Violeta Roble
Desde hace varios meses el movimiento de mujeres a nivel internacional, pero en particular en nuestro país, viene desarrollando una serie de luchas de gran masividad. Se están procesando discusiones profundas sobre diversos problemas que atañen a nuestro movimiento, como es la lucha por el derecho al aborto, del trabajo digno, el ajuste y cómo impacta especialmente entre las mujeres trabajadoras, el acoso sexual en lugares de trabajo, el flagelo de la trata y la explotación sexual, etc. El movimiento de mujeres se ha convertido en una verdadera caja de resonancia de los asuntos políticos generales de la sociedad, y en él se filtran toda una serie de debates que exceden la agenda estrictamente de género. No es sorprendente que el movimiento político más dinámico de la actualidad tome como propias discusiones de un orden más general: las mujeres somos efectivamente la mitad de la sociedad, no hay un solo asunto de política que nos exceda. Y, de hecho, el capitalismo se apoya en el patriarcado para mantener a la clase obrera aún más explotada, mediante la opresión de la mitad de la humanidad y enriqueciéndose mediante el trabajo doméstico no pago. Sin ir más lejos, el brutal ajuste que está imponiendo el gobierno golpea principalmente a las mujeres, somos la principal variable del ajuste. La brecha salarial entre mujeres y hombres es del 25% en nuestro país y 35% si miramos sólo los sectores más vulnerables. Estadísticamente son mujeres las más precarizadas, las que tienen mayor cantidad de trabajo en negro, las que hacemos la mayor parte de las tareas domésticas que ahora se convierten en más arduas debido al encarecimiento general de la vida, las que -cuando tenemos trabajo en blanco- somos mayoría en los gremios más atacados por el gobierno, como es el docente.
El 8M fue una masiva y contundente movilización cuyo eje indiscutido fue el reclamo por el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito y fue explícitamente en contra del gobierno de Mauricio Macri. Este es un hecho de repercusiones políticas todavía difíciles de determinar. Hasta esta fecha la mayor movilización exclusivamente por el aborto había sido en 2012, a un año de que el bloque kirchnerista haya dejado caer el proyecto de ley nuevamente por falta de quórum, en esa oportunidad fuimos aproximadamente 5 mil compañeras y había una importante movilización en contra del aborto organizada por la Iglesia el mismo día. El contraste con esta oportunidad no es sólo numérico, es profundamente político. La marcha del día anterior en contra del aborto fue tan escuálida que ni siquiera los grupos afines a esta postura la publicitaron demasiado, parece que daba vergüenza. Durante días todos los noticieros, todos los programas de opinión, de la tarde, de la mañana, programas de radio de diferentes emisoras estuvieron discutiendo el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. Hasta referentes de la derecha argentina salieron a dar su apoyo al proyecto de ley: al contrario de lo que nos quieren hacer creer muchos, la sociedad argentina está más que a favor de que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo, ese es un enorme punto de apoyo. Ya no queremos debatir, queremos que se apruebe.
Un punto de apoyo es allí donde uno pone la mayor parte de su peso para pegar un salto que vaya más allá. Esa es la dinámica que debemos imprimirle a nuestra intervención en torno al aborto. La sociedad está más que convencida de que la interrupción voluntaria del embarazo es fundamental para tener una salud pública decente que contemple las necesidades de millones de mujeres y les permita desarrollar su vida plenamente. Esto es un enorme acervo a nuestro favor y tenemos que utilizarlo para avanzar aún más sobre la conciencia de las trabajadoras. El hecho de que el gobierno esté explícitamente en contra nos permite vincular esta problemática con toda otra serie de reivindicaciones de los trabajadores que tienen como enemigo común al gobierno de Mauricio Macri. Durante la última semana en los medios y redes sociales, en la facultad, en los lugares de trabajo, se escuchaba ironizar sobre las posiciones contradictorias de aquéllos que quieren mantener el aborto en la clandestinidad. Porque es evidente que los mismos que están en contra del aborto son aquéllos que cuando un policía fusila a un niño de 12 años por la espalda, en vez de hablar de gatillo fácil y de la doctrina Chocobar, se preguntan qué hacía un menor en una moto y si es que la misma era robada. Los mismos que quieren obligar a mujeres a llevar adelante embarazos no deseados son aquéllos que luego llaman “choriplaneras” a las mujeres que reciben las miserables asignaciones universales que da el gobierno. Son los mismos que dicen que los docentes de escuelas públicas son vagos y no deben pelear por un salario digno. Son aquéllos que dicen que las paritarias no son un derecho laboral sino una extorsión. Son los mismos que cuestionan a los manifestantes que salimos a repudiar la reforma provisional y piden más represión. Es decir, propugnan un absoluto abandono estatal en todos los momentos de la vida de una persona, excepto cuando quedás embarazada: ahí perdés el control de tu cuerpo y el que toma las decisiones es el Estado.
