por Fernando Dantés



El pasado 29 de enero apareció en Clarín un artículo de Marcos Novaro con un sugerente título: “La izquierda, en problemas”. No hay en él ni una sola mención de que la izquierda tenga algún “problema”. Podemos leerlo de diversas formas, de adelante para atrás, de atrás para adelante, de arriba para abajo, de abajo para arriba, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda; aunque le busquemos la vuelta, no encontraremos los problemas en los que se habría metido la izquierda según el articulista.

La decepción de sus lectores será mayúscula. Quienes busquen un consuelo y una explicación que argumente que la izquierda es intrascendente, encontrarán en cambio una poco disimulada agitación del cuco rojo. Leamos a Novaro: “Las formaciones de izquierda trotskista son toda una curiosidad de nuestro sistema político. Mientras ocupen un lugar marginal son sólo eso, una peculiar y hasta simpática curiosidad. Una vía de escape romántica para las energías de jóvenes que todavía ven el sistema desde afuera. Pero si se volvieran más gravitantes, ¿no pasarían a ser dañinas para la democracia?

“Preguntas así están dejando de ser tema exclusivo de los paranoicos de derecha que ven en cualquier trapo rojo una amenaza mortal desde que hay indicios de que algo nuevo está pasando en aquel extremo del arco político, algo que tal vez ofrezca a esos grupos la oportunidad de adquirir mayor protagonismo, sumando aliados y legitimando sus ideas y métodos.”

Aquí está el verdadero asunto del que está tratando Novaro, advierte sobre la peligrosidad (para él y el diario en el que escribe) del indiscutible crecimiento de la izquierda trotskista en Argentina. Las alarmas se encendieron con las jornadas de diciembre.

La izquierda y la situación política

Novaro no incurre sólo en una contradicción entre título y contenido, sino que también confunde sus deseos prejuiciosos con el potencial de la izquierda en la Argentina. Como ya citamos, al principio nos muestra el lugar común en donde se refugia la conciencia pequeñoburguesa y nos dice que la izquierda es un “escape romántico para las energías de jóvenes que todavía ven el sistema desde afuera”, una suerte de enfermedad infantil que se cura con el tiempo. Pero más adelante reniega de tales “esperanzas” y nos muestra su verdadera preocupación al dar cuenta de que: “¿quiénes, si no ellos, pueden conducir el gremialismo alternativo, “democrático” y honesto, que hoy hace falta?, si siempre denunciaron las prácticas opacas y la inconsecuencia de la burocracia sindical, ¿quién más podría beneficiarse de su caída en desgracia?”. En efecto, la preocupación más grande que expresa este artículo no es sobre los problemas de la izquierda, sino sobre sus potencialidades. Es sobre el terror del señor Novaro a que la creciente influencia política de la izquierda pueda derivar en un avance significativo en el movimiento obrero, particularmente en los sindicatos. Si bien este crecimiento es aún incipiente, no deja de ser una novedad no vista desde hace bastante tiempo y que todo indica que está llamada a crecer. Si la izquierda fuese sólo lo que nuestro articulista afirma al principio, entonces no habría lugar para sus temores más profundos. Queda claro que la primera afirmación es lo que desea que fuéramos, pero su vocación de ideólogo de la burguesía lo obliga a alertar sobre lo que podemos ser.

Novaro se pregunta sobre el porqué de todo esto. Y se responde afirmando que: “Seguramente lo alientan la centralidad que el peronismo todavía otorga a la lucha sindical y la dificultad de que florezca una izquierda moderada, socialdemócrata o de otra orientación, en un ambiente donde el monopolio de la negociación y la moderación lo ejerce también, con su peculiar estilo, ese peronismo sindical. La única forma que queda entonces disponible para ser distinto en los gremios, en las universidades y las escuelas secundarias, termina siendo replicar y extremar la exaltación del viejo proletariado y ser inflexible al actuar en consecuencia.” Plantear que la centralidad de “la lucha sindical” es algo que es responsabilidad artificial del peronismo es una muestra de su ignorancia de la historia del movimiento obrero y un insulto a su presente. La existencia de las organizaciones sindicales es el producto de la explotación, de la que en pleno siglo XXI siguen siendo víctima los trabajadores en todo el mundo. Las enormes huelgas de las que hemos sido testigos los últimos años a lo largo del mundo (y también en Argentina) son un testimonio indiscutible de que “el viejo proletariado” lejos de haber desaparecido está “rejuveneciendo” en distintas partes del mundo. Y donde hay proletariado, hay explotación; y tarde o temprano también organización y lucha.

