El pasado domingo 12 de noviembre falleció la compañera Nilda Eloy. En 1976, fue secuestrada por los militares genocidas y permaneció en cautiverio en varios centros clandestinos de detención bajo jurisdicción del por entonces jefe de la Policía Bonaerense, Ramón Camps, hasta que fue liberada en 1979. Fue testigo clave para lograr la condena del ex comisario de la Policía bonaerense Miguel Ángel Etchecolatz en el juicio que se realizó en el 2006 por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar.
Nilda luchó por lo que muchos luchamos: hacer justicia por los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos. Y también por lo que ellos lucharon, por una sociedad sin opresión ni explotación, de plena realización de los derechos humanos. Y su infatigable acción cotidiana no hizo más que aportar a ese cambio histórico, logrando la cárcel para muchos genocidas, estando presente en cada una de las luchas en nuestra región y enseñándonos a toda una generación la tenacidad que hace falta para dar vuelta la sociedad.
Muchos aprendimos de ella desde chicos cuando encabezaba las movilizaciones de la Noche de los Lápices en la década del 90. Cuando íbamos al colegio secundario y empezamos a ser parte de las luchas por justicia por los compañeros desaparecidos. Nilda había estudiado en Bellas Artes como varios de esos estudiantes que peleaban no sólo por el boleto estudiantil sino en primer lugar por una sociedad socialista, como gran parte de esa generación que la dictadura militar vino a derrotar. Junto con el surgimiento de Hijos a mediados de los 90, había comenzado un proceso de luchas novedoso por encarcelar a los genocidas y Nilda era parte fundamental de esas peleas. Por eso muchos de los que despertamos a la vida política en esos años la tenemos a ella como una de las principales referentes.
El tiempo pasó y ella siguió luchando. Y como parte de la lucha del pueblo por encarcelar a los genocidas Nilda, junto Jorge Julio López, lograron la condena al genocida Etchecolatz en un juicio que fue un antes y un después, por lo que implica que un asesino de semejante crueldad durante la dictadura esté condenado por genocidio. Un triunfo que sentará un precedente de importancia, ya que desde ese momento no serán delitos individuales los cometidos por los militares sino como parte de un plan sistemático y políticamente dirigido sobre un sector de la población: los militantes que se organizaban para luchar por otro sistema social, opuesto al capitalismo hambreador.
Pero la cueva del lobo de los fascistas genocidas seguía operando y horas antes de la sentencia que condenaba a Etchecolatz, sus bandas secuestraron y desaparecieron a uno de los principales testigos de la causa, el compañero Jorge Julio López, que desde entonces, no sabemos qué fue de él.
Cuando recordamos ese momento y lo comparamos con el presente las cosas no pueden ser más parecidas. Del mismo modo que funcionarios del macrismo dijeron que Santiago Maldonado estaba en Chile, en ese momento agentes del gobierno de Cristina Kirchner dijeron que López estaba con su tía! Todo un entramado para no buscar donde había que hacerlo: en el aparato represivo de la Policía Bonaerense donde Etchecolatz seguía teniendo una importante influencia para poder llevar a cabo un operativo de desaparición como en las oscuras épocas de la dictadura. La impunidad no pudo ser mayor. El gobierno de Cristina encubrió directamente a los responsables de su desaparición. Nunca avanzó ni un solo centímetro en la causa López. En ese sentido, quiero destacar la posición política de Nilda: que la más intransigente independencia política con respecto al Estado es un principio fundamental para luchar por justicia. Por eso en cada de una de las marchas por López durante todos estos años fue portavoz, junto a Carlos Zaidman, del documento de la Multisectorial La Plata donde se denunció la complicidad de Cristina Kirchner y se planteó que el único camino por justicia es la lucha en las calles. Nilda fue una gota en el “mar de la cooptación” por parte del Estado de una parte importante de los organismos de derechos humanos.
En el último período Nilda no dejó de luchar. Participando de distintos juicios contra represores como siempre hacía y también de una manera destacable por Santiago Maldonado. Quiero señalar, como ella me relató hace semanas, el papel que jugó por lograr que se concrete la movilización por Santiago el 1° de octubre cuando hubo todo tipo de tironeos de que si había dos marchas o una sola. Ella intervino en favor de que se realice un solo acto, cuyo único orador fuera Sergio, el hermano de Santiago y que no se dividiera la movilización, política sectaria que impulsaba el kirchnerismo que no quería acordar con el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Es decir, de forma clara y teniendo en cuenta que lo que tenemos enfrente es un gobierno reaccionario que viene a atacar a los trabajadores y sus conquistas, buscó combinar la más intransigente independencia política de las corrientes políticas patronales con la necesaria unidad de acción para enfrentar los ataques reaccionarios.
Nilda, su lucha, fuerza y perseverancia nos va a quedar en nuestra memoria y cada vez que marchemos los 18 de septiembre por Julio López, por Santiago y todas las injusticias que vivimos. Vamos a recordarla como una compañera que nos marcó a muchos durante una época, los 90, donde no muchos se levantaban contra el desierto neoliberal y vamos a recordarla como alguien que siguió luchando de forma incólume hasta el último día por cambiar las cosas de fondo.
Eric “Tano” Simonetti, por la Dirección Regional del Nuevo MAS La Plata