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“Mientras un juez extranjero parece ceñir o aflojar el cuello del país a su antojo y el gobierno ensaya piruetas políticas y retórica nacionalista para zafar, la sociedad mira en otra dirección. No se desentiende del hecho, pero, tal como lo expone el sondeo de Poliarquía, deja en claro un punto crucial: hay que pagarles a los ‘holdouts’ (fondos buitres). Además, los argentinos consultados polemizan acerca de las causas del problema. Unos creen que se debe a la impericia de las autoridades, otros a la voracidad del capital financiero. No hay consenso respecto de la posición oficial. Tal vez esta actitud entre severa y distante, tenga una explicación obvia: la gente está inmersa en el Mundial y esta ocupación resulta excluyente” (E. Fidanza, La Nación, 28-6-14)
La coyuntura sigue dominada por el minué del gobierno con los fondos buitres. No es que no haya otros temas, como el procesamiento a Boudou, que ha estado en el centro de los titulares los últimos días. El Mundial se mantiene omnipresente en las conversaciones populares, sobre todo conforme la Argentina avanza hacia las instancias decisivas. Al mismo tiempo, el ajuste sigue y se redobla: las naftas vuelven a aumentar, el boleto también: las estimaciones adelantan que la inflación va alcanzar el 40% este año, superando las negociaciones paritarias y haciendo caer el salario real. Se suceden los despidos y las suspensiones, incluso con nuevos casos donde se intenta golpear las experiencias independientes como el caso de Lear.
Simultáneamente, la respuesta de la izquierda se demora. Mientras los K despliegan su campaña tramposa de “Patria o buitres”, la izquierda no ha sido capaz de generar una sola iniciativa, responsabilidad que atañe, en primer lugar, al FIT, que nuevamente se muestra paralizado frente a un hecho político mayor. La posición de nuestro partido es clara: hay que poner en pie de inmediato un polo político por el no pago a los buitres que llame a una gran movilización popular.
No hay que pagar
Los dimes y diretes alrededor de la negociación con los fondos buitre siguen siendo el primer elemento de la coyuntura nacional. Se podría decir que están sobre la mesa tres posiciones. El conjunto de la patronal y la oposición parlamentaria defiende que el gobierno pague lo antes posible.[1] De manera unánime consideran que parte del proceso de “normalización” del país pasa, además de por el ajuste económico, por lo que llaman “el retorno de la Argentina a los mercados”. Esto significa, en criollo, acabar con las “veleidades progresistas” que escenificaron los K, que se termine de pagar hasta al último acreedor, que el país demuestre respeto incondicional por las reglas de juego del mercado mundial y punto. De esa manera habría mayor “estabilidad” en las inversiones, así como se reabriría el chorro del financiamiento internacional. Que eso remache con mil cadenas la subordinación del país al imperialismo no es un problema que estos sectores cuestionen, todo lo contrario: su cipayismo es abierto y desembozado.
Luego está la posición del oficialismo. La realidad es que alrededor de pagar la deuda externa en general y a los buitres en particular, hay una férrea unidad nacional entre los de arriba, unidad que incluye al gobierno K. Pero el kirchnerismo, siempre afecto a cuidar las “formas” y ensayar una respuesta más “política” a los problemas (manteniendo hasta donde pueda el “relato”), se siente con márgenes de maniobra para llevar adelante una negociación, sostenida en algún tipo de cobertura política internacional.
Adelantémonos a subrayar que sus márgenes son muy estrechos. La teatralización que pretende hacer (como el giro de fondos para pagarles la cuota a los acreedores que ingresaron en los canjes del 2005 y 2010, y que Griesa no se animó a embargar, aunque sí trabó parcialmente) no puede significar no llegar a un acuerdo, o que éste se demore más de la cuenta. Puede lograr apoyo en determinados foros internacionales. Puede intentar algún tipo de combinación en la forma de pago (una parte al contado y otra en nuevos bonos; los propios buitres plantean esto), puede estirar la cosa hasta fin de julio (cuando vencen los plazos para no entrar en cesación de pagos). Pero lo que no puede hacer, en sus términos, es no pagar. Eso desencadenaría una reacción en cadena: una cesación de pagos, una corrida contra el peso, el hundimiento de la Bolsa y los bonos del Estado argentino, la disparada de la inflación y demás consecuencias que el gobierno no tiene espaldas (ni voluntad) para sostener.
De ahí que su consigna “Patria o buitres” sea, en realidad, un engaño. Lo que busca es, simplemente, apoyo político para sostener la negociación, no para no pagar, que es otra cosa muy distinta. Para esto haría falta tomar medidas revolucionarias que nunca pasaron por su cabeza. Y, menos que menos, lo hará en la actual etapa, debilitado, en retirada y ensayando un giro sistemático hacia la derecha (pago a Repsol, acuerdo con el Club de Paris, con los demandantes del CIADI, el ajuste y demás medidas antipopulares).
Además, ir a un curso de colisión con los buitres implicaría desatar un proceso de movilización popular que tampoco está en sus cálculos. Agitar consignas “anti buitres” y poner mesitas de “esclarecimiento” en algunas esquinas es una cosa; desatar un proceso movilizador algo muy distinto, algo que ni siquiera se animó a hacer de manera consecuente cuando el enfrentamiento con las patronales del campo en 2008.
¿Y la izquierda dónde está?
