En el momento que cerramos este editorial se están presentando los frentes que competirán en las próximas elecciones. Como se ha podido apreciar en los últimos días con los conflictos de los colectiveros en Córdoba y el paro docente provincial en Buenos Aires, la coyuntura no está marcada solamente por las elecciones. Sin embargo, lo más probable es que las mismas se vayan imponiendo como el factor dominante de aquí a agosto.
Hacia duros enfrentamientos de clase
El contexto más general es el de un creciente malestar por la situación económica. Ninguna de las promesas de Macri se han cumplido: el salario cae, los precios suben, la preocupación por el empleo es creciente entre los trabajadores (atención que este es un dato nuevo a tener en cuenta).
Sobre todo es mala la situación de la industria, que no logra levantar cabeza. Brasil sigue en el tembladeral –aunque Temer continuaría al frente del Ejecutivo del país hermano-. Mientras Brasil no se recupere, la industria argentina seguirá a los tumbos: tengamos presente que el grueso de las exportaciones industriales del país van hacia el gigante latinoamericano.
Esta adversa situación económica es la que alimenta el malestar popular con el gobierno, malestar que parece crecer cada día que pasa. La gota que rebalsó el vaso de la indignación por estas horas es la quita de beneficios para personas discapacitadas, un vergonzoso escándalo por donde se lo mire. El desastre se emparenta al escándalo de la Primera Ministra inglesa, Theresa May, que prácticamente perdió la reciente elección en Gran Bretaña por haber impulsado un impuesto a los enfermos psiquiátricos…
Medidas de este tipo como el intento macrista de quitarle beneficios a los discapacitados, crean el repudio popular porque la sociedad no está corrida a la derecha –o tan a la derecha- como el gobierno de Cambiemos querría: repudia la falta de solidaridad del capitalismo en su versión más salvaje.
De ahí que no sea casual que la mayoría de la población trabajadora identifique a Macri como un gobierno exclusivamente para los ricos. Es una percepción absolutamente correcta que lo condena –dadas las actuales relaciones de fuerzas- a ser un gobierno minoritario: una franja de algo en torno al 30% del electorado pudiente de clases medias altas y clases burguesas, al tiempo que va cosechando el creciente repudio de las demás.
Esto podría modificarse si lograra cambiar las relaciones de fuerzas; batalla para la que quiere ganar “volumen” imponiéndose en las próximas elecciones. De ahí que esté postergando el grueso del durísimo ajuste que viene para después de octubre.
Si lograra “quebrar” al movimiento de masas como lo hizo Menem, podría superar eventualmente este carácter de gobierno minoritario. Pero la realidad es que no le resultará fácil ganar las próximas elecciones ni, mucho menos, ganar la densidad que necesita para imponerle derrotas históricas a los trabajadores (esto a pesar de la colaboración de la burocracia sindical que se retiró abiertamente de la liza luego del último paro general para dejar paso al operativo electoral).
Cuando el empresariado duda, posterga inversiones, apoya sólo “moralmente” a Macri, es porque conoce las tradiciones de lucha de la clase trabajadora argentina; su carácter de “hueso duro de roer”.
Lo que se puede anticipar, en todo caso, es que luego del “paréntesis electoral” vendrán seguramente duras pruebas de la lucha de clases; el reciente conflicto de los colectiveros en Córdoba podría ser un anticipo de lo que se viene. También al servicio de la preparación de esta pelea es que se debe colocar la campaña electoral de la izquierda.
La apuesta de Cristina
Es aquí donde se coloca el operativo retorno de Cristina. Planeando sobre el creciente descontento popular, sobre esa franja de la población que repudia a Macri cada vez más, pretende jugar el juego de la polarización, juego que el macrismo también alienta.
La apuesta de Cristina comprende, sin embargo, dos contradicciones de envergadura. Una, frente a amplios sectores de trabajadores. Porque como dijera Manuela en la conferencia de prensa de lanzamiento de la Izquierda al Frente por el Socialismo, las “heridas” dejadas por el kirchnerismo no han cicatrizado. Traducido: los K gobernaron 12 años sin hacer ningún cambio de fondo, sosteniendo la explotación capitalista. Y aunque mucha de la experiencia con ellos no se haya procesado por la izquierda, conscientemente, comprende la apreciación correcta de que, en definitiva, nada profundo se modificó de la vida cotidiana de los explotados en nuestro país. Algo así como la justa percepción de los trabajadores de que los gobiernos pasan pero sus condiciones de existencia –su carácter de explotados- no se modifica en nada sustancial.
