Por Ale Kur

El martes 9 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Corea del Sur, en el marco de la gran tensión existente entre Donald Trump y el régimen norcoreano. Este conflicto, que cubrimos en el número anterior de este periódico[i] coloca a la península ante una enorme atención mediática. El resultado electoral tiene un fuerte impacto, entre otras cosas, porque es un factor de gran importancia a la hora de decidir la futura política de Corea del Sur ante su vecino del norte.

Las elecciones, a su vez, tuvieron un rasgo local específico de gran importancia: son las primeras tras la destitución de la anterior presidente, Park Geunhye. La misma fue revocada por el poder judicial (con aprobación parlamentaria) tras un enorme proceso de movilizaciones populares de las que fue parte el movimiento obrero[ii]. La raíz de la crisis fue la revelación de una trama de “influencias indebidas”, ligada a su vez a los mecanismos de corrupción que conectan al poder político con las grandes corporaciones empresarias.

El resultado de las elecciones presidenciales del martes fue el triunfo del candidato Moon Jae- in, del “Partido Democrático” centroizquierdista. El mismo obtuvo el 41% de los votos, sacando una gran diferencia frente a su rival conservador Hong Joon-pyo que obtuvo el 24%. Este resultado, si bien ampliamente anticipado por encuestadoras y analistas, no deja de ser un dato político significativo. La crisis política coreana se encaminó, con todas sus contradicciones, en una dirección más “progresista” que reaccionaria (a diferencia de la tónica que venían estableciendo el Brexit, Donald Trump, etc.).

Moon Jae-In es un político con un perfil liberal-reformista. Hijo de refugiados norcoreanos, en su juventud participó en las protestas que enfrentaron a la dictadura del general Park (padre de la presidenta destituida), lo que le valió el encarcelamiento. Luego, ya como abogado, jugó un rol en la defensa de otros perseguidos políticos (activistas estudiantiles y sindicales) contra el gobierno militar. Su carrera política en las últimas décadas estuvo ligada a la experiencia de los gobiernos liberales del ’98-’08, que intentaron un reacercamiento con Corea del Norte[iii]. Por último, fue el principal líder opositor al gobierno de la presidenta Park en los últimos años.

En cuanto a su programa político, los medios de comunicación citan mucho su orientación hacia Corea del Norte: a diferencia de sus antecesores (y de sus rivales, y del gobierno de Trump), su método no serían las sanciones sino el diálogo. En el largo plazo, plantea el objetivo de una reunificación pacífica de la Península Coreana.  Es decir, su planteo parecería ir, por lo menos por el momento, en un sentido diferente a la orientación de Washington y el propio establishment surcoreano.

Esto tampoco debe ser exagerado: el propio Moon señaló la gran importancia que tiene para él la alianza político-militar con EEUU, lo cual significa que no tiene interés en tomar ninguna medida antiimperialista. Pero en ese marco, plantea una mayor “autonomía” y protagonismo de Corea del Sur en cuanto a su política exterior. Su triunfo electoral significa entonces que la mayoría de la población no apoya, por lo menos por el momento, las salidas belicistas o de confrontación con su vecino del norte. Esto (con todos sus límites) es una derrota para la orientación de Trump[iv], y hace menos probable el estallido de una guerra fratricida entre las dos Coreas –que dejaría millones de muertos entre los trabajadores y el pueblo de ambos lados de la frontera.

Una economía de grandes corporaciones

Un aspecto de enorme importancia en la situación política de Corea del Sur es el rol de las “Chaebol”, grandes conglomerados de empresas en manos de grupos familiares. Las más conocidas de ellas son tres poderosos emblemas en el mercado mundial: Samsung, LG y Hyundai. Las 5 “Chaebol” más importantes totalizan con sus ingresos el 50% del PBI de Corea del Sur. Esto las coloca en el centro de la vida económica, social y política del país.

Las “Chaebol” son el motor que permitió a Corea del Sur realizar lo que los analistas burgueses denominan el “milagro coreano”: su salto a una economía industrializada, de altos ingresos, en unas pocas décadas[v]. Todavía en los ’60 Corea del Sur era un país muy atrasado, agrario y pobre. Pero estos grandes conglomerados, en estrecha alianza con el Estado (bajo el régimen dictatorial de Park y sus sucesores civiles) y con el financiamiento de EEUU (que las impulsó como barrera de contención contra el “comunismo” norcoreano y chino), lograron colocar a Corea del Sur entre las grandes economías del mundo[vi].  Hoy es un importantísimo exportador de mercancías y de capital y un foco de desarrollo tecnológico (curiosamente, Corea del Sur tiene el mayor índice de robots industriales por trabajador en el mundo entero).

Pero este modelo tiene también sus fuertes contradicciones. Por su naturaleza, se trata de una economía fuertemente monopólica, que asfixia el desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Esto “trunca” el posible ascenso social de las clases medias (que solo pueden prosperar dentro de los grandes conglomerados), generando un fuerte malestar en ellas. Inclusive al interior de la propia gran burguesía, el sistema de propiedad familiar genera fuertes tensiones entre los miembros de los “linajes fundadores” y los inversionistas ajenos a esas familias, que se ven relegados a un segundo plano y sin perspectiva de crecimiento. Al mismo tiempo, los jóvenes burgueses de los grandes linajes despliegan una conducta de gran ostentación y de abuso de su posición social, provocando todo tipo de escándalos.

