Por José Luis Rojo
El sábado pasado cerraron las listas para las PASO y se dilucidaron los principales interrogantes de las mismas. Cristina será candidata a senadora, Randazzo irá con el sello del PJ, Bullrich encabezará la lista a senadores de Cambiemos y Massa la del Frente Renovador.
En la izquierda La Izquierda al Frente por el Socialismo derrotó el intento de impugnación del FIT y se viene una fuerte competencia entre ambos frentes; sobre todo la disputa entre un Del Caño instalado y Manuela que está avanzando a paso sostenido.
“Que se vaya ya”
Aunque la campaña electoral esté lanzada, ninguno de los interrogantes que rodean la misma están resueltos. Sobre todo porque los analistas más serios reconocen que nadie sabe quién se impondrá en la Provincia de Buenos Aires, la más estratégica.
Si nos basamos en la experiencia de la campaña electoral que está desarrollando nuestro partido, la primera “regularidad” que se aprecia es la enorme bronca: el odio que está despertando el gobierno entre sectores crecientes de la población.
En la actividad en el Gran Buenos Aires se aprecia que la mayoría desearía que Macri “se vaya ya”. Cuando se agita contra Macri la gente se para o gira en redondo para agarrar nuestros volantes; más aún, muchos piden más volantes para llevarse a sus trabajos o escuelas.
Las candidaturas de Cambiemos, el carácter marcadamente derechista de su campaña, parecen ratificar que el gobierno se conformaría con hacer una elección de no más del 35%; es posible que esto le alcance para ser la primera minoría, para ganar “simbólicamente” la elección por así decirlo (decimos simbólicamente porque aunque salga primero no podría –con un porcentaje así- modificar cualitativamente la actual composición de las cámaras legislativas).
En todo caso, la división del peronismo con la presentación separada de Cristina y Randazzo, le podría ayudar para quedar primero siendo -como hemos señalado en ediciones anteriores- una elección que se decidirá por escasos números.
De cualquier manera, el gobierno parece vivir en una burbuja; parece confiado en que podrá soslayar la situación económica, apostar a la polarización entre “el ayer y el hoy”, desarrollar la campaña con el eje en la corrupción K sin acarrear costo político alguno.
Sin embargo, no parece tener en cuenta que la bronca es creciente; que hay cada vez más sectores que odian al gobierno; se trata de un dato que se confirma a lo largo y ancho de los partidos del Gran Buenos Aires que, en todo caso, habrá que confirmar en el resto de la provincia, así como en los demás distritos del país, pero que configura una señal de alerta (o alarma) a la que Macri y cía. no parecen estar prestando atención.
Y lo paradójico de la circunstancia es que aun cuando los encuestadores hablan de “polarización”, de que vamos a una “elección polarizada” (aunque es verdad que existen otros que soslayan este dato, que señalan que un 50% escapa a la misma, etcétera), también son muchos los que en las mesas de campaña responden que “a la chorra no la votan”…
Es decir: no parece que al kirchnerismo le resultará tan fácil capitalizar la crítica contra Macri o, en todo caso, quizás no logre capitalizar todo el voto bronca que se pueda expresarse en la elección.
El rechazo simultáneo a Macri y Cristina se aprecia en algunas actividades, aunque también es verdad que los hay quienes destacan que antes de Macri se estaba mejor.
Del grado de polarización –en este caso en su flanco derecho- dependerá también la suerte de Massa, del que tampoco se sabe a ciencia cierta si podrá alcanzar el 20% que aparentemente debería obtener. Por ahora las encuestas le dan el 15%, lo que sumado al 30% de los K y el 35% que se atribuye el gobierno, suma el 80%, al que hay que sumarle algo en torno al 6% para Randazzo y el resto a distribuir entre las demás listas, entre las que sobresalen los dos frentes de la izquierda.
Si bien todavía es prematuro para hacer pronósticos, la “temperatura” en las calles parece estar indicando en este momento, que la elección de la izquierda podría ser de importancia; que difícilmente los K se lleven todo el voto opositor por la izquierda a Macri; que incluso podría verificarse un importante corte de boleta en la categoría a diputados nacionales.
Especulaciones que todavía habrá que verificar en la experiencia de una campaña que recién inicia.
Las incertidumbres del empresariado
El que no parece estar feliz con tanta incertidumbre es el empresariado. Las últimas semanas han aparecido varias notas, todas del mismo tenor: existe cierta preocupación alrededor del futuro del gobierno, cierta inquietud acerca de si logrará imponerse en las elecciones.
La cosa es sencilla, lo reflejaba un analista político que subraya el “empate hegemónico” entre fuerzas políticas que se vive en el país. Porque la realidad es que incluso ganando las elecciones, Cambiemos lo haría por tan poco margen que no se modificarían sustancialmente la relaciones de fuerzas en el Congreso; Macri seguiría dependiendo de la oposición para votar sus leyes principales en ambas cámaras.
Es verdad que no será lo mismo si se impone o no. Si gana las elecciones, aunque subsista como una minoría electoral y parlamentaria, tendría un nuevo envión de legitimidad para aplicar medidas que se aventuran muy duras; pero si sale derrotado, es probable que sea el anticipo de una derrota electoral en el 2019.
Es en ese escenario que vuelven los fantasmas del empresariado: la preocupación de que Macri no pueda afirmar el curso de libre mercado, que se viva un “retorno al populismo”, como lo llaman ellos.
