“Los giros en el discurso no suelen ser un límite difícil para el kirchnerismo; tampoco lo fueron esta vez. Por eso ahora, pasado el blanqueo de la presidenta de una negociación con los holdouts, que es y siempre fue el único camino para evitar el desastre de otro default, en el kirchnerismo (sin haber hecho siquiera duelo alguno) ya contaban las ganancias que dejará la normalización de las relaciones financieras con el mundo (…). Pasaron así de la epopeya del desendeudamiento a la pasión por poder endeudarse barato, cubrir los baches y recuperar la iniciativa” (R. Rabanal, Ámbito Financiero, 23-6-14)
Se acabó la mentira. Tal como adelantamos la edición anterior, el gobierno asumió que si no quería tirar a la basura toda su estrategia externa del último año y medio (a saber, volver a los mercados para endeudarse) sólo le quedaba arrodillarse ante la justicia yanqui y acatar el fallo de Griesa.
El discurso de Cristina el lunes 16, el día del fallo de la Corte de EE.UU., no había despejado las dudas. Había una nueva oportunidad en el acto del Día de la Bandera, el 20 de junio en Rosario. Y Cristina dejó todo muy claro, de la manera más espectacular. En el mismo momento en que La Cámpora intentaba montar en el Cabildo un nuevo circo K con la consigna “Patria o buitres”, la presidenta respondía en Rosario optando… por los buitres.
Pocas veces se debe haber dado una situación así. En Rosario había una multitud, y el discurso fue seguido por millones en televisión, pero el verdadero destinatario del mensaje presidencial era una sola persona, que ni siquiera la estaba escuchando en vivo: el juez Thomas P. Griesa, de Nueva York. Y era un comunicado de capitulación oficial.
No hay ninguna exageración: Cristina sabía muy bien que se acababa el tiempo de las arengas y de las sanatas, y que había llegado el momento de responder a una pregunta muy simple: ¿va a acatar el gobierno argentino el fallo, sí o no? La respuesta de la presidenta en Rosario no pudo ser más enfática: un sí rotundo a pagar la deuda “al 100 por ciento de nuestros acreedores”. A buen entendedor, pocas palabras: el kirchnerismo siempre había hablado (incluida la propia Cristina cuatro días antes) de honrar la deuda reestructurada, esto es, con el 92% que había entrado al canje. Hablar del 100% incluía a los buitres, por primera vez.
¿Por qué tantas atenciones a un juez contra el que los K habían vomitado fuego? Porque el gobierno sabía que un brote de cólera de Griesa podía destruir la última tabla de salvación tras el fallo de la Corte: abrir una negociación con los buitres: “Expertos internacionales consideraban que tanto el tono cauto y técnico que había utilizado Cristina Kirchner en su discurso en Rosario como el pedido formulado al juez Griesa para la reinstalación de la medida cautelar que permite el pago normal de la deuda en Nueva York contribuyeron a calmar las aguas con el magistrado norteamericano” (L. Franco, Ámbito Financiero, 25-6-14).
El mensaje fue recibido: desde el lunes 23, los “mercados” desataron su euforia, con caída abrupta del riesgo país, suba infernal de los bonos de deuda y de las acciones de empresas argentinas, derrumbe del dólar blue. Fue la forma que tuvieron de decir “bienvenida Cristina, te estábamos esperando”.
Tan clara y sin fisuras fue la decisión del gobierno de agacharse ante el dictamen del tribunal imperial que el resto de la oposición de derecha se quedó sin nada que objetar: Cristina hacía lo que ellos siempre le pidieron que hiciera.(1) Tanto es así que la única “crítica” al kirchnerismo fue su demora en apartarse del camino del pecado populista y volver a la senda virtuosa de los “mercados internacionales”.
Algunos, como el Grupo Clarín, intentaron hablar de “giro” del gobierno. Pero es falso; el golpe de timón ya viene de hace rato: “No cabe hablar de giro en la posición oficial, sino de una manera de desplegar la respuesta en cuotas. Queda en evidencia, con el paso de las horas, que el gobierno no se iba a apartar de la posición negociadora –estrategia–, pero que antes iba a gastar toda la artillería proselitista –marketing– para salir de la imagen perdedora” (Ámbito Financiero, 23-6-14).
