El calor se apoderó de este principio de año y el receso de vacaciones impone su ritmo a la realidad política nacional. Todo parece estar imbuido de una letanía a la espera de que el año empiece a andar.
Pero esta sensación no debe hacernos perder de vista que esta letanía es una ilusión de verano como un espejismo producido por los rayos calcinantes del sol. El 2015 es sin duda un año donde, más allá de las luchas obreras que puedan estallar, se procesaran intensas discusiones políticas y donde en parte está en juego la orientación política de la Argentina en el siguiente periodo.
Pero mientras las aguas permanecen calmas, tanto el gobierno nacional como la oposición se disponen a pensar sus respectivas campañas electorales y a perfilar sus candidatos.
Kirchnerismo: diferentes caras de una misma moneda
Veamos primero el escenario K. El gobierno nacional consiguió pasar el temblor de la segunda mitad del año 2014 inducido por la inflación, las luchas que empezaban a despuntar (docentes, la industria automotriz), el problema de la deuda externa, la disparada y escases de dólares y el fallo de los tribunales de Nueva York en favor de los fondos buitres; y finalmente concluir el año en relativa calma. Ya hemos desarrollado en editoriales anteriores cómo es que las fuerzas sociales representadas en los distintos sectores políticos (gobierno, oposición, burocracia, imperialismo, y también en contraposición, la clase obrera, su vanguardia y la izquierda) pueden ser factores determinantes para que en el marco de una crisis aguda como marcó el segundo semestre del año pasado, esta desemboque en un profundo conflicto que amenace la estabilidad del gobierno y libere las fuerzas contenidas, o por el contrario pueden actuar como poderosas fuerzas de contención que impidan que las aguas se escapen del curso de la normalidad. Este fue sin dudas el rol de las burocracias sindicales de todo tipo y color que dejaron aplicar en gran medida el plan de ajuste del gobierno y mostrar así cómo ellos son en última instancia piezas claves de la institucionalidad y la “paz burguesa”
En este marco el oficialismo se adentró a tratar de dilucidar su propio debate interno para resolver su fórmula presidencial. Esta pelea está integrada en principio por una amplia variedad de sujetos, pero parece claro que más allá de ese variopinto abanico de personajes, la disputa se cierne alrededor de dos nombres: El Gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli que aparece como favorito en todas las apuestas y el Ministro del Interior de la Nación Florencio Randazzo que es el que mejor le sabe al paladar K.
A primera vista pareciera que son dos figuras muy distintas, pero en el fondo son las dos caras de un mismo proceso; el que estructuró el ciclo de doce años de kirchnerismo.
Scioli se muestra como su lado más pragmático y dispuesto a encarar el nuevo gobierno superando las antiguas querellas del matrimonio K, lo que no deja de ser una vieja idea de Néstor Kirchner quien intentó hacer lo mismo en el 2007 cuando inicio su primer mandato Cristina. Pero las cosas se le fueron de las manos con la crisis del campo y tuvieron que optar entre dar un paso al costado o cerrar filas con la propia tropa y redoblar la apuesta por su supervivencia política. Esta decisión se plasmó en la ruptura de los K con el multimedios Clarín y el comienzo de la producción en masa del relato K.
Randazzo es justamente esa otra cara, la del “Relato”, la que nació junto con la muerte de Néstor Kirchner, y junto a La Campora. Él pretende encarar esa “épica” que se sintetiza en el amorfo “proyecto nacional y popular”. “Épica” esta que no tuvo ningún reparo en tranzar con las petroleras como Chevron, o con la rapaz Monsanto; encubrir cuanto femicio u atropello contra la mujer allá ocurrido; tranzar con la Iglesia y el Vaticano “franciscano” la reforma del Código Civil y la negativa al derecho al aborto, o con el imperialismo la Ley antiterrorista; tampoco tuvo demasiado empacho en en elevar al represor Milaní al frente de las Fuerzas Armadas; ni en declararse pagador serial de la deuda externa al mismo tiempo que pegaba un criminal manotazo al salario obrero por medio de la inflación.
Pero cuidado, que nadie se llame a engaño. Que exista este debate no significa que el kirchnerismo se dirija a dirimir su candidatura en las PASO. La pugna actual está dedicada a marcarle la cancha a Scioli para despues cerrar un acuerdo en mejores términos con él. Como resumen, todo indica que el fin de gobierno de Cristina Kirchner se cierra sin poder postular una “cara propia” que represente el “relato” y la “épica K” y esto no deja de ser un costado muy débil de una fuerza política que más allá de este repliegue de fin de ciclo, no dejará de ser un actor importante en la política nacional de los siguientes años.
