por Violeta Roble

Conocer la historia de nuestra clase es fundamental para poder pensar en perspectiva la actualidad política en la que intervenimos, la historia es una fuente constante de lecciones y aprendizajes para nuestra práctica política concreta. El mayo francés es una de esas gestas fundamentales de las que debemos aprender; se trató de una serie de levantamientos que duró el mes entero de mayo y parte de junio de 1968, comenzó en las universidades y fue ganando el apoyo del resto de la clase hasta que se realiza una huelga general de más de 15 días con toma de fábricas y enfrentamientos en la calle con barricadas.

El 22 de marzo un grupo de estudiantes que levantaban consignas antitimperialistas, en contra de la guerra en Vietnam, en defensa de la organización estudiantil y por una reforma universitaria tomó oficinas de la Universidad de Nanterre. El 13 de mayo arrancó la huelga general en toda Francia que involucra a 10 millones de obreros franceses, en el medio hubo masivas, la policía contaba los detenidos por cientos y los heridos por miles. Pero no solamente importaron las cosas que se hicieron, que fueron muchas, sino que también importaron las cosas que se pensaban y se decían. Es cierto que se echó a un presidente ultra reaccionario, se consiguió un inmediato 10% de aumento de salario, casi un 30% de aumento en los subsidios por desempleo (situación en la que estaban más de medio millón de franceses), y se consolidó el movimiento feminista que conseguiría el aborto en Francia algunos años después. Pero más importante aún es que la gente proponía cambiar todo el sistema de raíz, las paredes gritaban, a través del novedoso graffiti, “la beauté est dans la rue” y al mismo tiempo “sous le pavés, la plage”. Se entendía la importancia de la lucha en la calle y también se planteaba una perspectiva superadora; “debajo de los adoquines está la playa” (por la arena que aparecía cuando se rompía el suelo para sacar piedras que arrojarle a la policía). Cuando lo que está planteado es que la clase obrera alcance su “playa”, un mundo sin explotación del hombre por el hombre, un 10% de aumento salarial es una verdadera miseria.

Ayer

Este año se cumplen 50 años del mayo francés y el año pasado fue el centenario de la Revolución rusa, aniversarios que ponen nuevamente en discusión en el marxismo qué conclusiones sacamos de esos procesos. Por ejemplo, el mayo francés vino a darle la razón a aquellos que decían que el capitalismo del siglo XX por mucho que se hubiera adaptado tenía las mismas contradicciones sociales y económicas inherentes que son el combustible de la posibilidad del cambio revolucionario. Es fundamental comprender que el capitalismo se encontraba en un momento de acumulación, de expansión del imperialismo, de Estado de Bienestar. Muchos autoproclamados marxistas se dejaron convencer por los mitos de la burguesía que sostenían que era imposible una revolución en un país europeo altamente industrializado, Rusia y Europa del Este eran excepcionales, diferentes. Como si el capitalismo fuera capaz de encontrarle la vuelta a sus propias leyes de acumulación de forma tal de garantizar un nivel de explotación “tolerable” que haga imposible una accionar revolucionario en su centro. Nada más alejado de la realidad de Francia de 1968: a partir de que se instaura la huelga general el 13 de mayo comienza a despertarse en toda Francia la clase trabajadora con sus métodos tradicionales. Se organizan comités para tomar escuelas, universidades y fábricas, se llegan a encerrar patrones en oficinas y a encerrarlos soldándoles las puertas, se canta la Internacional mientras se avanza sobre la patronal.

Estos momentos históricos, donde la clase se plantea realmente el problema de la toma del poder, ponen en funcionamiento un nuevo tiempo político, una nueva dinámica, un nuevo ritmo. La militancia revolucionaria muchas veces se pone tareas u objetivos a largo y mediano plazo, porque los tiempos políticos se miden en años, en parte debido a la propia dinámica de la democracia burguesa. Adentrarse a conocer estallidos de la lucha de clase como el mayo francés o la revolución rusa supone el desafío de pensar los tiempos políticos en otra clave, en otro registro de velocidad. En menos de un mes se pasó de una ocupación de oficinas de una universidad a un paro general de 10 millones de trabajadores. En tres días de huelga general se toman 122 plantas fabriles y se coordina entre ellas. Para fines de mayo, el presidente estaba absolutamente acorralado, las patronales empiezan a ofrecer acuerdos que la burocracia intenta hacerle pasar a los trabajadores sublevados: en principio todas las ofertas fueron rechazadas, la clase obrera quería ir por todo. Para el 30 de mayo De Gaulle debe anunciar la anticipación de las elecciones, con lo que empieza el fin del proceso francés.