De ahí que recuperar los favores de una amplia mayoría social no vaya a ser fácil para Cristina; que su expectativa de votos en la provincia de Buenos Aires gire algo en torno al 30%, una cifra importante pero que no deja de ser otra minoría.
Pero además, los K tienen un segundo problema. Cristina puede hacerse la “izquierdista”, llamar a que la voten para “parar el ajuste desde el Congreso” –¡esto a pesar que los K vienen garantizándole la gobernabilidad a Macri votándole las principales leyes en el Congreso!-, etcétera, total se trata de una elección de medio término, parlamentaria, donde no se plantea la responsabilidad ejecutiva, presidencial.
El límite de esta actuación como fuerza patronal: ¿cómo hacer para recuperar los favores de la patronal? Es que los capitalistas le tienen fobia al populismo porque a pesar que significa una forma de gobierno 100% capitalista, entraña habitualmente concesiones a las masas.
Esas concesiones no tienen que ver con supuestas “inclinaciones populares” de este tipo de gobiernos, sino con algo mucho más pragmático: el hecho que surgen en coyunturas de presión de la lucha de clases donde para mantener al sistema hay que concederle algo a los de abajo.
En la historia argentina el caso emblemático de este tipo de regímenes ocurrió bajo la primera presidencia de Juan Domingo Perón, donde en un discurso dado en la Bolsa de Comercio en los años 40 explicaba a los empresarios pedagógicamente que para defender sus intereses muchas veces era “mejor entregarles algo a los trabajadores que perderlo todo”…
Pero ocurre que los capitalistas se aguantan a los populistas cuando creen que tienen algún papel que cumplir; cuando les preocupa que el descontento popular pueda llegar tan lejos como para cuestionar la estabilidad del sistema. Cuando opinan que esto no ocurre –como pasa hoy- los burgueses al repudiar al populismo, están repudiando cualquier concesión a las masas; de ahí que prefieran gobiernos más directos de los empresarios como es hoy el caso de Macri.
No le va a ser fácil a Cristina recuperar los favores de los capitalistas (salvo que se agudice la situación política). De ahí que diarios como La Nación y editorialistas como Morales Solá, gusten repetirle a Cristina que podría ser la primera minoría hoy, pero difícilmente superar el desafío de un balotaje presidencial, dado el nivel de repudio que tiene.
Esto no quiere decir que los K no puedan girar a la derecha (no tanto hoy sino hacia 2019) para recolocarse frente a ellos. En todo caso, ilustra el tipo de problemas que afronta una eventual candidatura de Cristina y el discurso subliminal de “renovación” de un Randazzo hacia los caciques del peronismo: “hoy, tácticamente, pueden ganar con Cristina; pero para la presidenciales hace falta alguien como yo que no esté malquistado con los empresarios”…
Es decir: su apuesta es colocar el planteo “estratégico” de que el peronismo necesita un factor ordenador más girado hacia la derecha.
En todo caso el cristinismo tiene todavía mucha capacidad de maniobra. Ahí está la presentación de la “Unidad ciudadana” y haberle dejado a Randazzo el sello del PJ para que compita en una pelea de marginales con Mario Ishi, histórico cacique intendente de José C. Paz, evidentemente funcional a Cristina.
La histórica pelea de los choferes y trolebuseros cordobeses
De cualquier modo y antes de continuar con la danza electoral en ciernes, hay que decir algo de los conflictos de la UTA en Córdoba y los docentes en provincia de Buenos Aires.
Más allá de su resultado, es evidente que la pelea de los colectiveros y trolebuseros cordobeses ha sido una lucha histórica. Los choferes estallaron contra la injusticia de un acuerdo paritario negrero firmado por la UTA nacional de Fernández que a todos los efectos prácticos les concede la miseria de un 8% hasta finales de este año: un escándalo sin nombre.
Lo característico del asunto fue el carácter independiente de esta pelea en la cual ingresó toda la base, de ahí su masividad.
El desborde estuvo dado porque la UTA fue parte directa de este acuerdo negrero, de empujar su implementación, de actuar como agente directo de la patronal y el Estado contra los trabajadores; de ahí también que no fuera casual que la UTA provincial esté intervenida desde el gremio nacional, que la inmensa mayoría de los delegados sean independientes y con peso de la izquierda.
La realidad es que contra la histórica lucha de los colectiveros cordobeses se formó una verdadera Santa Alianza –típica de toda lucha que desborda a la burocracia- conformada entre la intendencia de Mestre, la gobernación de Schiaretti, la UTA de Fernández y el gobierno nacional de Macri, para quebrar su pelea (Fernández tenía sumo interés que los colectiveros cordobeses no quebraran la miserable paritaria firmada por el gremio de manera tal que la mancha del descontento no se extendiera al resto del gremio en todo el país).
