No pasa día en que este maravilloso mundo del capitalismo neoliberal no nos sorprenda con un nuevo horror. Cuando no son algunos centenares de migrantes ahogados al huir de la miseria y las guerras, son unos miles de masacrados en alguno de los interminables conflictos que hoy impulsan el más próspero negocio de la coyuntura internacional: la fabricación y venta de armamentos.
A este rutinario show de los horrores –que como los shoppings no cierra ni los fines de semana–, en Londres se le añadió un episodio más original pero no menos terrible: el incendio de la Torre Grenfell (Grenfell Tower) el pasado miércoles 14.
A una semana del incendio, todavía no se sabe con certeza el número de víctimas, muchas reducidas a cenizas y otras muertas al tirarse desesperadas desde las ventanas. Entre ellas hay niños que sus padres prefirieron arrojarlos al vacío, con la esperanza que sobreviviesen.
Era ridícula la estimación inicial de 30 muertos, dada oficialmente por las autoridades del “Royal Borough of Kensington and Chelsea”, municipio del Gran Londres donde estaba la Torre. Se lanzó para calmar las aguas, pero produjo el efecto contrario. Una ola de indignación generó movilizaciones de protesta. Era evidente que desde arriba se quería minimizar el incidente… ya veremos porqué…
Poco después ya se habló de 58 víctimas, con el criterio de dar por muertos a gente denunciada como “desaparecidos” por sus familiares. Ahora, al escribir este artículo, ya se ha elevado a unos 80. Pero esto también dudoso. Es evidente que familias enteras fueron devoradas por la llamas. Y si no tienen parientes en el país que las hayan reclamado y/o no hay registros de su residencia en la Torre, no es fácil contabilizarlas.
Lo que se sabe es que en la Torre vivían entre 600 y 700 personas, y por los relatos de los sobrevivientes y por las condiciones en que estaba el edificio, no fue nada fácil huir a tiempo y ni siquiera enterarse del incendio hasta que las llamas ya habían bloqueado puertas e incluso ventanas.
Pero, junto con el calor de las llamas, lo más notable desde el primer minuto fueron los esfuerzos de las autoridades del municipio para “enfriar” el asunto. Aclaremos: no apagar el incendio, sino barrer bajo la alfombra tanto el número de víctimas como sus responsabilidades como incendiarios.
El gran negocio de los edificios inflamables
Kensington era un municipio aristocrático de unos mil años de antigüedad que en 1965 absorbió al más bohemio de Chelsea. Así se constituyó el citado “Royal Borough of Kensington and Chelsea”. El adjetivo “Royal” indica que tiene un status superior, debido a patrocinio de la corona, que lo coloca por encima de otros lugares donde vive la plebe.
Lo concreto es que gran parte del Royal Borough of Kensington and Chelsea en general, y la zona de Kensington en particular es, a nivel inmobiliario, una de las más costosas del Reino Unido y de Europa. Allí se cuentan tiendas mundialmente famosas como Harrods, cantidad de embajadas, museos y universidades, la sala de conciertos del Royal Albert Hall, etc., etc.
Pero, junto a las calles con comercios de ultra-lujo y los distritos residenciales más caros de Londres e incluso del mundo hay también barrios con altos niveles de pobreza y viviendas sociales.
Por supuesto, la Grenfell Tower estaba en esa última categoría. Construida como “vivienda social” en 1972/74, en 24 pisos contenía 127 departamentos de uno y dos dormitorios. Allí no vivían millonarios como en las otras zonas de Kensington, pero eran confortables. Con casi 70 metros de altura, la Grenfell Tower no era uno de los palacetes de Kensington, pero sí uno de los puntos de referencia más visibles del “Royal Borough”.
La Grenfell Tower, con el paso del tiempo se había venido deteriorando, al ritmo del curso del Reino Unido al neoliberalismo, a la destrucción de la industria y el reinado de las “finanzas globales” y una polarización social en que los ricos son cada vez más ricos, y los pobres, más pobres.
