Por Ale Kur
El así llamado “Estado Islámico” (también conocido como ISIS) viene de sufrir durísimos reveses en cuanto a su dominación territorial. Dos meses atrás, el ejército iraquí le arrebató la ciudad de Mosul, su mayor enclave y capital de facto (una de las ciudades más pobladas de Irak). A esto se le suma en Siria el progreso de las Fuerzas Democráticas de Siria (kurdos y aliados[1]) en la ciudad de Raqqa, el mayor epicentro de poder territorial de ISIS en dicho país: actualmente las FDS controlan cerca del 70% de dicha ciudad, con perspectivas de completar su liberación en un plazo no muy lejano.
A la caída de estos dos grandes bastiones (las dos mayores ciudades que llegaron a estar en manos de ISIS) se le suma la pérdida de dominio territorial en general. En Siria, ISIS perdió contra el gobierno todos sus territorios en el norte y en el centro del país. Con esto le queda presencia solamente en el Este desértico, donde se encuentra la ciudad de Deir Ezzor (capital de la provincia del mismo nombre) e importantes yacimientos petrolíferos. Pero inclusive allí el ISIS viene en franco retroceso: el ejército sirio logró esta semana romper el asedio de la mencionada ciudad, luego de tres años de aislamiento y al borde del abismo. La relación de fuerzas ahora se invirtió: las fuerzas de ISIS que poco tiempo atrás estaban cercando la ciudad, se encuentran ellas mismas sitiadas en unos pocos barrios, en la perspectiva de ser eliminadas. Cuando se termine esa batalla, al ISIS sólo le van a restar en Siria algunas ciudades muy pequeñas, donde es poco probable que pueda resistir.
En Irak, sólo le restan al ISIS una zona desértica en el oeste del país, lindante con sus territorios de Siria, y una región totalmente cercada y aislada en el noreste (próxima a la región autónoma kurda), alrededor de la ciudad de Hawija. El ejército iraquí ya está comenzando su ofensiva para retomar también esos territorios.
En síntesis, en el terreno militar el “Estado Islámico” está al borde de la derrota completa. Puede tomar todavía algún tiempo más, pero desde todo punto de vista se trata de un proyecto en extinción en tanto entidad con dominio territorial. Es muy probable, en cualquier caso, que subsistan sus células terroristas desperdigadas por el mundo, y dedicadas a los atentados contra blancos civiles.
Por otro lado, la derrota del ISIS no vuelve las cosas a su “estado previo” en Medio Oriente. No se trata solamente de la enorme destrucción provocada por la guerra, la muerte de una gran cantidad de personas, los desplazamientos masivos, etc. (junto al gigantesco costo económico que esto implica para el futuro de la región). Lo más importante es que los equilibrios políticos que existían hace tres años (cuando ISIS declaró la puesta en pie del “califato”) ya no existen más.
En Irak, el vacío de poder dejado por la retirada de los ejércitos iraquíes al comienzo de la guerra, fue llenado por la expansión del gobierno regional kurdo, a través de sus fuerzas de seguridad (los “Peshmerga”). El afianzamiento y extensión de la autonomía kurda en Irak dio impulso a las aspiraciones de su gobierno regional de separarse del país y conformar un Estado kurdo independiente. Para ese fin, está convocado para realizarse próximamente un referéndum que debe sentar un mandato sobre la cuestión. El gobierno central de Irak se opone a dicho referéndum (negando todo derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo), cuestión que puede llevar a enfrentamientos (inclusive armados) entre ambos bandos en las próximas semanas. Esto además tiene la potencialidad de convertirse en otro gran conflicto regional: el gobierno de Turquía apoya a los líderes de la región kurda autónoma, mientras que Irán apoya al gobierno central iraquí.
En Siria, la derrota del ISIS dio lugar a una carrera entre el ejército sirio (apoyado por Rusia e Irán) y las Fuerzas Democráticas de Siria (apoyadas por EEUU) para ocupar sus territorios en el Este del país. Si bien existía hasta el momento una provisoria “línea de demarcación” entre ambos bandos ubicada en el río Éufrates, ésta acaba de perder toda validez. El avance del ejército sirio en Deir Ezzor le abrió por primera vez la posibilidad real de cruzar hacia el otro margen del Éufrates (donde se encuentran la mayor parte de los yacimientos petrolíferos de Siria). Por su parte, las Fuerzas Democráticas de Siria no quieren perderse este botín, y comenzaron una rápida expansión con el objetivo de “ganarle de mano” al gobierno y poder ocupar aunque sea una parte de dicho territorio.
