Compartir el post "Elecciones en Brasil: La coyuntura y los principales candidatos de la derecha"
por Rosi Luxemburgo
El año 2018 sigue planteando una serie de desafíos para la clase trabajadora brasileña, para las mujeres y para la juventud. Los oprimidos van sintiendo en la piel los ataques a sus derechos, el aumento del desempleo, el empobrecimiento de los salarios y el endurecimiento del régimen político.
Sin embargo, no hay derrotas estructurales, la capacidad de reaccionar no se ha perdido. Las huelgas recientes, de los profesores de la red privada de São Paulo, de los camioneros, de los petroleros y de los carreteros de Río de Janeiro, demuestran la disposición de lucha en diversos sectores que puede transformarse en una ola de indignación que haga frente a la ofensiva reaccionaria en curso. Para esto es necesario que la clase trabajadora esté organizada y que tenga referencias políticas en que pueda reconocerse, de ahí la importancia de representantes y candidatos políticos que reflejen la bronca y que ocupen de una vez por todas el espacio dejado por la traición del petismo.
La crisis del lulismo abre posibilidades para la construcción de una alternativa de izquierda entre sectores de masas. La construcción del Frente Pueblo Sin Miedo (FPSM), integrado por el PSOL, el Partido Comunista Brasilero (PCB) y el movimiento MTST, a pesar de no tener aún gran influencia sobre la clase obrera, ha sido capaz de movilizar importantes sectores de trabajadores y de la juventud. Además, la alianza electoral que tiene a Guilherme Boulos como candidato a la presidencia de la república por el PSOL, a pesar de que es limitada programáticamente, es la expresión política más sana de ese proceso de recomposición de la izquierda en Brasil.
Lo más importante es que esa unidad se da a pesar del ambiente reaccionario y de una supuesta derrota categórica de la clase trabajadora. El componente de participación activa en la lucha, el resurgir de la fuerza de las movilizaciones, es el dinamismo que puede transformar esa candidatura en un gran Frente Único con las características expuestas, y también traer de vuelta la fuerza de la masa trabajadora hacia el ring que más conoce: las calles.
Una elección de ánimo recalentado
Como toda ofensiva reaccionaria, la de Michel Temer combina elementos de castigo a las condiciones de vida de los trabajadores con la mayor defensa del orden, del control legislativo y represivo. Para garantizar los constantes intentos de cambio de las leyes -algunos incluso anticonstitucionales -, para afirmar el ajuste, es necesario un Estado policíaco en su nivel más elevado, que tiene ya ejemplos claros como la intervención militar de Río de Janeiro, el asesinato de Marielle Franco, un sistema jurídico puntual que metió preso al ex presidente Lula, y que actualmente se consagra en la defensa de la “intervención militar”, apoyada por la candidatura de Jair Bolsonaro (PSL), gran defensor y aliado del actual gobierno. Pero la indignación por izquierda mantiene una constante polarización, marcada por la huelga de los carreteros y petroleros, más recientemente.
Todo indica que esta no será una elección «tranquila», los candidatos no disfrutarán de un electorado apaciguado. Los procesos de desequilibrio radicales, tanto por la izquierda como por la derecha, hace que más gente intervenga en la vida pública. Es decir, los constantes «cambios» sociales en esos 5 años demuestran que se ha acabado la etapa «lulinha, paz y amor», marketing de la campaña electoral ultra pacífica que hizo Lula en 2002, que simbolizó muy bien su gobierno de conciliación de clases.
Los candidatos tibios no tendrán oportunidad. Por esa razón, quienes ostentan perfiles más viscerales e «indignados» como el diputado de extrema derecha Bolsonaro y el de centro izquierda Ciro Gomes (PDT), son potencialmente competitivos en la disputa. Aún más con Lula preso desde el 7 de abril, que está afuera de la disputa por lo menos físicamente.
Bolsonaro ¿Títere de la derecha o competidor real?
Aunque todavía sigue habiendo mucho escepticismo sobre las reales posibilidades de Jair Bolsonaro, el nivel que llegó hasta el momento su campaña apunta a que su candidatura es real y tiene apoyo en un amplio sector de las masas, ocupando hoy el candidato el segundo lugar en las encuestas. El temor de que los sectores reaccionarios de la sociedad elijan un candidato homofóbico, misógino, racista y milico, también es real. La ofensiva reaccionaria fue capaz de hacer muchos cambios en la realidad del país.
Esta no es la primera vez que en la política brasileña emergen figuras como la de Bolsonaro; sí es novedoso que una figura así pueda disfrutar de tanto prestigio en una disputa por el poder central. Pero la experiencia indica que cuanto más bajo es el nivel político del candidato, personajes como Bolsonaro son opositores débiles, que tienen la tendencia a deshidratarse políticamente. Lo que aun así traerá desdoblamientos no menos peligrosos, porque tienden a dar espacio, a ceder lugar a figuras más «serias», tan reaccionarias como ellos aunque con más experiencia y cintura política.
