En el día de hoy Miguel Diaz Canel, 57 años, miembro de la dirección del Partido Comunista Cubano, reemplazará a Raúl Castro al frente del gobierno. La novedad es, precisamente, que por primera vez no será una persona con apellido Castro la que quedará al frente del Estado.

En el fondo, el cambio no va mucho más allá de esto. Lo que se busca es un recambio más «institucional» que en el largo período anterior marcado por el paternalismo de Fidel Castro y luego por la sucesión de Raúl Castro años atrás. 

Un recambio más institucional con un techo en el mandato sería la alternativa para estabilizar una burocracia que perdida la autoridad de la vieja guardia, busca en este tipo de mecanismos atributos de estabilidad.

Por lo demás, las elecciones para el Congreso que lleva adelante esta elección indirecta del jefe del Estado fueron tan anti-democráticas como siempre; elecciones de partido único. La isla de Cuba sigue más o menos aislada del mundo, bloqueada por el imperialismo yanqui, llevando adelante medidas de restauración capitalista a paso de tortuga; todo digitado por una burocracia que acepta introducir reformas de mercado a cuenta gotas, pero de ninguna manera dejar el poder.

Si con Obama parecía que se abría una vía a una salida negociada de restablecimiento de las relaciones con los EE.UU., de fin del bloqueo y de lenta vuelta al capitalismo, todo bajo el control del PC cubano, con Trump los términos se han modificado, pero no se sabe hasta qué punto.

En todo caso, más allá de estos elementos que venimos analizando periódicamente en estas páginas, nos resultó sumamente interesante publicar testimonios de jóvenes blogueros de Cuba, que desde una posición crítica de izquierda a castrismo (aunque no anti castristas), reflejan agudamente las condiciones de vida de los cubanos y cubanas; una suerte de «aguas fuertes» que son un alegato en contra de la burocracia al mando de Cuba desde hace años, pero que no promueven un retorno al capitalismo, sino más bien esbozan la idea de la democracia socialista como alternativa.

Yassel A. Padrón Kunakbaeva

«Científico, filósofo marxista, activista revolucionario. Un polovina nacido en la Unión Soviética en medio del derrumbe. Cubano de corazón.»

El sábado 10 de marzo la noche habanera estuvo particularmente animada. No puedo decir si se trata de una percepción subjetiva, pero me pareció ver una muestra de esa manera desenfadada en la que los cubanos nos tomamos los momentos complejos de nuestra historia. Tal y como una vez pasamos las vísperas de una guerra nuclear a paso de conga, esta vez enfrentamos la noche previa a nuestras primeras elecciones saliendo para la calle a pasarla bien. Porque se trata de nuestras primeras elecciones, aunque haya habido otras antes, con la misma estructura.

Por primera vez se nos ha dicho que el próximo presidente no será ninguno de esos Castro que hace sesenta años bajaron de la Sierra. La sensación de enfrentarnos a lo desconocido permanece, aunque tengamos casi la certeza de que el elegido será Miguel Díaz-Canel, aunque las listas a la Asamblea Nacional sean grises e interminables filas de cuadros desconocidos. Todo el mundo sabe que Raúl va a seguir siendo el primer secretario del PCC, y que va a seguir siendo el puntal de legitimidad del gobierno. Sin embargo, la zozobra permanece.

Hace mucho tiempo que Cuba vive en un estado de excepción. Bloqueada, cercada y agredida por la nación más poderosa de la tierra, la nación isleña ya no sabe vivir de otra manera. Nadie puede decir si la existencia de un partido único es una conquista meritoria del socialismo o una necesidad impuesta por las circunstancias de una plaza sitiada. Ambas explicaciones coexisten en el discurso oficial, a pesar de que se aniquilan mutuamente. Lo mejor que se puede decir es que el estado de excepción se ha vuelto una costumbre, hasta el punto de que se ha convertido en la normalidad.

La versión, digamos positiva, sobre la ausencia de pluralismo político en Cuba, hace una invocación al espíritu de unidad del Partido Revolucionario Cubano de Martí. Es conmovedora la idea de una unión de todos los patriotas, y tal vez sería posible avanzar con un solo partido si este fuese capaz de llevar dentro de sí la diversidad, si fuese lo suficientemente dialéctico. Pero las estructuras que copiamos del mundo del socialismo real no están hechas para eso. El centralismo democrático fue limpiado por Stalin de todo lo democrático y no quedó más que el centralismo. La idea de la unidad, cuando es aplicada con métodos de ordeno y mando, termina por transformarse en una unidad de cementerio, un desfile de sombras.

La única explicación mínimamente creíble sobre la situación cubana es la que recurre a la razón de Estado. Cuba no puede autorizar otras corrientes políticas porque servirían de quinta columna para el agresor externo. Sin embargo, este domingo, la plaza sitiada se ha llenado de urnas dónde parece incubarse algo diferente, que nadie sabe lo que es. Una gota de incertidumbre se ha colado en un lugar dónde se suponía que todo fuese marcha cerrada.

De estas elecciones va a surgir un nuevo gobierno. Para ese gobierno, los cubanos tenemos un sinfín de exigencias. Queremos salir de la situación de subdesarrollo económico en que vivimos, queremos que nuestros jóvenes no se tengan que ir del país para tener una vida digna, que mejore la situación del transporte, el agua, la vivienda. Exigimos que se lleven adelante esos lineamientos que surgieron de la discusión con todo el pueblo. Esperamos que se promulguen leyes que encaminen al país realmente hacia una situación de prosperidad. Los cubanos queremos vivir dignamente.

Lo más curioso de la situación es que los planes y caminos correctos ya están sobre el papel en documentos oficiales del Partido, y que no se cumplen por la incapacidad de los cuadros y de las estructuras. Este nuevo gobierno, tiene el encargo de traer vida nueva a las estructuras, forzarlas, ser audaz en sus decisiones y actos. Pero si son incapaces de enfrentar el gigantesco reto de arreglar Cuba, entonces no hagan nada. Tan solo no se quejen cuando otros vayan a hacer lo que ellos no pueden. Porque otros vendrán; ninguna unidad fabricada en los sótanos de la historia va a impedir que la sangre caliente de este pueblo salga a la superficie.

 

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