Lo que dejó el 1° de mayo



 

“¿Qué es lo que realmente constituye el carácter socialista de nuestro movimiento? Las luchas prácticas reales caen en tres categorías: la lucha sindical, la lucha por reformas sociales y la lucha por democratizar el estado capitalista. ¿Son realmente socialistas estas tres formas de nuestra lucha? Para nada (…) Entonces, qué es lo que nos hace a nosotros un partido socialista en las luchas de todos los días. Sólo puede ser la relación entre estas tres luchas prácticas y nuestro objetivo final [el poder]. Es sólo el objetivo final el que constituye el espíritu y el contenido de nuestra lucha socialista, el que lo transforma en una lucha de clases”(Rosa Luxemburgo, Intervenciones en el Congreso de Stuttgart, octubre 1898)

 

El jueves pasado se realizó el acto unitario y de lucha en Plaza de Mayo. Las columnas principales fueron aportadas por el PO, el PTS y nuestro partido. IS y el agrupamiento del “Perro” Santillán aportaron lo suyo, además de la presencia de otros grupos políticos menores. En total, alrededor de 7.000 compañeros y compañeras en lo que fue el acto más importante del 1° en todo el país, sin olvidarnos de los actos realizados en el interior entre el FIT y nuestro partido.

El acto demostró varias cosas. Entre ellas, que más allá del intento del FIT  de “disimular” y ocultar las cosas, nuestro partido, con una columna vistosa y militante de cerca de 1.000 compañeros y compañeras, fue una de las tres más importantes del acto. El acto en la Plaza dejó abierto un debate estratégico, al cual nos dedicaremos a continuación.

 

Un debate estratégico

 

Como subproducto de la acumulación que la izquierda revolucionaria ha logrado luego del Argentinazo del 2001 y de los resultados electorales del FIT y el nuevo MAS en las recientes elecciones, se puede decir que la izquierda clasista se encuentra en una situación “extraordinaria” para sus estándares históricos. Esto es lo que ha abierto un debate entre las fuerzas del FIT y nuestro partido acerca de cómo aprovechar esta circunstancia que no se da todos los días. Un debate que se está sustanciando también entre las propias organizaciones que integran el FIT, y en al cual nuestro partido está terciando, como se expresó en el acto del primero.

Existe un primer parámetro a establecer: se trata de una situación privilegiada de la izquierda independiente en relación a otros momentos históricos, pero con la contradicción de que la situación política como tal es más o menos “ordinaria”.

Nos explicamos. Estamos en una transición crítica entre el gobierno de los K y el recambio burgués que viene; una transición que no se recorre ni se recorrerá sin graves problemas y contradicciones, y que busca un nuevo punto de equilibrio más a la derecha, si fuera por las intenciones de la clase dominante.

La situación de la lucha de clases en nuestro país muestra desarrollos y aspectos de gran riqueza; sin embargo, no hay todavía un ascenso en regla de las luchas y, muchos menos, radicalización de amplias porciones de trabajadores. Para eso faltarían grandes luchas que todavía no se han dado.

Este elemento introduce la primera y más general desigualdad en el proceso. No hubo en las últimas décadas muchos momentos donde la situación para el trotskismo haya sido tan favorable; pero al mismo tiempo no se puede perder de vista que los desarrollos de la realidad están marcados todavía por una serie de mediaciones que no se pueden ignorar si se pretende, realmente, dar pasos hacia la transformación de la izquierda revolucionaria en una fuerza histórica. Y ése es el debate que se sustanció en el acto del 1°.

 

Un polo de reagrupamiento independiente

 

Con el aporte de nuestro partido (y del “Perro” Santillán), este acto fue más importante y nutrido que los realizados los últimos tres años por el FIT. Dada la renuncia de la burocracia sindical en las últimas décadas a tomar en sus manos la reivindicación del Día de los Trabajadores (por lo que significa en materia de enseñanza clasista la fecha), el acto en la Plaza de Mayo simbolizó el fortalecimiento de las corrientes que estamos por la independencia de clase en detrimento de las que defienden una estrategia de conciliación de clases, frentepopulista. Desde ese punto de vista, el acto agrupó a la mayoría de la vanguardia política. La marginación de las iniciativas como las del michelismo, la CCC y el MST, así como Marea Popular y el FPDS (que fueron a un acto con grupos oficialistas frente al Ministerio de Trabajo), muestran el debilitamiento del centroizquierdismo pequeñoburgués, hecho una morsa entre las fuerzas directamente burguesas y la izquierda clasista.

