Mañana, jueves 20, se cumple un nuevo aniversario del inicio, en 1910, de la Revolución Mexicana, que fue mundialmente uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo pasado. Ese mismo día, han sido convocadas grandes movilizaciones en el Distrito Federal y en otras ciudades por los 43 estudiantes desaparecidos y para que se vaya el presidente Peña Nieto.
Por supuesto, el México del presente es muy diferente al de 1910. Sin embargo, a pesar de esas inmensas distancias, hay puntos vitales en común. Primero y principal, la pérdida de legitimidad y de consenso de las instituciones del Estado y en primer término de la presidencia. En segundo lugar, que esto ya no se acepta en silencio y con resignación: la situación producto de la impunidad es cada día más explosiva, con amplios sectores de masas que comienzan a decir ¡basta!
Tal es el escándalo de la desaparición de los 43 estudiantes, que es muy probable que las protestas y movilizaciones –cada día más masivas– vayan creciendo hasta transformarse en una rebelión en regla del pueblo mexicano. Incluso, hasta llegar a un verdadero estallido revolucionario. Pero, sea como sea, México está en la más grave crisis política y de estado que se haya visto en muchas décadas, lo que no es poco para un país de semejante importancia en el continente.
Es que los asesinatos en Iguala y la posterior desaparición de los 43 estudiantes normalistas, son hechos atroces que han despertado la indignación entre amplísimos sectores de masas en México e, incluso, impactado internacionalmente. ¡Una mayoría está pensando o lo está gritando ya a viva voz que las cosas no pueden seguir así! Es que estas desapariciones no son excepcionales: han sido sólo la gota que hace desbordar el vaso. Es un vaso lleno de sangre de decenas de miles de mexicanos y mexicanas.
Todo eso amenaza reventar en las narices de sus responsables: el poder ejecutivo en primer lugar; los legisladores y gobernadores del PRI-PAN-PRD corruptos hasta la médula; el poder judicial que se compra y se vende igual que ellos; las fuerzas armadas y las diversas policías, manchadas por mil crímenes: fuerzas “estatales” que generalmente son imposibles de diferenciar de las organizaciones “privadas” de delincuentes y narcos… como es el caso en Guerrero.
Es por eso que, en las protestas, junto con el reclamo de aparición con vida de los 43 de Ayotzinapa y, luego, el de renuncia de Peña Nieto, hubo otra consigna importante y significativa: “¡Fue el Estado!” Efectivamente, por acción u omisión, es el actual Estado mexicano, y en primer lugar su jefe de Estado –el presidente Enrique Peña Nieto– el responsable. México parece ser una suerte de “narco-estado”, donde el poder está repartido entre un conjunto de “caciques” territoriales no importan del partido que sean, todos unidos por mil lazos de impunidad de repugnan la conciencia popular.
En una de las tantas maniobras del gobierno de Peña Nieto para borrar las huellas digitales del Estado en el crimen de Iguala, a su lacayo, el procurador Murillo Karam, se le escapó una frase que pasó a la historia: “¡Ya me cansé!”
Pero sucede que el pueblo mexicano también ya se cansó… de todos ellos. Y lo está diciendo en voz cada vez más alta. ¡Ya se cansó de Peña Nieto! ¡Se cansó de las atrocidades, los asesinatos y las desapariciones que son moneda corriente desde hace más de una década! ¡Se cansó de fenomenal corrupción del trío PRI-PAN-PRD, que también salpica a MORENA, la ruptura “por izquierda” del PRD!
Pero también está cansado de la polarización social, los ricos cada vez más ricos y los trabajadores y las masas campesinas y populares cada vez peor, más pobres y más explotadas. Está cansado de las consecuencias de la entrega al imperialismo yanqui mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que ha sido uno de los factores principales de la descomposición social que empujó a tantos a la emigración o a ser reclutados como carne de cañón de las organizaciones criminales apañadas por la burguesía mexicana y sus políticos. Y la clase obrera y trabajadora está cansada de la explotación, los bajos salarios y de los “sindicatos” manejados por los burócratas millonarios y mafiosos del PRI.
El vivo rechazo a todo eso, hoy se condensa en un grito: ¡Fuera Peña Nieto!… Sería un primer paso, pero de extraordinaria importancia. Derribar al actual presidente va más allá de su miserable persona: ¡podría abrir las puertas a un cuestionamiento global de las instituciones del Estado!
¡Que se vayan todos!
Si hay algo que cada vez más mexicanos comienzan a comprender, es que este Estado, sus autoridades, sus políticos y funcionarios no los representan: los ven cada vez más como lo que son: sus enemigos.