Sin embargo, la Grenfell Tower aunque deteriorada, no había dejado de ser un lugar cómodo y seguro para vivir… hasta que el capitalismo decidió que podía ser una oportunidad de exprimir ganancias.
En el 2012, la administración conservadora del “Royal Borough” decidió una “renovación total” de la Torre, un negociado que costó más de 10 millones de libras esterlinas. Los vencedores en la licitación, para abaratar costos, construyeron una trampa mortal, que además generó muchas críticas y alertas en su momento.
Y no se trata sólo de la Grenfell. En los municipios de todo el Reino Unido, se estima que hay una 40.000 torres como estas, que están siendo sometidas por sus municipios a procesos de “renovación”. ¡O sea, la posibilidad de negociados colosales, que se hacen sin control técnico ni financiero alguno!
Sintéticamente, los revestimientos interiores y exteriores, y las ventanas, fueron substituidas por materiales de polietileno inflamables, materiales que además estaban expresamente prohibidos. El complemento de esta medida criminal fue ahorrar también en los mecanismos interiores de detección de focos de incendio.
Esto explica el hecho que asombró al mundo, de que el incendio –como se aprecia en los videos– se propagase a una velocidad increíble, tanto por dentro como fuera de la torre. Y que, además, muchos de los que estaban al interior del edificio se enteraron cuando ya estaban con las llamas encima, porque no había mecanismos eficientes de detección.
En síntesis: el resultado de esta política de maximizar las ganancias de los protegidos del partido conservador que gobiernan Kensington, fue este incendio, que ya se caracteriza como el que ha provocado más víctimas, en tiempos de paz, en los últimos cien años.
Es por esos hechos que la tragedia de la Grenfell Tower ha sido corretamente calificada de “homicidio corporativo”.
Otro factor que ha generado indignación, es que ahora también salen a luz las consecuencias de las políticas de recortes a los servicios públicos. En este caso de los bomberos. Este sector de estatales ha protagonizado en los últimos años conflictos importantes por la política de reducir tanto los salarios como su equipamiento. El incendio de la Grenfell Tower destapó también las consecuencias de los recortes neoliberales en este sector.
Estallan las protestas
El Royal Borough of Kensington and Chelsea está gobernado por los conservadores de Theresa May, que acaban de recibir una paliza en las recientes elecciones al Parlamento, donde casi pierden la mayoría a manos de los laboristas de “izquierda”, encabezados por Jeremy Corbin.[1]
Lo de la Grenfell Tower echó más leña al fuego del incendio político de los tories. Al difundirse los detalles de los negociados que están detrás de este genocidio –que por supuesto golpea a los trabajadores y los pobres y no a los billonarios de Kensington– una ola de indignación recorrió la isla.
Miles de londinenses, en primer lugar muchos de los sobrevivientes del incendio, salieron a la calle para protestar y denunciar la trama criminal de negociados de los tories.
Theresa May, ha pretendido revivir el papel de la “invencible” reaccionaria Margaret Thatcher. Pero en ese intento está haciendo el ridículo… y ahora la Grenfell Tower significa también su incendio político. Los tories ya le están abiertamente buscando un reemplazante. Se perfila Boris Johnson.
No sabemos si esta jugarreta de cambiar de caras para seguir con la misma política, tendá éxito. Lo evidente es la necesidad de un cambio de fondo. Para eso, sería necesarios que los millones de jóvenes y trabajadores británicos cada vez más indignados contra los tories (y ahora con el genocidio de la Grenfell Tower) no dejen la calle hasta derribarlos.
Claudio Testa
1.- Ver: Claudio Testa, “Reino Unido, elecciones al parlamento – Duro golpe a Theresa May y su gobierno conservador”, Socialismo o Barbarie nº 429, 15/06/2017.