La oposición (patronal) en su laberinto
Sergio Massa se muestra cada vez más como un candidato artificial que responde con las encuestas de opinión en mano, según cómo cambie el viento, pero eso sí, siempre optando por la alternativa más conservadora o reaccionaria. Prueba de esto son sus declaraciones acerca de archivar la lucha por los Derechos Humanos, sumándose al mismo tiempo a la retórica de mano dura contra los sectores populares. Esto ocurre en gran parte porque es un representante poco refinado de los sectores más conservadores de la oposición patronal, pero por otro lado porque su proyecto presidencial está sufriendo serios problemas. Massa pasó de “caballo del comisario” en 2013 cuando venció en la provincia de Buenos Aires al Frente Para la Victoria, a “Rocinante sin Quijote”. Es que toda la apuesta del armado de Frente Renovador se basaba en la hipótesis de que el gobierno se desbandaría luego de su derrota y que el grueso del PJ se iría con el vencedor de 2013. Su fuerza se apoyaba en el derrumbe de los K, pero este derrumbe no se efectivizó, el desgaste del gobierno no se cristalizó en una ruptura generalizada y Cristina consiguió mantener hasta el presente en sus manos las riendas del PJ. No obstante esto, el intendente de Tigre ha podido estructurar cierta base en la provincia: Tanto la tan dilatada como esperada transferencia de Insaurralde, como el reciente pase de De Narvaes a sus filas es parte esa estructura y que lo ubica a la expectativa de lo que ocurra en las PASO en la “gran interna” de la oposición y desde allí postularse a octubre.
Macri por su parte es quien ha podido sacar beneficio de la falta de concreción en el armado del candidato del Frente Renovador. Su estructura política, aunque débil al no tener ninguna pata fuerte en la provincia de Buenos Aires y en gran parte del interior del país, es más coherente y su figura está más asentada. Macri es un típico representante de la “derecha posmoderna” populista y “canchera”. Es un burgués de pura cuna, hecho y derecho, que propone un proyecto de país donde se privilegie la “eficiencia del mercado” por sobre los “intereses de la política”. Él no se plantea como “gobierno”, sino como simple “administrador” de una gran empresa llamada Estado Argentino. Su modelo de país es el más cercano al de la Argentina de los 90.
Aunque aparentemente crece en las encuestas, su debilidad estructural lo deja en principio en una situación de extrema fragilidad. Para eso es que busca cerrar algún tipo de acuerdo con Carrió y con la UCR para que estos a cambio de mantener algunos diputados y algunas intendencias le presten su pesada pero extensa estructura nacional.
Esto nos lleva por fin al UNEN. Que se puede decir de este sector. Si Massa esta desinflado y Macri no cuenta con ninguna base sólida para proyectarse, el UNEN está en franca desintegración. Carrió dio el portazo y se fue tirando “inmundicia” contra el ventilador, nadie se salvó de quedar manchado. La UCR está en plena crisis existencial (una larga crisis que lleva más de una década) no saben si quedarse haciendo de segundón del insípido conservador de Hermes Binner del PS, o pasarse con armas y bagajes al proyecto PRO; claro, también acá con un papel secundario.
Binner por lo pronto se resignó a ser espectador pasivo del naufragio de su barquito, y ver al final cuantas bajas debe lamentar.
En definitiva, tanto Scioli, como Massa y Macri estarían en este momento en una suerte de” empate técnico” entre tres figuras casi indistinguibles, donde las diferencias son de grado, no de calidad. Esta monocromía política deja un espacio abierto para que surjan y se manifiesten otros colores, otras identidades políticas en la palestra electoral.
Luchemos por una alternativa socialista unificada
La izquierda en esta situación tiene una gran posibilidad de realizar una excelente campaña política, una gran elección.
Como venimos desarrollando el fin del gobierno de Cristina Kirchner supone objetivamente el fin de una etapa política. El matrimonio K sale de la escena y el próximo presidente deberá encarar un ciclo político distinto, una ciclo que dependiendo de quién gane las elecciones y de cómo resulten estas podrá adquirir un combinación de mayor continuidad con cambios o de mayores cambios con continuidad, No olvidemos que los doce años de los K aunque normalizaron el país no lograron revertir las relaciones de fuerza que impuso el Argentinazo de 2001 y que cualquiera que pretenda ignorar este hecho objetivo de la lucha de clases chocará con la reacción popular.
La izquierda viene de conjunto de hacer una gran elección en 2013, como subproducto de esta el FIT logró una representación de tres diputados en el congreso nacional. Pero después de este logro el FIT se sumergió en su discusión interna e internista y se olvidó de hacer lo que tenían que hacer, poner las bancas en pos del desarrollo de la lucha y la conciencia socialista de la clase obrera.
Estas elecciones ponen a la izquierda en una verdadera encrucijada, o continua haciendo la plancha a la espera de que el fin del gobierno de Cristina los engorde con algunos votos más que se le derramen por la izquierda (cosa que no es para nada descartable) para así ampliar su representación parlamentaria y apostar a seguir creciendo como ala radical en la Argentina burguesa; o si aprovecha esa base electoral para asumir el desafío de ponerse a la altura de las circunstancias y postular un relato distinto al de esa Argentina burguesa. Es decir una realidad de una Argentina posible realmente distinta, donde gobiernen los que nunca gobernaron, los trabajadores. Una campaña que partiendo de las luchas cotidianas de la clase de obrera, plantee poner en pie una sociedad que es la antípoda de esta semicolonia seudoindustrializada al servicio del imperialismo y de un montón de ricachones locales que le hacen de mediadores: plantee la necesidad de una salida socialista para la Argentina y los trabajadores
Desde el Nuevo MAS, ya empezamos a copar las calles para poner en ellas una gran campaña que hace centro en esta perspectiva. En todo el país empezamos a pegar los afiches de Héctor Chino Heberling y a volantear nuestros materiales de campaña política planteando la necesidad de poner en pie una alternativa socialista unificada que postule a la izquierda como un actor que dispute en las urnas, pero que también dispute en la cabeza de los trabajadores.