El jueves por la noche de la semana pasada, explotó en el corazón del barrio Alta Córdoba la fábrica Química Raponi. Dejó como resultado un cráter de 5 metros de diámetro, decenas de casas destrozadas, cientos de personas en la calle y más de 60 heridos. Una vez más lo que nos muestra este tipo de hechos, muchas veces caratulados como “accidentes”, es que los gobiernos, sean municipales, provinciales o nacionales, ninguno se hace responsable. Se pasan la pelota entre ellos y no dan ni una respuesta a los damnificados. Sumemos a la fórmula que saltan a la vista la cantidad de empresarios con acuerdos turbios en las reglamentaciones que deben cumplir para sus negocios (en Córdoba están los Petrone, Porta, Raponi, Monsanto, etc.). La planta almacenaba productos inflamables, como alcohol etílico y etanol, pese a no tener permiso para ello. Queda en evidencia porque nadie quiere dar la cara, y es que los gobiernos hacen y deshacen regulaciones, o miran para otro lado cuando pueden llegar a acuerdos redondos con las empresas. Los desastres los pagamos nosotros.
¿Qué respuestas dieron hasta ahora? Primero, la inmediata ocupación de la zona por las fuerzas policiales para reprimir cualquier intento de protesta que se vaya de las manos del gobierno, ya que hubo varias manifestaciones de los vecinos pidiendo respuestas y denunciando que las medidas que prometieron no se están llevando a cabo. Segundo, unos créditos miserables que los vecinos tienen que pagar sin chistar, porque los estragos de Raponi los pagamos nosotros como si fuéramos los responsables. Y para coronar, el cierre de la planta estatal Dioxitek (procesadora de uranio para las centrales nucleares) que implica más de 300 trabajadores que pierden sus puestos de trabajo (140 de la planta y 160 de empresas tercerizadas), todo para lavarse las manos, ya que se trata de otra fábrica polémica en la zona. El municipio también cerró otras tres plantas químicas que no tenían autorización dejando aún más trabajadores en la calle, después que los patrones se llenaron de plata los bolsillos, pero claro, hasta hoy nadie sabía de las irregularidades en las empresas. Como siempre, los trabajadores son la última prioridad y bien descartables.
Mateo RC