por Gala Chilavert

El 2 de Junio por la mañana se anunció en simultáneo en Roma y Buenos Aires el nombramiento como nuevo arzobispo de La Plata de Víctor Manuel Fernández tras la renuncia reciente de monseñor Héctor Aguer. Este último presentó en los últimos días su renuncia a las altas autoridades eclesiásticas al cumplir 75 años los últimos días de Mayo, edad que estipula el derecho canónico para la presentación de la dimisión a sacerdotes y obispos, para ser evaluada la posibilidad de continuidad en las funciones de los mismos.

El motivo de fondo para la inmediata aceptación de la renuncia de Aguer no es la cuestión formal del alcance de la edad, sino que respondió a la necesidad de un cambio de figura más afín a los aires “progresistas” de los que se jactan que corren bajo el papado de Francisco. Ese mismo 2 de Junio encabezaba el saliente arzobispo en la catedral platense una misa “en defensa de la vida” y no perdió ocasión para vociferar contra las “exaltadas de pañuelos verdes” y la enorme lucha llevada a cabo por nuestro elemental derecho a decidir sobre el propio cuerpo de las mujeres.

Un legado fiel a las posiciones reaccionarias de la Iglesia Católica y lleno de provocaciones al movimiento de mujeres y LGTBI

Desde el comienzo del paso de Aguer por la arquidiócesis hace 18 años, su prontuario cuenta con posiciones manifiestas en contra de los derechos del movimiento de mujeres y LGTBI. En 2017 prohibió que se imparta educación sexual en los colegios católicos de La Plata declarándole la guerra «a la teoría de género que pretende negar las diferencias biológicas entre el varón y la mujer”.

Su última misión como vocero de la cruzada antiabortista de la Iglesia Católica no opaca otras repugnantes intervenciones previas, como en 2010 en ocasión de la conquista del Matrimonio Igualitario declamando que “la homosexualidad es una abominación” y que «la del matrimonio igualitario es una ley injusta en la Argentina, que va en contra del orden natural, no sólo con lo que piensa la Iglesia». Y así será tristemente recordado por oponerse al uso del preservativo, la educación sexual entre tantas posiciones retrógradas. De todo esto fue también parte el ahora “progre” Papa Francisco cuando era “Bergoglio”, cosa que sus partidarios argentinos olvidan de muy buena gana.

En los tiempos de un movimiento de mujeres que en nuestro país y vastos rincones del mundo no para de crecer, se volvía una necesidad política un cambio de rostro y formas para seguir batallando contra este avance que pone en cuestión siglos de la absurda injerencia de estos arcaicos personajes sobre nosotras y nuestros cuerpos.

Un nombramiento que pretende un cambio de forma para mantener el contenido retrógrado y reaccionario de siempre

El cambio de figura y puesta al frente del arzobispado de Víctor Manuel Fernández, ex rector de la UCA, responde a un intento de dar una impronta más progresista a la Iglesia argentina, colocando a un hombre cercano a Francisco y su impronta. El problema es que esto es sólo un cambio en las formas, una retórica distinta que conserva los posicionamientos históricos de esta verdadera corporación de la opresión, enemigo de los derechos de las mujeres y movimiento LGTBI.

Basta hacer un recorrido algo minucioso por las publicaciones de este personaje en La Nación para dar cuenta de este dispositivo o mecanismo para enmascarar con palabras altisonantes, citas de filósofos, estadísticas, en un lenguaje moderno y pseudocientífico lo que la Iglesia hace siglos repite. Fernández citaba encuestas sobre la preferencia de los argentinos por la familia como institución y espacio de relaciones afectivas por excelencia (que luego se traducen en un reposicionamiento del Observatorio de la Deuda social Argentina de la UCA a la hora de producir conocimiento respecto de las principales problemáticas sociales en detrimento de las universidades públicas y sus profesionales) como si no fuera la familia tradicional el lugar dónde comienza y se reproduce la opresión de las mujeres.