Cuando el ISIS sea derrotado por completo (o inclusive antes de ello), será inevitable que se ponga en el centro de la mesa el problema de cómo zanjar la división de Siria entre el gobierno y las FDS (que ocupan una porción muy considerable de todo el territorio sirio, incluyendo prácticamente todo el norte del país). Ya sea mediante un acuerdo de partición territorial, de incorporación a una autonomía institucionalizada y limitada, o del estallido de una guerra abierta entre ambas partes, la cuestión debe ser abordada en el próximo período. Esto a su vez implica discutir las “esferas de influencia” de las grandes potencias mundiales y regionales, el reparto del botín del petróleo (que, por otro lado, es mucho más escaso que en otros países de la región), la cuestión de los derechos de las minorías nacionales como los kurdos, una posible reforma constitucional para definir la forma del Estado sirio, etc.
De esta manera, paradójicamente, todo el orden regional se va a ver convulsionado como consecuencia de la derrota de ISIS, abriendo la posibilidad de conflictos todavía mayores.
Por otra parte, la derrota de ISIS no significa tampoco necesariamente la derrota del jihadismo en la región. En Siria todavía persiste, con una presencia muy poderosa, otra variante de la misma ideología, también proveniente de Al Qaeda: la organización denominada “Hayat Tahrir Al Sham”, anteriormente conocida como “Frente Al Nusra”. Otros grupos menores también sostienen una visión relativamente similar. Conjuntamente administran una provincia entera en Siria (Idlib) y algunas zonas aledañas. Es muy probable que en las próximas semanas el foco del conflicto sirio se traslade a estas regiones.
Pero por sobre todas las cosas, más allá de la forma organizativa concreta que adquiera el jihadismo en cada región y momento, lo que sigue de pie son las causas estructurales que llevan a su desarrollo. La pobreza estructural, el atraso económico, el escaso desarrollo de la infraestructura, el racismo instalado en Occidente en relación al mundo árabe e islámico, la presencia del imperialismo en la región, la enorme injusticia cometida contra el pueblo palestino por el ocupante sionista, etc., son el caldo de cultivo “objetivo” del desarrollo de tendencias radicalizadas. Tendencias que, ante la derrota de las experiencias políticas más progresivas (como la propia Primavera Árabe, y en términos históricos, el fracaso del llamado “socialismo real”,) y en condiciones de un profundo atraso político-cultural, son encarnadas por corrientes ultra-reaccionarias como el islamismo.
Esta ideología política reaccionaria, a su vez, es promovida y financiada por las potencias regionales, las retrógradas monarquías absolutas del Golfo (que llenan sus arcas con los dólares provenientes de los enormes yacimientos de petróleo y gas natural), “repúblicas” cada vez más autoritarias e islamizadas como Turquía, o teocracias lisas y llanas como el caso de Irán (que sostiene a la variante chiita del islamismo). Y mientras el “mundo occidental” las combate militarmente, no deja de apoyarlas por debajo de la mesa cuando sirven a sus intereses: el propio auge del jihadismo en Siria contó con la bendición de la CIA y el Mossad, interesados en debilitar al régimen pro-iraní de Al Assad.
La derrota del jihadismo, por lo tanto, sólo puede ser históricamente significativa si se transforman estructuralmente las causas que lo generan. Eso requiere una transformación completa de Medio Oriente sobre bases democráticas, laicas, multi-étnicas y socialistas. Sin esa transformación, el problema sólo puede volver a resurgir una y otra vez de diferentes maneras (sea como terrorismo jihadista, como guerras entre Estados, masacres étnico-sectarias, tiranías sanguinarias, etc.). Las falsas salidas propuestas por los imperialismos (sea EEUU o Rusia) sólo pueden llevar a una continuidad (y profundización) del actual estado de barbarie. Es necesario retomar el camino contenido en la única experiencia realmente progresiva de los últimos años: la Primavera Árabe, que colocó a cientos de miles de personas en las calles exigiendo un cambio de fondo en las condiciones existentes.
[1] El principal componente (y dirección político-militar) de las Fuerzas Democráticas de Siria son las YPG-YPJ, protagonistas de la heroica resistencia de Kobane contra el ISIS. La batalla de Kobane fue de hecho la primera gran derrota sufrida por el Estado Islámico, y como consecuencia de ella se inició su fase decadente. Para profundizar acerca de la experiencia kurda y su naturaleza política, recomendamos leer el artículo “La batalla de Kobane y la experiencia comunal del Kurdistán sirio”, Por Ale Kur, revista SoB n° 29, abril 2015. |