La variable posible es que la burguesía logre instalar un candidato propio. Bolsonaro no es el candidato ideal de la burguesía, no posee las aptitudes políticas para cumplir ese papel. Por esa razón no está descartado que sea reemplazado por Geraldo Alckmin o João Doria (ambos del PSDB), pero dependerá de ellos avanzar en las encuestas de intención de votos, cosa que aún no ha ocurrido. Entre los motivos para el débil desempeño del PSDB están las recientes denuncias que implican corrupción, la falta de aliados y las divisiones internas del partido entre Alckmin y Doria. El PSDB todavía no tiene un nombre oficial, pero ambos candidatos son los únicos de sangre pura de la tradicional aristocracia política del sur y sudeste, de la gobernabilidad estable de décadas y décadas.
El hecho es que la izquierda está por detrás de la organización necesaria para competir mínimamente. Y mientras los partidos de la derecha tradicional todavía siguen desarticulados, Bolsonaro sigue en carrera. Su fortaleza está en la militancia diaria de sus reaccionarios y retrógradas simpatizantes; por ejemplo, se presenta en el estado de Acre en la región norte del país, a pesar de que Bolsonaro nunca fue en persona y su partido prácticamente no existe. No obstante tiene casi 40% de crecimiento en las encuestas. Cada día intenta convertirse en un candidato más tragable, ya niega haber defendido el retorno del régimen de la dictadura, y pidió disculpas por ciertas declaraciones racistas y misóginas. Distinto de otros, es un candidato que pone el cuerpo, hace campaña diaria abierta con el electorado en las redes sociales. Con todos sus errores, Bolsonaro es visto como el candidato que tiene por lo menos coraje de hablar de la realidad, no importa cómo. En poco tiempo se sabrá cuánto de prejuicio hay en la evaluación del bajo nivel político del candidato para su campaña.
El desafío, él lo sabe, es lo de no hacer una campaña electoral normal en una coyuntura caliente con una porción grande de la sociedad desilusionada; Bolsonaro en ese marco llegar a convertirse en una alternativa parecida al fenómeno Trump en los EEUU.
Ciro, el falso centroizquierdista
Ciro Gomes (PDT) es economista, fue ministro de Hacienda por el presidente Itamar Franco, ministro de Integración Nacional en el gobierno de Lula, el gobernador más votado proporcionalmente del país para el estado del Ceara en 2006, elegido también su hermano Cid Gomes a diputado federal en el mismo estado. Ciro es un “neodesarrollista” declarado, su programa es la de una candidatura burguesa nacionalista que a su vez se «izquierdiza» con la ausencia del lulismo, puede ser un fenómeno que saque votos del «vacío político» -todavía no ocupado por la izquierda- dejado por el PT. Representa al progresismo confundido. La academia y sectores más amplios anti Temer, son los que pueden llamar a votarlo ya en la primera vuelta. Ciro le disputa a la izquierda después de haberse posicionado contra el impeachment a Dilma Roussef. Su oposición pública y algunas veces acalorada contra Michel Temer lo convirtió en una figura política aún más conocida, es un orador de buena retórica y con mucho conocimiento de la maquinaria pública por su carrera política de sólida gobernabilidad capitalista.
Ciro es el único candidato además de Boulos (PSOL) que no está involucrado en ninguna denuncia de corrupción. Lo que es difícil de creer, pues fue ministro de Lula en el mandato de 2002 en adelante, marcado por el escándalo del «Mensalão». Es un candidato que habla de “justicia social” pero es machista y homofóbico, tiene rasgos populistas, pero de mucha incoherencia política.
Es difícil hacer una definición clara sobre lo que piensa Ciro Gomes, na figura que pasó por más de 10 partidos políticos de distinta envergadura. Lo cierto es que posee a través de su partido un cierto capital político de la vieja izquierda, el PDT fue fundado por un grupo de políticos “de izquierda” liderado por Leonel Brizola, es el único partido político brasileño con representación en la “Internacional Socialista”. Además es el partido de la “Fuerza Sindical”, que enterró la huelga general en sus categorías, a cambio de ya haber cerrado cuentas con el gobierno para garantizar el impuesto sindical.
Ciro Gomes no es el PDT, pero lleva con él toda la confusión reformista/conservadora del partido y su central sindical, su fortaleza es la de su aparato. Lo que muchos no saben es que Ciro tiene origen en la derecha más tradicional del nordeste, en el estado de Ceará, es heredero de más de un siglo de oligarquía y del viejo coronelismo*. Hasta su lenguaje pone al descubierto los principales rasgos groseros de los coroneles, tan bien ilustrados en las obras de Jorge Amado. Es importante despejar toda la confusión ideológica en torno a Ciro Gomes y Jair Bolsonaro, demostrando que la derecha y los oportunistas deben ser combatidos.
¡Vamos con Boulos y Sônia sin miedo de cambiar Brasil!
*Se trata del viejo sistema político tradicional de Brasil durante la “vieja República” de fines del siglo XIX y principios del XX, con ciertas similitudes a los caudillos del interior argentino. Los coroneles eran latifundistas que ejercían de hecho todo el poder económico, político y social de las regiones que dominaban.