Compartir el post "Reflejos de campaña: políticos (no) profesionales"
Lo más lindo que está pasando en esta campaña es que muchos trabajadores y jóvenes empiezan a ver la diferencia entre los políticos tradicionales y la militancia de la izquierda, la de los partidos de trabajadores. Y la diferencia no es solo en las ideas.
A veces nos pasa, al estar en la calle volanteando nuestras propuestas o en una escuela fiscalizando la elección, que alguien nos pregunta cuánto nos pagan por hacer eso. Y algunos se muestran incrédulos cuando les decimos que no nos pagan nada, que la militancia para nosotros es lo contrario a un trabajo, que lo hacemos por convicción.
Es que la gente está muy acostumbrada a entender la política como una forma de ascender (“trepar”), porque así son los partidos tradicionales, el PJ, el PRO, los radicales: “esponsoreados” por patrones y millonarios, o usando fondos de los organismos del Estado, gastan fortunas en las campañas y pagan empleados para hacer propaganda.
Y sus candidatos, cuando llegan a diputados o funcionarios, hacen una vida muy distinta de la que vivimos los trabajadores: gastan sus sueldazos, se olvidan de lo que es trabajar, se mudan a un country. Por eso gobiernan para los ricos, porque se hacen parte de su clase social.
Pero los años que pasamos los militantes socialistas en la puerta de las fábricas en conflicto, en las calles con las movilizaciones de trabajadores y estudiantes, en los juzgados y hospitales defendiendo los derechos de las mujeres, nos han creado una relación diferente, fraterna, con los trabajadores y la juventud.
Esta calidez que nos llega cuando nos reconocen por la calle y nos dicen “se nota que ustedes son distintos”, no se construye aprendiendo a hablar con un coaching como hacen los candidatos de los patrones, ni haciendo chistes estúpidos para quedar simpático como le gusta hacer a Macri. Lo que la gente ve es una realidad: nuestros candidatos, hasta los de los primeros cargos, salimos del laburo y vamos a hacer campaña, a la calle o a la tele. Los jóvenes del partido siguen estudiando y hacen campaña en la facultad o la escuela. Las compañeras con hijos se los llevan el domingo al parque y volantean allí nuestra propaganda. Y lo más importante: nuestra campaña electoral empieza por estar al pie del cañón cuando los trabajadores, las mujeres y la juventud salen a la lucha.
Cristina y sus candidatos dicen “ay qué feo el ajuste de Macri”, pero en el acampe de los obreros de Pepsico que tomaron la fábrica cerrada por los patrones, en la lucha de las trabajadoras de limpieza de Neuquén, escrachando al gobierno de Misiones que metió presa a Victoria Aguirre, organizando la pelea para echar a la repodrida burocracia de sindicalistas millonarios, están nuestros militantes, candidatas y candidatos, y los de Cristina no.
Nuestro único “sponsor” son los militantes y simpatizantes del partido que ponemos plata para los materiales de campaña. Por eso los candidatos socialistas, cuando accedemos a un cargo, nos quedamos solo con el equivalente al salario de un trabajador y le damos el resto del sueldo de diputado al partido, para aportar a los fondos de huelga, para poder viajar a provincias donde aún no llegamos y construir el partido allí, para abrir más locales y llegar a más compañeros que se sumen a esta dura lucha por construir una sociedad justa y solidaria, una sociedad socialista.
Así, desde una banca de diputado seguimos defendiendo a los de abajo, porque seguimos viviendo igual que siempre, en el barrio de siempre y gastando lo mismo que los trabajadores.
Es duro bancar este tipo de militancia, es duro hacer una campaña electoral a pulmón. Pero los que entramos a la política desde la lucha de los de abajo y tomamos la militancia como una tarea solidaria, sentimos que “estamos hechos” cuando los trabajadores no nos ven como a los políticos del sistema, nos reconocen como compañeros, aún los que nos dicen “no sé si los voy a votar” o “lo que ustedes quieren es muy difícil”. Sí, somos distintos, somos trabajadoras y trabajadores que hacen política, y hacemos política para cambiar el mundo: ese es nuestro mayor orgullo.
Patricia López