Nuestro politólogo, temeroso, se lamenta de las dificultades para crear una “izquierda moderada”. La realidad es que en su momento sí “floreció” una “izquierda moderada”, una centroizquierda, en nuestro país. El problema de que haya sido claramente desplazada en muchos frentes por la izquierda trotskista reside en gran medida en que un sector importante de la sociedad hizo su experiencia con los moderados a lo Solanas, Lozano y todo ese progresismo que fundó la Alianza y fue barrido en el 2001. No es culpa de la izquierda y del troskismo (y menos su problema) que los centroizquierdistas argentinos hayan florecido y se hayan marchitado al veloz ritmo de sus capitulaciones. A fines de los 90’ se integraron en bloque a la Alianza, luego se agruparon en torno del kirchnerismo, Pino Solanas fue parte de ese Frankestein político llamado “frente UNEN”. Raramente intentaron disputar algo a la clásica burocracia sindical peronista y, cuando lo intentaron, conformaron una versión igual de capituladora pero de máscara más “democrática” de la misma. Es el caso de la CTA en todas sus versiones. En muchos lugares de trabajo donde para los trabajadores la lucha se ha hizo una necesidad imperiosa, la izquierda trotskista fue la única herramienta a mano para organizarse y defenderse. Y esto no es nada casual, es producto de su consecuencia y su orientación consciente hacia el movimiento obrero, mientras los trabajadores ven como sus “dirigentes” son agentes directos de los empresarios y empresarios ellos mismos.

Finalmente, el licenciado se ve forzado a mirar a su clase con resignación y reconocer que su sueños e ilusiones sobre una izquierda moderada no tiene cabida en los planes de los suyos y que en definitiva es preferible un corrupto burócrata a un honesto “trosko”: “se entiende de allí también por qué empresarios y gobiernos hayan terminado siempre por preferir la reproducción de nuestro sistema sindical: si la alternativa es la más extrema radicalización, mejor quedémonos con lo que hay, el ‘modelo’ tiene sus costos pero ofrece también soluciones. Y así hemos ido tirando.”

Izquierda, “gremialismo” y ajuste

Novaro continua haciendo un uso y abuso del condicional: “si esto”, “si aquello”… pero al final nuevamente le aparece el fantasma de la izquierda troskista y la vanguardia de los trabajadores. Leamos: “Si el gobierno se vuelve más creíble en sus iniciativas de saneamiento del gremialismo y en el simultáneo respeto de sus legítimos derechos, y deja de errar tanto por exceso como por defecto, probablemente esta dirigencia, o al menos su porción menos salvaje, encuentre la utilidad y el camino para moderarse y negociar. Como lo hizo siempre que le convino. Y si la cooperación de los moderados en torno a la distribución de las cargas del ajuste sigue dando frutos para gobierno y oposición, los reductos kirchneristas seguirán secándose de apoyo de masas. Por lo que en ninguno de esos dos terrenos, prosperará el recurso maximalista y violento a las protestas.

Pero el trotskismo igual lo va a intentar. Entiende que su posición quedó fortalecida luego de los sucesos de diciembre, que ganó visibilidad en el rol de oposición y le conviene pegarse a los K para recoger sus pedazos y denunciando la ambigüedad de la CGT, que patalea pero no lucha.”

Nuestro escriba clarinista apuesta a que aumente la “credibilidad” del “saneamiento del gremialismo” junto al “respeto de sus legítimos derechos”. Toma por ciertas las declaraciones macristas y pretende que todos lo hagamos. A esta altura, intentar esto es tomar por idiota a todo aquel que tenga una cabeza sobre los hombros. El macrismo no busca ningún saneamiento del gremialismo sino quitarle poder a los sindicatos. No a las burocracias sindicales sino a los sindicatos en sí. Ese es el objetivo de un Gobierno de las CEO que lleva en su ADN un carácter de clase con pocos filtros, una política abiertamente empresaria y liberal, enemiga de los trabajadores.

