Cortes de luz, inflación, tarifazos y descontento social

Los cortes de luz le pusieron más temperatura al humor social y revelaron la crisis estructural del sistema energético. No terminaba de apagarse la pirotecnia con que se recibía el año nuevo que ya se ponía en vigencia el tarifazo en el transporte, un verdadero ataque al bolsillo del trabajador. Como si fuera poco, acompañado de un nuevo aumento en los combustibles. El nuevo «acuerdo de precios» (ver nota aparte) es una farsa del ya limitado que ponía en marcha Moreno y ahora se anunció un aumento del 50% en los peajes.

Pero estos ataques a los trabajadores no le salen gratis a la administración K. El gobierno evidencia elementos de crisis política y preanuncia que el año y medio que le queda por delante le va a resultar muy cuesta arriba y no exento de crisis generales.

Lejos quedaron los tiempos en que ocupaba el centro de la escena, hubo otros no tan lejanos en que, en minoría, mantenía la iniciativa. Hoy, un día dice una cosa y al otro la desmiente. Primero fueron los cortes programados de Capitanich, al otro día la desmentida de De Vido y del propio chaqueño. Luego se preparaban para hacer caja con el anuncio del aumento en el impuesto a los bienes personales, pero al día siguiente llegó la desmentida. Una mañana amaga con tomar medidas contra el aumento de los alimentos abriendo la importación de tomates, al otro retrocede.

El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Granados, afirma que el desplazamiento de policías a la costa atlántica no «desprotege» al conurbano; al instante baja la orden de más fuerzas represivas en el cordón bonaerense.

El minué de marchas y contramarchas incluye a ministros que rápidamente acumulan desgaste, como Capitanich, que había llegado como una suerte de “súper ministro”. Mientras, Cristina ya está en Buenos Aires, pero elige no exponerse en estos tiempos de anuncios desagradables.

Las idas y venidas sólo revelan la crisis en torno al rumbo económico: seguir con el ajuste inflacionario o ir a un ajuste más ortodoxo, sacando de las cuentas públicas el rojo de los subsidios a la energía y a otros servicios públicos y pasar este faltante de recursos a los ya flacos bolsillos de los trabajadores. Ir del sinuoso camino de la heterodoxia al claro de la ortodoxia. Por ahora hay más dosis de heterodoxia: es decir, más del ajuste inflacionario que del otro. Pero para que funcione, los trabajadores deben tragar la amarga medicina que le ofrece el gobierno, y eso está por verse.

 

Ajuste inflacionario = paritarias a la baja

 

El aumento a las fuerzas represivas tras el planteo policial golpeó el plan de paritarias a la baja del gobierno. Para disimular el golpe, el gobierno acordó con la burocracia atrasar las primeras paritarias del año (bancarios, aceiteros y otros menores) y comenzar a discutir recién en marzo o en abril, cuando esperan otras “expectativas”.

Mientras tanto se conoció la inflación anual del 2013, que según el gobierno fue de 10,6% y según los economistas privados llego al 28,4% (índice del Congreso).

Para generar otras “expectativas”, el gobierno lanzó dos medidas convergentes: el plan de “precios cuidados” (ver nota aparte) que “cargan con un grueso colchón” (Clarín, 15/01/14, Ismael Bermúdez) y el nuevo índice de precios que se estrena en febrero y que cuenta con la venia del FMI y la bendición de la burguesía.

Con estas dos iniciativas esperan tener desde febrero/marzo un número decreciente de inflación para mostrarle a la burocracia sindical, mientras la inflación real sigue por las nubes. Es decir: van a intentar convalidar las mentiras del viejo Indec pero con la legitimidad, esperan ellos, que le van a dar los grandes grupos y el FMI al nuevo índice. Todo esto con el claro objetivo de imponer paritarias a la baja: así funciona (funcionaría, mejor dicho) el ajuste inflacionario.

Un combo perfecto para que la crisis la paguemos los trabajadores. Ese es el plan económico del gobierno. El de los trabajadores es otro: recuperar en las paritarias algo de lo perdido, es decir, un aumento por arriba de la inflación real.