Sin embargo, más allá de palabras o un estilo más aggiornado una nota nos ayuda a ver qué piensa realmente el nuevo arzobispo respecto al derecho al aborto por ejemplo. En la nota titulada “Una vida que tiene derechos y nuestra misma dignidad”[1] publicada el 25/02/2018 argumentaba:

“En ciertos períodos de nuestra historia se intentó trasladar a todos los pobres lejos de la ciudad de Buenos Aires (…). Otros desearían destruir a los ancianos, a los inmigrantes, a los de piel oscura. Pero hasta allí no pueden llegar.” “Si afirmáramos que un ser humano no se puede matar cuando tiene más de tres meses, pero sí cuando tiene unas horas menos, ¿qué racionalidad hay allí? Entonces siempre habrá algún argumento para borrar una vida humana: porque tiene alguna discapacidad, porque es demente, porque es anciano, porque es deforme, porque no sirve al sistema? (…) No nos quedarían razones de fondo para defender una vida humana, más allá de las conveniencias pragmáticas. Los derechos humanos quedarían colgando de un hilo, sin fundamentos que no estén sujetos a discusión.” Y concluye en el razonamiento que intentamos brevemente graficar para reconstruir la ilación lógica: “El niño que fue gestado como resultado de una violación está molestando. Es el testigo mudo que recuerda un hecho doloroso. Surge el deseo de eliminarlo, como si de ese modo se borrara lo que pasó. Esa vida aparece en un momento inoportuno, perturba, complica la existencia. Es comprensible que brote el deseo de destruirlo. Pero simplemente no podemos. Es un ser humano, biológicamente distinto del óvulo, diferente a la vida de su madre y con el mismo código genético que tendrá cuando sea un adulto.”

Dos elementos aparecen luego de semejante despliegue de progresismo, están presentes por un lado la analogía que presenta al aborto como un asesinato o genocidio (eso vociferan los que bendijeron las armas de los milicos en el 76); por otro lado queda manifiesta la oposición a la existencia de los abortos no punibles y la interrupción del embarazo en caso de violación. Si, el nuevo arzobispo considera que en caso de una mujer o niña violada no hay derecho a la interrupción del embarazo. Esta situación está contemplada en el artículo 86 del código penal y permite la realización de abortos en casos donde corra riesgo la salud mental o física de una mujer o en caso de violaciones.

Fue recientemente conocido el caso de una niña de 10 años en Salta, que tras  los reiterados abusos de su padrastro quedó embarazada. “En la Argentina, cada año nacen unos 3000 bebes de madres niñas. Son las que tienen menos de 15 años. En el 81% de los casos, tienen entre 10 y 14 años. «Cuanto menor es la edad de la madre, más probable es la existencia de abuso sexual y mayores son los riesgos de salud asociados para ellas y sus hijos».  [2]

Quedó nuevamente de manifiesto que hablamos de una problemática de salud pública y de género que pese a la sanción de la Corte Suprema de Justicia en 2012 del fallo Fal[3] sigue necesitando que las mujeres estemos organizadas para presionar a las autoridades y recordarles que es una aberración obligar a ser madre a una mujer o niña luego de una violación. Aquello que también quedó claro es que si la sociedad avanza en los pasos en la conquista de nuestros derechos es gracias a que peleamos en las calles para conquistarlos. Tendremos en frente como siempre a la Iglesia que aunque se pinte de progre y escriba distinto no borra ni opaca su profesión de fe en sostener nuestro rol de sujetos oprimidos y las relaciones e instituciones que guardan ese lugar para nosotras.

El problema para la Iglesia y personajes como Fernández  es que nosotras cada vez somos más y más fuertes, nos decidimos a no volver atrás, a cuestionar nuestro lugar subordinado entre otras cosas para conquistar el aborto libre, legal, seguro y gratuito en el hospital este 13 de Junio. Es una oportunidad histórica que nos invita a redoblar la campaña de lucha por el mismo y seguir firmes exigiendo la separación de la Iglesia y el Estado, porque nadie más que nosotras tiene derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y destino.

 

[1] https://www.lanacion.com.ar/2112002-una-vida-que-tiene-derechos-y-nuestra-misma-dignidad

[2]  Fuente informa de Unicef Argentina presente en la nota: https://www.lanacion.com.ar/2041609-embarazo-precoz-alertan-que-el-15-de-los-partos-es-de-madres-menores-de-19

[3] Resolución de la Corte Suprema de Justicia que tras el caso de una niña de 14 años de Chubut violada por su padrastro por la presión del movimiento de mujeres sentó posición para que sean respetados y reglamentados los abortos no punibles. El fallo elimina la necesidad de judicialización, la acción de un comité de bioética o la aparición de la objeción de consciencia para realizar un aborto, alcanza con la voluntad de la mujer y toda institución de salud está obligada a garantizar la realización. El problema fue la dilación del entonces ministro de salud Juan Manzur para redactar un protocolo para la realización de los mismos y el hecho de que no todas la provincias adhirieron al mismo una vez conquistado.

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