Lo que no entró por la puerta, lo quieren meter por la ventana. En el mismo mes que, después del discurso inaugural del año judicial por parte del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, este organismo anuló el 2×1 que la movilización democrática y popular había convertido en papel mojado, el gobierno y su Estado apuntan nuevamente con artillería pesada. Esta vez, a través del Servicio Penitenciario Federal, que argumenta que no hay espacio en las cárceles del país que están atestadas, hay que otorgar algunas de las llamadas “prisiones domiciliarias”. ¿Como la de Etchecolatz en su bunker marplatense o tal vez en alguna más humilde suite de Puerto Madero? Entre los favorecidos por esta “amnistía” encubierta estarían 96 genocidas. El número y los nombres de los más relevantes no sólo ponen la piel de gallina, sino que provocan una profunda bronca que es la que tenemos por estos siniestros asesinos y torturadores.
Asesinos y torturadores que lo hicieron a cargo de un plan de represión y exterminio a cargo del Estado nacional, con la ayuda de Estados imperialistas y de dictaduras latinoamericanas. En su plan de reivindicación de la actuación de las FFAA genocidas durante la última dictadura militar, el plan de liberación de quienes integran esta siniestra lista es la más dura provocación reaccionaria de este gobierno. Ha tenido muchas: negacionismo del genocidio, domiciliarias, reivindicación de militares asesinos, ataques verbales, físicos y amenazas a luchadores, el asesinato de dos jóvenes mapuches, detenciones y procesamientos a luchadores.
¿Por qué decimos que es la más fuerte?
Porque el intento es similar al derrotado 2×1, porque afecta en forma concreta a un conjunto de víctimas que son millares, que incluye no sólo a los directamente afectados sino también al conjunto de sus familiares, amigos, compañeros de estudio, trabajo o de militancia sindical o política. Porque ellos tuvieron en sus manos la vida de los delegados de la Ford, de los jóvenes de la Noche de los Lápices, de la primera presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor. Fueron “jefes” de este accionar masivo a lo largo y ancho del país. Fueron los dueños de todas esas vidas. Y las dejaron en el camino de la peor manera.
De este “cuadro de honor” de la dictadura, entre otros integrantes, quieren que vuelvan a sus casas:
- “Alfredo Ignacio Astiz (Mar del Plata, Argentina, 18 de noviembre de 1950), conocido como el Ángel Rubio y el Ángel de la Muerte, es un excapitán de fragata de la Armada Argentina (…) En 2011 fue condenado a perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua por la justicia argentina; en 2014 se confirmó la condena.67 En noviembre de 2017 se lo condenó a cadena perpetua. (…) A Alfredo Astiz se le encomendó infiltrarse en las organizaciones de derechos humanos; en especial, en la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Para ello adoptó el nombre de Gustavo Niño, simuló ser familiar de un detenido-desaparecido. Las Madres solían referirse a él con cariño como ‘el rubito’, debido al tono de su cabello y sus ojos azules. En ese carácter Astiz se desempeñó activamente y su nombre supuesto llegó a figurar en la solicitada reclamando la libertad de una lista de detenidos-desaparecidos que las organizaciones de derechos humanos publicaron en el diario La Nación el 10 de diciembre de 1977. Solía acompañar a las Madres y otros activistas en sus actividades en la iglesia Santa Cruz perteneciente a los padres pasionistas, en el barrio San Cristóbal de Buenos Aires y jugar con los niños que integraban la agrupación de boy scouts de la parroquia. (…) En diciembre de 1977 se tomó la decisión de hacer desaparecer al grupo de derechos humanos que se reunía en la Iglesia Santa Cruz, en gran medida debido a que la exposición de Astiz había sido muy alta. Entre el 8 y el 10 de diciembre el Grupo de Tareas 332 secuestró y detuvo en forma clandestina al grupo de Santa Cruz: Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco (las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo), las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, y los activistas Ángela