“El clima de desmoronamiento de la economía desespera a muchos funcionarios (…) La inversión cayó desde enero un 5.5%; las ventas minoristas, un 9.6%; las exportaciones, un 9.1%; las importaciones, un 15.7%; la inflación ronda el 40%; el déficit previsto es de 200.000 millones para el 2014 y la emisión monetaria de 150.000 millones”. (Mariano Obarrio, La Nación, 31-08-14)
El gobierno hace como si nada pasara, pero el barco se hunde. El deterioro de la economía se ha acelerado enormemente en las últimas semanas ingresándose en un clima de “desmoronamiento económico” en el que todas las variables parecen verse arrastradas. En la calle y los lugares de trabajo, crece la incertidumbre. Mientras tanto, una calma ficticia domina los desarrollos. Pero cada día es más evidente que se podría estar ante una crisis general eventualmente mayor que la ocurrida entre diciembre y enero últimos.
Un acelerado agravamiento del deterioro económico
Al gobierno se le han quemado todos los papeles; sólo se dedica a hacer como si nada pasara, pero la crisis se profundiza a ojos vista. En el centro de todos los desarrollos está la cotización del dólar paralelo, que ya se ha escapado a 14$ y se habla que llegaría a 17$ para fin de año. Mientras tanto, el oficial ronda 8.40$, con lo cual la brecha cambiaria alcanza algo en torno al 70%. Pero esta diferencia en las cotizaciones es insostenible. Una de dos: o se logra acordar con los fondos buitres e ingresan dólares al país bajándose la presión sobre el tipo de cambio –¿tendrá el gobierno alguna jugada magistral en la manga?-, o inevitablemente se impondrá una nueva devaluación de la moneda como la ocurrida en enero pasado.
Es que cada día que pasa se baten records de aquellos que pretenden obtener dólares al tipo de cambio oficial (en los últimos días alcanzó algo en torno a 50 millones de dólares), los que luego tienen la opción de venderlos en el mercado paralelo y hacerse un pingüe negocio. ¿Cuántos días más podrá el Central seguir resignando las escasas divisas que posee para financiar esta bicicleta?
Detrás de esta escalada sin control está, evidentemente, la escasez de reservas que tiene el BCRA. Las mismas vienen cayendo por varias razones, entre las cuales está el responder a los minoristas que le golpean sus ventanillas (recordar que el cepo cambiario fue parcialmente levantando en el verano). Pero no se trata solamente de esto. Está cayendo la liquidación de exportaciones de los sojeros a la espera de una cotización mayor para sus operaciones. Es obvio que no van a conformarse con que se les pague un dólar a 8.40$ (sobre el cual, encima, deben pagar retenciones) mientras que el paralelo vuela por las nubes.
Pero también se guardan de liquidar exportaciones otros sectores que no quieren que les den tan escasos pesos por sus dólares. Agreguémosle a esto que el gobierno no tiene otra fuente de financiamiento que no sean el comercio exterior y las inversiones, muy reducidas en medio de la crisis. Pero sí tiene grandes obligaciones de pago como las convenidas con REPSOL por la estatización de parte de YPF, las provenientes del acuerdo con el Club de París, la continuidad del pago de la deuda de los bonistas que entraron en los canjes del 2005 y 2010, etcétera.
De ahí que una delegación encabezada por Kicillof haya corrido a China a comienzos de esta semana para ver si desde allí podría lograrse algún salvavidas que le de unas semanas de respiro al Central (se habla que se podrían girar unos 1500 millones de dólares, pero esto habría que verlo).
La brutal escalada del dólar y la falta de divisas pone un límite muy claro a la pelea de los k con los buitres. O arreglan prontamente la cosa, o una nueva devaluación del peso se hará irrefrenable.
