Pequeña biografía
En enero de 1974 el presidente Juan Domingo Perón convocó a ocho diputados de la Juventud Peronista que formaban el bloque de base y estaban en desacuerdo con la reforma del Código Penal en materia de terrorismo. Les dijo que si no estaban de acuerdo renunciaran y amenazó con pegarles un tiro.
Siete de ellos renunciaron inmediatamente, entre estos siete jinetes del coraje se encontraba Carlos Kunkel, actual diputado del kirchnerismo.
El único que no lo hizo y continuó en solitario sus denuncias contra Perón fue Rodolfo Ortega Peña, a partir de ese momento desde su bloque unipersonal de base.
Historiador, abogado, defensor de trabajadores, sindicalistas y presos políticos, director de la revista Militancia. Poseedor de una inteligencia privilegiada, a los veinte años se recibió de abogado, estudió Filosofía y Ciencias Económicas, leía francés, inglés, alemán, italiano, portugués, latín y griego. Peronista de izquierda, fue un luchador consecuente hasta su muerte.
Dos meses antes de su asesinato, en su discurso en el local central del Partido Socialista de los Trabajadores, (PST) donde se realizaba el acto de sepelio por los muertos en la Masacre de Pacheco, (3 compañeros del PST asesinados por la Triple A), Ortega Peña decía: «Esta matanza tiene nombre y apellido: Juan Domingo Perón».
Días después, en lo que fue su último reportaje, llamaba a la unidad de acción y autodefensa contra las bandas fascistas. En esta entrevista, publicada por Avanzada Socialista N° 108, semanario del PST, Peña decía: “Esto significa encarar políticamente, juntos, una respuesta de la misma altura que la que está ejercitando el enemigo y hacerse cargo de que no se trata de episodios aislados, que le han tocado por mala suerte a un vecino, en determinado momento, sino que nos afecta a todos.”(…) “Insisto en la necesidad de coordinar todos los sectores que se dan una política antiburocrática, anticapitalista y que tratan de enfrentar el Pacto Social a nivel de las movilizaciones de la clase trabajadora. Su deber es organizarse para preveer este tipo de acontecimientos”.
Sus declaraciones, su defensa activa a los derechos humanos fue imperdonable.
El Asesinato
Por la tarde del 31 de julio del 74, a un mes de la muerte de Perón, Peña recibió un llamado en su despacho de la Cámara de diputados, le preguntaron hasta qué hora se encontraría en el Congreso con el fin de realizarle un reportaje para el Cronista Comercial ( llamado que fue falso). Respondió que hasta las 21,30 hs.
A esa hora se retiró y fue a cenar con su esposa Elena Villagra a un restaurante de Callao y Santa Fe.
Desde allí tomaron un taxi que, al detenerse en el semáforo de Carlos Pellegrini y Arenales es cruzado por un Ford Fairlane vede oscuro, ocupado por tres hombres con ametralladoras y medias de mujer cubriéndoles el rostro.
Uno de los sujetos, poniendo rodilla en tierra, comienzo a disparar, el primer tiro perforó el labio superior de la esposa.
“¿Qué pasa flaca?”, fueron sus últimas palabras. Recibió 8 balazos en la cabeza, el resto distribuidos en el cuerpo; en total más de 20.
A una cuadra del lugar, en Santa Fe y Carlos Pellegrini, dos automóviles atravesados en la calle, con varios hombres de civil, desviaban el tránsito.
Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados, ofreció el Congreso para su velatorio. La viuda y sus amigos se negaron y se dispuso para esto la sede de la Federación Gráfica Bonaerense.
Cubría el ataúd una bandera de guerra, detrás colgaba un cartel con la leyenda » la sangre derramada no será negociada», frase que hizo célebre Ortega Peña, con la cual juró al asumir su cargo a diputado. Ésta estaba referida a la Masacre de Trelew ocurrida en 1972 donde fusilaron a 16 militantes presos.
El sepelio
Todos los hechos ocurridos en su funeral fueron dignos de una película sumamente macabra.
Durante el velatorio fueron invitados a retirarse Isidro Ordena y Marcos Merchensky, dirigentes del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo, desprendimiento de la Unión Cívica Radical Intransigente presidido por Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio).
Fueron tiradas al medio de la calle bajo la lluvia, la corona del Ministerio de Defensa y otra provocadora con la leyenda «sus compañeros de DIPA», División de Investigaciones de Partidos Antidemocráticos, sucesora de la Sección Especial de Represión al Comunismo, engendro de la SIDE.
El cortejo fúnebre rumbo a la Chacarita tomó por Paseo Colón, al pasar por la Casa de Gobierno se escucharon gritos contra la presidenta María Estela Martínez de Perón, (conocida popularmente como Isabelita), contra las bandas fascistas y Casildo Herrera, titular de la CGT.
Esta fue la excusa que encontró el Jefe de la Policía Federal, comisario Alberto Villar, para cortar el paso al cortejo y reprimir a los asistentes.