Pero con toda la importancia estratégica que tiene este hecho, no hay que perder de vista, al mismo tiempo, que en ningún caso protagonizamos actos multitudinarios: ni en la Plaza, ni en Córdoba, ni en ninguno de los del resto del país. Se trataron de actos muy importantes pero de amplia vanguardia, de la militancia, que muestran lo que falta para convertir a la izquierda revolucionaria en una fuerza histórica; es decir, para que adquiera influencia de masas orgánica entre más amplios sectores de trabajadores.

Podemos recordar los actos del viejo MAS en el estadio Atlanta en 1985, juntando 20.000 personas; o en Ferrocarril Oeste, con cerca de 40.000; o la “Plaza del no” en 1990, con unas 80.000 personas. Más allá de los problemas políticos que tuvieron todos estos eventos, son, sin embargo, una medida de las cosas. La realidad es que el FIT y nuestro partido (por separado o en conjunto, lo mismo da en este caso) nunca hemos logrado reunir una cifra así de asistentes, más allá de que las votaciones relativas del FIT (sumando, a la vez, la de nuestro partido en las PASO) y las representaciones parlamentarias obtenidas sí son más importantes que las del viejo MAS.

Esto muestra otra de las desigualdades entre número de militantes, extensión territorial, inserción orgánica en sectores de trabajadores (y cantidad de organismos de base conducidos) y cantidad de votos obtenidos. Desigualdad que en el caso del viejo MAS se “resolvía” para el lado de cierto mayor peso proporcional “orgánico”, y que en el del FIT, e incluso en la votación de vanguardia obtenida por nuestro partido, se resuelven todavía para el otro lado: un proporcionalmente mayor número de votos en relación con la realidad orgánica que expresan nuestras organizaciones.

 

La lección de Rosa Luxemburgo

 

Señalado lo anterior, vayamos al debate sustanciado en la Plaza. A nuestro entender, los discursos propiamente políticos fueron los de Altamira, el “Pollo” Sobrero y nuestro compañero, el “Chino” Heberling. Al discurso de Del Caño, diputado nacional del PTS, le faltó realmente esa dimensión, aunque algo cosa diremos luego al respecto.

Arranquemos por el “Pollo”. El suyo fue un clásico discurso “sindicalista”, que hace parte de las concepciones de la organización que integra (Izquierda Socialista). Sobrero dijo, textualmente, que el Encuentro Sindical Combativo (ESC) “no es una organización política; la organización política es el FIT”. Es decir: la clásica separación entre lucha sindical y lucha política de la socialdemocracia de toda la vida. Aquí se expresó una concepción de base completamente errónea y peligrosamente oportunista: la idea de que las luchas cotidianas de los trabajadores son irremediablemente económicas y que para ellas están los “agrupamientos sindicales”, y que los frentes electorales como el FIT son las formas por excelencia de la “política”. Con el problema, por añadidura, de que la “política” queda reducida así al mero terreno electoral… De paso, el “Pollo” quiso mostrar su profesión de fe por el FIT como respondiéndole al PO, que afirma que el ESC es una organización que le “compite” al FIT y lo debilita.

Altamira agarró el mismo hilo del debate: tomando algo deformadamente una conocida cita de Rosa Luxemburgo (la que encabeza este artículo), insistió en que “toda verdadera lucha de clases es una lucha política” y de esta manera justificó no una “dualidad” de organizaciones, como el “Pollo” (una para lo “sindical” y otra para lo “político”), sino la concepción de la subordinación de todas las organizaciones al FIT, es decir, al propio PO.   

Pero si es verdad que Rosa insistía en que no hay una verdadera lucha de clases si no se eleva al plano político, otra cosa muy distinta es la concepción que tenía de esa lucha política. Porque la forma más alta de la lucha de clases en ella era la huelga política de masas. No el reduccionismo en el que parece caer habitualmente el PO, que comprende la lucha política como una mera… lucha electoral.

Es verdad que la lucha electoral es una de las formas de la lucha política, pero en todo caso es la más distorsionada; la forma “mutilada” en que la burguesía comprende la política, y no como la abordamos los revolucionarios, que luchamos para superar esta escisión entre la lucha cotidiana reivindicativa (“trade-unionista”, decía Lenin) y la elevación de la lucha a cuestionar todo el orden burgués (una verdadera lucha de clases, la que vincula las actividades cotidianas al objetivo final).