Sobre llovido mojado. Es que a pesar de la profundización del clima recesivo de la economía (volveremos enseguida sobre esto), los precios nuevamente están picando en punta. La nafta vendida por YPF (una empresa “nacional y popular”) volvió a aumentar y ya acumula un incremento en el año del 44%. Pero los alimentos y bebidas no vienen atrás siendo uno de los rubros con más incrementos en el 2014 (¡atención que se trata de la famosa “mesa de los argentinos”!). Así las cosas, la inflación en los primeros ocho meses del año ya roza el 30% y se espera que “de punta a punta” (es decir, para todo el año) esté alcanzando la friolera del 45%. Y podría ser aún peor si se desata una nueva corrida contra el peso.
Simultáneamente, el clima recesivo de la economía se agrava cada vez más; varios analistas han señalado en los últimos días las diferencias con el escenario del 2009 cuando la caída económica aplacó la escalada inflacionaria. Hoy no está ocurriendo esto sino lo contrario: la inflación y la recesión están reforzándose mutuamente confirmando un escenario de “estanflación” (inflación con recesión, el peor de ambos mundos).
Los lectores se preguntarán porque si la economía cae, si hay menor consumo, los precios no caen. La explicación es sencilla: tiene que ver con que la escalada del dólar va más rápido que la caída económica y entonces, aunque se venda menos, los precios siguen aumentando para intentar no perder la carrera en términos reales (es decir, medidos en dólares).
Volviendo a la recesión, hay una “disputa de cifras” entre el INDEC y los analistas privados. Los últimos afirman que la desocupación ya roza el 10% de la población activa y que el organismo oficial la mantiene en casi tres puntos menos porque no mide aquellos que perdieron su empleo pero están desalentado para salir a buscar uno nuevo (a esta categoría no se la considera parte de la población activa, que mide solamente a los que tienen empleo y aquellos que sin él, lo buscan activamente).
Dentro de esta circunstancia, la UOM, el SMATA y el neumático están entre los sectores más afectados; no casualmente son los gremios donde se han dado algunas de las peleas más duras de los últimos meses (Gestamp, Lear, Valeo), o dónde esto podría ocurrir (el neumático), todos ellos con fuerte presencia de la izquierda.
En todo caso, la velocidad de la crisis es tan grande que todavía es difícil dimensionarla en toda su magnitud. Si el gobierno no logra un arreglo rápido, si de las audiencias del 10 con Griesa o del 18 en la Corte de Apelaciones en los EE.UU. no sale algo, y si, además, no logra de cualquier otra fuente fondos frescos, una devaluación sobrevendrá de manera inevitable. Esto multiplicará brutalmente el ajuste que ya viene practicando el gobierno de Cristina y pondrá en entre dicho los acuerdos de paritarias cerrados sólo meses atrás que, dicho sea de paso, al rondar en promedio el 30%, ¡ya están siendo deglutidos por el aumento de los precios!
El gobierno parece haber perdido la brújula
El curso político del gobierno está llegando a un nuevo punto muerto. En enero dejó correr la devaluación, largó un brutal ajuste económico, aumentó las tasas de interés, indujo una inevitable recesión y por la vía de estas medidas se jugó a planchar en algo la inflación y a lograr una caída del salario y un aumento de la competitividad y los ingresos de los capitalistas y del Estado.
Sobre esa base, y conciente de los problemas de financiamiento, incrementó su giro a la derecha con una orientación amigable con los mercados. Cerró acuerdos para la indemnización de REPSOL, pasó el convenio con CHEVRON para la inversión en Vaca Muerta y se lanzó a buscar nuevos inversores (al tiempo que aumentó el precio de las naftas en términos reales), lo mismo que acordó con el Club de París, todo lo cual significó aumentar las obligaciones de pago con la expectativa de que ingresaran “dólares frescos” como subproducto de esta “normalización” económica del país.
Pensaba tener despejado, así, el camino al 2015 en un clima de estabilidad, todo esto con la complicidad de toda la oposición patronal; mientras tanto, los trabajadores pagaban (y pagan, y con creces) la cuenta de la crisis.
