“Cristina denunció a voz de cuello una supuesta ‘maniobra de pinzas sobre la República Argentina hecha por los sectores exportadores’, tanto de quienes ‘retuvieron granos’, como de los que ‘encanutaron’ autos para especular ‘con una devaluación y licuar los convenios colectivos de trabajo” (La Nación, 1-10-14)
Al cierre de esta edición la nueva devaluación parece un hecho. En su discurso del martes pasado Cristina culpó a medio mundo por la situación económica; pero es evidente que más allá del conflicto que existe con los fondos buitres, se trata de un operativo para cubrirse las espaldas por el desastre económico que se vive.
La presidenta denunció a los bancos que en vez de entregar los dólares sobrantes por encima del 20% de encaje autorizado al Banco Central, se hicieron un “negocito” vendiéndolos a conveniencia; maniobra que habría sido bendecida por el ahora ex presidente del Banco Central, Fábrega, que en menos de 24 horas renunció.
Todo el mundo espera la evolución de los mercados; una expectativa que se dirige en una sola dirección: a cuanto llegará la nueva cotización del dólar oficial; la devaluación sería llevada a cabo por el nuevo titular del Central, Alejandro Vanoli, escudándose seguramente en los “desmanejos” de su predecesor.
¿La culpa sólo la tienen los buitres?
De una semana a esta parte el dólar paralelo avanzó casi hasta los 16 pesos. Hemos señalado reiteradas veces que el gobierno no tiene cómo parar la escalada porque carece de los suficientes dólares. Con reservas de divisas por debajo de los 30.000 millones, el intento de frenar el dólar sólo malgastaría las pocos que posee y no lograría nada; además, se quedaría sin fondos para seguir “honrando” su prestigio de “pagadora serial”.
En el discurso de Cristina hay una evidente paradoja: mientras critica a Obama y Griesa, mantiene la estrategia de pagar a como dé: ¡el gobierno depositó los 170 millones de dólares que vencían el 30 de septiembre aun a sabiendas que no serían girados a los tenedores de bonos, todo para sostener su estrategia de pagar y pagar!
Su retórica tiene el propósito de curarse en “salud”: con la pretensión de hacer responsable a otros, se encamina a una nueva devaluación del peso cuyo primer efecto será multiplicar la escalada de los precios y hundir el salario, licuando (como ha afirmado la propia Cristina) los acuerdos firmados en las paritarias en la primera mitad del año.
Su especulación es que con el discurso alcanzará; los trabajadores se quedarán tranquilos sin hacer responsable al gobierno por este nuevo desastre, y aceptaran la tesis que toda la culpa la tienen otros.
Pero ni los argumentos K, ni su evaluación de las consecuencias de una devaluación son correctos.
Veamos primero la cuestión de las responsabilidades. Es verdad que el conflicto con el juez Griesa introdujo un problema que el gobierno no esperaba. Existe una cuestión de soberanía al ser un juez extranjero el que dictamina si el país puede pagar o no pagar; este impide que la Argentina pague cuando así lo ha dispuesto su gobierno.
Agreguemos de paso que este problema de soberanía lo generaron los propios gobiernos patronales del país, incluyendo al kirchnerismo. En los contratos de deuda externa todos aceptaron que la jurisdicción para eventuales litigios con los acreedores se lleve adelante de manera extraterritorial; es decir, en un país imperialista como los Estados Unidos u algún otro.
Pero que exista este problema de soberanía no niega las responsabilidades del gobierno en todo este desastre. Su política sistemática ha sido pagar. Ahora mismo, que no puede hacerlo, sigue intentandolo aunque los fondos sean retenidos por el agente de pago de los bonos, el Mellon Bank of New York.
Aquí se arrastra un problema de estrategia: el gobierno vendió la idea de “comprar soberanía pagando”, transformándose de este modo en el mayor pagador de la historia argentina. ¡Bajo los K se han pagado 200.000 millones de dólares en doce años!
Pero este cuento de hadas se tenía que venir abajo: ¡y este es el momento! Pasa que es un puro engaño afirmar que se podría “comprar independencia económica del país” rifando sus divisas en vez de reteniéndolas.
Porque la única manera de lograr independencia en la relación de la economía argentina con el resto del mundo es rompiendo los lazos de dependencia con el imperialismo, lo que pasa, entre otras cosas, por el manejo soberano de las divisas.
Pero para poseer divisas se deberían tomar medidas que el gobierno nunca estuvo dispuesto a llevar adelante. Son lo opuesto a “comprar soberanía pagando”: pasan por no pagar la deuda externa, desencadenando al servicio de esta opción una gran movilización contra el imperialismo.