Inclusive, a veces la estrategia y el marketing van de la mano. Analistas y economistas del extranjero entendían que los cacareos del oficialismo y las amenazas veladas de default no tenían otro objetivo más que mejorar la posición negociadora frente a los buitres, sin el menor atisbo de hacerse realidad. Por eso fue que incluso entre martes y jueves, antes del discurso de Cristina en Rosario, cuando las ambigüedades no estaban resueltas, los bonos y acciones argentinas bajaron un poco, pero no se desplomaron. La lectura es clara: sencillamente, “los mercados” no le creían una palabra al marketing político K y confiaron en que se impondría la estrategia de negociación. Tenían razón.
Cómo negociar sin que parezca una negociación
Una vez tomada la decisión de pagar a los buitres, queda la delicada tarea de resolver cómo y cuánto. Eso encierra toda una serie de dificultades técnicas y de las otras, que intentaremos resumir.
Lo primero a tener en cuenta es la ya famosa cláusula RUFO, que obliga a la Argentina a igualar para todos cualquier mejora a las condiciones del canje de deuda. Si se paga más a los buitres, hay que pagar más al resto, lo cual es imposible y significa default. Por otra parte, la “ley cerrojo” votada por el Congreso argentino dice en esencia lo mismo: prohíbe mejorar la oferta. Por lo tanto, hay que negociar con los buitres… sin que legalmente sea considerado una negociación.(2)
Una complicación adicional fue el vencimiento de deuda del lunes 30. El gobierno jugó fuerte: depositó el pago en las cuentas del Bank of New York en Buenos Aires, como desafiando a Griesa a que embargara, e incluso amenazando con recurrir a la Corte Internacional de La Haya. Pero Griesa, por una vez, midió con cierto criterio político las consecuencias de embargar (o de declarar al Estado argentino en desacato) y sólo pidió “devolver” el depósito, que quedó en suspenso.(3)
¿Cómo queda la situación? Se abrió una negociación, en principio hasta el 30 de julio, que es cuando debe efectivizarse el pago “suspendido” por Griesa. Si ese pago se arregla pero todavía no hay acuerdo, queda tiempo hasta el siguiente pago de deuda, el 30 de septiembre, para arreglar con los buitres.
¿En qué consistiría la negociación? Eso ya empezó el mismo lunes 30. Primer encuentro entre abogados buitres y de Argentina. Los buitres piden embargar todo y cobrar; la Argentina ofrece a los buitres… entrar al canje de 2005. ¿Diálogo de sordos? No, simplemente las formalidades de cualquier negociación: las dos partes empiezan con el objetivo de máxima y desde ahí van bajando. Es casi gracioso: el gobierno se queja de que “los buitres no quieren negociar” (para impresionar a Griesa, pero sobre todo a la opinión pública argentina); los buitres dicen “Argentina no quiere negociar” (para impresionar a Griesa únicamente). Y mientras tanto, los dos negocian muy seriamente, incluso respetando las fechas de vacaciones de Griesa y del mediador que designó el juez, Daniel Pollack, un conocido bicharraco del mundillo de Wall Street (por eso la primera audiencia es recién el lunes 7).
Contra lo que dice el gobierno y sus voceros, es falso que “los buitres son buitres porque no negocian”. Una vez que consiguieron una sentencia, claro que negocian, porque quieren cobrar.(4) La perorata moral K de que los buitres son enemigos de la soberanía de los pueblos, que quieren quedarse con todo, que quieren perjudicar al país, etc., es en este contexto totalmente vacía. Los buitres son, después de todo, capitalistas, y lo que quieren es cobrar. Si el gobierno les ofrece plata (y más con un fallo a favor), no harán ninguna de esas maldades. Las denuncias altisonantes del gobierno son para ocultar su propia capitulación.(5)
Más pagos, más deuda, más ajuste
¿De cuánta plata estamos hablando? Si al gobierno le sale todo bien (es decir, que los buitres acepten la oferta, que Griesa lo avale, que el arreglo tenga vigencia desde 2015 para evitar la cláusula RUFO que abriría la puerta a los bonistas “buenos” –punto decisivo–, que los bonistas “palomas” no hagan juicio y varias cosas más), el acuerdo involucraría un monto similar al del Club de París: unos 9.000-10.000 millones de dólares.
