Importantes manifestaciones de protesta contra el gobierno del Viktor Yanukovich se vienen desarrollando en las últimas semanas en Kiev, capital de Ucrania, y otras ciudades, principalmente al occidente del país. Fueron detonadas por el rechazo al proyecto de acuerdo con la Unión Europea, que se venía negociando.
De inmediato, la prensa occidental salió al ruedo dándoles difusión y un nada disimulado apoyo, sobre todo después que uno de los sectores que participa en las manifestaciones –el partido Svoboda (Libertad), de extrema derecha–, derribó una gran estatua de Lenin. Svoboda es junto a la Unión Panucraniana Batkivschina (Patria) de la ex primera ministra Yulia Timoshenko y la Alianza Democrática Ucraniana para la Reforma (UDAR) del boxeador Vitali Klitschko, uno de los partidos que encabezan las manifestaciones contra el gobierno de Yanukovich.
Junto a la prensa occidental, las cancillerías europeas y el Departamento de Estado también salieron a la cancha a patear del lado de los manifestantes. “Washington –informa la Agencia AP, 02/12/2013– calificó de ‘inaceptable’ la represión de la policía contra los opositores. ‘Instamos a los líderes de Ucrania a respetar los derechos de su pueblo a la libertad de expresión y reunión’, dijo Jay Carney, vocero de la Casa Blanca.”
Claro que la Casa Blanca y la Unión Europea no expresan la misma “preocupación” por la “libertad de expresión y reunión” en Egipto –donde masacra su amigo, el general al-Sissi– o por el fraude y el sistemático asesinato de opositores en Honduras.
Para complicar el panorama, digamos que, aunque la prensa occidental informó menos al respecto, también hubo manifestaciones en sentido contrario, de repudio al proyectado acuerdo con la UE.
En el marco de un descontento popular generalizado y que viene de muy lejos, el detonante de las protestas y enfrentamientos fue el rechazo en la Rada, el parlamento de Ucrania, de un proyecto de acuerdo para profundizar los lazos económicos y políticos con la UE.
El acuerdo no implica que Ucrania llegaría a ser miembro del pacto comunitario ni mucho menos. Por ejemplo, Ucrania no entraría en el “espacio Schengen” de libre circulación de personas. El acuerdo impondría además a Ucrania una serie de obligaciones que irían limitando sus relaciones económicas y comerciales con Rusia. Brevemente, para estrechar lazos con Ucrania, la UE exige una paralela ruptura con Moscú.
Con una infraestructura productiva que en gran medida sigue ligada a Rusia –herencia de la ex Unión Soviética–, no está para nada claro que esa ruptura y la simultánea adscripción a la UE (y ni siquiera como miembro pleno) vayan a solucionar los problemas que han hecho ir a Ucrania de tumbo en tumbo y de crisis en crisis desde su “independencia” tras la disolución de la URSS en 1991. Por lo pronto, una de sus primeras consecuencias sería el cierre de un sector de medianas y pequeñas industrias que viven de exportar a Rusia.
Al mismo tiempo, hoy día la Unión Europea pasa por su peor crisis. Aunque en estos momentos no se agudiza, tampoco se soluciona. Dentro de la UE y la eurozona no se apagan los cuestionamientos contra el euro y contra la propia Unión. Es paradójico que en Ucrania haya más “europeísmo” que en muchos países de la UE, castigados por la Troika. Pero, al mismo tiempo, es comprensible.
Efectivamente, a pesar la grave crisis de la UE y de las condiciones draconianas que impone Bruselas en el rechazado proyecto de acuerdo, hay grandes (y falsas) ilusiones en amplios sectores populares, especialmente de la región occidental de Ucrania, sobre los beneficios de un acercamiento a Europa occidental… y de un alejamiento simultáneo en relación a Rusia.
El telón de fondo de todo esto es un descontento popular crónico por la situación del país, que como señalamos ha ido de mal en peor desde la independencia.
Cuando gobiernan los sectores pro Moscú, la bronca va contra ellos. Luego, cuando suben los pro UE, la decepción y el descontento cambian de blanco. Tales han sido los vaivenes del péndulo político de los últimos años.
Así, a fines de 2004, el descontento con el gobierno pro ruso y el fraude electoral que organizaba, hizo estallar la llamada “Revolución Naranja”. Gracias a ella, asumió finalmente la presidencia el líder pro occidental Víktor Yushchenko (presidente 2005-2010)… que luego se incineró a velocidad supersónica. Esto implicó el entierro de la “Revolución Naranja” y el triunfo en 2010 del pro ruso Viktor Yanukovich, actual presidente… que ahora enfrenta protestas generalizadas. Pero las oscilaciones no logran salir de la falsa alternativa Rusia u Occidente, ni de los respectivos políticos patronales súper corruptos que las representan.
Estos son personajes mafiosos que al restaurarse el capitalismo se constituyeron en burgueses saqueando el patrimonio estatal… igual que en Rusia, Bielorrusia y demás repúblicas de la ex URSS. Ucrania tiene la particularidad de que los nuevos ricos se han dividido alrededor de las relaciones (y vasallaje) con Moscú u Occidente.
Yushchenko, aunque ubicado en el bando pro Moscú, intentó una negociación con la UE que finalmente no llegó a nada. Por un lado, Moscú está armando su propia “área de libre comercio” con Bielorrusia y otras repúblicas de la ex Unión Soviética, y presiona con todo para la integración de Ucrania. Por el otro, como señalamos, la UE presenta exigencias en sentido opuesto, sin mayores concesiones a cambio.
Esta puja interburguesa puede salirse de control y pasar a terrenos más violentos. Es que Ucrania arrastra una serie de diferencias regionales que pueden usarse de combustible para luchas fratricidas. Entre ellas están las diferencias de idioma, de comunidad religiosa, etc. Al este hay un amplio sector rusificado, en muchas ciudades y regiones mayoritario; al oeste domina el idioma ucraniano. Al este, el credo ampliamente dominante es el ortodoxo; al oeste, los “uniatos”, relacionados con la occidental Iglesia Católica, les hacen competencia.
Si se observa un mapa electoral de Ucrania, puede verse cómo, en las distintas elecciones, las mayorías de votos suelen también variar en dos regiones, al este y al oeste. En los oblasts (provincias) de la primera suelen predominar los votos a los partidos pro rusos; en los oblasts de la segunda, a los pro occidentales. Las oscilaciones del péndulo político se dan en ese marco. En el 2010, cuando los pro occidentales venían incinerados por la desastrosa presidencia de Yushchenko, mantuvieron sin embargo la mayoría en varios oblasts de la frontera oeste, con el agravante de que en dos de ellos los más votados fueron los fascistoides de Svoboda.
Asimismo, socialmente, el grueso de la clase obrera y trabajadora se ubica principalmente en el este, donde la mayoría vota a los partidos pro rusos, en primer lugar al Partido de las Regiones, que hoy gobierna con Yanukovich. El Partido Comunista de Ucrania (KPU) es sólo uno más de la pandilla pro rusa. Se presenta a elecciones con discursos de “izquierda”, tanto en relación al balance de la ex URSS como a los partidos burgueses… pero su bloque de diputados en la Rada vota siempre por el gobierno.
El desastre histórico de los estados burocráticos (como la ex Unión Soviética) puso en cuestión, en todo el mundo, al socialismo como alternativa al capitalismo. Pero, en esos países dejó un verdadero agujero negro en la conciencia de las masas trabajadoras. La necesidad de una alternativa obrera y popular independiente de la burguesía y realmente socialista, es más aguda aún en Ucrania, que puede estar en camino a graves enfrentamientos.