Por Marcelo Yunes



Automotrices hacen la Gran Guillermo Moreno al revés – Se van dólares por autopartes – Se van dólares por turismo – Se van dólares por fuga de capitales – Se van dólares por intereses de Lebac – Garconomista advierte que hay negros nubarrones – Garconomista demuele números macristas – Garconomista resuelve crecimiento económico con la danza de la lluvia – Bancos oficiales dan créditos hipotecarios vitalicios – Altos funcionarios dan risa y bronca en partes iguales

 

Por un momento, el gobierno abandonó su liberalismo rabioso para pasarse al estilo Guillermo Moreno cuando la necesidad tiene cara de hereje. Resulta que el convenio automotor con Brasil tiene una cláusula que indica que por cada dólar exportado, se puede importar un dólar y medio sin arancel (la “cuota Moreno” era 1 x 1). Pero las terminales automotrices argentinas, como de costumbre, hicieron lo que quisieron e importaron autos de Brasil en una proporción mucho mayor, engordando el déficit comercial. Ante esta avivada, la Secretaría de Industria avisó a las automotrices que les pedirá una garantía económica por la multa que recibirán siete de las diez mayores terminales. Igual, difícil que se angustien mucho por la multa: es mucho más lo que ganan importando barato y vendiendo caro acá. Tanto es así que la producción local de vehículos fue en 2017 de apenas un 0,1% más que en 2016: 472.000 vehículos, el número más bajo desde 2006 y un 40% por debajo del récord de 2011.

 

Siguiendo con la industria automotriz, digamos que el bajón de producción nacional de vehículos no se compensa por el lado de las autopartes. Aunque ese rubro creció algo respecto de 2016, el número que mete miedo es el déficit de autopartes: las exportaciones fueron de 1.676 millones de dólares contra importaciones de 9.809 millones, un rojo comercial de 8.133 millones de dólares. No tiene nada de raro, teniendo en cuenta que los vehículos fabricados aquí tienen un 70% de autopartes extranjeras, y el 30% de autopartes fabricadas localmente tiene, a su vez, un 70% de insumos importados. Vayan sumando los dólares que faltan, que la lista sigue.

 

En 2017, la “formación neta de activos externos de libre disponibilidad” (traducción: compra de dólares y fuga de divisas), según el Balance Cambiario publicado por el Banco Central, fue de 22.148 millones de dólares. Si le agregamos los 9.950 millones fugados en 2016, tenemos 30.000 palos verdes en dos años sólo para financiar el curro cambiario y el ahorro en dólares. En ese mismo informe se detalla que el déficit neto de la cuenta “Viajes y pasajes al exterior y otros pagos con tarjeta” fue de 10.662 millones de dólares (contra  un rojo de 8.538 millones en 2016). Para tener una idea, digamos que el superávit de dólares del único sector del comercio exterior que equilibra un poco la balanza, la agroindustria, fue en 2017 de 25.314 millones de dólares. Cifra que no alcanza para cubrir la fuga de capitales, o que está apenas por encima de la suma del déficit de autopartes (¡no de autos!) y de turismo.

 

Justamente, el desequilibrio brutal de divisas que debe taparse con toma de deuda desmiente uno de los ejes del discurso macrista, a saber, que los “esfuerzos” están dando fruto porque se reduce el déficit fiscal. La trampa es grosera y sencilla: no considerar el déficit del BCRA como parte del déficit fiscal. En efecto, si sumamos 2016 y 2017, sólo en concepto de intereses de Lebac se pagó el equivalente a 21.000 millones de dólares (10.000 millones en 2016 y 11.000 millones en  2017). Como dice el economista liberal Hernán Hirsch, los intereses de Lebac que paga el BCRA son apenas un disfraz de intereses que debería pagar el Tesoro Nacional: “Si el gobierno subestimó su nivel de endeudamiento al no contabilizar las Lebac, la reducción gradual del déficit primario podría ser insuficiente como para evitar un nivel de endeudamiento creciente e insostenible en el tiempo. En tal caso, el programa económico actual, en lugar de una recalibración monetaria, podría necesitar un recálculo más generalizado” (Ámbito Financiero, 16-1-18).

 

Ya que estamos con los voceros neoliberales, Diego Giacomini, de Economía y Regiones. Arranca suavecito: “El proceso de desinflación está totalmente abortado”. Calcula un piso de inflación para 2018 del 20-22% y de un 8-8,5% para el primer cuatrimestre. Y desmintiendo los disparatados (por no decir estúpidos) cálculos oficiales para explicar que “cada día estamos un poquito mejor”, remacha el clavo así: “Hoy, el PBI per cápita de Argentina está 6 puntos por debajo del de 2015. Y su la Argentina creciera un 2% tanto en 2018 como en 2019, el PBI per cápita al final del mandato de Macri sería el mismo que dejó Cristina, pero con 20 puntos más de endeudamiento externo (respecto del PBI) y sin haber bajado la inflación”. Números sobrios como para que el macrismo salga de la isla de Gilligan. Ah, no, ése no era de la isla, sino de Andorra.

