Después de casi tres meses de luchar contra la patronal por el despido arbitrario e injustificado de 60 compañeros trabajadores, finalmente se levantó el paro y el acampe. Después de la valiente lucha que dieron los compañeros, el saldo es la reincorporación de 40 compañeros y el resto (el sector más activista, aunque algunos fueron reincorporados) en la calle. Toda lucha deja sus enseñanzas acerca de la situación general pero también sobre lo que no se puede, se puede y se debe hacer. Trataremos a continuación de analizar algunos elementos para hacer un primer balance de la lucha de los trabajadores de CALSA.
El primer elemento, sobre los despidos, habla de la situación más general del país. Nos referimos al ajuste económico que el gobierno y las patronales, con la ayuda de la burocracia sindical, están descargando sobre los hombros y los bolsillos de los trabajadores y que se va profundizando mes a mes.
Tenemos que advertir que la patronal de CALSA no despidió a los trabajadores por baja de la producción. De hecho hasta días antes de que comenzaran los despidos, la fábrica estuvo produciendo a full. A diferencia de otras industrias como la automotriz, que sí despiden y suspenden porque las ventas bajan, en el caso de CALSA, del sector alimenticio (de los últimos en ser golpeados por las crisis), los despidos se hicieron en forma preventiva para sacarse de encima al activismo. De esta manera, la patronal intentó quedar en mejores condiciones para los tiempos de ajuste que vienen, y no solamente con la intención de poder despedir sin que vuele una mosca sino también para poder exigir mayor «colaboración», aumentar los ritmos de producción y demás atropellos a los que las patronales están acostumbradas, frente a una interna y activistas que se plantaban ante ciertas situaciones y que había incluso conseguido en paritarias anteriores aumentos superiores al resto del gremio.
Ante una situación de ajuste, en la que a las patronales no les tiembla el pulso de pasar de suspender o licenciar a decenas de trabajadores a despedir, 60, 70 ó 200 de un plumazo, los sectores de luchadores también tienen la necesidad de dar una vuelta de rosca más en las medidas que toman.
Además de los ataques de la patronal, a los trabajadores de CALSA se les sumó la influencia desmovilizante de la burocracia sindical. Desde un primer momento la dirección del STIA se jugó a que el conflicto se perdiera. Para esto, lo que hizo es jugarse al desgaste de los compañeros, llevándolos por el camino legal de la lucha en complicidad con el gobierno a través del Ministerio de Trabajo. Como comentamos en notas anteriores, los aportes económicos que hizo a los trabajadores en lucha fueron miserables y no intentaron siquiera poner el conflicto de CALSA en la mesa de negociación de paritarias. Y en la medida más importante que realizaron los compañeros (el corte del Puente Pueyrredón) el sindicato no participó pero sí llevó a posteriori el mensaje de Morán (secretario general) de que estaba muy enojado por la cantidad de banderas rojas.
En la lucha no todos los compañeros tienen el mismo entendimiento de los distintos actores. En el caso de CALSA, al margen de que al menos desde nuestro partido dimos la discusión, los compañeros que estaban más a la vanguardia y tenían más claridad del rol que estaba cumpliendo la burocracia (dilatar, aislar el conflicto) debían sumar a esa comprensión a los compañeros que todavía confiaban en el sindicato y de esa manera sacarse los grilletes de la burocracia y redoblar las medidas de lucha, que después del corte del puente era una necesidad concreta.
Al mismo tiempo, viendo cómo el gobierno es cómplice de las patronales que explotan y despiden a su antojo, ejecutando el ajuste económico que la burguesía le exige, entendemos que parte de la pelea por lograr las reincorporaciones era denunciar este ajuste. Si bien organizaciones propias del gobierno se acercaron a la lucha de CALSA, sólo lo hicieron de la boca para afuera y no hicieron nada concreto para que esa lucha triunfe. Basta escuchar los discursos de Cristina alrededor de las distintas luchas de trabajadores para ver que el propio gobierno está a favor de que los despidos y suspensiones sigan su curso. Al denunciar los despidos en CALSA como parte del ajuste económico del gobierno nacional, el conflicto habría adquirido el carácter político del que carecía, nacionalizando el conflicto e intentando unificar y coordinar con otras luchas en proceso.
Después de levantado el acampe, la sensación de muchos compañeros obviamente era de derrota. Compartimos en parte ese balance ya que quedaron afuera compañeros muy valiosos, pero al haber sido reincorporados algunos compañeros activistas, se terminará de determinar si fue una derrota o no cuando la lucha de clases ponga a prueba nuevamente a esos compañeros y se vea si la fábrica se convierte en una tumba o si saldrán a luchar nuevamente con la experiencia adquirida de estos últimos meses.
No se ganaron todas las reincorporaciones pero es seguro que se ganó en experiencia, organización y cierto avance en la conciencia de una parte de los trabajadores que salieron a luchar. Desde el Nuevo MAS apostamos a ese avance, saludamos una vez más a los compañeros de CALSA y seguimos a disposición para aportar en lo que podamos, para que las luchas de los trabajadores sean una sola y podamos así derrotar el ajuste del gobierno y las patronales!!!
Leazo Hiro