Por Claudio Testa
“La aparición del nuevo ministro de Finanzas griego, YanisVaroufakis, provocó tal conmoción en los europeos que su popularidad incluso está logrando eclipsar al primer ministro de su país, Alexis Tsipras. Cada vez que sale de una cita oficial, tanto en Grecia como en el resto de Europa, decenas de mujeres jóvenes lo esperan para aplaudirlo y tomarse selfies con él.
“Lo extraño sería que no fuera así. Dentro de Grecia es admirado por el inusual coraje que demostró para tomar las riendas económicas de ese país al borde del precipicio. En el mundo causa fascinación por su prestigio académico, su inglés impecable y el glamour de su imagen: buen mozo, sexy e iconoclasta hasta en la forma de vestir, también integra el jet set intelectual europeo junto con su esposa, la brillante artista plástica Dánae Stratou.
“Sin escolta, invariablemente montado en una potente moto Yamaha, vestido de jeans y camisa fuera del pantalón, ese economista de 53 años, con la cabeza rapada y mandíbulas de Jackaroe, es capaz de decir «qué día espectacular» y «pagaremos nuestras deudas, pero como podamos» con la misma cara y sin que se le mueva un músculo.
“En un continente donde la gente ha dejado de creer en los funcionarios internacionales de traje gris y en el discurso formateado de los políticos que prometen y después parecen hacerle el juego únicamente al gran capital, la estela heroica dejada por la Yamaha de Varoufakis es como un soplo de aire fresco que renueva esperanzas adormecidas.” (Luisa Corradini, “Varufakis: el transgresor que desafía a la ortodoxia y encandila a Europa”, La Nación, 08/02/2015)
Esta oda (algo extravagante) dedicada al flamante ministro de economía de Tsipras –un gobierno al que muchos califican como de “extrema izquierda” o “radical”–, la escribe la corresponsal en Europa de un diario conservador, insospechable del menor pecado “progresista”. Pero, al mismo tiempo, la corresponsal de La Nación es una periodista seria que, a su modo, suele captar desde dónde sopla el viento. Y, en este caso, a dos niveles distintos: cómo sopla en la “opinión pública” y para dónde apuntan Syriza y su ministro de Economía, que mano a mano con Tsipras han comenzado a negociar con los patrones de la Unión Europea (léase, Alemania en primerísimo lugar).
Más allá de los “selfies”… una ola europea de simpatía y apoyo, y de rechazo a la prepotencia de Berlín y la Comisión Europea.
Efectivamente, no sólo en Grecia sino en gran parte del resto de Europa, especialmente en las masas trabajadoras y populares de los países más golpeados por la crisis y las medidas de “austeridad”, hay un fuerte viento de simpatía a favor de Syriza. Y también un fuerte viento contra “los políticos que prometen y después parecen hacerle el juego únicamente al gran capital”. Esto da hoy a Syriza un margen político notable… pero “gaseoso”, como veremos luego.
Esto se refleja, sobre todo en los países del sur de Europa, pero también en Francia y otras regiones. Es el hartazgo de la “austeridad” que golpea sólo a los trabajadores y los más pobres, y la evidente falsedad de que así se lograría revertir la crisis, “volver al crecimiento” y “recuperar el empleo”. Un verso en el que la gente cree cada vez menos.
A varios años de esta política, no sólo reinan el estancamiento y el desempleo, sino que ha ido avanzando un cambio histórico: el arrasamiento de las conquistas obreras y populares logradas en la postguerra. Cada vez son más los que comprueban que están viviendo peor que sus padres… y que sus hijos vivirán peor que ellos…
Se habla, equivocadamente, del “fracaso” de los planes económicos dictados desde Bruselas y Berlín. Esto es falso, en cierta medida. Es que sus verdaderos objetivos eran salvar al capital financiero, recuperar sus ganancias y lograr mayor “competitividad” mundial: para eso, obligatoriamente, hay que arrasar con las conquistas, hacer volver a los trabajadores europeos a la situación de un siglo atrás.
Grecia es simplemente el país de la Unión Europea donde esta degradación ha llegado al colmo, un verdadero “descenso a los infiernos”, un genocidio social, dictado por los dueños de la Unión Europea y la Eurozona, el capital financiero principalmente alemán y francés.
Es por esos motivos que Syriza no sólo gana las elecciones en su país, sino que, además, como decíamos, conquista un margen político importante, una gran cuota de simpatía, “en un continente donde la gente ha dejado de creer en los funcionarios internacionales de traje gris”.
“Renegociar…” para seguir pagando
Es con ese viento político a favor que sopla en Europa, que Alexis Tsipras y YanisVaroufakis se sientan a negociar con los patrones de la Unión Europea y la Eurozona, en primer lugar con los alemanes y su sargento, Jean-Claude Juncker, luxemburgués y presidente de la UE. Veamos cómo Varoufakis, la nueva estrella de la economía y la política griega y europea, explicaba esta perspectiva en una larga entrevista semanas atrás:
“La mayor arma que podemos oponer a la Troika[1] –dice Varoufakis– consiste en tener un gobierno electo que disponga de una buena mayoría. Una vez elegido el gobierno, me parece que deberíamos ser capaces de sentarnos a una mesa para debatir la resolución final de la crisis y desarrollar un nuevo enfoque desde el resto de Europa. Porque esta crisis no es una crisis «griega», es también una crisis de Europa. Si Grecia no hubiera estado en la zona euro, no se encontraría donde está. Sin duda estaría en dificultades, pero no en esta medida. Si Francia se halla estancada, dada su situación política y social, se debe también a la actual organización de la eurozona.”[2] Como vemos, en el arsenal de Syriza, las masas trabajadoras y populares no se contabilizan.
