El “voto joven” castigó a la derecha

El jueves 8 de junio se realizaron las elecciones al Parlamento británico. Fue un terremoto electoral. Y, como es costumbre en estos últimos tiempos, los alabados “sondeos de opinión” y “encuestas” quedaron en buena medida desmentidos. ¡Otra vez!

Por haber creído en ellos, la premier conservadora británica Theresa May había disuelto prematuramente la Cámara de los Comunes, convocando estas elecciones para renovarla. En ese momento, todos los “estudios de opinión” le pronosticaban un triunfo arrasador. Esto puede haberla mareado. Además, probablemente, se creyó la interesada campaña de la prensa británica que la glorificaba como la “nueva Margaret Thatcher”, con musculatura capaz de doblegar las pretensiones de la Unión Europea en el Brexit, y de poner en caja los reclamos juveniles y de los trabajadores dentro del Reino Unido. Ahora, esa misma prensa la trata como un estropajo.

El hecho es que la acostumbrada legión de sabihondos “expertos” y “analistas” auguraba inicialmente a Theresa May un triunfo arrollador, por 20 a 30 puntos de diferencia con el Partido Labirista. May, aunque no es italiana, pensaba con eso dar un “sorpasso” parlamentario. Es decir, un salto en el número de bancas, sobrepasando abrumadoramente al resto. Y, desde ese trono, encaminar el Brexit, junto con la profundización de los recortes sociales.

Simultáneamente, se daba como inevitable el derrumbe final del molesto Jeremy Corbyn y el sector de izquierda del laborismo que encabeza.

Esperando ese rotundo triunfo en las urnas –que la daría más combustible tanto para operar el Brexit como para redoblar los recortes y medidas de “austeridad”– Theresa May apretó finalmente el disparador de estas elecciones anticipadas, que serían prácticamente su suicidio político.

La nueva normalidad: todo salió al revés de los esperado

Finalmente todo salió al revés de lo pronosticado… como viene sucediendo últimamente en muchas votaciones y acontecimientos políticos, desde el Brexit hasta las presidenciales en EEUU.

Theresa May durante la campaña fue día a día perdiendo terreno. Y, lo peor es que esas pérdidas no se volatilizaban ni se repartían “equitativamente” entre las diversas candidaturas y partidos. En la otra punta, era la “izquierda” laborista –Corbyn– quien más polarizaba el voto en contra del gobierno.

Las elecciones dieron como resultado un cambio importante del escenario político-electoral. A nivel del Parlamento, Teresa May en vez de aumentar su bancada, cayó de 330 a 317 parlamentarios. Simultáneamente, y el laborismo, saltaron de 229 a 262 bancas.

Pero eso fue acompañado de otro fenómeno electoral importante: conservadores y laboristas, encabezados por May y Corbyn volvieron a concentrar gran parte del voto, revirtiendo la relativa dispersión que había progresado en votaciones anteriores. Entre ambos, sumaron más del 80% de los votos, que se repartieron en porciones casi iguales: un 42% los tories y algo más de un 40% Corbyn y los laboristas.

Los votos restantes se repartieron principalmente entre los partidos regionales de Gales, Escocia e Irlanda del Norte. En esa turbulencia, desaparecieron “novedades”, como el xenófobo UKIP, que llegó al cénit de la fama con el Brexit.

Aunque Corbyn no llegó a ganar, esta elección es considerada el triunfo más espectacular del Labour Party desde 1945. En esa ocasión, también contra todos los pronósticos, el laborista Clement Atlee derrotó al conservador Winston Churchill, que aparecía como el héroe vencedor de la Segunda Mundial.

En esa ocasión, una razón de fondo fue que Atlee y el Labour Party levantaban un amplio programa de beneficios sociales y nacionalizaciones, que iba a abrir paso al “Estado de bienestar”… cosa que no cuadraba con el conservador Churchill.

Ahora, en cierto sentido, el voto fue similar pero como repudio a la política neoliberal de liquidación de los restos del Estado de bienestar, de bancarrota del sistema de salud y sobre todo de brutal flexibilización laboral, que convierte a los jóvenes en esclavos sin derechos ni porvenir.