 

Última voz neoliberal por ahora: Diana Mondino, de la Universidad del CEMA, núcleo garca desde los 90, hace un diagnóstico involuntariamente lapidario sobre la sustentabilidad de la estructura económica argentina: “Un gran problema que está teniendo el país es que tanto 2016 como 2017, y parece que en 2018 va a ser así, han sido catastróficos desde el punto de vista climático en varias áreas. El año pasado se perdieron 20.000 millones de dólares de cosecha. (…) El crecimiento depende de la lluvia y en Argentina no está lloviendo. Contra esta problemática, ningún gobierno puede hacer nada”. Al final, para que al país le vaya bien ni siquiera hacía falta la lluvia de inversiones: con la lluvia común y silvestre alcanzaba. Pero cuando el cielo no ayuda… Se ve que Dios no es macrista.

 

Terminemos con un tema muy serio para muchos que creyeron en las promesas del macrismo sobre el sueño de la casa propia. ¿Se acuerdan allá lejos, por octubre, cuando el gobierno se jactaba de que se estaban otorgando miles de créditos hipotecarios?  Los que advertíamos que esos créditos estaban atados al valor dólar de las propiedades por 30 años y que hacía falta un optimismo invencible para suponer que no habría problemas en el medio quedábamos como aguafiestas. Lo que no suponíamos es que los problemas empezarían no a los 10 años, o a los 3 años, sino a los 3 meses, con el sacudón cambiario/devaluación del 10% que el gobierno dejó correr. Pero a no preocuparse, porque el macrismo, tan atento a las angustias de la gente, ya avisó que la banca pública saldrá en auxilio de los que tomaron esos créditos UVA (en pesos) para pagar propiedades en dólares. ¿En qué consiste esa ayuda? Pues en esto: según el Ministerio del Interior, se decidió “elevar el valor máximo financiable de la propiedad hasta 2,3 millones de dólares (el tope anterior era de 2 millones)”. ¿Eso es todo? No, señor: el titular del Banco Nación, Javier González Fraga, anunció que “nos hacemos cargo de las fluctuaciones cambiarias”. Ah, ¿quiere decir que la diferencia en pesos del valor de una casa en dólares la pone el banco? ¡Para nada! Lo que se hará es “flexibilizar el crédito, ampliando el plazo de pago de 30 a 40 años, y subiendo la cuota del 25 al 30% del sueldo”. El Banco Ciudad prometió la misma “ayuda”: el límite de la cuota hipotecaria pasaría del 20 al 25% del sueldo. ¿Quedó claro? Si un banco oficial te da un préstamo en pesos para pagar una casa en dólares, y el dólar sube, el banco te “ayuda”… agrandando la cuota mensual y estirando el pazo de pago hasta que lo terminen de pagar tus nietos. Ah, los bancos privados ni esa “ayuda” dan, porque “eleva el riesgo de incobrabilidad”. Se ve que prefieren quedarse con la casa, o embargarle el sueldo al trabajador, como permite el famoso megadecreto de Macri.

 

Frase PROtuda de la semana: lo confesamos, estamos a punto de levantar la sección, desesperados ante el habitual embarras de richesse (abundancia de opciones). Sólo para que quede registro de esa impotencia, dejamos estas dos a elección del lector:

“La cuenta no era de él, era de una sociedad donde era director” (Fernando de Andreis, secretario general de la Presidencia, siguiendo la misma línea de defensa de Macri padre, Macri hijo, Macri hermano y Macri primo, intentó defender a su segundo, el desventurado Valentín Díaz Gilligan (a) El Testaferro Andorrano. No tuvo éxito, pobre).

“El mar es inmenso, el submarino es pequeño” (el presidente Macri muestra a cada paso su formación de ingeniero, título obtenido en universidad privada. Hablando en serio, que alguien le recuerde a este señor que Air France encontró, después de buscarlas durante dos años, las dos cajas negras del avión caído en medio del Atlántico en 2009. Las cajas negras son miles de veces más pequeñas que el submarino, y estaban a 4.000 metros de profundidad. Eso pasa cuando la voluntad de encontrar la verdad es inmensa y el cerebro no es tan pequeño, condiciones que evidentemente no se cumplen en este caso).

 

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