Respecto de este debate el PTS no pareció aportar mucha cosa. Lo que más destacó en su discurso es el planteo de una “red internacional” de apoyo a las luchas, una idea correcta en sí, pero algo desmesurada realmente, más allá de las iniciativas de propaganda y vanguardia que se puedan y deban tomar en este sentido. La realidad es que el PTS pareció fuera del debate central sustanciado en la Plaza, y por añadidura, carente de entusiasmo, como a la defensiva, distraído en otra cosa (no se sabe en cuál), sin prestar su base la menor atención a los oradores, siquiera al propio Del Caño.

 

La lucha de clases como terreno privilegiado

 

En representación de nuestro partido intervino el “Chino” Heberling. Subrayó que la votación de la izquierda ha sido histórica, expresando un sector que evoluciona pero que no expresa todavía una radicalización en regla. El proceso de acercamiento a la izquierda no refleja todavía una ruptura orgánica con el peronismo. Sí es verdad que  en las nuevas generaciones las identidades políticas no están arraigadas; razón de más para que la necesidad de un trabajo orgánico, estructural en el seno del proletariado, se afirme doblemente. Porque no hay manera de resolverlo desde afuera de la lucha y los lugares de trabajo. El PO tiene una total ceguera a este respecto; no es el caso del PTS, que lo ve, pero tiende las más de las veces a una orientación de adaptación al fenómeno, sindicalista frente a la baja politización de las nuevas generaciones.

Este debate implica un elemento más: la lucha de clases como tal. El PO sueña con la transformación de la izquierda en una fuerza histórica por un expediente sólo electoral, por fuera de la lucha de clases. De ahí también que esté pensando en 2015 haciendo abstracción del curso de las luchas actuales, de si se logra derrotar el ajuste o no (¡ya lo ha dado por muerto!) de si el gobierno de Cristina sale eyectado antes de tiempo o se respeta el calendario electoral.

En nuestra edición anterior señalábamos cómo el propio peronismo no había sido sólo un subproducto electoral, sino que su fecha fundacional fue el 17 de octubre.

Pero si esto vale para movimientos burgueses, ¡vale mil veces más para las perspectivas de transformar a los revolucionarios en una fuerza histórica! Es imposible que este salto cualitativo se dé por fuera del desarrollo de grandes eventos de la lucha de clases, más allá de que para la “visualización” de la izquierda entre amplios sectores, los votos y cargos electorales sean una enorme palanca auxiliar, así como para dirigirnos a, e influenciar, más amplios sectores que los habituales. Esa influencia debe hacerse carne de manera orgánica para que se transforme en una palanca real de lucha y organización.

Esto quiere decir que desde nuestro partido no consideramos mecánicamente escindidos, como dos planos opuestos, el terreno sindical del político. Si las luchas cotidianas y las elecciones aparecen como dos procesos que corren por carriles separados y unilaterales, la realidad es que cuando la lucha de clases se agudiza ambos planos tienden a fusionarse; la agudización de la lucha de clases eleva las cosas a un plano de cuestionamiento general, y ése es el terreno privilegiado de los revolucionarios, en el cual prueban sus armas y sus políticas.

 

Dos propuestas

 

Es en este marco que en la Plaza planteamos dos sencillas propuestas a los compañeros del FIT. Una, la realización de un encuentro en común entre el de Atlanta que integramos y el plenario del SUTNA. No se trata de “disolver” ambos espacios en uno solo. No estamos proponiendo eso. Sí nos parece que la realización de un encuentro común en junio puede ser una palanca formidable para prepararse frente a la agudización de la crisis recesiva y las luchas que se vienen, más temprano que tarde.

Dos, planteamos la necesidad de abrir el debate sobre el “frentismo de izquierda”. Más concretamente: abrir el debate sobre una respuesta común a la lucha por la independencia de clase de los trabajadores, algo que hoy no ocurre. Una rediscusión que ayude a superar lo que vemos como límites electoralistas en el FIT, que tiene la característica de ser un frente permanente, pero que desconoce las obligaciones creadas a partir de ser tal. Porque esta reducción electoralista del FIT lo limita para ser un polo político de independencia de clase en un sentido más general. No proponemos que nuestros partidos se disuelvan en un frente tal. Tampoco se pueden superar de manera voluntarista las diferencias existentes. Sí se puede discutir en profundidad cómo superar los agudos límites electoralistas y los criterios sin principios mediante los cuales se conformó el FIT, también avanzando en dar una respuesta en común entre el FIT y nuestro partido hacia las próximas elecciones.

José Luis Rojo 

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