“La desaparición de Santiago Maldonado (…), traspasó la frontera del país y dio la vuelta al mundo a través de los más importantes medios internacionales. Las repercusiones del caso han sido recogidas por los diarios más leídos del exterior, llevando el reclamo por la aparición con vida del joven a todo el planeta.” (Diario Hoy, 6 /9/17)
En estos últimos siete días han ocurrido muchos acontecimientos relevantes, los cuales han repercutido en la coyuntura actual. Durante más de un mes el gobierno trató de despegarse del caso, pero la movilización popular que reventó la Plaza de Mayo, el (lento) avance de la investigación y la repercusión internacional dejaron al gobierno a las puertas de una crisis política.
La semana pasada marcábamos cómo la situación política estaba cruzada por tendencias contrapuestas: por un lado, un gobierno nacional profundamente reaccionario que había salido fortalecido de las PASO como primera minoría y que se mostraba envalentonado; por el otro, una pregunta que se repetía por millones y que se dirigía inquisitoriamente al gobierno nacional: ¿dónde está Santiago Maldonado? Decíamos que esas tendencias en pugna configuraban una coyuntura abierta sin resultado definido.
En este escenario, el gobierno de Macri ensayó una política reaccionaria agitando todos los prejuicios y las miserias de los sectores más atrasados contra los mapuches y la izquierda. Por intermedio de los Lanata, Leuco, Morales Solá y demás canallas de toda laya, se apeló sistemáticamente a los discursos más bajos y fascistoides con el objetivo de allanar el terreno para un giro reaccionario y represivo que preparase las condiciones para aplicar el plan de ajuste y las reformas estructurales que exige la burguesía y la gran patronal.
Inclusive después de la enorme movilización de 250.000 personas en Plaza de Mayo el viernes pasado, el gobierno montó una provocación para desviar la atención. Por medio de una centena de agentes provocadores, policías y servicios disfrazados de manifestantes que tiraron algunas piedras y prendieron fuego algunos tachos de basura, se justificó una cacería humana que terminó con la detención de 31 personas que quedaban en las inmediaciones de la Plaza. El montaje fue tan escandaloso que el juez pidió revisar todas las imágenes de video que hubiera. Su objetivo era acreditar la participación de los detenidos en los desmanes. El resultado fue que sólo se pudo reconocer a cuatro de los treinta y uno, e incluso sobre estos cuatro no es posible relacionarlos directamente con los destrozos.
Se derrumba el velo de mentiras
Recordemos que a los 16 días de conocida la desaparición de Santiago Maldonado y frente a la creciente movilización popular, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se presentó ante una comisión del Senado de la Nación con el objetivo de respaldar la represión y el accionar de la Gendarmería Nacional. En esa oportunidad cerró filas junto a las fuerzas represivas, negó categóricamente toda responsabilidad de los gendarmes y vociferó: “yo no voy a hacer la injusticia de tirar a un gendarme por la ventana para sacarme la responsabilidad… me la banco yo”. ¿Por qué un apoyo tan categórico? Ella mismo lo dijo: “yo necesito esa institución para todo lo que estamos haciendo, para las tareas de fondo que está haciendo este gobierno”.
En esa misma interpelación puso en duda que Santiago estuviese en la zona, desvió la causa inventando la “hipótesis del puestero”, mintió sobre las tareas que estaba cumpliendo Pablo Nocetti, (mano derecha y jefe de gabinete del ministerio que ella dirige), y desacreditó los testimonios de los mapuches que declararon que vieron cómo Gendarmería se lo llevaba. En los días siguientes, tanto ella como buena parte de los funcionarios macristas y los principales medios de comunicación, desplegaron su campaña de mentiras y calumnias con el objetivo de embarrar la cancha.
Pero con el correr de los días, las mentiras una a una se fueron cayendo. El juez de la causa se vio obligado a caratular la misma como “desaparición forzada de persona”; las muestras de ADN desmintieron la “hipótesis del puestero” que sostenía que Santiago pudo ser víctima de una cuchillada a manos de un empleado de Benetton que actuaba en defensa propia; el gobierno de Chile informó que no había ninguna posibilidad de que Santiago estuviese en el país vecino; se demostró que eran todos falsos los supuestos avistamientos de Santiago, tanto en Mendoza como en Entre Ríos; quedó establecido que Pablo Nocetti estaba en la zona coordinando el operativo de represión; y finalmente, cuatro testigos declararon ante el juez que vieron a los gendarmes llevándose a Santiago.