A tal punto hay una vinculación entre los problemas políticos generales y la agenda del movimiento de mujeres, que asistimos durante los días anteriores de la manifestación a una operación del kirchnerismo y sectores vinculados a la burocracia del movimiento de mujeres, para desmovilizar y vaciar la marcha. Durante varios días escuchamos toda una sarta de mentiras, como que la asamblea preparatoria del 8M había votado que los compañeros varones cis no pudieran marchar, con el expreso objetivo de convertir el debate del 8M en una estéril “guerra entre los sexos”. No hay que ser sectarios con estas posiciones, muchas compañeras honestas se sintieron interpeladas por la posición de que no marchen varones y se acercaron a compañeras de Las Rojas a preguntar qué pensamos. Pero hay que saber distinguir entre las compañeras que nunca se dieron esta discusión y por primera vez están pensando en cómo masificar una lucha y la operación de desmovilización del kirchnerismo. A las compañeras les explicamos que las mujeres no vamos a perder el protagonismo porque marchen varones, que la voz que exprese la lucha feminista siempre será la de una mujer, trava o trans, pero que mientras seamos más, estaremos más cerca de torcerle el brazo al gobierno. El kirchnerismo tiene la preocupación de que las instituciones tan bellas que en doce años de mandato lograron rescatar del desprestigio que tenían en 2001, queden intactas para volver mediante las elecciones en 2019 y, ya que estamos, que el gobierno macrista pague los costos políticos de un ajuste que necesariamente, alguien tenía que hacer a menos que estuvieran dispuestos a romper con el establishment capitalista. La preocupación del kirchnerismo es que el macrismo llegue al final de su mandato sin crear olas de un tamaño que llegue a amenazar la gobernabilidad, pero lo suficientemente desgastadoras como para que el macrismo llegue debilitado a las elecciones. Era evidente a todas luces que esta iba a ser una marcha histórica y por eso lanzaron esta campaña despolitizante de desmovilización. A los sectores del kirchnerismo les decimos que quisieron utilizar el debate sobre la participación de los varones para proteger al macrismo. Este sector apuesta a una dinámica política opuesta por el vértice a la de nuestro partido: si nosotros queremos llevar las luchas más allá, ellos quieren contenerla lo más posible. Este debate es otro ejemplo de cómo el movimiento de mujeres refleja siempre y necesariamente problemas políticos más generales. El kirchnerismo tiene la misma estrategia para el movimiento de mujeres que para los trabajadores en general, se para igual ante el aborto que frente a las luchas paritarias: es el garante de la gobernabilidad macrista y el aliado de la burocracia. La mirada tiene que estar puesta en masificar la lucha, en la coordinación, en vincular al movimiento de mujeres con la lucha docente, con la lucha de las despedidas y los despedidos del Posadas, del INTI, etc. En estas luchas estaremos codo a codo con nuestros compañeros docentes, enfermeros, residentes, investigadores, en fin, laburantes como nosotras y no podemos permitir que la corta mirada del debate sobre el protagonismo del 8M nuble esa posibilidad, ese horizonte. En ese sentido, las compañeras en lucha del Posadas estuvieron en la cabecera de la marcha del 8M junto a despedidas de otros sectores y ello representa un enorme paso.
Nuestra tarea, como militantes revolucionarios, es llevar la lucha más allá, hacer que tiemble la gobernabilidad de Macri que es nuestro enemigo directo de clase, es quien viene a quitarnos todos nuestros derechos arrancados con la lucha y a cercenar la posibilidad de que luchemos por los que nos faltan. Para ello tenemos que buscar todos los puntos de apoyo que encontremos y proyectar nuestra política más allá. Hoy en día el derecho al aborto movilizó a casi medio millón de personas en la Capital Federal solamente, nuestra tarea es discutir con todas esas personas que debemos salir con la misma fuerza a enfrentar al gobierno macrista ante cada ataque a nuestra clase. No nos quieren dar el aborto y tampoco nos quieren dar paritarias que por lo menos compitan con la inflación, no quieren dar el aborto y tampoco quieren invertir en las escuelas públicas para los hijos que ya tuvimos. No nos quieren dar el aborto, pero quieren largar a más de 500 genocidas para que cumplan el resto de su condena en la comodidad de sus mansiones. No nos quieren dar el aborto, pero les garantizan ganancias extraordinarias a los sectores más rancios del capitalismo local. Hay que convencer a cada compañera y compañero que se movilizó por el aborto de que se movilice nuevamente contra este gobierno que apoya genocidas el 24 de Marzo próximo. Hay que construir enormes columnas de la izquierda porque somos los únicos que no tranzamos con el gobierno y no estamos dispuestos a decirle al pueblo que debe seguir hambreado para proteger la gobernabilidad de este gobierno de empresarios.