J.L.R.
Todo es histórico en esta pelea. Comencemos por una cronología de las etapas de la misma, la que ya por lo largo tiempo de la lucha, muestra el carácter extraordinario que estamos señalando.
La pelea por la planta 3
El conflicto comienza con la realización de asambleas en ambas plantas (la 3 y la 4) cuando el 7 de abril la empresa lanza la primera tanda de “suspensiones”. Desde el comienzo el sector independiente de la interna sospechó que se trataba de suspensiones discriminatorias con una cantidad desproporcionada de compañeros activos (es decir, que se plantan contra las injusticias) en las mismas.
El sindicato, cómplice, no les veía “ningún problema”, y no quería hacer nada. Lo primero que se discutió entre el activismo fue intentar ganar la planta 3, la más grande (pero con personal menos calificado, y algo más “atrasada” políticamente, más controlada). La 4 era “zona liberada” desde hace tiempo. Por eso, la tarea estratégica era ganar la planta 3 para cuando se vinieran los despidos. Una tarea nada sencilla porque en ella tenía mayoría la Verde, como ya está dicho.
La segunda etapa comenzó el jueves 2 de mayo. La empresa comunicó que no sólo renovaba las suspensiones, sino que agregaba nuevas. En realidad, reincorporaba al trabajo alguno de los suspendidos de planta 3, pero a ninguno de la 4, además de que no hacia lo propio con ninguno de los activistas en general, y cometía la provocación de suspender otros activistas más.
La Verde volvió a decir que “no pasaba nada”. Pero su complicidad era ya evidente. No se trataba de “suspensiones” sino de despidos encubiertos y había que salir a pararlos (es mejor “morir de pié” que sin dar batalla; esa es la preocupación que trasmitimos desde nuestro partido en este momento de la lucha[1]).
Se decreta el paro en la planta 4 durante el jueves 2 y el viernes 3, pero con la debilidad de no lograrse parar la planta 3 dirigida por la burocracia. Aquí se marca, entonces, una primera debilidad estratégica que no se pudo remontar a lo largo de todo el conflicto: no se logra parar esa planta por lo que la fábrica queda dividida desde el comienzo de la lucha.
El lunes 6 el activismo se había preparado para seguir parando con los suspendidos en la puerta metiendo presión. Sin embargo, para sorpresa general, a las 6 de la mañana todos pueden entrar. Algarabía general. La idea era que la empresa había “retrocedido”. Pero se trató de una provocación. Más o menos a las 8.30 de la mañana se informó que había sido un “error administrativo” y mandó a salir a todos los “suspendidos”. ¿Quién en su sano juicio puede creer que los compañeros suspendidos, que ya se sabían despedidos, iban a salir de la planta? Ipso facto se negaron a salir: se decretó el paro en planta 4 y se realizó el “ademán” de bloquear la salida de camiones.
Ni lerda ni perezosa la patronal ordenó vaciar la planta a partir de las 14 hs., ordenó al turno tarde no asistir a la planta decretando un lock out de conjunto; es decir, a partir de las dos vació ambas plantas. Un grupo de compañeros suspendidos se mantuvo firme dentro de planta (esto insistimos desde nuestro partido, que no se saliera bajo ningún concepto), pero a media noche, entre el cansancio y las recomendaciones del abogado del PTS, finalmente se retiraron.
El acampe
Así las cosas, al otro día (martes 6 de mayo), con el lock out patronal en curso, a las siete de la mañana, se realizó el primer corte exitoso de la Panamericana y se comenzó a instalar el conflicto. Inmediatamente la patronal anunció los 69 despidos “justificados” amparándose en la “ocupación de la planta” y el violentamiento de la “propiedad privada”, denunciando los “bloqueos” y uno o dos días después convocó a trabajar al resto de los trabajadores garantizándose la “normalidad” con un brutal operativo de militarización de la planta con pocos antecedentes (Fate, Kraft, el Casino y no muchas plantas más en este nivel de militarización), por no olvidar los perros guardianes de la burocracia Verde. Los compañeros de adentro denunciaron que no podían charlar en grupos de más de tres compañeros, que no podían ni ir al baño tranquilos, que el comedor estaba “copado” por las “fuerzas del orden” que se comían su propia comida… Como se ve, todo muy “legal”.
Mientras tanto, los compañeros despedidos montaron el acampe afuera, acampe que recibió la solidaridad de toda la vanguardia obrera y de la izquierda de la zona y para el sostenimiento del cual nuestro partido y, sobre todo, nuestra juventud, se jugaron enteros, siendo siempre los que más militancia tenía presente.
A partir de esa fecha se lanzaron actividades de amplísima difusión de la lucha: nuevos cortes en la Panamericana, cortes en Callao y Corrientes, fondo de huelga, recorrida de Universidades, volanteo y patoteada de la Verde en la puerta de Volkswagen, ida a otras puertas de fábrica de la zona, etcétera.
La preparación de la ocupación
Y lo más importante de todo: se comenzó a debatir entre el colectivo de los despedidos la necesidad de entrar a la planta y forzar el paro adentro. No se trataba de “colgarse” del punte-grúa por colgarse: se trataba de llevar a cabo una acción decidida que facilitara que se parase adentro, al menos en planta 4 y, si fuera posible, también en la 3; facilitarle a los compañeros adentro -sometidos a un verdadero clima de terror- que pudieran parar con la “excusa” del reingreso de los despedidos.