Pero de repente llegó la confirmación del fallo del juez Griesa. El gobierno se “plantó” con la consigna de “patria o buitres” con todo el mundo esperando que esa no fuera más que una táctica de negociación (señalemos que el gobierno esperaba lo mismo). Pero no se logró llegar a un acuerdo.
Los famosos “mercados” pasaron de la expectativa de un acuerdo seguro a una incertidumbre cada vez mayor, que se encuentra hoy arribando a su punto máximo. El gobierno adujo un argumento real: que cerrar ahora con los buitres hubiera significado gatillar la cláusula RUFO y que todos los demás acreedores pidieran las mismas condiciones, lo que reabriría la negociación por toda la deuda.
Pero al plantear el cambio de sede de pago de los bonos por ley del Congreso, se fue imponiendo la idea entre los empresarios que Cristina no querría un acuerdo siquiera después de enero próximo (cuando vence la susodicha cláusula) y que le pasaría todo el problema al próximo gobierno.
Ahí es donde se llega al “final de un círculo” y la “estrategia” oficial hace agua por todos lados: ¿para qué se dieron todos los pasos que se llevaron adelante en la primera mitad del año si se vuelve a estar igual o, mejor dicho, peor que al principio?
Nuevamente es una de dos: o el gobierno termina acordando con los buitres al borde del abismo, o en su defecto debería tomar medidas revolucionarias como el no pago liso y llano de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la estatización de toda empresa que cierre o despida (como debería hacer con Donnelley, lo que se niega rotundamente a hacer). Y para todas estas medidas y varias otras más necesarias para defender la economía nacional, debería llamar a una gran movilización de masas para enfrentar al imperialismo, lo que ni en sueños piensa hacer.
¿A dónde nos conduce todo esto entonces? A un solo lugar: o capitula prontamente o se va a una devaluación económica brutal que sólo multiplicará el ajuste hasta el infinito con el saldo de que ya no solamente se hablará de suspensiones y algunos despidos, sino que los mismos se harán masivos, por no hablar de la brutal caída del salario real, mucho mayor que la que estamos viviendo en estos momentos.
¿Qué quedó del paro general?
Es aquí donde entran las actuales luchas de los trabajadores. El pasado jueves se realizó un masivo paro nacional. El mismo tuvo la contundencia de ser una clara expresión de la bronca hacia el gobierno. Sin embargo, fue más frío que el del 10 de abril pasado; Moyano con su convocatoria tardía (especuló meses con la misma) y, a la vez, de un día para el otro, logró el objetivo de hacer una medida más controlada, más “dominguera” que la de abril y ahora vuelve a darle largas al asunto negándose a anticipar su próxima “jugada” (aun a pesar que sabe perfectamente que Cristina no le dará ninguna respuesta a los planteos de la huelga).
Al mismo tiempo, en el seno de la izquierda pasa algo paradójico. Por un lado, la misma está apareciendo al frente de muy duros conflictos como los de Gestamp, Lear y Donnelley, los más importantes de la última coyuntura. Eso preocupa, y mucho, a todos los actores de los de arriba (empresarios, gobierno y burocracia sindical). Este protagonismo se está reflejando en los medios como nunca antes; medios que si el año pasado procesaron la noticia del impacto electoral de la izquierda, ahora están digiriendo su peso creciente en el “mundo sindical”.
Pero al mismo tiempo, no se trata tampoco de “jugar a las escondidas” en el seno de la propia izquierda. La actual no es la mejor de las coyunturas para las luchas de la vanguardia. Venimos de dos golpes de importancia en Gestamp y Lear, donde Pignanelli y la Verde se jugaron a barrer la oposición clasista en el gremio (a lo que se debe agregar el reciente retroceso de los delegados independientes en Volkswagen Pacheco). Hay que seguir la pelea por los compañeros de Lear, redoblar la lucha por la estatización de Donnelley y enfrentar persecuciones como la que se ha lanzado contra los compañeros del Sarmiento.