Esta pérdida radical de legitimidad y de consenso se expresa de mil maneras. Es como un gas inflamable que se viene acumulando en un edificio y ahora una chispa puede hacerlo estallar.
Por supuesto, esta deslegitimación del Estado y sus instituciones no ha pasado desapercibida. Ya desde muy diversos ángulos se proponen “soluciones”. El gran bombero de la burguesía mexicana, Andrés Manuel López Obrador, que encabeza el MORENA (Movimiento Regeneración Nacional), ruptura del PRD, ha salido a la palestra proponiendo adelantar las elecciones presidenciales. Acortar el mandato de Peña Nieto (que vence en el 2018) y hacer las elecciones a mediados del 2015.
Esto no sólo significa que Peña Nieto no se vaya ya. Implica también algo peor: la desmovilización de la actual protesta para encauzarla hacia una campaña electoral, que mientras tanto dejará las instituciones del Estado tal cual están.
En medio de este clima de cuestionamiento y deslegitimación del Estado se escuchan también otras voces. Por una combinación de muy diversos factores, entre ellos las graves derrotas y debilidad del movimiento obrero, la bancarrota de gran parte de la izquierda que en su momento fue absorbida por el PRD al fundarse en 1989, los elementos comunitarios de la composición etno-lingüística del país, etc., en México hay fuertes tendencias autonomistas. En los 90, con el zapatismo, México fue la Meca mundial de las corrientes autonomistas, que se habían puesto de moda. Parte de esa moda fue la consigna de “cambiar al mundo sin tomar el poder”…
Desde entonces, si algo han demostrado las experiencias en México y en el mundo entero, es la falacia de esa consigna y la política que resume. Más bien los hechos han ratificado lo opuesto: “Fuera del poder, todo es ilusión” (Lenin).
La “anti-política” de estas corrientes es en verdad la otra cara de la misma moneda del reformismo electoralista de López Obrador. Es la esperanza en “movimientos autonómicos” que impondrían sus demandas al margen del actual Estado, sin destruirlo luchando por otro Estado social y políticamente distinto.
Para que el pueblo trabajador mexicano tenga la posibilidad de esclarecer lo sucedido y castigar a sus responsables, pero también para que pueda acabar con el actual narco-Estado y sus aberraciones, para que pueda establecer instituciones que estén bajo su poder y control, es imprescindible una salida revolucionaria. Eso se resume hoy en imponer mediante la movilización revolucionaria una Asamblea Constituyente.
Que esa Constituyente revolucionaria decida sobre todos los problemas para reorganizar el país y sus instituciones, en beneficio del pueblo trabajador y no del puñado de 50 multimillonarios como sucede hoy. Que termine con el terror del actual narco-Estado, disolviendo los cuerpos represivos y organizando el armamento de la clase trabajadora y los sectores populares. Que decida si hay que entregar el petróleo, como hace Peña Nieto. Si hay que seguir adelante con el desastre del Tratado de Libre Comercio o acabar con él. Y así, disponer sobre las las cuestiones capitales que hoy enfrentan la clase trabajadora, el pueblo y la juventud luchadora de México, refundando el país sobre nuevas bases.
Solidaridad internacional con la lucha por los 43 estudiantes desaparecidos
Por último, un factor de enorme importancia en esta lucha es la solidaridad internacional. Movilizarse en todos los países, denunciando al gobierno mexicano y exigiendo la aparición de los 43 estudiantes es fundamental para fortalecer la lucha en México. Es que además el imperialismo, en primer lugar EEUU, presentó en su momento a Peña Nieto como el “salvador de México”.
“Salvando México”, decía la tapa de la revista Time del 24 de febrero de 2014. Allí además se explicaba “cómo las reformas (neoliberales) de Peña Nieto estaban cambiando a esa nación manchada por el narco” (¡¡¡textual!!!). Mundialmente, la prensa imperialista lanzó el slogan del “Mexican Moment”, el milagroso “Momento Mexicano”… iniciado gracias a la entrega del petróleo, las privatizaciones, la destrucción de la educación pública y otras medidas neoliberales.
Los estudiantes de Ayotzinapa fueron reprimidos precisamente porque se movilizaban contra los planes de liquidación de la escuela pública. Impulsar la solidaridad con ellos, significa al mismo tiempo poner en la picota no sólo a Peña Nieto sino también a todos los que en su momento lo impulsaron y aplaudieron.
► ¡Aparición con vida de los 43 normalistas!
► ¡Fuera Peña Nieto!
► ¡Por una Constituyente revolucionaria que reorganice de arriba a abajo al país!
► ¡Que los sindicatos se sumen y convoquen a la huelga a la clase obrera!
► ¡Solidaridad internacional con la lucha de los normalistas!