Martín Primo



Martín Primo

El martes 10 de abril, la jueza federal Servini de Cubría dictó la intervención del Partido Justicialista (PJ) a nivel nacional. La misma había sido pedida por medio de una acción de amparo 24 horas antes por Carlos Acuña (triunviro de la CGT), en el marco de una causa abierta en 2010. Sin que quede claro cuál es la situación de urgencia que ameritase una medida de este tipo, la jueza federal con competencia electoral resolvió en tiempo record hacer lugar a la misma y nombrar como interventor a Luis Barrionuevo.

Por si alguien no se dio cuenta, aclaro. Carlos Acuña (hombre que responde a Barrionuevo) pidió la intervención del PJ, y la justicia puso de interventor “imparcial” a Barrionuevo, personaje que está detrás del pedido de intervención. Este solo aspecto es en sí mismo escandaloso y es una muestra cabal que la orden judicial es una acción política partidaria que nada tiene que ver con leyes, o cartas orgánicas.

La actual intervención del PJ es un elemento más que da cuentas de que la crisis política abierta en diciembre del año pasado, ante la ausencia de luchas de conjunto de los trabajadores, por el momento estaría resolviéndose de manera conservadora. Si en diciembre se puso de manifiesto la crisis de la CGT y el triunvirato parecía que podría ser desplazado por Moyano o algún sector de la burocracia algo opositora al gobierno; en los últimos días, luego del fiasco del 21F, todo indica que la CGT se realinearía detrás de Daer, el más oficialista de los triunviros.

Algo parecido ocurre con el PJ: En diciembre un sector del peronismo posó de “luchador” coqueteando con quienes protestaban en el las calles alrededor del Congreso, esto profundizó la crisis dentro del PJ: los gobernadores con Pichetto como vocero se escandalizaron, y el mismo kirchnerismo se asustó al sentir que la realidad los había desbordado quedando demasiado pegados a la izquierda. En este sentido, la actual intervención busca cerrar esta crisis fortaleciendo a los sectores más conservadores.

Pero antes de meternos en las internas que cruzan al PJ, es necesario dejar en claro una cuestión, que en el fondo es lo más importante. Los marxistas repudiamos desde el vamos la intromisión del Estado en la vida política interna de los partidos políticos. La vida de los partidos debe ser decidida exclusivamente por sus militantes que son quienes le dan sustancia y lo llenan de contenido (si alguno tiene). Nada importa que en este caso estemos ante la intromisión en un partido burgués como el PJ, principal garante de los intereses históricos del capitalismo. La independencia de los partidos es un principio democrático que es de vital interés para los trabajadores.

Los marxistas rechazamos la ilusión acerca de que el Estado es un árbitro imparcial que está por encima de la sociedad. El Estado es una institución de clase. Esto significa que su objetivo es garantizar el dominio de una clase por sobre el conjunto de la sociedad. Y en el marco del capitalismo esto se traduce en sostener las condiciones de explotación y opresión de la burguesía sobre los trabajadores y las capas pobres de la población. El Estado argentino es el Estado de la burguesía, el Estado de los patrones, de los especuladores y de los terratenientes en alianza con el imperialismo.

La intervención arbitraria del PJ supone un antecedente peligrosísimo. Deja abierta las puertas para futuras injerencias del Estado patronal en cualquier partido, incluido los partidos de trabajadores. Si el Estado se anima a intervenir a un partido patronal, qué no se animará a hacerle a un partido revolucionario. Es por eso que desde el Nuevo MAS rechazamos y repudiamos esta y cualquier intervención por parte de la Justicia o cualquier poder del Estado burgués en la vida interna de las organizaciones políticas.

 

Una interna al rojo vivo

 

Desde nuestra ubicación, y a tan pocos días de lo ocurrido, no podemos afirmar quién está detrás de esta intervención. En las últimas horas han habido afirmaciones de distinto tipo que le atribuyen al gobierno ser el artífice de esta medida. Esta es una posibilidad cierta pero eso no lo podríamos asegurar. Lo que sí podemos afirmar es que Cambiemos es el principal beneficiario de esta decisión. La intervención, al profundizar aún más la interna dentro del PJ, es objetivamente funcional a los intereses de Cambiemos al crear un escenario mucho más complejo para que el peronismo pueda presentar un frente unificado de cara a las presidenciales de 2019. Esto objetivamente le allana el camino a Macri para su reelección. No obstante esto, tampoco se puede descartar que la misma sea impulsada por algún sector dentro del PJ.

Tengamos en cuenta que luego de las elecciones de 2017 el PJ quedó sumergido en un profundo dilema que aún lo parte. El resultado en la provincia de Buenos Aires no sirvió para dirimir el conflicto en su seno entre los que desean borrar al kirchnerismo definitivamente y quienes cantaban “vamos a volver”. Es que, por un lado la derrota de Cristina no le permite a ésta postularse como cabeza indiscutida de un reagrupamiento del peronismo; pero por otro lado el caudal de votos que cosechó, la transforma en una protagonista que no puede ser ignorada. Quien mejor supo sintetizar esto fue Alberto Fernández al decir: «Todos los peronistas tenemos que entender que con Cristina no alcanza, pero sin Cristina no se puede”.

Lo que se manifiesta en esta pelea es un problema de identidad del PJ entre quienes quieren un PJ “moderno y moderado” expurgado de los excesos kirchneristas, y quienes pretenden un “panperonismo” que contenga al kirchnerismo, pero donde Cristina no sea la reina, a lo sumo sea “primus inter pares”.