A continuación, en toda entrevista, se exponen diversas recetas para la “resolución final de la crisis” europea, basadas –tácitamente– en que habría un interés común en lograr eso. Desde Alemania y Francia hasta Grecia, y desde la gran patronal hasta los trabajadores, podrían coincidir en un plan europeo para salir del pozo, “un verdadero «New Deal» para Europa”. Recordemos que el «New Deal» fueron las medidas de estímulo a la economía aplicadas en Estados Unidos por el presidente Roosevelt durante la “Gran Depresión” de los años ‘30 del siglo pasado.
En Europa se trataría, entonces, esencialmente, de corregir una política y planes “equivocados”… aunque al pasar se reconoce que, dentro de esos “errores”, Alemania está haciendo el gran negocio de estrangular a Francia… y no sólo a Grecia.
Desde hace mucho tiempo Syriza viene suavizando su discurso. Tiempos atrás, hablaba de interrumpir el pago de la deuda, eje de la sangría de los vampiros de la UE. Esto se cambió por una “reestructuración” y, ahora, simplemente se negocia un “acuerdo puente” por unos meses hasta que se rediscuta un nuevo programa de pagos.
A esto se suma la promesa de mantenerse en la Unión Europea y el euro, cueste lo que cueste. Pero mantener el euro y el sometimiento a la UE, y simultáneamente decir que se rechazan las medidas de austeridad, es una contradicción insalvable.
El gran problema es que los patrones de la Unión Europea, en primer lugar Alemania, no parecen dispuestos a aflojar a Grecia nada significativo. Hasta ahora, sólo han cedido en una formalidad: disolver la Troika, que ya tiene muy mala imagen en toda Europa. Su rol de verdugo lo asumiría exclusivamente el FMI… Esto permitiría a las instituciones europeas “lavarse las manos”, sin que por eso los condenados –como Grecia, Portugal, España, etc.– sean indultados. El FMI se hará cargo en exclusiva…
Tsipras y la mayor parte de Syriza hace tiempo que dejaron de ser socialistas y revolucionarios. Varufakis, por su parte, nunca lo fue. Pero por lo menos deberían recordar un refrán romano de mucho antes de Marx: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Y, en este caso, “prepararse para la guerra” se resume en pocas palabras: organizar sectores de masas y movilizarlos, en primer lugar la clase trabajadora.
Incluso para lograr concesiones que no sean meras formalidades como la de “disolver la Troika” –por ejemplo, una quita significativa en la deuda–, están obligados a ejercer alguna presión sobre los amos de Europa. ¿Van a lograr eso sólo con discursos en el parlamento y en los medios europeos? ¿Sólo argumentando en la mesa de negociaciones?
Hasta ahora no hay señales de parte de Syriza de intentar aprovechar este viento político, esa simpatía generalizada en gran parte de Europa, para transformarla en una fuerza orgánica. Es decir, una fuerza capaz de salir a la calle y dar batalla. Syriza, como venimos advirtiendo desde hace mucho, es ante todo un fenómeno electoral. Pero está frente a una encrucijada: incluso si sólo pretende negociar en condiciones favorables, debe ser capaz de presionar con algo más que discursos. Y para eso es imprescindible la acción, la movilización.
En eso Syriza se diferencia de los diversos movimientos latinoamericanos –que en verdad no son ni socialistas ni revolucionarios– pero que, si es necesario, pueden movilizar sectores de masas en las calles… y no sólo lograr su voto. O, aunque no los movilicen, tienen raíces orgánicas, ya sea en el movimiento obrero, en el campesinado, en sectores populares, etc. Estos son los casos de Bolivia, Venezuela, incluso Argentina, y otros.
En la citada entrevista, Varufakis termina diciendo que los griegos “debemos recobrar nuestra dignidad y el espíritu que, el 28 de octubre de 1940, nos impulsó a contestar que «no» al ultimátum de la Italia de Mussolini. En aquel momento, no teníamos medios para decir «no» y, sin embargo, eso fue lo que respondimos”.
En verdad, Grecia tenía “medios”, movilizó su ejército y le dio una paliza a Mussolini. Luego Hitler corrió en su ayuda y logró invadir Grecia… pero la colosal guerra revolucionaria desatada por el pueblo griego volvió locos a los ocupantes y finalmente los derrotó.
Ese ejemplo histórico es muy bueno… Decir “no”, y organizar y poner en pie de guerra a las masas griegas hartas de austeridad, sería prioritario… hasta para poder negociar en condiciones favorables… Y aprovechar así el clima propicio que hay en el resto de Europa… Sin embargo, hasta ahora la política de Syriza no va en ese sentido.