Llegaron a militarizar la ciudad y el servicio luego de una semana corrida en la que prácticamente no hubo servicios de colectivos en la ciudad de Córdoba, pero incluso esto no les alcanzó. La forma de quebrar el conflicto fue con el que podríamos llamar “método de Gestamp”: el Ministerio de Trabajo provincial y los empresarios de las líneas firmaron lo que era un “acuerdo” de empate más que digno para los trabajadores, sólo para que horas después, una vez desmovilizados los trabajadores con la idea de que se volvía a trabajar en condiciones más dignas, desconocer el gobernador y la cámara empresaria del sector el acuerdo; como señalamos, casi un calco de la maniobra en Gestamp.
Es decir: una trampa para quebrar la lucha que viene a cuestionar los compromisos que asume el propio Estado y que le plantea a los trabajadores una maduración a la hora de enfrentar este tipo de peleas: pensar en formas que vayan más allá de lo meramente legal para hacer valer los acuerdos que toma el propio Estado, sus autoridades.
De ahí que Manuela haya señalado muy correctamente en el programa de Víctor Hugo Morales que los trabajadores se verían arrastrados a radicalizar sus luchas para hacer cumplir los acuerdos de seguir repitiéndose esta situación.
Yendo del conflicto de los colectiveros –que de momento se ha saldado lamentablemente con una derrota- a los docentes provinciales de Buenos Aires, el caso es que este miércoles 14 hubo un paro de 24 horas del SUTEBA que contó con un importante acatamiento. Las idas y venidas de este conflicto han sido complejas; pero lo que cuenta es que, en definitiva, el conflicto no está cerrado, la paritaria no se ha firmado, los docentes no parecen derrotados.
Lo anterior le coloca un problema tanto a Vidal como a la dirección de la Celeste. A Vidal le crea una grave dificultad no sólo sindical sino también política: se acercan las elecciones y un tema tan sensible como el de los docentes no está cerrado. Ha hecho muchas bravuconadas, ha jugado a “amarga theatchers”, pero que el conflicto no esté cerrado le plantea un enorme costo político.
Por su parte, la Celeste tampoco ha logrado sacar un aumento; debilitó la lucha en su punto más alto y ahora es más complejo todo. Pero de todas maneras, la realidad es que el gremio no luce derrotado y que de una u otra forma ratificó su conducción en las recientes elecciones del gremio (si bien la Multicolor hizo una importante elección en todos los distritos), lo que de una u otra manera le da un margen de acción más allá de que todavía no se sepa cómo continuará este minué.
La izquierda renueva sus fuerzas
Es en este contexto donde se coloca el rol de la izquierda, sobre todo en este caso referido a la campaña electoral. La novedad es que a partir del día de la fecha en nuestro país hay dos frentes electorales nacionales de la izquierda: el FIT y la Izquierda al Frente por el Socialismo que se ha inscripto en nueve distritos, los más importantes del país (lo que es, por lo demás, un enorme triunfo de nuestro partido, de su política, de haber forzado al MST a un frente de independencia de clases).
La conferencia de prensa realizada en el Hotel Bauen anunciando la presentación oficial del frente fue muy concurrida por los medios, como reflejando la importancia del nuevo frente. Además, su lanzamiento ocurre cuando se espera una importante elección de la izquierda en todo el país (ver el anticipo de La Rioja y Chaco), y cuando el FIT llega arrastrando un enorme desprestigio entre crecientes sectores por su rol divisionista en la lucha de clases de todos los días e, incluso, por su divisionismo electoral: ¡si la Izquierda al Frente por el Socialismo surge como frente separado es por su entera responsabilidad!
Por nuestra parte, tenemos la alegría de señalar que nuestro partido ya se está lanzando de lleno a la campaña electoral en todos los distritos, pero sobre todo en la provincia de Buenos Aires, la más estratégica del país, donde se juega la principal batalla del nuevo frente. Encabezando esta pelea está nuestra compañera Manuela Castañeira, que ya es una evidencia la instalación creciente que viene logrado como una joven figura emergente de la izquierda.
Vamos con la Izquierda al Frente por el Socialismo a plantear que la crisis la paguen los capitalistas, a levantar una alternativa de independencia de clases de los trabajadores, a romper el piso proscriptivo de las PASO y a pelear porque Manuela llegue a octubre y se reabra el debate por la unidad de la izquierda independiente en nuestro país.
¡Vamos con todo a la campaña electoral a instalar el nuevo frente, a conseguir candidaturas en todo el país, a instalar a Manuela como una de las principales figuras de la izquierda!
José Luis Rojo