Pongamos dos ejemplos. El mayor aliado sindical de Macri fue el recientemente fallecido “Momo” Venegas. Tal vez no haya mayor ejemplo de corrupción, transfuguismo y traición como el de quien fuera por mucho tiempo dirigente del sindicato de peones rurales. Se trata del gremio con mayor precarización, trabajo en negro, explotación brutal y lisa y llana esclavitud que hay. No es una sociedad casual: tengamos en cuenta que el funcionario de Cambiemos en la cartera de Agricultura es un patrón del campo denunciado por esclavista. Accidentalmente se “destapó” su indisimulable corrupción después de su muerte, cuando su hija denunció que su (mucho) dinero se lo estaban quedando testaferros. Por nuestra parte le enviamos a la heredera de Venegas nuestras poco sinceras condolencias, sin olvidarnos de recordar el dicho sobre “quien roba a un ladrón…” Por otro lado tenemos el caso de Triaca y la intervención del SOMU. ¿Puede algún partidario de Macri decir algo al respecto? Para su comodidad, les recomendamos un sano silencio.

Respecto al ajuste, Novaro plantea que su “distribución” abonará a que no haya conflictos. Perspectiva poco creíble si tenemos en cuenta que el ajuste es lo único que “generosamente” se distribuye desde los empresarios hacia los trabajadores, todo lo demás va en sentido inverso. Una vez más el licenciado Novaro nos sorprende en su liviandad. Al contrario de lo que él escribe (¿realmente lo pensara?), el ajuste es lo que atiza las brasas de una mayor conflictividad y actividad de lucha en el movimiento obrero. El surgimiento de una nueva vanguardia en las jornadas de diciembre es la palpable demostración de que existen las condiciones para una (todavía muy inicial) reorganización de las fuerzas del movimiento obrero de la que la izquierda está llamada a cumplir un papel protagónico.

 

El problema de la izquierda

 

Finalmente hay que dar cuenta de que en efecto, la izquierda tiene problemas, pero se trata de unos de contenido directamente opuestos al que insinúa el artículo que estamos criticando. Las condiciones políticas que se abren en Argentina para el crecimiento de la izquierda son a la vez una oportunidad y una enorme responsabilidad. Es clave que la izquierda tenga una política correcta. No es la primera vez que procesos así son mal aprovechados. Durante la década pasada en Francia, la LCR tuvo una enorme elección que abrió la posibilidad de un enorme crecimiento orgánico. La falta de confianza en sus propias fuerzas y las de los trabajadores hicieron que su dirección llegase a la conclusión de que era necesario pasar por lavandina su política y su perfil. Decidieron disolverse en un partido “amplio” electoral y así “crecer” en sectores no directamente revolucionarios, así nació el NPA. El resultado fue el opuesto: perdieron votos e influencia rápidamente.

La izquierda revolucionaria en todo el mundo está demasiado acostumbrada a actuar en los márgenes de la política. El resultado de esta presión es doble: a veces es la adaptación a los límites de la situación, renegando de su propio programa; a veces es cerrarse en cenáculos autosuficientes que devienen en sectas. Los artículos de los miembros del FIT (de Altamira y Christian Castillo) que responden como estamos haciendo nosotros a Novaro, son en este sentido poco alentadores. No dan cuenta de este problema, son excesivamente triunfalistas, como si el crecimiento de la izquierda se fuera a dar “objetivamente”, independientemente de su política efectiva.

De forma muy general, podemos decir que la clave está en dar una respuesta a la altura de las circunstancias a la nueva vanguardia de trabajadores surgida en las jornadas de diciembre. Hoy las luchas en curso son un importante ensayo en ese sentido: el Posadas, el INTI, etc. El encuentro de trabajadores del 17 de febrero fue un paso en este camino. La responsabilidad es doble si tenemos en cuenta que son luchas muy difíciles. La izquierda y los trabajadores tienen la palabra.

 

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