Por Claudio Testa
“El independentismo catalán se planteó como meta ser un nuevo Estado de Europa. Sus timoneles perdieron de vista la realidad al soñar apoyos internacionales fundamentales en la Unión Europea, parecidos a los que a fin de siglo actuaron con la descomposición de la URSS o Yugoslavia… Pero quienes favorecieron las independencias rupturistas en el Este lo impiden ahora en el Oeste y particularmente en el caso de España, disciplinada aliada de esos poderes… […]
“Sin embargo, el resultado del independentismo catalán en el ámbito exterior ha sido modesto pero no despreciable; ha contribuido a dar vigor a la quinta brecha, la regional, que resquebraja una Unión Europea en trance desintegrador. Hace sólo cinco semanas que el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, anunciaba que la UE volvía a tener «el viento en popa». La cruda realidad es que las brechas se ensanchan…”
(Rafael Poch, corresponsal en París, “La crisis catalana agrava otro factor de desintegración en la Unión Europea”, La Vanguardia, Barcelona, 29/10/2017.)
Rafael Poch, periodista catalán de larga trayectoria internacional, hace dos observaciones agudas. Más allá de sus posiciones acerca de la independencia de Catalunya, hay que tenerlas en cuenta porque reflejan bien la contradictoria realidad de Europa y también de la Unión Europea ante la independencia catalana.
La primera, es la de desechar cualquier ilusión de que en las alturas de Unión Europea puedan soplar vientos favorables al derecho a la autodeterminación del pueblo catalán. Otra cosa, por supuesto, son los pueblos de Europa… que no hay que confundir con los crápulas de Bruselas… como Jean-Claude Juncker o Donald Tusk, títeres del capital financiero germano-francés.
Puigdemont, presidente de la Generalitat, cuando viaja a Bruselas e implora a la Unión Europea que “reaccione, que haga algo” porque Catalunya tiene “delante un Estado que sólo entiende la razón de la fuerza”[1], refleja esa cuota de esperanza.
No sabemos en qué medida esta esperanza es personal… Lo importante –más allá de las maniobras de Puigdemont– es que la Unión Europea aun puede ser vista por sectores relativamente amplios como un terreno más favorable que el autoritarismo impuesto desde Madrid, o por lo menos como un “espacio de negociación” donde podrían moderarse las brutalidades del gobierno de Rajoy…
La verdad es que la Unión Europea no funciona en ese sentido. Y aclaremos que tampoco lo hizo en los 90 en los Balcanes, cuando la UE (y su antecesora la CEE) respaldaron la fragmentación de Yugoslavia… y sus consiguientes guerras.
Tanto en uno como en otro caso, hubo efectivamente conductas distintas… pero respondiendo a los mismos intereses; en primer lugar, como ya señalamos, los intereses geopolíticos y económicos del capital financiero germano-francés.
Pero ahora, en el caso de Catalunya esto se agrava más. No se trata sólo de intereses comunes “en general”. También se ve reforzado por otros factores, como por ejemplo que el mismo partido político gobierna hoy simultáneamente a la Unión Europea, a Alemania y al Estado español.
Se trata del Partido Popular Europeo, organización de derecha cuya dirección integran simultáneamente Jean-Claude Juncker (Presidente de la Comisión Europea), Donald Tusk (Presidente del Consejo Europeo), Angela Merkel (Canciller de Alemania) y Mariano Rajoy (Presidente del gobierno español). Son “compiches” desde hace largos años. Y, cuando hablan, repiten literalmente el mismo discurso aunque en diferentes idiomas.
El Partido Popular con el que gobierna Rajoy es la sección española de ese Partido Popular Europeo. Por medio de él, lograron aplicar planes de austeridad brutales, pero muy exitosos para hacer pagar a los trabajadores los platos rotos de la crisis mundial iniciada la década pasada. Eso generó en su momento fuertes movimientos de protesta en el Estado español y, también, una crisis del sistema bipartidista y de la colaboración de los partidos de las autonomías (como la corriente que hoy dirige Puigdemont en Catalunya).
Por supuesto, eso no implica que no se pueda ni se deba utilizar el “escenario europeo” que de hecho es Bruselas, como tribuna para dirigirse a los pueblos de Europa (estén o no en la UE), para explicar y reclamar su apoyo a la autodeterminación de Catalunya.
Hay que hacerlo, pero sin sembrar la menor ilusión en el carácter, la política y los dirigentes de la Unión Europea. Es que su orientación coincide con la de Rajoy, y es la de reforzar a la UE como “cárcel de pueblos”. Y no sólo en el sentido de que nadie se escape de esa prisión. También en el sentido de disciplinar a todos los países de la UE en cuanto a la liquidación de los derechos y conquistas sociales, para hacer volver el reloj de la historia al siglo XIX. Eso es lo que está peleando Macron en Francia.