Esa cifra surge de los 1.300 millones de dólares que tienen los buitres, a los que hay que sumar el resto de los holdouts (bonistas fuera del canje), más intereses y punitorios. El monto final (los analistas especulan con cifras que van desde los 5.000 hasta los 15.000 millones de dólares) va a depender de los plazos, tasa de interés, garantías de pago, etc.
Tan falso es que los buitres no quieran negociar que el fondo buitre más importante, el NML Elliott del millonario Paul Singer, ya hizo saber que le parece muy bien una oferta al estilo de la indemnización a Repsol o el acuerdo con el Club de París.
¿Qué pasó? ¿Los buitres se volvieron palomas, o cóndores argentinos? Nada de eso: sencillamente, el arreglo que hizo el gobierno con Repsol y el Club de París es tan ventajoso para los acreedores que no se quieren perder un negocio similar. Ventaja 1: involucra un pago importante en efectivo (como el caso Club de París). Ventaja 2: se aseguran cobrar intereses vencidos y punitorios altísimos (también aquí el modelo es el arreglo con el Club de París, por el cual el gobierno reconoció pagos por cuatro veces la deuda original, como denunciamos en su momento). Ventaja 3: los bonos de deuda a emitir, más allá del plazo, pagarían un retorno de interés altísimo en dólares para lo que es hoy el mercado financiero (como ocurre con los dos acuerdos mencionados). Ventaja 4: esos bonos, una vez resuelto definitivamente el default, van a subir estrepitosamente de precio, con gran beneficio de sus tenedores. Por todo esto, los buitres quieren negociar… y el gobierno también.
Como dijimos, el mayor inconveniente es encontrar una trampa legal para esquivar la cláusula RUFO. Lo demás se puede arreglar. Y si nos guiamos por la bonanza de las acciones de empresas argentinas en Nueva York y Buenos Aires, por el riesgo país y por la cotización del dólar blue, los “mercados” confían en que efectivamente va a haber arreglo.
Inclusive, ya hay varios bancos relamiéndose por formar parte del negocio. Claro, es la vuelta a las viejas emisiones de deuda de la época de Cavallo, con jugosas comisiones. Goldman Sachs, JP Morgan y la UBS suiza ya se anotaron para entrar en el paquete. Las variantes son muchas: emisión de bonos, recompra de los bonos a los buitres por parte de los bancos, combinar pagos en efectivo y un largo etcétera. Lo que importa es el resultado final: más deuda.
Es aquí que llegamos al punto que interesa. Si tiene suerte, el gobierno puede terminar transformando esta crisis con los buitres en la oportunidad tan soñada de dejar atrás el default, volver a los mercados de deuda y volver a pedir préstamos alegremente. A eso se agregarían, acaso, inversores reales, interesados en aprovechar las oportunidades que ofrecería una Argentina mucho más “amigable con los mercados”. Ya hay analistas que especulan con un flujo de inversiones tal que permita aliviar la presión cambiaria y hasta retomar la senda del crecimiento.
Todo esto es, pura y simplemente, la agenda, programa e ideología de Macri o Massa, implementadas no a partir de diciembre de 2015 sino bajo el mismo gobierno que dijo haber “ganado una década” haciendo lo contrario de las recetas neoliberales. Ahora descubre que son lo mejor que le puede pasar al país, y por eso se gana los aplausos de toda la oposición. Así, pasamos del combate épico a la “opo” defensora de las “corporaciones” a la defensa conjunta y armoniosa de la justicia imperial y sus dictados.
Porque sólo como neoliberal se puede calificar a una política económica que propone: 1) endeudarse mucho, mucho, mucho; 2) atraer inversores extranjeros a como dé lugar, dando por enterrados los delirios sobre la “burguesía nacional”; 3) dar “previsibilidad jurídica” a esas inversiones (ver el proyecto de ley de hidrocarburos que está pergeñando el gobierno); 4) ajustar tarifas de servicios públicos en las dosis que lo permita la bronca popular (o el Mundial, como el tarifazo del colectivo…); 5) atender las necesidades de las empresas en recesión en salvaguarda de su rentabilidad, justificando despidos y suspensiones; 6) reprimir y perseguir a los activistas que se opongan a los ataques de la patronal; 7) hacer todo esto con el amplio consenso del resto de las fuerzas capitalistas, la Iglesia y la burocracia sindical, y 8) llamar a todo esto “épica del relato”, “proyecto nacional”, “década ganada” y cosas parecidas.
