“Los fondos especulativos saben que si no acuerdan con este gobierno antes de fines de 2015 lo harán con el próximo en 2016, y algunos candidatos de la oposición, como Macri, ya anticiparon que en caso de ser gobierno van a pagar al contado todo. Entonces, ¿para qué apurarse a cerrar antes?” (Axel Kicillof en el anuncio del canje de Boden 2015, 4-12-14).
El gobierno busca seguir dando puntadas aunque el hilo esté gastado. Los movimientos de los últimos meses van todos, como hemos señalado muchas veces, en la dirección de conseguir los dólares necesarios para aguantar 2015 hasta el cambio de administración. Enumeremos: el swap (intercambio) de divisas con China; las gestiones por préstamos ante el Banco de Francia (casi cerrado) y el gobierno ruso (todavía no); las licitaciones de frecuencias 4G; el acuerdo con las cerealeras de liquidación de divisas, y ahora el fallido canje voluntario de bonos de deuda Boden 2015 (que vence en octubre del año que viene) a cambio de otros bonos con vencimiento en 2024.
Cuando Kicillof dice que “no es el país el que se va a arrastrar por el desierto buscando el último dólar”, lo que hay que entender es que el gobierno va a hacer exactamente eso, sólo que tratando de no pasar por la ventanilla de los buitres.
El kirchnerismo ya ha dado sobradas muestras de ser poco previsible, pero no porque guarde bien los secretos, sino porque realmente improvisa medidas sobre la marcha. Por ejemplo: al momento de la salida de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central, y en medio de rumores de devaluación, en el propio oficialismo se hablaba de que quedaba escaso margen para no negociar con los holdouts en enero. El objetivo de mínima de la caza de divisas de estos meses era acomodar un poco el panorama para no ir a negociar tan entregado. Pero si en el gobierno calculan que ahora, rompiendo todos los chanchitos, alcanza hasta octubre, entonces capaz que vuelve el relato de “patria o buitres”. Sólo que del “desendeudamiento”, mejor ni hablar. Porque este canje de bonos no era, en el fondo, otra cosa que una emisión de deuda, el único tipo de deuda que el gobierno puede emitir sin recurrir formalmente al mercado internacional, para el cual el país sigue en default.
Sucede que otros instrumentos a los que el gobierno estaba echando mano para financiarse ya no están disponibles. Uno de ellos era la emisión de bonos en pesos con cotización atada a la evolución del dólar (“dollar linked”), que se habían colocado sobre todo entre los bancos en la plaza local (por las buenas o por las malas). Pero después de dos emisiones de esos bonos de deuda, la cosa no daba para más. El canje del Boden entra en una categoría muy distinta, que debía ser música para los oídos del mercado, pero se encontró con obstáculos inesperados para las dos partes.
No hubo descarga de lastre para 2015
El panorama de obligaciones de deuda para el año que viene era, y es, incómodo para un gobierno en campaña electoral. La deuda pública tiene vencimientos por casi 12.000 millones de dólares, de los cuales el Boden 2015 representa más de la mitad: 6.700 millones. Hagamos cuentas: las reservas, con muy buena voluntad, pueden computarse en 28.000 millones (hay dibujos varios que ya hemos mencionado y que no reiteraremos aquí). El saldo comercial del año que viene está seriamente comprometido, entre la baja de los commodities, el menor volumen de exportaciones y el atraso cambiario respecto de los vecinos. El “dólar ahorro” y el turismo se llevan unos 5.000 millones, y hay otros 5.000 millones de importaciones ya pagadas por privados a los que el BCRA no les devolvió los dólares.
El resultado era un rumor que circulaba por toda la clase capitalista: el pago del Boden 2015 corría peligro de ser pesificado a la fuerza, algo que rompería reglas de juego elementales del pacto tácito de transición pacífica entre el empresariado y el gobierno.
Con el canje, se buscaba que ese fantasma quedara despejado (fue lo primero que aclaró Kicillof). Como observa un analista: “El anuncio de adelantar casi un año el pago del Boden 2015 provocó un shock de confianza en la City porteña. Fue visto como un mensaje muy positivo hacia el mercado” (M. Gorodisch, El Cronista Comercial, 5-12-14). El plan consistía en lo siguiente: los que tienen Boden 2015 pueden a) quedárselos hasta que venzan en octubre; b) cobrarlos este 22 de diciembre a precio de mercado (97 dólares cada 100), o c) canjearlos casi a la par por nuevos bonos Bonar 2024, con vencimiento en ese año y una jugosísima tasa de interés anual (con pagos semestrales) del 8,75%.(1)
La idea del gobierno es canjear cerca de la mitad del Boden 2015 (3.000 millones de dólares, cifra que luego se trocó en una más realista de 1.000 a 1.500 millones, y que terminó en el fiasco de 300 millones), cancelar algo ahora, y aliviar sustancialmente el vencimiento de octubre de 2015, el más pesado en 10 años.
¿Por qué los actuales tenedores de bonos se podían sumar al canje? Porque la mayoría son lo que se llama inversores institucionales (bancos, fondos de inversión, compañías de seguros), tanto internacionales como locales. Cobrar ya o esperar el final del bono significa salir de la inversión en deuda argentina. Pero con esas tasas de retorno siderales (y desproporcionadas en relación con el riesgo real de default), el negocio era seguir prestándole al Estado argentino.
De esta manera, el “mercado” quedaba contento y el gobierno lograría llegar con más oxígeno a la negociación de enero con los buitres. Pero la crisis internacional metió la cola: entre las malas noticias de China (desacelera su crecimiento), la crisis del petróleo (que se trata en nota aparte) y el temor a que gane la izquierda en Grecia, temblaron las bolsas del mundo, el temor invadió a los inversores y nadie se atrevió a sacar los pies del plato o hacer jugadas arriesgadas. Y para “los mercados”, no otra cosa es invertir en bonos de un país todavía en default.