Esta decisión se dilató demasiado, sobre todo por las dudas colocadas por el PTS. Sin embargo, aun así, finalmente se acordó realizar la acción el martes 27 de mayo, la que se llevó a cabo con enorme éxito desde el punto de vista del ingreso de los compañeros y lograr llegar al “punte-grúa”.
Sin embargo, no se pudo evitar una debilidad estratégica: no se logró el paro adentro; no se logró romper el cerco en planta 3, y en planta 4 los compañeros se dividieron, una parte simpatizó con la acción, pero otros se asustaron y fueron llevados al comedor por la burocracia. La patronal, con la ayuda de la Verde, comenzó a vaciar nuevamente la empresa. En poco tiempo, los compañeros quedaron solos dentro de la planta, acompañados solamente por Damian (el único delegado que no arregló) y “custodiados por expertos”: un cuerpo profesional de represores, fiscales, abogados, jueces, etcétera, todo lo que se les pueda ocurrir de las “fuerzas del orden”.
Hay que decir, además, que en el ínterin de la decisión de ingresar a la planta, dos delegados independientes pero muy de base de la planta 4, “silvestres”, sin partido, arreglaron por gruesas sumas con la empresa, cumpliendo un objetivo desmoralizador tanto entre los despedidos que como hacia los compañeros de adentro.
Demás está decir que la Verde se agarró de este hecho como de muchos otros para meter mugre, miedo, para hacer lo que hace toda burocracia: meter cizaña, crear desconfianza, meter división en las filas obreras azuzando la “guerra de todos contra todos” en vez de la solidaridad obrera[2]; hizo esto incluso apelando a argumentos inverosímiles que nadie podría creer: que desde el puente-grúa se les “tiraba tuercas” a los trabajadores abajo e idioteces por el estilo.
Colgándose del puente-grúa
A partir del martes 27 y hasta el sábado 31 se llevó a cabo lo que se podría llamar, específicamente, la gesta de los nueve compañeros en el puente-grúa. Compañeros que contaron con el apoyo de las organizaciones de izquierda, de la vanguardia obrera, estudiantiles, de derechos humanos y demás que desde el primer minuto que subieron al puente los apoyaron con un bloqueo de los portones que duró todos esos días, que llegó a afectar siete puntos de salida de la planta, que paralizó entre cuatro y cinco de las terminales más importantes del país en un hecho sin precedentes, y que constituyó una gesta histórica de la nueva generación obrera y militante.
La historia posterior es conocida. Se reunió la plana mayor del gobierno el viernes 30, se decretó la conciliación obligatoria el sábado 31, los compañeros se bajaron del puente (a decir verdad, la situación en él ya era insostenible), se abrió una crisis en el gobierno por el acuerdo, el gobierno de Scioli en pleno acuerdo con Cristina, Débora Giorgi y Pignanelli (que militaron contra la conciliación y pidieron la sanción penal de los 9 compañeros) desconoció la conciliación –un hecho sin mayores antecedentes, ni el lunes 2 ni el martes 3 los despedidos pudieron ingresar a la planta como se había acordado (el primer día se realizó una gran concentración en la puerta, el segundo, nuevamente por orientación del PTS se organizó un verdadero “velorio” en la misma, algo inexplicable), y a partir de ahí se planteó un nuevo escenario –la última fase de la lucha- con los compañeros permaneciendo afuera, continuando llevando a cabo un sinnúmero de iniciativas, manteniendo el acampe contra viento y marea, soportando el hecho de que algunos compañeros arreglaran, haciéndole el aguante a Damian, el único delegado que no se vendió, que se sintió afectado por las amenazas a su familia, y que ahora mientras planifican nuevas acciones como una posible jornada nacional de lucha (en la que viene insistiendo nuestro partido desde hace días), comienzan paralelamente a dar curso al recurso judicial de no arreglar e ir por la reinstalación (tomándose de los antecedentes de Eco-carnes, de Fate, de Firestone, de Kraft y varios otros).
[1] Adelantémonos a señalar que en toda lucha obrera real, la elaboración de la política, de las respuestas para la misma, siempre es una labor colectiva entre el conjunto de los trabajadores, el activismo y el o los partidos de la izquierda; nunca se podría tratar de “recetas de laboratorio” sino de una experiencia dónde tanto el partido y los trabajadores aprenden unos de otros y aportan las orientaciones para la lucha. En todo caso, la organización revolucionaria aporta la experiencia histórica acumulada; mientras que los trabajadores del lugar de trabajo colocan los elementos que tienen que ver con las condiciones concretas de dicha pelea; de esa “fusión” sale entonces la política para el conflicto.
[2] Señalemos que en el seno de la clase obrera conviven objetivamente dos tendencias subproducto de las condiciones creadas por la realidad de la explotación del trabajo capitalista: la tendencia a la competencia entre obreros (no olvidar que cada contrato de trabajo es individual) contrapuesta a la otra tendencia: a la de la solidaridad que se despierta por el carácter colectivo del trabajo. Ambas tendencias conforman una suerte de “doble alma” en el seno de la conciencia de los trabajadores y está claro que la burocracia apela siempre a los elementos más atrasados de la misma; a la desnuda “necesidad” contra los elementos de conciencia, políticos, de solidaridad de clase, los gestos de desprendimiento.