Esta nueva obra del principal pensador de nuestra corriente nos enfrenta con una idea fundamental para los militantes que comienzan a dar sus primeros pasos en esta hermosa tarea creativa que es la construcción de un partido revolucionario. La idea a la que nos referimos es la historicidad propia de la teoría de la revolución, es decir, la comprensión de que no sólo las revoluciones se apoyan sobre la experiencia construida de la clase, sino que, también, se apoyan sobre las anteriores teorizaciones del propio fenómeno político. Esta suerte de historiografía de la teoría de los procesos revolucionarios no tiene el objetivo de demostrar elocuentemente cuántos autores podemos acreditar, sino que es una herramienta fundamental del militante revolucionario. Una herramienta que muchas veces dejamos olvidada o nunca terminamos de utilizar del todo y sin la cual es mucho más difícil pensar la situación política actual de la clase trabajadora. Pensar un nuevo mundo, pensar una organización colectiva que permita luchar por y construirlos no es una tarea espontánea, carente de reflexión previa, sino una construcción colectiva pensada, repensada y discutida.
Sáenz analiza tanto la clase obrera china actual como las distintas teorías que, dentro del marxismo, trataron de explicar qué sucedía en el siglo XX, qué fueron esos fenómenos que involucraron a grandes masas, cómo llamar a dichos estados. El análisis cruzado entre clase obrera china y teorías trotskistas del siglo XX desde la perspectiva de la teoría original de la revolución permanente de Trotsky hacen de este texto un ejercicio fundamental de dialéctica marxista. Permiten pensar a la clase en función de su historicidad y en función de lo que los teóricos de nuestra clase han aportado. Su lectura junto a Ciencia y Arte de la Política Revolucionaria son lecturas fundamentales para aquellas y aquellos interesados en comenzar a pensar estos problemas.
Las nuevas camadas de militantes tienen una voraz necesidad de consumir teoría, de consumir política, La revolución permanente a cien años de la Revolución Rusa tensa hacia la producción de la política y el conocimiento, es un llamado de pasar del consumo a la producción. Nos llama a estudiar el proceso ruso de la misma forma que los rusos estudiaron la Revolución Francesa, para poder así pensar el 2017. Nos llama a no condenar a Lenin, Trotsky, Rosa a anaqueles llenos de polvo sino a convertir su pensamiento, su teoría, e incluso sus errores, en acervo para la clase obrera actual.
Violeta Muñoz