Es cierto, el último punto no es neoliberal clásico. Después de todo, un neoliberal clásico cumpliría los primeros siete puntos y no se molestaría en ponerle nombres populistas vacíos.
Marcelo Yunes
Notas
1. Hay una anécdota reveladora del nivel de sumisión a la justicia yanqui. Mientras informaba al Congreso el miércoles 18, el senador radical Morales le preguntó al secretario legal y técnico Zannini: “¿Tienen un plan [para pagar a los buitres] o no?” Respuesta de Zannini: “Sí, tenemos, pero no puedo contar nada porque entraríamos en incumplimiento con el juez Griesa”. Esto era tan en serio que la diputada Camaño (peronista de derecha, la del cachetazo a Kunkel en el Congreso) pidió la palabra para pedir que se borrara ese diálogo de las actas taquigráficas de la sesión, que tienen valor legal. Todos estuvieron de acuerdo: que no quedara registro de la infidencia. ¡Miren si Griesa se enoja!
2. Hay otras alternativas para esquivar la cláusula RUFO. Se habló, por ejemplo, de pedirle a Griesa que emita un dictamen aclarando explícitamente que no es una negociación voluntaria, sino obligada por un fallo judicial. Esa posibilidad impediría que se gatille la cláusula RUFO. Pero la solución no es tan fácil, porque los bonistas “no buitres” podrían acudir a otro juez de Nueva York que tenga un criterio distinto al de Griesa… y vuelta a empezar. Y lo que quieren todos (gobierno, buitres y Griesa) es que este cuento de la buena pipa se termine de una vez.
3. Esa devolución es difícil de implementar, por un sinfín de vericuetos legales. De hecho, los tenedores de bonos bajo legislación argentina cobraron el 30 de junio, con la autorización expresa de Griesa. Otros están en la dulce espera de que la cosa se arregle antes del 30 de julio (cuando se vence la prórroga legal para el pago), y mientras tanto le golpean la puerta al juez, ya que el Estado argentino, al hacer el depósito, se desentendió del asunto.
4. Otro verso K es que “el mundo financiero apoya a los buitres contra los pueblos soberanos” y frases parecidas. Mentira: el “mundo financiero” apoya a la Argentina contra los buitres, y no por razones morales sino económicas y políticas: el fallo de Griesa puede estropear futuras reestructuraciones de deuda soberana. Por eso el propio FMI, diarios nada populistas como el Financial Times, además del New York Times, y muchos más, como parlamentarios británicos y el economista Nouriel Roubini, están que braman contra los buitres y contra Griesa. Claro que mostrar estos apoyos no es muy “progre”; mejor, exhibir las declaraciones del G-77 o el Papa.
5. Y pensar que lo más importante que dijo Cristina en su discurso del lunes 16 fue lo de cambiar los bonos por otros de jurisdicción argentina. Es decir, armar un entramado legal que permitiera pagar toda la deuda en Buenos Aires. Como dijimos en la edición anterior, eso era menos que humo, era sombra de humo, verso “nacionalista” para consumo de votantes incautos. Desde el discurso de Rosario, la opción de pago en Buenos Aires desapareció del mapa y sólo se habló de en qué fecha viajaría una misión económica oficial a Nueva York (que podría estar encabezada por el propio Kicillof). Pero el “relato” se resiste a morir: el mismo día (1º de julio) en que el fondo Elliott declaraba su gran interés en cobrar con bonos de deuda estilo Repsol, el Ministerio de Economía denunciaba que “los fondos buitre no quieren negociar, se quieren apropiar la plata de los bonistas del canje”. Atrasaba: eso dijeron los buitres en la reunión del viernes 27, cuando tanto ellos como los abogados argentinos hablaban para la tribuna. La realidad es la que se da en las audiencias con el mediador Pollack: la negociación gobierno-buitres avanza a todo trapo.