 

Un poco de historia

 

Luego del retorno del régimen democrático burgués en 1983 y tras la derrota de Luder (PJ) en manos de Alfonsín, un sector del Partido Justicialista encabezado por Antonio Cafiero, Carlos Grosso y Carlos Menem, empezó a perfilar un proceso de “renovación” que dejara atrás la imagen de un peronismo antidemocrático y violento cuyo último símbolo fue la imagen de Herminio Iglesias (candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires) quemando un cajón con el escudo de la UCR en medio de la campaña electoral del 83. Esta renovación derivó en 1989 en la candidatura y posterior presidencia de Menem (1989-1999) en donde el PJ se consolidó como una fuerza que abandonaba toda retórica confrontativa y miraba con ojos enamorados al “Primer Mundo”. Ese fue el momento en donde le cambiaron la letra a la marcha peronista trocando aquel flamígero “combatiendo al capital” por el más prolijo “con amor y con lealtad”. Nada quedaba de la histórica “resistencia” del 55, ni hablar de Montoneros, “izquierda peronista” o “patria socialista”. El peronismo había terminado de cristalizar como el principal instrumento del imperialismo neoliberal en la Argentina.

Ningún dirigente del PJ alzó la voz (Néstor y Cristina tampoco). Pero tras el desastre de los 90, la rebelión popular del 20 de diciembre de 2001 que se llevó puesto a De la Rúa, y luego que Duhalde fracasara con su giro represivo en Puente Pueyrredón, el PJ tuvo que “re-renovarse”. La versión 2003 encabezada por Néstor Kirchner fue la de un PJ que para garantizar la estabilidad del Estado burgués y reabsorber el proceso desatado con el Argentinazo, tuvo que girar a izquierda. Para este proyecto Néstor Kirchner contó con el apoyo cerrado de toda la burguesía argentina, incluso Cristina Kirchner fue elogiada y apoyada por todo el arco patronal (basta ver la tapa del diario Clarín el día que gana las elecciones en 2007). Pero todo cambió luego de la “Crisis del campo”, allí, buena parte de la burguesía argentina le quitó el apoyo.  Ésta entendió que las concesiones que el kirchnerismo le había tenido que reconocer al movimiento de masas, ya no eran necesarias y que eran demasiado onerosas. Desde allí el kirchnerismo gobernó para la patronal, pero sin el apoyo político de ésta. Es su frustración ante este abandono el que explica aquellos quejidos de Cristina cuando le recriminó a los empresarios que bajo su gobierno ellos “se la habían llevado con pala” y que ella había sido una “pagadora serial” de la deuda externa. Ahora la cúpula K tiene el problema de haber quedado atada a una retórica combativa (aunque vacía de contenido) que no pueden abandonar sin perder en el camino buena parte de su caudal político. Es por eso que está ante una encrucijada. Por un lado siente la presión que sufre por parte de una izquierda que le marca la cancha en las calles y que le disputa una franja de su base, y por el otro el deseo y la necesidad de ser perdonado por el gran capital… pero la burguesía tiene corazón frio, hasta el día de hoy no le perdona a Cristina esos siete años de fricciones.

 

Una crisis burguesa de identidad

 

Como decíamos, el PJ está cruzado por una crisis de identidad con final abierto. Por una parte, están quienes ven que el kirchnerismo es una fuerza demasiado importante (principalmente en la Provincia de Buenos Aires) como para ignorarla si se pretende dar una pelea en 2019. Este sector está representado por el “grupo de los 7” formado por Víctor Santa María, Alberto Fernández, Felipe Solá, Daniel Arroyo, “Chino” Navarro, Daniel Filmus, Agustín Rossi.  Su aspiración era poder llegar a un acuerdo para celebrar una gran PASO en donde tengan lugar los gobernadores, el Frente Renovador, los que jugaron con Randazzo y el kirchnerismo (sin Cristina como candidata) y allí se diriman las listas del PJ.

Por otro lado, están Pichetto y los gobernadores que ven un PJ poskirchnerista y antikirchnerista que deje de una vez y para siempre las veleidades estatistas y que apunte a un modelo absolutamente neoliberal integrado al mercado mundial pero que proteja (vaya a saber cómo) los intereses de la burguesía nacional. En definitiva, apuntan a permitirle a Macri gobernar por ocho años y preparase como alternativa confiable de cara al 2023. Es por eso que para este sector unas PASO de todo el peronismo es una idea impensable; ellas suponen el riesgo cierto de perder contra Cristina y quedar comprometidos con ellos, aunque esto clausure cualquier posibilidad real del PJ de ganar las elecciones en 2019. El presidente del bloque de la Cámara de Senadores lo resume así: “No creo en la idea de la unidad como un valor central (….) Deberíamos hacer un compromiso con la sociedad de renuncia a cualquier modelo intervencionista de corte estatista. (….) y abonar un camino de construcción más ligado a un capitalismo moderno y no a marcos cerrados como fueron en los últimos cuatro años el cepo y la no salida del default.»

En este Juego, Massa y Randazzo ponen un huevo en cada canasta y esperan a ver de qué lado calienta el sol.

En este escenario, la intervención del PJ suma un elemento nuevo que rompe la dinámica que venían siguiendo las negociaciones. Luis Gioja, como presidente del PJ, estaba dispuesto a avalar la jugada panperonista impulsada por el Grupo de los 7. La irrupción de Barrionuevo como interventor portando un discurso abiertamente antikirchnerista busca marginar a Cristina y sepultar la aspiraciones K de volver al redil.

En cualquier caso, la escandalosa intervención dicada por Servini de Cubría es una muestra de las insuperables contradicciones que cruzan al PJ en su carácter de partido burgués garante de la explotación capitalista. No obstante esto, por ahora es preferible terminar el análisis acá. La política es demasiado escurridiza como para encerrarla por medio de una sentencia judicial, y sería prematuro sacar mayores conclusiones.

 

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