El problema de las velocidades se vincula con otro problema que aparece al estudiar movimientos insurreccionales: el momento preciso en el que efectivamente se toma el poder, se rompe la legalidad y se da el paso. “Mayo del 68 confirma, a este respecto, la ley de todas las revoluciones, es decir, que cuando unas fuerzas sociales tan amplias entran en acción, cuando lo que está en juego es tan importante, cuando el menor error, la menor iniciativa audaz por parte de uno u otro bando puede modificar radicalmente el sentido de los acontecimientos en el intervalo de unas pocas horas, resulta totalmente ilusorio tratar de “congelar” este equilibrio, sumamente inestable, durante varios años.” Un elemento clásico del estudio de movimientos insurreccionales es la identificación del doble poder, es decir, si la clase logra construir organismos que le sean propios y que disputen con el poder del Estado capitalista. En Rusia hubo soviets, en Francia Comités de Huelga y Acción, verdaderos gérmenes de organismos de doble poder.  “La burguesía se ve obligada a tratar de reconquistar de inmediato lo que las masas le arrebatan en el terreno del poder. Las masas, si no ceden ante el adversario, se ven casi instantáneamente obligadas a ampliar sus conquistas.”[1] Es decir que, si los organismos de doble poder quieren vencer, se ven obligadas a romper con el equilibrio que mantiene la dualidad del poder en lo mediato.

Luego del llamado a elecciones anticipadas, para fines de junio, el gobierno de De Gaulle inicia una avanzada sobre los huelguistas restantes que, debido al desgaste, a las maniobras de la burocracia, a las ofertas de la patronal y a la renuncia del presidente, se habían reducido a la mitad. La burocracia es el agente del gobierno al interior del movimiento sublevado: se encarga de ir fábrica por fábrica desarticulando las ocupaciones, convenciendo a los trabajadores de desocupar, de agarrar la zanahoria que el gobierno saliente ofrecía, infundiendo miedo a la represión si se mantenía la ocupación. El mayo francés fue una escuela para la clase obrera de insurrección, del problema de la toma del poder, y se sacaron muchas conclusiones, siendo una de las más importantes la comprensión de que los PC nacionales eran verdaderos órganos de intervención burocrática estalinista que funcionaban como freno para los asensos políticos. El PC francés, al igual que el resto de los PC nacionales, eran los ejecutores del verdadero significado de la política de “coexistencia pacífica” de Jrushchov. Esta política de la burocratizada URSS sostenía que para evitar una guerra mundial y mayores pérdidas para la clase obrera era necesario que el comunismo y el capitalismo convivan un tiempo. En lo concreto significaba que el PC sería el garante de la gobernabilidad capitalista en occidente. Al menos esa es la conclusión que desde un partido revolucionario debemos sacar, hay otros movimientos que se desencantaron del marxismo en general por la traición del PC y dieron origen a corrientes posibilistas y posmodernas. Qué aprendemos de las experiencias de nuestra clase, qué conclusiones sacamos, orientan nuestra práctica política cotidiana.

Hoy

La importancia de las enseñanzas del mayo francés y, sobretodo, su actualidad se no le escapan a nadie. Daniel Cohn Bendit fue uno de los principales referentes estudiantiles del mayo francés y fundador del movimiento 22 de marzo, agrupación que estuvo a la cabeza de los enfrentamientos de mayo y hoy se lo puede encontrar desempeñando funciones como asesor de Macron, líder internacional de las políticas de ajuste del capitalismo actual. Algunos medios dicen que Cohn Bendit habría sido de los que aconsejaban a Macron no celebrar oficialmente ningún acto por el aniversario del mayo francés. Otros sectores proponían hacer festejos a lo Rusia de Putín quien, por los 100 años de la revolución rusa, hizo una serie de conmemoraciones apropiándose de la fecha y resignificándola para que encaje con sus necesidades políticas. La oposición también vio la oportunidad y Francois Ruffin salió a pegarle diciendo que “Macron celebra mayo del ‘68 todos los días, a los porrazos”. Parece que ganó la mesura y por el momento no se conoce acto alguno oficial por el aniversario de uno de los principales hitos de la historia política del siglo XX. Quizás Macron teme que, así como el mayo francés inspiró en Argentina un año después al Cordobazo, inspire hoy en las masas de obreros y estudiantes que salen a luchar contra sus reformas la fuerza para dar ese salto y deshacer las calles en una lluvia de piedras a su gobierno, hasta llegar a la arena.

[1] Lecciones de mayo del 68, Mandel, Ernest.

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