SoB, Estado español
Con una importante participación de casi el 80%, el independentismo de conjunto (aunque con movimientos internos de relevancia como el fortalecimiento de su ala neoliberal de derecha Junts per Catalunya con respecto a su socio de la izquierda moderada de ERC y el rotundo retroceso de la izquierda “radical” de las CUP), logró sortear la trampa de las elecciones impuestas por el 155 de Rajoy y mantener con cierta comodidad la mayoría absoluta en un Parlament cuya correlación y configuración de fuerzas se ha modificado sustancialmente. De esta manera el bloque soberanista se impuso al denominado bloque constitucionalista defensor del 155 y de la unidad de la España franquista y el Régimen del 78.
Estos resultados le permiten tanto al independentismo en general como a Puigdemont en particular, legitimarse de cara a la formación de un nuevo gobierno y a una legislatura que ya nace muy complicada, no sólo porque tendrá que afrontar la cuestión de cómo continuar el camino iniciado con el procés hacia la independencia y la construcción efectiva de la nueva República en una coyuntura y en condiciones distintas a las de hace dos meses, sino también deberá hacer frente a los problemas sociales más acuciantes que continúan profundizándose y que la crisis no perdona.
Apenas finalizado el escrutinio, las primeras declaraciones de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, que juntos obtuvieron un 43% de los votos y suman 66 escaños, fueron en el sentido de proclamarse vencedores y de reclamar para sí el derecho a gobernar Catalunya. Al día siguiente, Puigdemont, cabeza de lista de JxC, alegó la derrota de la Monarquía, del artículo 155, recordó que la República ya está proclamada e interpretó la elección del 21 como la ratificación del referéndum del 1-O, a la vez que hizo un llamado a Rajoy a reunirse con él en el extranjero para negociar bilateralmente.
Junts per Catalunya (antigua CDC) es la lista con la que el president cesado, a propósito de la aplicación del 155, se ha convertido en el ganador “moral” de la noche de elecciones. Una fórmula que sin nombres partidarios, con Jordi Sánchez que continúa preso como número dos de la misma, con personalidades de la sociedad civil independentista y cuyo único programa era la restitución del “Govern legítimo”, se demostró tan acertada como efectiva. Ahora, con su triunfo sobre ERC, que ha quedado en tercer lugar y muy por debajo de sus propias expectativas, Puigdemont se transformó en la figura clave para la formación (o restitución) del nuevo Govern pese a su complicada situación judicial que le impide pisar suelo español debido a su inminente detención por los cargos que se le imputan.
Según el Gobierno y sus aliados, el Artículo 155, y las elecciones del 21-D como parte de éste, tenía como objetivo principal “restaurar las instituciones, la legalidad y el autogobierno mediante el juego democrático normal dentro los límites marcados por la Constitución y el Estatut como paso imprescindible para volver a la normalidad”, lo que vale decir que su intención de derrotar electoralmente al independentismo y reemplazarlo en su mayoría en el Parlament quedó totalmente frustrada abriendo un panorama que augura más tormentas y chaparrones que un clima estable y de “normalidad”.
Como el remedio que resulta casi igual que la enfermedad, a Rajoy no le salió bien la jugada y el 155 perdió una batalla muy importante. Lo trágico-paradójico de la situación es que, además de que se haya ratificado el president depuesto por el 155, el PP fue el partido menos votado, quedando al borde de la extinción y pierde doblemente en Catalunya, pierde como fuerza parlamentaria y pierde hegemonía en la derecha frente a Ciudadanos que sale fortalecido.
Aunque por el momento existe consenso en el bloque independentista de investir a Puigdemont como el candidato más votado, lo cierto es que el 155 continúa vigente y sus consecuencias también. De entrada, la mayoría independentista puede estar en riesgo en la sesión constitutiva del Parlament. En su conjunto (Junts per Catalunya, ERC y CUP), los independentistas cuentan con 70 diputados, dos por encima de la mayoría absoluta, fijada en 68 escaños. Hay ocho diputados electos del independentismo (de ERC y JxC) con graves dificultades para participar en la primera sesión. Cinco de ellos (Carles Puigdemont, Clara Ponsati, Meritxell Serret, Toni Comín y Lluís Puig) se hallan en Bruselas y serían inmediatamente detenidos en caso de regresar a España. Otros tres (Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Joaquim Forn) se hallan encarcelados, con escasas perspectivas de salir en libertad en las próximas semanas.
La reciente resolución del Tribunal Supremo de denegar la puesta en libertad de Oriol Junqueras es de una significativa dureza y envía un mensaje inequívoco a toda la sociedad catalana, a la vez que complica aún más la constitución del nuevo Parlament de Catalunya, previsto para el próximo 17 de enero. Se baraja la posibilidad de una investidura vía telemática de Puigdemont, quien a su vez condicionó su regreso a un pacto con el Estado que le ofrezca garantías de no ir a prisión, pero al momento no hay ninguna propuesta concreta oficial sobre la mesa.
La contracara de estas elecciones. Consolidación de Ciudadanos y polarización
Pero también las elecciones dejaron una contracara de lo anterior. La victoria de Inés Arrimadas ha sido categórica tanto en votos como en escaños, aunque trunca en la posibilidad de gobernar. Aun así, no hay que menospreciar la cuestión de que los 37 escaños conseguidos denotan que la papeleta de Ciudadanos representó la opción más clara y con más posibilidades contra los “separatistas”, convirtiéndose prácticamente en la única alternativa a la Catalunya independentista y aunque no les alcance para formar gobierno, tampoco se debe pasar por alto lo que expresa el hecho de que los tres partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) que respaldaron el artículo 155, obtuvieron el respaldo de casi 1.900.000 catalanes, esto es el 43,5% de los votos y 57 escaños.