De más está decir, por otra parte, que la burocracia sindical en todas sus expresiones, ha escapado como a la peste hablar del problema. Incluso la CGT opositora de Moyano y Barrionuevo, que junto con Micheli de la CTA estaban hablando de realizar alguna medida en agosto, en lugar de reforzarla incluyendo el rechazo al pago a los buitres, están pensando en no lanzarla para “no entorpecer la negociación”… Lo suyo es la apuesta al corporativismo, que los trabajadores a lo sumo hablen del salario, del impuesto a las ganancias o de los despidos (aunque ni siquiera esto, porque los están dejando pasar sin mover un dedo), pero nunca de temas políticos como el de la deuda.
Es ahí, entonces, donde debería entrar el rol de la izquierda, que por ahora se caracteriza por una total falta de iniciativa. En artículo aparte de esta edición nos dedicamos en particular a este tema. Pero hasta ahora la realidad es que siquiera se ha logrado llevar adelante una simple reunión que permita comenzar a barajar alternativas para poner un pie un polo político que se exprese por el no pago a los buitres.
La responsabilidad cabe, en primera lugar, a las fuerzas del FIT (PO y PTS), que parecen creer que alcanza con sus declaraciones en el Congreso, las cuales, por otra parte, muy pocos medios están registrando. Para no hablar de la desorientación política de proponer “un plebiscito para que el pueblo decida si quiere pagar o no” (que nadie les va a dar salvo que se desate una crisis política en regla, y ni aun así es claro que sea correcto ese curso de acción) en vez de apuntar los cañones para donde hay que hacerlo, que es desatar una gran movilización popular contra el pago a los buitres.
Es verdad que esto es difícil. Que la población trabajadora está en otra, mirando el Mundial. También que la opinión pública aparece dividida, con una mayoría que repudia a los buitres pero considera que no se puede no pagar. Pero las opiniones no viven en el aire. Si no se intenta desatar un proceso movilizador, si no se pone sobre la mesa un polo político por el no pago, será imposible modificar el curso de la opinión publica.
Además, pasado el primer cimbronazo con el fallo de Griesa, el grueso de la población parece haberse convencido de que se va a un arreglo y, por lo tanto, volvió a dejar de preocuparse con el tema. Pero en esta negociación, como en cualquier otra, las cosas van a ir y venir, y tampoco está escrito el final. El gobierno y el conjunto de la patronal quieren pagar. Pero todavía no está dicho que se pongan de acuerdo en los términos de pago, razón por la cual puede haber jornadas de zozobra. Si la izquierda lograra desatar un proceso de movilización de amplios sectores, si lograra instalar el debate de por qué no hay que pagar y por qué es una de las alternativas ese curso de acción, el desarrollo de los acontecimientos podría ir para otro lado. Pero mientras no se tome iniciativa alguna, esto es imposible.
La pelea es en las calles
Nuestro partido ha comenzado una actividad de amplia agitación en los lugares de trabajo, facultades y en la vía publica defendiendo que no hay que pagar. En la calle se observa una mayoría que considera injusto el pago a los buitres, pero no ven otra que pagar de todos modos.
Al respecto ya se han lanzado al ruedo una serie de “sesudos” sociólogos y analistas que teorizan alrededor del “nacionalismo posmoderno” de defender al equipo argentino en el Mundial, pero que “no tiene interés en el viejo antiimperialismo” (falsamente identificado, por otra parte, con el progresismo continental): “En la cultura de shopping y tecnología, que oscila entre hoty smart, selfies y bits, desfallecen –acaso felizmente– las obnubilaciones de Cristina, Chávez y Fidel. Un nuevo nacionalismo lúdico y banal, con sus delicias y miserias, toma el lugar del antiguo nacionalismo político, cuyas pasiones profundas e incorrectas tiende a declinar” (Fidanza, ídem).
Pero las cosas se muestran algo distintas. Los trabajadores no son idiotas. Saben que el pago a los buitres es injusto. Tampoco es verdad que la cosa no les interese nada, que lo único real sea el “nacionalismo del equipo argentino” y no el antiimperialismo de comprender que es injusto que un juez norteamericano le diga al país lo que tiene que hacer.
Más bien, el sentimiento es del tipo de que “no hay otra alternativa”. De ahí la importancia de desarrollar una campaña en regla que problematice esto entre la población. En todo caso, será parte del esfuerzo por un progreso en la conciencia de las amplias masas trabajadoras, es verdad que obnubiladas por los tiempos posmodernos que corren, por el supuesto “fin de la historia” y de las grandes perspectivas.
Hay que pelear por la recuperación de los elementos de la conciencia antiimperialista, pero no en manos de falsos progresistas como los K, sino vinculado a las luchas de los trabajadores y las perspectivas de ir más allá del capitalismo. Hay que concientizar alrededor de que estos nuevos pagos se van a hacer a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de los trabajadores; que el ajuste se va a redoblar.
Si esto se comienza a entender, el posmodernismo alrededor del sentimiento anti-imperialista puede dejar paso a una maduración que acompañe los progresos que la izquierda está teniendo en nuestro país, y que está planteado transformar en una fuerza orgánica firmemente enraizada entre los explotados y oprimidos. Y no para adaptarse al posmodernismo mediático y electoralista ambiente que busca de manera excluyente votos, pero no confía en transformar la realidad.
Llamamos entonces a redoblar la campaña por el no pago a los buitres, por la puesta en pie de un polo político y una gran movilización popular que imponga en las calles no pagar. La militancia del Nuevo MAS está comprometida en estas tareas, saliendo a trabajar los 100.000 volantones que imprimimos para este objetivo, poniendo mesas en todo el país.
[1] Este es el vergonzoso caso, incluso, de Pino Solanas, durante tantos años arropado con una retórica antiimperialista, y que ahora como parte del UNEN firmó una declaración donde taxativamente se plantea que hay que pagar de manera inmediata evitando un default.