Nobleza obliga: Cristina no dice más que la pura verdad cuanto califica a la gestión K de “pagadores seriales”. Así es: ningún gobierno en la historia argentina ha pagado tanto. Como acabamos de ver, eso no habilita a decir que éste sea el gobierno del “desendeudamiento”. Más exacto sería decir que los K pagaron mucho, dejaron de endeudarse (que no es lo mismo que “desendeudarse”) durante un tiempo, y desde hace uno o dos años, y cada vez más, el gobierno ya no sabe qué hacer para volver a endeudarse a lo grande. Es la admisión de un fracaso gigantesco: después de una década de pagar a lo bestia y hablar de “chau al FMI” y paparruchas parecidas, al kirchnerismo le queda hoy una sola carta en materia de manejo de la deuda pública. Y esa carta es rogar a los otrora denostados “mercados financieros” e “instituciones multilaterales de crédito” que les permitan, por favor, endeudarse de nuevo.
Pocos recuerdan que al comienzo mismo de su gestión, Néstor Kirchner llegó a proponer, en septiembre de 2013, una reestructuración de 94.000 millones de dólares de deuda con una quita nominal del 75% y sin intereses. Era mucho: en 2004 ya se reconocían los intereses vencidos. Y en 2005 se concretó el máximo orgullo K: el canje de 82.000 millones en bonos con quita nominal del 65% (la real se acercaba al 45-50%), y una adhesión de tres cuartos de los acreedores. Fue aquí que se habló de “solución definitiva al problema de la deuda”. Discurso que se acentuó con el pago de la deuda con el FMI, 9.500 millones de un saque, en enero de 2006.
Los años dorados fueron pasando, el efecto del canje se notaba menos, la carga de la deuda se hacía mayor y ya sobrevolaban los buitres. Fue así que en 2010 se reabrió el canje (algo prohibido en 2005; hubo que hacer una ley especial) con otra reestructuración de bonos por 12.000 millones, con lo que el porcentaje de acreedores en canje llegó al 92%.
Aquí, como de costumbre, el gobierno aseguró que los buitres eran “marginales” y que todo estaba en orden. Por supuesto, se cuidó de decir que para los “mercados” el default de 2001 seguía (y sigue) tan vigente como antes. Pero eso importaba poco, porque el “relato” era que nos arreglamos solos. Somos argentinos y nos la bancamos; si el FMI, el Banco Mundial y toda esa gente no nos presta un mango no nos importa; nos sobra la guita, no la queremos, que se la guarden. ¿Se acuerdan, no?
Además, todavía en esa época estaba el amigo Chávez, que aportaba su mano generosa de petrodólares cuando hacía falta. En esos años (2006-2011, más o menos) a él también le sobraba la plata, no como al pobre Maduro ahora. Hasta se habló de préstamos de China, pero eran cuentos chinos.
Lo peor empezó en 2012: junto con el creciente y ya inocultable deterioro de la economía, de la capacidad de pago, de la entrada de divisas, del crecimiento, empezaron a llover las sentencias desfavorables en los tribunales de EE.UU. El gobierno, con su habitual falta de previsión, lo consideró siempre un tema menor, y Cristina todavía se animaba a dedicar parrafadas a los buitres, a Griesa y a los tribunales yanquis. Lo cual sería muy loable si hubiera bancado esa postura hasta el final, en vez de pedir la escupidera, callarse la boquita y contratar a un ex funcionario de George W. Bush para hacer lobby (inútilmente, como se vio) ante la Corte Suprema yanqui.
Así, 2013 fue más y peor de lo mismo: más escasez de divisas, más ajuste, más inflación y más preocupación por el juicio de los buitres, que seguían sumando victorias en los tribunales (en agosto la Cámara de Apelaciones sostuvo el fallo de Griesa de 2012). Mientras tanto, la Argentina honró religiosamente pagos anuales de entre 6.000 y 12.000 millones de dólares durante todos y cada uno de los años de la gestión K. El juicio buitre, la espada de Damocles que venimos señalando insistentemente desde hace tiempo aquí, sólo fue considerada como tal por el gobierno cuando se le vino encima.
De modo que la relación entre el discurso kirchnerista y la deuda es similar a la relación entre la mentira (o expresión de deseos) y la realidad. “Resolvimos la deuda”… pero volvió a ser un problema insoluble. “Nos desendeudamos”, pero en realidad no fue así, y sólo se crearon las condiciones para volver a endeudarse. “Nos independizamos de los poderes financieros”… sólo para ahora volver a pasar la gorra humildemente frente a ellos. “Nos arreglamos con lo nuestro”… hasta que llegó el momento de pedir a los de afuera. “Buscamos la unión financiera latinoamericana”… pero eso no era otra cosa que pedir prestado (o prestar, según el momento) a los gobiernos amigos, hasta que a todos se les acabó la nafta (y del “Banco del Sur”, ni noticias). Y la mejor de todas: “Jamás les pagaremos a los buitres”… y ahora el gobierno le prende velas a Santo Tomás Griesa para que les conceda la oportunidad de negociar con ellos cómo pagarles.
Tal es la triste parábola de lo que comenzó autoproclamándose gesta nacional, popular, latinoamericana, emancipadora, etc., sólo para volver, con el caballo cansado y la cabeza gacha, a la vieja noria del endeudamiento externo.
Marcelo Yunes