En realidad, el trasfondo de estos desarrollos está en las relaciones de fuerzas; relaciones de fuerzas que no están resueltas, como se puede apreciar por ejemplo ahora en la ocupación de la planta de Pepsico, o en la represión que debió hacer hoy el gobierno en la Avenida 9 de Julio (desalojo que si bien fue con poca resistencia, siempre supone un costo político).
Es verdad que la burocracia sindical ha planchado la coyuntura. El gobierno acaba de anunciar un aumento del salario mínimo del 24% que es una estafa: casi la mitad del mismo se cobraría recién a partir de julio del año que viene, cuando se llegará a un piso de $10.000. Al ser un aumento en tres cuotas, estirado en el tiempo, a todos los efectos prácticos el aumento este año será de sólo el 14% y siquiera eso, porque incluso este 14% se reparte en dos etapas…
Los dirigentes sindicales se negaron a firmar el aumento y por primera vez desde el 2004 el salario mínimo salió por decreto. Pero enseguida los capitostes salieron a aclararon que “no tienen en sus planes lanzar ningún plan de lucha”.
Que la burocracia haya planchado nuevamente la coyuntura -como lo hizo durante el año pasado- es de gran ayuda para el gobierno y la patronal en su conjunto; una suerte de “garantía” de que la campaña electoral se transitará con tranquilidad, lo que de todas maneras habrá que verlo en el desarrollo concreto de los acontecimientos, en las circunstancias donde con una economía que no repunta, la bronca parece crecer de manera exponencial.
De cualquier manera, estos elementos de contención no terminan de resolver las relaciones de fuerzas porque sobre el ajuste que ya se está aplicando se pretende una vuelta de tuerca mucho mayor.
Un elemento clave es lograr un mayor aumento del desempleo; el mismo ya está en el 10% y comienza a ser una preocupación creciente entre los trabajadores. Ocurre que un “ejército industrial de reserva” (como llamara Marx a los desempleados) más grande es una presión a la baja del salario, así como tiene un efecto moderador en la disposición a salir a luchar de los ocupados.
Los despidos, los aumentos de salarios por detrás de la inflación, la quita de conquistas en los convenios, los aumentos por productividad, leyes como la de Empleo joven (que, en realidad, es para sancionar más precarización laboral de la juventud), una reforma impositiva regresiva, son otros tantos ataques a las condiciones de vida que, de imponerse, modificarían las relaciones de fuerzas.
¿Tendrá el gobierno el suficiente “volumen político” para llevar adelante estas contrarreformas? Esto es lo que se pregunta el empresariado cuando pide garantías suplementarias para invertir.
Se trata de una respuesta que dependerá del resultado electoral; unas elecciones de medio término que hasta el momento se caracterizan justamente por la incertidumbre.
PASO a Manuela Castañeira
También en el seno de la izquierda la disputa electoral se está polarizando. La maniobra sin principios del FIT de ir a la justicia patronal contra La Izquierda al Frente fracasó redondamente; en realidad fue un doble fracaso: táctico y estratégico.
Estratégicamente porque finalmente no hizo más que instalar con más fuerza que en las próximas elecciones competirán dos frentes nacionales de la izquierda. Tácticamente porque llevaron adelante la impugnación con tal mal tino que salieron con un redondo fracaso; con un triunfazo político de La Izquierda al Frente.
¿Cómo pudieron cometer semejante error de apreciación? Posiblemente como producto de su alto grado de autoproclamación, por su quebranto en apreciar que su monopolio burocrático de la representaron de la izquierda comenzó a perder lustre a partir de la puesta en pie de otro frente de independencia de clase; frente que le disputa la representación de la izquierda entre los trabajadores, sobre todo en momentos donde el FIT viene arrastrando elementos de enorme desprestigio entre crecientes sectores. Y donde además, está creciendo la figura de Manuela en la Provincia de Buenos Aires, la fundamental también para las relaciones de fuerzas electorales de la izquierda.
Un interrogante de magnitud es qué elección realizará la izquierda. Es difícil precisarlo realmente; no hay ninguna encuesta que sea de fiar porque todas son por encargo (los números que se hacen públicos son invariablemente una herramienta de lucha política y, por lo tanto, son falseados, dibujados).
En todo caso, un dato de importancia lo dio el programa de Roberto Navarro (“Política y economía”) del domingo pasado, cuando la presentación de las principales candidaturas para la Provincia de Buenos Aires. Concretamente, el propio Navarro anunció al aire que la presentación de Manuela era “el momento de más rating de un programa ya con alto rating”, como dijo el mismo periodista, totalizando 5 puntos, lo que significa algo así como medio millón de televidentes viendo nuestra presentación.
Navarro acotó que si el mayor rating se lo llevaba la izquierda, eso significaba que “se aproximaba una elección de importancia” de la misma…
No somos magos. Es siempre muy difícil hacer pronósticos electorales, la encuesta electoral es siempre demasiado grande, el universo a medir muy dilatado.
Sí es verdad, en todo caso, que la izquierda tiene un lugar de jerarquía en la vida política del país y que, además, la figura de Manuela viene en franco ascenso, un dato que estamos verificando todo los días en la actividad electoral de nuestro partido.
Venimos desarrollando una enorme campaña electoral; vistos los reflejos de la campaña parece un hecho cierto que la pelea por romper el piso proscriptivo del 1.5% está abierta.
La figura de Manuela está en un ascenso categórico, lo mismo que venimos afinando nuestros argumentos de campaña. Las próximas semanas serán de una actividad febril para romper el piso proscriptivo en todo el país abriendo un nuevo capítulo en el seno de la izquierda.