Ciudadanos, que se ha venido alimentando del conflicto en clave nacional, confirmará otra legislatura más haciendo oposición a un Gobierno independentista, pero ahora en mejores condiciones que antes. Y esto no hace más que sumar inestabilidad de cara al futuro.
El retroceso de la CUP
El ala “izquierda” del independentismo ha perdido 6 diputados quedándose en 4, aplastada, antes que nada, por la inmensa presión que significó la apelación al voto útil al que invocaban las dos grandes listas independentistas, sobre todo JxC con Puigdemont de cabeza de lista, contra el Estado español, contra el 155, por la libertad de los presos y por la restitución del gobierno legítimo, campaña que caló y logró aglutinar el apoyo de la mayoría de los votantes del independentismo.
Pero también la CUP paga el costo de no haber asumido ningún planteo independiente ni antes ni durante la campaña electoral. No supo defender y mantener una política independiente y un rumbo diferenciado y separado a la dirección burguesa del procés del PDECat y ERC, sino todo lo contrario: ha venido teniendo una política subsumida, y en última instancia, de mano tendida y de confianza en la misma. Un grave error político que tanto la lucha de clases como la democracia burguesa parlamentaria se cobran.
En este sentido, los resultados electorales también han servido para dejar atrás la dependencia de la CUP que tantas disputas supo generar con el partido de Artur Mas e incluso le obligó a renunciar a la presidencia de la Generalitat. Con los cuatro escaños que ha conseguido sólo se necesita de ellos una abstención en segunda votación para la investidura. Lamentablemente, la CUP está en peor situación que antes para condicionar y presionar al nuevo gobierno.
La reaccionaria equidistancia de los comunes
Aunque la bajada es más leve, los Comuns también retrocedieron tres escaños respecto a la candidatura de Catalunya Sí que es Pot. La lista de Domenech paga el precio de su falsa y retrógrada equidistancia de no estar “Ni con la DUI ni con el 155”, porque no hay equidistancia entre el tiburón y las sardinas y los votantes cobraron el hecho de haberse posicionado del lado del tiburón y distanciarse de las sardinas, colaborando y siendo funcional con el apuntalamiento y salvaguarda de la España tal cual es, la que heredamos de Franco.
La necesidad de una salida independiente
Las elecciones nos dejan un escenario abierto, con un independentismo que resiste a la embestida de la derecha y el gobierno y donde JxC refuerza su liderazgo dentro del bloque soberanista respecto a ERC. Nos dejan un Ciudadanos que aumenta su respaldo y legitimidad electoral y social, cuestión que lo confirma como fuerza hegemónica de la derecha en Catalunya y que hará valer a nivel nacional peleándole espacio al PP. Y si el 155 venía a restablecer el orden, la moderación y la distención, estas elecciones, por el contrario, dejan un escenario abierto y un ambiente polarizado política y socialmente, perfilando un clima inestable en lo que hace a la gobernabilidad.
Ahora el independentismo está llamado a formar gobierno y aunque no se diga ni tome forma concreta aún, la renuncia a la vía unilateral por parte de ERC y JxCat, pone en evidencia la estrategia de la mayoría (burguesa) independentista, que tras el choque de trenes con el Estado y las causas judiciales en marcha, se orienta a centrarse en una vía bilateral de diálogo, negociación y pactos con el Estado central para llegar a acuerdos. Esta clara marcha atrás y recule revela una estrategia contraria, distinta y alejada a la que protagonizó, impulsó y expresó el pueblo catalán en las calles el 1-O por su derecho a decidir, y que el Estado, Rajoy y la España constitucional atacaron con severa y firme dureza.
Al momento, la cuestión concreta de la hoja de ruta del procés y la construcción efectiva de la República declarada, y suspendida a la vez, ha quedado postergada y subsumida ante el evidente escollo legal, pero sobre todo político, de abordar la cuestión de la formación del nuevo gobierno. Ahora asistiremos como espectadores al paripés del circo pos electoral de pactos, negociaciones por arriba y peleas judiciales transmitidas por TV. Pero, en definitiva, se trata de un pueblo que demostró en infinitas oportunidades y con un movimiento en las calles, su deseo y voluntad de decidir e independizarse del Estado español y de un Gobierno reaccionario y represor, el aparato del Estado y las fuerzas de derecha decididos a negarlo, impedirlo y enfrentarlo.
Pero aunque Rajoy haya decretado la muerte del soberanismo, esto responde más a un deseo que a la tozuda realidad, porque los resultados electorales y sobre todo las fuerzas sociales vivas surgidas del procés que continúan existiendo le tapan la boca sin más. Que el procés haya quedado muy desgastado y a la espera de que se aclaren las cosas, no quita, ni mucho menos en el escenario próximo que se avecina, resurja con más fuerza en este clima de innegable polarización social y política que se vive.
Ahora habrá que procesar el balance electoral y ver cómo se desarrollan los hechos. Sin dejar de insistir en la necesidad de continuar trabajando y redoblar los esfuerzos por la cimentación de una alternativa independiente, que ponga el centro en la clase trabajadora, sus intereses, sus métodos y sus luchas, para poder pelear por un programa de clase, que logre ligar la cuestión nacional con los problemas sociales, en la perspectiva de generar un proceso donde seamos los trabajadores, las mujeres y la juventud los que podamos discutir y decidir qué República queremos y cómo la construiremos.