Auad, Remo Berardo, Horacio Elbert, José Julio Fondevilla, Eduardo Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo. (…) Durante el operativo Astiz siguió aparentando ser un familiar; señaló con un abrazo en el atrio de la iglesia a quienes debían ser secuestrados. Durante varios años se consideró que Gustavo Niño era un desaparecido y se lo incluyó en las listas por cuyas vidas se reclamaba. Los doce miembros de la iglesia Santa Cruz fueron torturados y asesinados al ser arrojados al mar en un vuelo de la muerte. En 2005, algunos de sus cuerpos serían hallados enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle, cercano a las playas a las que las corrientes marinas los habían arrojado en 1977. (…) Testimonio de Lisandro Raúl Cubas, Legajo 6974, Informe Nunca Más, CONADEP, 198512 (…)” (Wikipedia)
Por estos crímenes, recibió además algunas bofetadas en vivo y en directo: “Otra agresión contra Astiz en plena calle. Un militante peronista lo insultó y trató de pegarle. Es el segundo incidente que protagoniza el marino en menos de una semana. El capitán de fragata (R) Alfredo Astiz, un símbolo de la represión ilegal de los años 70, protagonizó ayer el segundo incidente público en menos de una semana, cuando un militante del peronismo lo increpó y lo insultó en plena calle. …) ‘¿Por qué no me torturás ahora?’, le gritó Ocampo, y siguió los insultos y un frustrado intento de trompada. (…) ‘Esta mañana reaparecieron todos los recuerdos, cuando le pegó a mi mujer y a mi hija la lanzó al suelo y la agarró de los pelos. Yo soy un privilegiado por haber podido tenerlo frente a frente, pese a que disimuló su rostro y vive escondido’, agregó. (…) En los últimos años se vio envuelto en varios episodios de violencia, como el cachetazo que le pegó un guardaparques en Bariloche, los golpes en su auto de parte de dos jóvenes, las escupidas del lunes y la corrida de ayer.” (Clarín, 8/8/97)
- “Federico Von Wernich (27 de mayo de 1938, San Isidro, Buenos Aires, Argentina) es un sacerdote argentino de la Iglesia católica que se desempeñó como capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura militar 1976-1983. Detenido desde 2003 por su participación en delitos de lesa humanidad en los centros clandestinos de detención Puesto Vasco, Cot I Martínez y el Pozo de Quilmes, fue condenado el 9 de octubre de 2007 a reclusión perpetua por hallarlo culpable de 34 casos de secuestro, 31 casos de tortura y 7 homicidios calificados. Von Wernich ha negado los cargos y sostenido que si bien es cierto que visitaba los centros de detención él no vio que se cometiera allí ninguna violación de los derechos humanos. Sin embargo, Von Wernich es mencionado en varios testimonios recogidos por el Informe Nunca Más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que lo incriminan. Entre ellos un integrante de la policía relata: ‘Se desciende a los tres cuerpos de los ex subversivos que en ese momento estaban vivos. Los tiran a los tres sobre el pasto, el médico les aplica dos inyecciones a cada uno, directamente en el corazón, con un líquido rojizo que era veneno. Dos mueren pero el médico da a los tres como muertos. Se los carga en una camioneta de la Brigada y los lleva a Avellaneda. Fuimos a asearnos y cambiarnos de ropa porque estábamos manchados de sangre. El padre Von Wernich se retiró en otro vehículo. Inmediatamente nos trasladamos a la Jefatura de Policía donde nos esperaba el Comisario General Etchecolatz, el padre Christian Von Wernich y todos los integrantes de los grupos que habían participado en el operativo. Allí el cura Von Wernich me habla de una forma especial por la impresión que me había causado lo ocurrido; me dice que lo que habíamos hecho era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para bien del país. Estas fueron sus palabras textuales…’” (Wikipedia)
¡Tenemos que organizarnos con todas nuestras fuerzas, organización y voluntad para lograr que no vuelvan a sus casas! ¡Para que este gobierno no avance un paso más en devolver la libertad (y la impunidad) a estos asesinos que se tienen que pudrir en la cárcel!
Ana Vázquez
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