¿A quién se le puede ocurrir que un país dependiente como el nuestro, que depende para sus intercambios con el resto del mundo de divisas, pueda fortalecer su posición… entregando las que genera con la producción de sus trabajadores y la explotación de las riquezas del país?
Junto con no pagar, para evitar las maniobras especulativas vía el comercio exterior o la fuga de divisas, se deben imponen otras medidas como la nacionalización de la banca y el monopolio del comercio exterior. Que el estado bajo el control de los trabajadores se haga cargo de todos los bancos y monopolice la entrada y salida de divisas; se trata de medidas no sólo económicas sino políticas cuyo principal punto de apoyo es movilizar a la sociedad.
Es evidente que los K nunca se podrían jugar a tanto; y hoy menos que nunca aunque hagan discursos para la tribuna; también es verdad que la izquierda viene cumpliendo un papel vergonzoso en todo este asunto; sobre todo el FIT, que fue incapaz de poner en pie estos largos meses una batalla consistente por el no pago de la deuda.
El hecho que el gobierno haya rifado semejante cantidad de divisas; que haya malversado el “viento de cola” de la última década para fortalecer la tenencia de divisas, es su exclusiva responsabilidad. Esto más allá que desde nuestro partido rechacemos que un juez imperialista dictamine lo que el país debe o no hacer con su deuda externa.
No quedarse de brazos cruzados. Reapertura de las paritarias ya
Veamos ahora las consecuencias de esta nueva devaluación. Es simple: al negarse el gobierno a dejar de pagar la deuda externa incluso en condiciones de tanta fragilidad en materia de tenencia de divisas, lo que hace es transferirle el costo de toda esta operación a los trabajadores.
¿De qué manera? Dejando correr la devaluación del peso con las excusas del caso. No es verdad que la misma se imponga cual “ley de la naturaleza”. El gobierno optó hace mucho tiempo por esta medida como mal menor frente a la profundización de la crisis económica. Bien se podría haber evitado a condición de haberse tomado otras medidas para fortalecer las reservas, como ya hemos visto. Pero al negarse a ir contra los acreedores, al circunscribir su pugna con el juez Griesa y los buitres que no entraron en los canjes del 2005 y el 2010 (mientras se les pagó un dineral al resto), lo que se hizo es debilitar la posición de reservas del país.
Siendo esto así el único “remedio” que le queda, la opción que está eligiendo concientemente, es la que ya se ensayó en enero: volver a depreciar los valores en pesos, en primer lugar el salario obrero. Es decir: abaratar los costos en dólares de manera tal de aumentar la competitividad de la economía, recuperar en algo el saldo exportador, todo a costa de una nueva y brutal escalada inflacionaria.
Una nueva devaluación repetirá el escenario que vimos en enero: incógnita sobre los precios reales, corte de los créditos y de la cadena de pagos, desabastecimiento, todo seguido de un nuevo y brutal aumento de precios.
El gobierno especula con que la gente se vaya a resignar ante estos eventos. Cuenta, además, con la inestimable ayuda no solo de la burocracia de Caló sino también de Moyano, quien ha adelantado su negativa a convocar a un nuevo paro general.
Sin embargo, una nueva devaluación tendrá el efecto de poner en cuestión todos los acuerdos colectivos. No sólo está el hecho de que los despidos y suspensiones se van a profundizar: el ataque al salario será brutal y nadie puede especular con que en el país no va a volar una mosca.
Advertimos que una nueva devaluación puede ser un revulsivo terrible; apostamos a que amplios sectores de los trabajadores pugnen por salir a luchar, a que no sean los trabajadores los que paguen –una vez más- las cuentas del desfalco capitalista.
Este escenario vuelve a poner sobre la mesa el debate que venimos sustanciando sobre la estrategia de la izquierda. El FIT en general y el PO en particular, renguearon todo el año por el lado electoralista corriendo por detrás de los acontecimientos de la realidad de los trabajadores.
Pero para las elecciones falta todavía un largo año. ¿Entonces qué hacer ahora frente a la nueva devaluación? No puede seguir mirandose el ombligo: hace falta un gran encuentro nacional de trabajadores que de una respuesta, sin perder más el tiempo, a las exigencias de la hora. Un encuentro así, unificado, no está en la agenda de momento; pero no descartamos que se termine imponiendo si los eventos se desencadenan y se coloca nuevamente, a la orden del día, la pelea por un paro general activo, por la inmediata reapertura de las paritarias, contra el ajuste k y el no pago de la deuda externa, y por que la crisis la paguen los capitalistas y una salida obrera y popular ante la eventualidad de que el gobierno trastabille.