años, la clase obrera hacia la revolución en Bolivia"
“La preparación histórica de la revolución conduce, en el periodo prerrevolucionario, a una situación en la cual la clase llamada a implantar un nuevo sistema social, si bien no es dueña del país, reúne el hecho en sus manos una parte considerable del poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en manos de sus antiguos detentores. De aquí arranca la dualidad de poderes de toda revolución” L. Trotsky, “Historia de la revolución rusa”.
Entre los días 9, 10 y 11 de abril de 1952 se produjo una insurrección obrera que terminaría con la derrota del ejército boliviano. Los trabajadores en armas tuvieron sólo tres días para derrotar un ejército que venía reprimiendo hacía seis años a todo intento de lucha obrera. La historia de las masacres obreras estaba todavía muy presente en 1952, sumado el accionar en la guerra del Chaco (1932-1935), son todos elementos que formaron una atmósfera explosiva que llevó al triunfo del proletariado boliviano a destacarse mundialmente.
Desde esta nota nos planteamos dar un homenaje a una de las revoluciones obreras de la segunda mitad del siglo XX que tuvo como protagonista principal a los trabajadores, la clase obrera organizada desde las fábricas o las minas que salieron a luchar contra la oligarquía llamada “la rosca”, la cual tenía personajes como Hoschild, Patiño y Aramayo.
Una vez más la ley del desarrollo desigual y combinado es importante para explicar la situación en la cual Bolivia se encontraba. Desde casi sus principios fue un país totalmente ligado al capital exportador, en primera instancia al saqueo de las materias primas como la plata a manos de la corona española, que luego pasaría a ser el estaño la materia prima que llevaría a Bolivia al contexto mundial, ya en la era de la república. Con una población que no pasaba de los 3 millones de habitantes, en contraposición a tener las más altas tecnologías de la época para la extracción de mineral. La oligarquía tenía dos objetivos: extraer la mayor cantidad de mineral y reprimir todo intento de sublevación. Se sumaba a esto una clase obrera joven que venía haciendo las experiencias de forma violenta, pero sacando conclusiones de las luchas recientes junto con un partido trotskista (POR) que acompañaba en esta lucha. Todo esto era combinado con una gran concentración de obreros en las minas, tanto en los departamentos de La Paz como Oruro, lugares en los cuales los combates fueron decisivos.
Este proceso de mudanzas democráticas que se vivían en Latinoamérica colocaba gobiernos de mediación, como lo fue Perón en Argentina o Vargas en Brasil, impulsores de nuevas formas de hacer política. En Bolivia la cosa no fue tan fácil porque el intento que hizo el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de dar un golpe institucional con apoyo de la policía le salió mal, a último momento un sector del ejército no terminó de pactar, y ya era tarde para contener a la población, la revolución estaba en marcha y no se detendría. Esto le daría un sello diferente al desarrollo de la disputa por el poder. Por un lado estaba el MNR y por el otro los trabajadores organizados en la Central Obrera Boliviana, que se conformó al calor de la revolución, y comienza una lucha de intereses que sólo se saldarían varios años después.
Este doble poder no es cosa que se pueda conseguir en todo momento, verdaderamente en 1952 era un proceso revolucionario, con milicias, con armamento y disputa constante por tener el control del Estado. Si bien el MNR se hizo cargo del gobierno, en las calles quedaba el sentimiento y el control de hecho de que se podían conseguir los derechos por otros métodos que no eran de los pasillos y los gabinetes. Pero para tensionar más la situación faltaba un partido revolucionario que pudiera encaminar la situación hacia una revolución, esta vez con perspectiva socialista, cosa que quedó a mitad de camino porque el POR, que venía haciendo las cosas de manera correcta, al llegar el momento de definiciones terminales, le cedió al MNR un apoyo crítico. Entonces el factor objetivo estaba ya bastante maduro, con la derrota del ejército y con las milicias en las calles, el doble poder se respiraba en una atmósfera que tendría que resolverse en los hechos. Pero al partido que tenía que dirigir a las masas proletarias contra un gobierno que tarde o temprano traicionaría todas las reivindicaciones que el mismo concedía, le faltó el salto a la toma del poder. El doble poder es una cuestión de tiempo para definirse, la formación nuevamente del ejército en 1956 cerraría el periodo.
El recuerdo de la revolución del 52 es uno de los hechos trascendentales para el país, por supuesto que sacada de contexto, por esto la importancia de destacar el accionar de la clase obrera como poder modificador y transformador de la sociedad. De las medidas que tuvo que tomar el gobierno fueron, en primer lugar, conceder el voto universal a toda la población, la nacionalización de las minas fue otra de las medidas para contener y a la vez conceder. Luego vendría la reforma agraria, el gobierno presionado por los campesinos tuvo que distribuir tierras de los valles y el altiplano. Por otro lado, se realizó una reforma educativa inclusiva pero a la vez que concedía, el partido nacionalista fue tejiendo sus amarres y de a poco fue tomando todo el control del aparato burgués. El MNR, hoy día venido a menos después de la revuelta popular del 2003 en la que se quemaron las sedes partidarias y se echó del gobierno a Gonzalo Sánchez de Losada, también reivindica la revolución como nacional, como si este sector de las clases medias fueran parte de la transformación del país. Un hecho más para reivindicar y que no quede en el olvido es que quien realizó la revolución fue la clase obrera con sus métodos de lucha.
Hoy en día queda más un inconsciente colectivo de lo que fue la revolución y con esto desvirtuado, porque la clase obrera boliviana fue diezmada después de la reversión de la minería nacionalizada, entonces queda un recuerdo poco completo de lo que fue la heroica lucha de los obreros en 1952. Por esto la necesidad de entender y tener presentes las lecciones y experiencias más ricas de la clase obrera.
Todavía en Bolivia se sigue luchando por poner en pie una alternativa clasista, un instrumento político de los trabajadores, que dé la posibilidad de aglutinar a los trabajadores contra los intentos del MAS de Evo por derrotar toda experiencia que no venga del sector afín a sus intereses electorales y reformistas.
Martín Camacho