Aunque Corbyn no levanta un programa socialista revolucionario ni mucho menos, se presenta como un reformista “clásico”, a diferencia de la vieja dirigencia laborista neoliberal que hundió a ese partido al hacerlo imposible de distinguir de los conservadores.

Lo decisivo: la juventud se movilizó y se volcó por Corbyn contra May

Pero también estas elecciones o, más bien, su campaña electoral, aportaron una novedad, cuyas consecuencias podrían ir más allá de la votación.

El laborismo logra este enorme (e inesperado) salto, que lo llevó al borde de ganar las elecciones, gracias a un vuelco político-social: la organización y movilización de amplios sectores juveniles para hacer campaña por Corbyn contra May y superar la “carrera de obstáculos” que implica votar en el Reino Unido.

Aclaremos primero que –al igual que en EEUU– en el Reino Unido llegar a votar implica efectivamente llegar al final de una “carrera de obstáculos”. Todo está organizado para poner trabas al voto de los trabajadores y los jóvenes. Las elecciones en el UK se hacen en un día laborable, lo que pone trabas a los que trabajan o cursan estudios.

Además el Estado no mantiene un registro o un padrón permanente de ciudadanos/as con derecho al voto. Cada vez que se convoca una elección, el que quiera votar debe inscribirse. Los plazos para hacerlo no son largos. Y, por supuesto, también es otro obstáculo para quien trabaja y/o estudia.

Además, ya desde hace tiempo, en el Reino Unido, como en todo el mundo, se le fue dando conveniente aliento a las ideologías posmodernas más idiotas con el fin de despolitizar a los jóvenes. Como en muchos países, esto viste variedad de disfraces, desde fomentar el descerebramiento más estúpido, hasta usar pretextos ideológicos disfrazados de “anarquismo” o “autonomismo”.

Estas elecciones marcaron un giro notable hacia la politización de amplios sectores juveniles. Esa fue la clave de la ofensiva y triunfo de Corbyn. Así describe este cambio Alan Davies, militante trotskista británico:

“La campaña electoral del Partido Laborista fue espectacular y tuvo un gran impacto. El resultado es un triunfo personal para Jeremy Corbyn, que fue vilipendiado de la manera más brutal desde el inicio de la campaña hasta el final…

“Por su parte, Corbyn, desde el Partido Laborista lanzó un “Manifiesto por una mejor y más justa Gran Bretaña”. Este Manifiesto cambió las coordenadas de la campaña electoral en el momento en que salió a las calles. Es que puso en el centro no lo del Brexit sino un giro contra las políticas de austeridad y recortes que sufren los trabajadores y la juventud…

“Esto movilizó a cientos de miles de jóvenes a inscribirse para votar, organizarse y unirse a la campaña, e ir a votar. Para muchos, era la primera elección en la que participaban. Los jóvenes que han sido abusados y maltratados por los sucesivos gobiernos, salieron a golpear y vengarse…

“Estamos viendo así cambios tectónicos en varios niveles en la política británica. El citado Manifiesto –plataforma electoral contra la austeridad del Partido Laborista– apela a muchas de las personas marginadas que fueron atraídas al voto por el Brexit.

“Ahora la votación en estas elecciones significa un rechazo masivo a la austeridad, provocando un cambio fundamental en la política británica. Es que entró una nueva generación en escena, que interviene por primera vez en política. Ella está totalmente abierta a la alternativa radical que el Partido Laborista de Corbyn está proponiendo.

“A su vez, Corbyn está ahora en una posición fuerte dentro del Partido Laborista. Los diputados y funcionarios de derecha del Labour Party, hicieron campaña durante dos años para desacreditarlo y deshacerse de él. Ahora han sido derrotados políticamente y deberán enfrentar las consecuencias. Cada una de las predicciones que hicieron acerca del Corbyn, se demostraron equivocadas. Ahora es el momento de respaldar a Corbyn o hacerse a un lado.”[1]

Por Claudio Testa

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1.- Alan Davies, “A stunning result for Corbyn and Labour”, International Viewpoint, June 9, 2017.

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