Tendencias centrífugas no sólo en el Estado español
Al mismo tiempo, cabe registrar y tener en cuenta la segunda observación acertada de Poch. Aunque no estemos en vísperas del derrumbe de la Unión Europea, ni mucho menos, son una realidad las fuerzas centrífugas que operan no sólo en el Estado español sino a escala de la Unión Europea, y más en general de toda Europa.
A comienzos de este año, en el artículo “Europa en la centrifugadora”[1], advertíamos sobre el crecimiento de esas tendencias centrífugas que no se limitaban al Brexit, que había sido votado en el Reino Unido en el año anterior.
Esas tendencias centrífugas tienen como motor el clima de descontento que reina en mayor o menor medida en los países europeos. Este hecho lo reconocen hasta algunos de sus responsables. Días atrás, Jean Pisani-Ferry, el principal “consejero” de Macron en cuanto los planes retrógrados que intenta aplicar en Francia, se quejaba de que en toda la Unión Europea viene en aumento una “creciente desafección entre sus ciudadanos… las sucesivas crisis, han conducido a que el sentimiento de pertenencia se vaya acabando”.[2]
¡Qué ingratos estos europeos! ¿No será porque sienten que hoy están peor que ayer… y que mañana estarán peor que hoy?
En la izquierda europea hay cierta confusión política en ese sentido, por un hecho importante pero mal interpretado. Que en los últimos tiempos, el justificado clima de descontento con la Unión Europea de Fraulein Merkel y sus gobiernos, se ha expresado principalmente en avances electorales de la extrema derecha.
Esto es aprovechado para hacer un fraude político. Con el pretexto de hacer frente a esas fuerzas, se da apoyo directo o indirecto a la UE y las corrientes políticas que la administran, como la pandilla del Partido Popular Europeo de Merkel, Junker, Rajoy & Cía.
Pero, de ninguna manera, la situación actual de la Unión Europea genera movimientos hacia la derecha. También lo hace hacia la izquierda, y la gran prueba es lo de Catalunya!!! Aunque parte de ese proceso son personajes y partidos como Puigdemont y su PDeCAT, nadie puede decir que de conjunto lo de Catalunya es una deriva hacia la extrema derecha.
¡La extrema derecha española está en el otro bando, en los que en Madrid desfilan contra Catalunya, cantando “Cara al Sol” y haciendo el saludo fascista!
El curso anti-UE está generado no por una contagiosa “epidemia de extrema derecha” sino, como señalamos, por el justificadísimo descontento popular.
Como demuestra la experiencia histórica, cuando eso sucede, se generan corrientes contestatarias en ambos sentidos, hacia la derecha y hacia la izquierda. Las tendencias que predominen serán producto de las luchas políticas, sus triunfos y derrotas.
Si hoy la contestación al desastre de la UE es capitalizada en cierta medida por la extrema derecha, se debe a un hecho político concreto, la traición infame de Syriza y Tsipras en Grecia. Allí se dio el primer gran y decisivo enfrentamiento a los planes de hambre y miseria dispuestos por la Unión Europa.
La capitulación de Tsipras y Syriza no sólo abatió a los combativos trabajadores y a la juventud de Grecia. ¡Fue una derrota de consecuencias continentales para el movimiento obrero y la izquierda! Sumada a las traiciones de otras fuerzas que se decían “de izquierda”, como el Partido Socialista francés, la derrota en Grecia desmoralizó a amplios sectores en toda Europa, y abrió paso a que formaciones de extrema derecha capitalizaran el merecido odio y rechazo a la UE.
Ahora, lo de Catalunya va en sentido opuesto, aunque con más complejidad, porque no están en juego directamente, en primera instancia, las relaciones entre explotadores y explotados, sino el derecho a la autodeterminación nacional.
Sin embargo, no tengamos dudas que un triunfo del pueblo catalán por el derecho a la autodeterminación, contra la pandilla de Rajoy y la monarquía instaurada por Franco, haría soplar el viento en el otro sentido en toda Europa. Sería un empujón hacia la izquierda, que pegaría también mucho más allá de los Pirineos.
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1.- “Europa en la centrifugadora”, Socialismo o Barbarie Nº 417, 16/03/2017. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9386
2.- “Consejero de Macron alerta sobre la desafección a la UE”, La Vanguardia, Barcelona, 01/11/2017.