Ahora tiramos por la borda una decisión de la Corte Suprema de Justicia

La historia de lucha por los derechos humanos atropellados salvajemente por la última dictadura militar no se inició con el primer gobierno kirchnerista, como muchos compañeros creen. Porque les han hecho creer. Les contaron una historia sesgada. En la historia real, de carne y hueso, de marchas y contramarchas, de derrotas y triunfos, la pelea arrancó en las calles de la mano de un grupo de mujeres que llamaron las  “locas de Plaza de Mayo”. Ellas fueron las primeras que desafiaron a la dictadura en las calles. Le siguieron las Abuelas en la búsqueda de sus nietos.

Estuvieron totalmente aisladas del poder político y de los partidos patronales que las torpedeaban. Sólo las acompañaban pequeños grupos de jóvenes y militantes de las organizaciones de la izquierda trotskista. El resto estaba en otros organismos que, si bien cumplieron un rol destacadísimo no sólo en la búsqueda de los desaparecidos, sino en la atención de los presos políticos y sus familias, como la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, donde se nucleaban centenares de familiares luchadores, tenían el chaleco de fuerza de la política nefasta de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, dirigida por el Partido Comunista, hoy muy antidictatorial, pero que en aquellos primeros años apoyaba al general “democrático”: Jorge Rafael Videla. Así como en otros organismos controlados por los partidos patronales o la Iglesia, hubo personalidades ejemplares como Augusto Conte McDonald, Emilio Mignone, Adolfo Pérez Esquivel, los eclesiásticos de la Iglesia de la Santa Cruz, junto a otros/as, como el director del diario de la comunidad británica Buenos Aires Herald, Robert Cox. Pero no respondían precisamente a las líneas “oficiales” de sus organizaciones.

Esta demostración de búsqueda de los desaparecidos dentro del país rompió el aislamiento internacional, trascendió las fronteras y se abrió también una brecha que fue muy útil para el reclamo, consiguiendo divulgación, ayuda económica, refugio para exiliados forzosos. El comienzo de la resistencia obrera a la dictadura plasmó la unidad de acción de los organismos de derechos humanos y los luchadores hasta lograr su derrocamiento.

El kirchnerismo no inicia la historia de esta pelea gigantesca

El kirchnerismo sí, como lo hizo con otros movimientos, coopta para su política estatal a las más emblemáticas organizaciones de esa etapa: las Madres encabezadas por Hebe de Bonafini (la separación con las Madres organizadas alrededor de Nora Cortiñas se produce durante la presidencia de Raúl Alfonsín) y las Abuelas. Con esa “chapa”, que era un cofre repleto de monedas de oro acumulado durante heroicas jornadas, arrebatan el tesoro que era patrimonio de la memoria colectiva, aunque hubo, como siempre la hay, una vanguardia indiscutida. Al cooptar a las principales organizaciones que fueron columna vertebral de las primeras que estuvieron en las calles, atraparon el botín colectivo.

Pero no para profundizar la movilización, sino para encorsetarla, dirigirla a su imagen y semejanza: su objetivo estratégico fue desmovilizar, junto con relegitimar la imagen de las FFAA ante el conjunto de la población. Si “el enemigo no está en la Casa de Gobierno”, como expresó con claridad Hebe de Bonafini, ¿para qué pelear? “Los militares antes fueron genocidas, ahora son del pueblo”, era el otro mensaje, como el que dieron en el aniversario del Bicentenario, al volver a hacer desfilar a los efectivos de las fuerzas represivas del Estado. El gobierno, el Estado, soluciona los problemas por nosotros.

El gobierno, el Estado, derogó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, dando reinicio a los juicios que, en contra de la decisión de anteriores gobiernos aun siguieron (Videla fue preso nuevamente por apropiación de bebés de madres en cautiverio en 1998, durante el gobierno de Menem, el mismo que lo indultó). Se llegó a poner a muchos entre rejas, algunos de los más odiados, como el ex oficial de la Marina Alfredo Astiz y el ex jerarca eclesiástico Von Wernich.

Pero, como contracara, los juicios no fueron precisamente express, como si lo fue la ley contra el 2×1 del 10 de mayo pasado. No se hicieron por lugar de detención, lo cual los hubiera acelerado y masificado inmediatamente y hubiera habido condenas a la mayoría de los genocidas. Ni hablar de los responsables civiles, que a pesar de algunos procesos iniciados, siguen todos impunes.

Sus gabinetes de ministros, a excepción del destacado abogado defensor de presos políticos y militante Eduardo Luis Duhalde (1), fueron personajes que no figuraron en la movilización ni tampoco desde los escritorios despachando hábeas corpus. Mención aparte son las figuras claramente “carapintadas” como Antonio Berni como secretario de Seguridad de la Nación, quien fuera previamente senador por la provincia de Buenos Aires elegido en 2011, cuando el ex candidato a la Presidencia Daniel Scioli ganó la gobernación (2) o Alejandro Granados, ex secretario de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, premiado por su “mano dura” con los delincuentes (pobres, por supuesto), o el genocida César Milani al frente del Ejército. El ex ministro de Justicia y Derechos Humanos Julio Alak, designado en 2009, también “mostró la hilacha” cuando organizó un asado a finales del 2012 en la ex ESMA, demostrando su “sensibilidad” ante el sufrimiento de quienes habían sido incinerados allí con ese método atroz.

Pero insistimos, a riesgo de ser reiterativos, pero con la mira puesta siempre en los hechos objetivos y la necesidad de la pelea para poder ganar, como se demostró el 10M. Lo más perjudicial en la conciencia que transmitió el peronismo K fue que “no era necesario pelear, que el gobierno solucionaba los problemas por ellos”. Lo mismo que nos hicieron creer cuando de la democracia sindical en las organizaciones obreras pasamos al control del Estado por las mismas. Ahí se terminó la democracia sindical y empezó a formarse la burocracia sindical peronista.

El desafío se agigantó y la lucha también

Pero esta pelea es tan dura como el fierro, por eso se atrevió a desafiar a la mismísima e intocable Corte Suprema de Justicia. No se “achicó” ante la nueva ley del Congreso, fue hasta la Casa de Gobierno, le gritó en las puertas de la Casa Rosada en la cara al presidente y todos sus CEOs.

Se agigantó y demostró que los únicos y verdaderos dueños de la lucha por los derechos humanos de las víctimas de la represión son los familiares, los trabajadores, las mujeres y la juventud, que no se rinden. Nos podemos confundir porque nos confunden, podemos dudar porque nos quieren hacer creer en salvadores, pero no nos pueden demostrar en hechos de la lucha concreta cómo y dónde se gana una pelea.

A todos los compañeros/as que se agigantaron en esta lucha, que no confiaron en la salida a través de las instituciones, los invitamos a continuarla. Al servicio de ella están los compañeros del Nuevo MAS y de la Izquierda al Frente por el Socialismo.

Ana Vázquez

 Notas:

1)            Fue él quien le respondió, en una extensa carta, a la Sra. Graciela Fernández Meijide, quien en el 2009 cuestionó la cifra de 30.000 desaparecidos.

2)            En las elecciones legislativas del año 2011, Berni fue electo segundo senador de la Provincia de Buenos Aires por la Segunda Sección Electoral de la provincia. En diciembre de ese mismo año asumió como vicepresidente primero del Senado, ubicándose detrás del vicegobernador Gabriel Mariotto en la línea sucesoria provincial. De hecho, estuvo a cargo de la gobernación por dos días, entre el 10 y el 12 de diciembre de 2011, hasta que el gobernador electo Daniel Scioli estuviera en condiciones de asumir el mandato para el que había sido electo.

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