Ya en el cementerio se produjeron persecuciones a caballo y en moto entre las tumbas, muchos recibieron golpes de cachiporras por defender el féretro, ya que la policía lo quería secuestrar; ese día fueron detenidas 400 personas por varias horas.
El asesinato de Ortega Peña fue el primero que la Triple A reconoció su autoría y marcó un aumento en la violenta escalada represiva.
A las pocas semanas esta organización arrojó volantes con los nombres completos y direcciones de los 400 detenidos, anunciando la muerte de éstos.
Mataron al primero de la lista y en el caso del segundo, como no lo encontraron en su casa, mataron al padre y al hermano.
En estos tiempos, en la Universidad de Derecho de La Plata, los jóvenes setentistas Kirchner estaban en su último año de estudios preparándose para irse a Río Gallegos y adquirir sus primeras 22 propiedades.
Perón y López Rega
Durante el exilio de Perón entre los años 1955 y 1973 en su casa de Puerta de Hierro (Madrid), José López Rega fue su secretario privado y amigo personal. Apodado “el brujo” por su marcado esoterismo, era miembro de la logia masónica Propaganda Due.
En 1973, ya en el país, durante los 49 días del gobierno de Héctor Cámpora fue nombrado ministro de Bienestar Social.
Tras la renuncia del presidente Cámpora, por influencia de López Rega, el segundo en la línea sucesoria, al presidente provisional del Senado, Alejandro Díaz Bialet, se lo embarcó en el primer avión rumbo a Europa a cargo de una misión inexistente. De este modo asumió la presidencia interina Raúl Lastiri, yerno de López Rega.
Éste llamó inmediatamente a elecciones, las que ganó la fórmula Perón-Perón, por el 60 % de los votos: Juan Domingo Perón a la presidencia y su esposa María Estela Martínez de Perón vicepresidenta.
Durante los días del gobierno de Lastiri se produjo un acentuado giro a la derecha del gobierno peronista.
Formación de la Triple A
Durante la presidencia interina de Raul Lastiri, López Rega y el Jefe de la Policía Federal Alberto Villar organizaron la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).
En esos días, continuando en su cargo al frente del Ministerio de Bienestar Social, desvió fondos para financiar el grupo armado. En un depósito llamado «Microcine», en el segundo subsuelo del propio ministerio se guardaban las armas.
Con el correr del gobierno de Perón esta organización fascista fue adquiriendo mayor envergadura y relevancia, fue adoptando procedimientos más violentos en lo que podría llamarse una escalada. Los secuestros, violaciones y ejecuciones de mujeres fueron métodos incorporado al ritual del terror. La eliminación de familias enteras se practicó como forma brutal de escarmiento.
Esta tristemente célebre banda parapolicial de extrema derecha, asesinó durante esos años a 700 personas, iniciando el genocidio de obreros y activistas que luego, en 1976, continuaría la dictadura militar.
Según el mismo López Rega la Triple A era necesaria para terminar con el problema de los «zurdos», especialmente los infiltrados marxistas dentro de las filas del peronismo.
Los mismos que durante el discurso que diera el general Perón, desde el balcón de la Casa Rosada en el acto del Primero de Mayo de 1974 cantaban: «qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular», «conformes, conformes, conformes general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar».
Por lo cual Perón los echó de Plaza de Mayo llamándolos: «estúpidos imberbes que gritan».
Los derechos humanos del kirchnerismo
Desde que Néstor Kirchner descolgó el cuadro del dictador Videla en la Rosada, comenzó la principal bandera del kirchnerismo: «los derechos humanos». Con gran fanfarria, discursos grandilocuentes, museos de la memoria, cooptación de organismos y muchos silencios. Obnubilando la mediocridad de muchos artistas e intelectuales autóctonos.
El discurso tiene espejo retrovisor hasta el 24 de marzo del 76, fecha del último golpe de estado, ni un paso más allá.
El kirchnerismo siempre se cuidó muy bien de no mencionar los crímenes cometidos durante los gobiernos peronistas. Como diría Serrat: “eso no se dice, eso no se mira, eso no se toca”.
La ley 23.062, sancionada el 23 de mayo de 1984, estableció que la ex presidenta María Estela Martinez de Perón no podría ser juzgada por ningún delito que hubiera cometido antes del golpe militar, porque no había sido desaforada ni sometida a juicio político como prevé la Constitución, sino destituida por un acto de rebelión.
La ley se autodenominó «instrumento de reparación histórica de la ex presidenta», le restituyó nueve millones de dólares y la eximió de impuestos; esta ley jamás fue derogada.
Hasta el día de hoy los atroces crímenes del peronismo continúan impunes. La ex presidenta, a sus 82 años, pasa tranquilamente los días en su lujoso chalet en las afueras de Madrid y por lo que yo recuerdo de ella, me la imagino tomando el té en su jardín, repitiendo socarronamente: «Patria y Buitres», «Patria y Buitres».
Buby Dias