Pero al mismo tiempo, no hay que esconder la cabeza bajo la tierra como el avestruz: hay que hacerse cargo de las enseñanzas estratégicas que van dejando estas peleas para capitalizarlas como experiencias estratégicas para las nuevas y durísimas luchas que seguramente sobrevendrán, aun más si la crisis se agrava.
Nos preguntamos: ¿es este el “fin de la historia”? ¿Están encaminadas las cosas desde el punto de vista que, pase lo que pase, no crecerá la conflictividad las próximas semanas? Para nada. Lo más probable es que esto no sea así. No solamente se vienen las suspensiones masivas en el neumático (donde tiene peso la izquierda y habrá que vigilar que no se transformen en despidos). Más en general, si la situación económica se sigue deteriorando, si sobreviene una nueva devaluación, la crisis misma pondrá las cosas en otro terreno, frente a cuyo escenario, de una u otra manera, la respuesta de los trabajadores no se hará esperar.
La izquierda en su laberinto
Esto nos lleva al problema de las perspectivas. Si el gobierno hubiese podido arreglar con los buitres, es probable que las cosas se hubieran encaminado “mansamente” hacia el calendario electoral. Pero no ha sido así. Más bien, todo parece indicar que nos encaminamos a una nueva crisis general. Qué podrá sobrevenir de una nueva devaluación en el terreno político, nadie lo sabe a ciencia cierta. Pero seguramente hará más traumáticos todos los desarrollos.
Esto nos lleva a la desubicación de la izquierda. A lo largo de todo el año señalamos como la izquierda, en particular las fuerzas del FIT, estuvieron enormemente por detrás de los acontecimientos. Del FIT como tal, mejor ni hablar. Siquiera fue capaz de sacar una declaración común frente a ninguno de los dos paros generales. Tampoco fueron capaces de esbozar respuesta común alguna frente a la problemática de la deuda externa; la respuesta del PO como del PTS fue oportunista: estuvo por detrás de las posiciones clásicas de la izquierda revolucionaria en nuestro país, que siempre se caracterizó por plantear el no pago; nunca colocó el centro en propuestas tipo “plebiscito para decidir si se paga o no”. Y, menos que menos, planteos del tipo de “investigar la parte ilegítima” de la deuda, todo lo cual socava la política principista de lucha contra la misma.
Pero las cosas han llegado a extremos aun más impensados. Ni el PO ni el PTS se plantaron con el eje de enfrentar el ajuste; el PO está desorbitado con las encuestas que le dan muchos votos a Altamira (lo que es muy positivo en sí mismo). Pero no ha sido protagonista principal de ninguna de las luchas obreras del año (en Gestamp estuvo al frente nuestro partido, en Lear el PTS). Y todo porque: porque siguen la estrategia del “socialismo fuera del tiempo” que quiere decir, concretamente, atar todo el accionar al abstracto calendario electoral, sin importar los giros y clivajes reales de la lucha de clases real.
Por su parte, ya señalamos que el PTS no tomó nunca como eje la pelea contra el ajuste. Si fue parte de los conflictos obreros, lo hizo como en Lear con una estrategia globalmente equivocada que le impidió ir hasta el final en el pelea (ver la crítica que le realizamos en nuestra edición anterior), sumando, a la vez, elementos de ultimatismo, la repudiada política por parte del leninismo de tratar de obligar a ir a “todo el mundo al pie” en lugar de buscar aumentar la base de sustentación de las luchas.
Ante la crisis que se viene más que nunca se trata de rodear de apoyo cada lucha que están en curso. Pero junto con esto, dar pasos en la convocatoria de un gran encuentro nacional unificado del sindicalismo combativo así como poner sobre la mesa una rediscusión global del frentismo de izquierda entre el FIT y nuestro partido.