Por otro lado, la repercusión internacional que cobró el caso le suma presión al gobierno. Tanto el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como Amnistía Internacional, pusieron al gobierno argentino en el centro de todas las miradas del mundo y le exigieron que siga los protocolos internacionales sobre desapariciones forzadas de personas. Entre los medios internacionales que se hicieron eco del hecho se encuentran: BBC News, Le Monde, The Guardian, The Washington Post, The New York Times, CNN en Español, Euro News y Daily Mail, La Jornada de México, Telesur, el diario francés Libération y los diarios El País y El Mundo del Estado español, entre otros.
El gobierno a la defensiva
Las dimensiones del escándalo y la movilización popular obligaron a Macri a dar un giro y replantear su estrategia. Luego de más de treinta días del más descarado encubrimiento, ahora el gobierno está tratando de disminuir daños y posar de preocupado. En pocas horas proliferaron las reuniones de las cúpulas gubernamentales y las declaraciones de los funcionarios. Incluso el mismo Macri, que se mantuvo en silencio durante todo un mes, declaró que estaba preocupado.
En todo caso no hay que confundirse, el giro del gobierno no significa que éste ahora se ponga al frente de la investigación, eso está fuera de su “ADN”. De lo que se trata es de intentar encauzar políticamente la crisis abierta.
Una muestra de esto son las declaraciones erráticas del secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj, quien primero reconoció que «la hipótesis más fuerte apunta a Gendarmería”, pero después Macri lo obligó a corregirse y afirmar que esa es “una hipótesis entre varias”.
El problema que tiene el gobierno es que no sabe a quién cargarle la culpa. Luego de haber defendido contra toda evidencia a Gendarmería durante 35 días, ahora Marcos Peña esboza una nueva posibilidad. En su intervención en el Congreso de ayer afirmó que: «No damos por sentado que fue Gendarmería, tampoco que no lo fue. Eso lo tiene que decir el juez. Si hubo o no una desaparición forzosa, si hubo uno, dos o tres gendarmes que hayan llevado a cabo la acción son todas suposiciones que hoy no estamos en condiciones de afirmar». El problema es que su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ante ese mismo Congreso, había exculpado a los gendarmes y asumido personalmente toda la responsabilidad.
Esta contradicción la vieron los escribas, tanto de La Nación como de Clarín (los dos alfiles de Cambiemos), quienes han salido rápidamente a corregir su discurso y a levantar nuevas nubes de polvo. Un ejemplo de esto lo encontramos en Morales Solá, quien en sus últimas columnas, con el fin de salvar al gobierno, plantea que es muy difícil que se pueda saber la verdad. Claro que, según él, esto sería por exclusiva responsabilidad de la parsimonia de la justicia de Chubut por un lado, y del kirchnerismo que embarró la cancha para sacar rédito político, por el otro. En sintonía con sus primos de La Nación, salió el columnista del “gran diario argentino”, Eduardo van der Kooy. Según él, el hecho de que todas las versiones del gobierno se hayan demostrado falaces, dejaría a la investigación en “fojas cero”. Frente a esta situación describe dos posibilidades “débiles”: “se lo llevaron los gendarmes, o se fugó por propia voluntad” (?).
La capacidad de tergiversar la realidad no tiene límites. Empecemos por la segunda posibilidad: imaginar que Santiago Maldonado está hace casi 40 días oculto “por su propia voluntad”, sin avisarle a sus familiares y amigos, con el único objetivo de montar una campaña contra Macri es absurdo, y sobre esta posibilidad no hay más indicios que la imaginación del periodista. Pero muy distinta es la otra posibilidad: la denuncia que cae sobre Gendarmería está sostenida por las declaraciones de cuatro testigos presenciales de los hechos, ante sede judicial, con DNI y a cara descubierta. Es falso que no haya pruebas directas, lo que sí hay es una voluntad manifiesta de sostener la impunidad de la Gendarmería.