 

burócratas oficialistas y opositores: distintos perros para defender al mismo amo

 

En este año caliente, la burocracia sindical se empieza a mover, pero no para organizar la lucha. «En ningún momento se habló de realizar medidas de fuerza, buscamos preservar la paz, proteger el trabajo y defender los derechos de nuestros representados y de los jubilados», aclaró el moyanista Abel Frutos (Panaderos), después de la reunión en Mar del Plata en la que Moyano y Barrionuevo convocaron para el 20 de enero a un encuentro al que llaman a la GCT Balcarce de Caló. En la cita en que lanzaron esta iniciativa lograron sentar a Fernández de la UTA y Maturano de la Fraternidad, en claro distanciamiento con el gobierno.

La burocracia nuevamente se propone como garante del orden social para frenar el descontento a cambio de ser reconocidos por la patronal y el peronismo que se prueba el traje de reemplazo del kirchnerismo. Contener el descontento social incluye hacer alguna medida aislada, aunque “en ningún momento se habló” de ello.

Por eso, al encuentro “sindical” están invitados desde la Unión Industrial Argentina hasta la Federación Agraria, pasando por Massa, de la Sota y hasta Scioli. Es decir: invitan a los que proponen más devaluación, menos retenciones al agro y más ajuste fiscal; lo que no es otra cosa que decir que la crisis la paguen los trabajadores.

Para los estatales en general, lo que marca la pauta es la paritaria docente (ver nota). Scioli convocó las primeras reuniones para estos días, aunque aclaró que recién en los primeros días de febrero van a hablar de salarios. Se arranca con las cuestiones “técnicas”. La burocracia docente es de las más serviles, pero aun así el año pasado debió convocar a medidas –jamás a un plan de lucha coherente para ganar– hasta normalizar las clases semanas después de lo previsto.

Dentro de la decisión de la burocracia de intentar hacer los deberes, se destaca el “progresista” Yasky que anunció que su CTA oficialista va a pedir un 25% con el argumento de que ese número es lo que midió la inflación en el año que se acaba de ir. El servilismo de este “progresismo” no tiene límites: detrás de Yasky van Wasiejko, Baradell y Pianelli.

 

La necesidad de imponer un paro general

 

No le va a ser fácil la tarea a la burocracia, como ya se nota en muchos lados, pese a que recién termina la primera quincena de enero. En distintos sectores se manifiesta descontento por razones de bolsillo. En FATE, el paro del día 3 tuvo como disparador la liquidación a la baja del premio celular (productividad); en la destilería YPF de Ensenada hubo movimiento después de mucho tiempo, por una suma fija mientras se discute la paritaria; en los hospitales el proceso se extiende por varias provincias y tuvo como epicentro a Neuquén, donde los trabajadores fueron reprimidos (ver nota aparte).

La principal tarea de la izquierda revolucionaria es alentar las luchas por quebrar el techo salarial y contra los tarifazos y el ajuste, y en esas luchas ayudar a desbordar y derrotar a las distintas burocracias.

Pero hay que ser claros: para frenar el ajuste inflacionario del gobierno se necesita una lucha general de todos los trabajadores y no que cada gremio enfrente su paritaria de manera aislada. Se necesita un paro general con un programa claro que recoja las necesidades y reivindicaciones más urgentes y sentidas por los trabajadores: un salario mínimo vital y móvil de $9.000, la eliminación del impuesto al salario y del tope a las asignaciones familiares, el 82% móvil para los jubilados y a partir de allí paritarias libres sin pisos ni techos.

Hoy por hoy, la llave de un paro general la tiene la burocracia y a ella hay que exigirle e imponerle la huelga, al mismo tiempo que se van creando las condiciones para desbordarla y eventualmente derrotarla, no depositando un gramo de confianza en ella. La crisis económica y el desgaste político del kirchnerismo empiezan a gestar una crisis general que debe encontrar una respuesta desde los trabajadores y por la izquierda. En esa perspectiva trabajamos desde el Nuevo MAS.

 

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