De modo que la jugada oficial quedó en la nada. Bueno, no del todo: según Kicillof, el fracaso del canje fue todo un “éxito” porque mostró un “fuerte espaldarazo de confianza” de los inversores en que el gobierno honrará los pesados compromisos en divisas. Es cierto que era uno de los objetivos del anuncio, pero… vamos, ministro, el canje fue un fiasco.
Si el alambre lo permite, un poco de “relato” electoral
Según los propios operadores de la City, el único “lado malo” de un eventual canje exitoso del Boden 2015 era que alimentaría las ganas del gobierno de abandonar todo intento de acuerdo con los holdouts, cuidar la caja, hacer “relato” con claros beneficios electorales y dejarle el entuerto al gobierno que viene. Un debate en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción con tres de los gurúes neoliberales, Guillermo Nielsen, Miguel Kiguel y Daniel Marx (todos ex funcionarios), se hacía eco de esta preocupación: “Si la economía aguanta, las chances de un acuerdo (con los holdouts) se disipan”, reconoció Kiguel (Ámbito Financiero, 5-12-14).
Ahora bien, ¿cuáles son los alambres para atar la economía y que aguante hasta octubre sin arreglar con los buitres? Varios, pero era esencial primero despejar un poco el horizonte de pagos de 2015, demasiado concentrado en el Boden con un volumen muy importante. El problema es que justamente no se logró desmenuzar esa piedra enorme en otras más pequeñas y manejables, lo que sin duda será un fuerte obstáculo para una estrategia de supervivencia que no esté supeditada al crédito internacional formal (que a su vez está atado al acuerdo con los buitres).
El primer alambre es China, claro, y por más de una vía. Está el swap (intercambio de monedas), que permitiría o bien vender las divisas chinas para conseguir dólares, o bien ahorrar dólares comprando a los chinos en su moneda. Es un recurso del que no se puede abusar, porque si los chinos lo notan, la represalia será que, por ejemplo, las inversiones comprometidas para las represas de Santa Cruz lleguen en cuentagotas. Pero es una ayuda, lo mismo que los préstamos del Banco de Francia y las negociaciones en curso con el banco central de Rusia y con Brasil (aunque ninguno de los dos está en condiciones ideales).
Tan importante es este factor que Cristina se encargó de recordar, en una reciente conferencia de la Unión Industrial Argentina en Pilar, que China es “nuestro socio estratégico” (N. Scibona, La Nación, 7-12-14). Por supuesto, desde el punto de vista financiero, esta “estrategia” tiene fecha de vencimiento en octubre de 2015; después, como dijo Kicillof, el gobierno que siga se ocupará de los holdouts y de regresar a paso triunfal a los mercados “oficiales” de endeudamiento.
¿Significa esto que la senda ya está trazada y que el arreglo con los buitres se aleja definitivamente hasta la próxima gestión? No es seguro tampoco, porque el gobierno sigue, mientras tanto, monitoreando las posibilidades de un arreglo “privado” de recompra de deuda a los holdouts (parecido al que fracasó en julio).
Si las condiciones son aceptables y se puede presentar como algo que no sea una capitulación, sino más bien un “triunfo soberano”, es una alternativa que no hay que descartar. Sobre todo teniendo en cuenta que el horizonte de pagos de deuda volvió a quedar complicado. Y ni hablar si llega a prosperar alguna de las zancadillas legales de los buitres, como el embargo al Banco Central por ser, supuestamente, un “alter ego” del Estado (lo que no está tan lejos de la realidad).
Por otro lado, tampoco es un incentivo para el arreglo que ya esté tomando forma la cifra aproximada del reclamo de los holdouts. Asumiendo que a todos se les aplique el mix de intereses y punitorios made in Griesa, el total arrimaría los 16.000 millones de dólares. A ese nivel, no habrá acuerdo posible. Más si se tiene en cuenta que el monto de deuda original de los fondos que iniciaron el juicio era 426 millones en bonos (que a su vez deben haber comprado por no más del 30% de ese valor). El volumen de la estafa es demasiado alevoso.
Desde ya, con o sin pito catalán a los buitres y holdouts, lo que seguro no hay ni va a haber es un plan serio para los problemas reales y de fondo de la economía. La inflación sigue alegremente su curso a pesar de la recesión, las exportaciones ya están en el nivel de 2010, el agujero fiscal se rellena con el patrimonio del BCRA, la actividad industrial sigue sin repuntar.
Pero para el kirchnerismo todo eso ha pasado a ser el menor de los problemas mientras no se desmadre; esto es, mientras se evite una crisis cambiaria, un salto en la desocupación o que el descontento salarial se traduzca en luchas. Para los creadores de la “década ganada”, la gran estrategia es que el alambre resista diez meses. En los cálculos de semejantes estadistas, lo que importa es que el diluvio le caiga en la cabeza a otro.
Hay que relanzar la lucha por el no pago de la deuda
En definitiva, con acuerdo o sin él con los buitres, el hecho es que el gobierno que más deuda pagó con el supuesto objetivo del “desendeudamiento” o termina arreglando con los holdouts, o transfiere esa carga al gobierno que venga. En cualquiera de esos casos, más temprano que tarde, el país regresará al mecanismo del endeudamiento internacional, volviendo a atar al país a los mercados internacionales. Esta es una razón demás para que hacia la campaña electoral que se avecina la izquierda retome entre sus banderas una tarea que es históricamente parte de la ruptura del país a las cadenas que lo atan al imperialismo: ¡el no pago de la deuda externa!
Notas