Un cuestionamiento reaccionario al régimen post 1983
La desaparición de Santiago Maldonado y las campañas de reaccionarias que lanzaron los grandes medios puso en evidencia una cuestión de fondo. El intento de Macri de dar una vuelta de tuerca reaccionaria al régimen político argentino. El problema está en que el macrismo consiguió afianzarse en un sector de la sociedad desarrollando una orientación reaccionaria que busca poner en discusión por derecha el régimen de la república democrática de 1983.
Expliquémonos. Tras el derrumbe de la dictadura militar, la UCR con Raúl Alfonsín a la cabeza, consiguió imponer su relato en relación a la década de los 70. Dicho relato se conoció bajo la formulación de la teoría de los “dos demonios”. Según esta teoría, la Argentina estuvo “atrapada” entre el fuego cruzado de dos bandos igualmente terroristas: la AAA (Triple A) y las FFAA por un lado, y la guerrilla por el otro. Con este recurso retórico no sólo se puso un signo de igualdad entre el terrorismo de Estado y las acciones del ERP y Montoneros, sino que se buscó condenar, junto con el accionar de esas organizaciones, el propio derecho de los explotados y oprimidos a rebelarse contras sus condiciones de opresión.
Pero el problema que este planteo tiene para la burguesía es que, además de imponerle un límite al poder de acción de los trabajadores, al mismo tiempo le impone un freno a la capacidad de represión de la misma burguesía y su Estado. Es así como, en la Argentina, se da una realidad que es muy poco común en el resto de Latinoamérica: al Estado le cuesta mucho reprimir las protestas, y el costo es elevadísimo si dicha represión culmina con un muerto.
El gobierno de Macri, como representante directo de la burguesía, busca generar una transformación en el régimen de gobierno. La burguesía añora un país burgués más “normal”. Ella quiere que la Policía, la Gendarmería (y también las FFAA) tengan plena libertad para reprimir y mantener en vereda a los trabajadores y al conjunto de los sectores populares. Y si dicha represión requiere que haya muertos, pues que los haya. Ese es el significado profundo de las palabras de Bullrich cuando afirma que “necesita esa institución para… las tareas de fondo que está haciendo este gobierno”.
Es por eso que desde el Nuevo MAS, desde el mismo día que asumió, planteamos que el gobierno de Cambiemos no era más de lo mismo, como afirma el FIT, es cualitativamente más reaccionario, y que debemos enfrentarlo en las calles en unidad de acción con todos quienes estén dispuestos a luchar.
Una crisis con final abierto
El desenvolvimiento de los hechos en los últimos días ha puesto al gobierno a la defensiva, y lo está obligando a largar lastre para aminorar los daños… pero doblegarlo no será tan fácil.
Como decimos más arriba, el gobierno logró hacerse con una base social importante (aunque minoritaria) sobre la cual puede “atalonarse” para capear el chubasco. Además, cuenta con la complicidad vergonzosa de la CGT, que no sólo no mueve un pelo por la aparición de Santiago, sino que además, ha “firmado” un pacto de gobernabilidad con el gobierno, frenando cualquier medida de lucha y garantizándole gobernabilidad y tranquilidad para aplicar su plan de reformas antiobreras.
Pero la desaparición de Santiago Maldonado le pega al gobierno en su flanco más débil: el de los derechos humanos. Es eso lo que explica, en última instancia, que a tan poco días de salir fortalecido de las PASO, esté atravesando una crisis política.
Cambiemos, por lo pronto, está reacomodándose y midiendo cuáles son sus opciones. Marcos Peña abrió el paraguas al plantear la posibilidad de echar a “uno, dos, o tres gendarmes”. Esto como mal menor antes de hacer rodar la cabeza de Bullrich.
En todo caso, desde el Nuevo MAS seguimos planteando la necesidad trabajar en unidad de acción por la aparición de Santiago Maldonado.
Hay que continuar en las calles reclamando:
¿Dónde está Santiago?
Aparición con vida ya
Fuera Bullrich
El gobierno es responsable