Por otra parte, este sistema requiere estructuralmente de mecanismos de corrupción, que permiten mantener el predominio familiar dentro de las empresas y el favoritismo permanente del Estado. Aunque esto es parte del funcionamiento “normal” del sistema, algunos casos trascienden en los medios de comunicación generando una enorme indignación (en el marco de la rígida concepción moral de su sociedad). Un caso muy destacado es el de juicio por corrupción que atraviesa actualmente el principal líder del gigante Samsung.

Por último, las propias grandes corporaciones que en su desarrollo potenciaron el crecimiento de las fuerzas productivas y el empleo en Corea del Sur, en los últimos años vienen deslocalizando cada vez más la producción, siguiendo la misma tendencia que aqueja a las economías del mundo capitalista desarrollado (en primer lugar, de EEUU). Así es como crece el desempleo entre la generación juvenil, que llegó ya a un 10% y se volvió un tema de gran preocupación.

Todo esto pone fuertemente en cuestión ante la opinión pública el modelo de las “Chaebol”. Las movilizaciones masivas contra la expresidente Park y su destitución estuvieron relacionadas a la influencia de las Chaebol sobre el gobierno a través de sobornos y financiamiento de campañas. Grandes sectores de la sociedad consideran que la situación llegó a un límite y debe ser transformada. Un importante ejemplo es la enorme movilización realizada por los sindicatos surcoreanos el primero de mayo, exigiendo aumento del salario, derecho pleno a la sindicalización y el fin del predominio de los grandes conglomerados. El ganador de las elecciones presidenciales, Moon Jae- in, se monta sobre este repudio popular planteando la necesidad de reformar todo el sistema.

En síntesis, el resultado de las elecciones presidenciales abre un interesante panorama. Al generar expectativas en sectores populares, puede ser un catalizador de una conflictividad social incrementada, potenciando la crisis del sistema de grandes conglomerados. Esto a la vez puede poner en el centro de la escena a la importante clase obrera surcoreana, que hace funcionar sus enormes fábricas. Por otro lado, pone en cuestión (aunque de manera tibia e inconsecuente) la política de Estados Unidos de confrontación con Corea del Norte, abriendo un interrogante sobre el futuro del conflicto en la península.

Estos desarrollos tienen una creciente importancia en la medida que el área Asia-Pacífico (que concentra dos tercios de la población mundial) va volviéndose cada vez más un centro de gravedad de la economía mundial, con muchas de las principales ramas de punta concentradas en sus territorios y dominando gran parte del comercio global. El futuro del capitalismo (así como la pelea por la hegemonía en el mundo) se juega en gran parte en esta región, que por estas mismas razones concentra al proletariado más grande numéricamente de todo el globo. Es muy probable que se desarrollen allí importantes combates de la lucha de clases, que los socialistas debemos seguir con gran atención.

Notas

[i]  “Península de Corea – Nuevas idas y venidas en un conflicto muy peligrosoPor Ale Kur, SoB 424, 4/5/17. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9671

[ii] Ver al respecto “Corea del Sur – Suspensión y procesamiento de la presidenta Park Geun-Hye”, Por Claudio Testa, SoB 416, 9/3/17. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9352

[iii] Como parte de esta política se puso en funcionamiento el parque industrial de Kaesong, de capitales y gestión surcoreana y mano de obra norcoreana. La existencia de este “emprendimiento conjunto” genera un terreno de confluencia entre ambos países y contribuye a la reducción de tensiones entre ambas. Los últimos gobiernos surcoreanos suspendieron el funcionamiento del parque industrial como parte de su política de sanciones y aislamiento.

[iv] Como dijimos en la edición anterior, Moon plantea “revisar” el despliegue del sistema antimisiles THAAD en el suelo surcoreano… pero aclaró que no estaba planteando “revertirlo”. Es decir, acepta el “hecho consumado” pero con algunos pataleos.

[vi] Hay muy pocos casos en el mundo de países que en los siglos XX y XXI hayan logrado saltar del atraso hacia el desarrollo industrial en el marco de la economía capitalista. Esto implica vencer una poderosa contratendencia, que frena el desarrollo del mundo atrasado: el hecho de haber quedado muy, muy atrás en la carrera de acumulación de capital, lo que hace que las economías avanzadas sean infinitamente más competitivas en el mercado mundial. Por eso el caso coreano es puesto como ejemplo por los partidarios del “libre mercado” para intentar demostrar que con el capitalismo “se puede avanzar”. Sin embargo, no tienen en cuenta las características muy específicas su modelo de desarrollo, que ni siquiera se trata realmente de la aplicación de recetas neoliberales, sino más bien de un desarrollo corporativo activamente impulsado por el Estado y el imperialismo. Por lo demás, el modelo surcoreano está también atravesado por importantes contradicciones, como desarrollamos en esta nota.

 

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