Compartir el post "El gobierno quiere endeudarse, Griesa no lo deja"
“El hecho de que se haya agrandado el default plantea serios interrogantes sobre la posibilidad de que Economía logre dinero fresco en los mercados en lo que resta de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. (…) La dificultad para financiarse en los mercados internacionales también tendrá su impacto en las reservas” (P. Wende, Ámbito Financiero, 16-3-15).
El juez buitre volvió a las andadas. El último dictamen de Griesa en el interminable litigio legal con los buitres dice lo siguiente: Argentina tiene prohibido pagar el vencimiento de bonos de deuda del 31 de marzo próximo, de sólo 15 millones de dólares, y el Citibank tiene prohibido actuar como agente de ese pago, so pena de ser declarado en desacato. En plata no es nada, pero su incumplimiento forzado por la decisión de Griesa amplía, legalmente, el alcance del default, y remacha la tapa a las intenciones del gobierno argentino de financiarse mediante emisión de deuda.
¿Cuál es la diferencia con vencimientos anteriores? Que en esas ocasiones Griesa había autorizado el pago “por única vez” (en realidad fueron tres) hasta que resolviera la cuestión de fondo. Ahora se pronunció de manera definitiva no autorizando el pago.
Esta situación pone al Citibank entre la espada y la pared. Si actúa como agente de pago del gobierno argentino, se expone a las sanciones de Griesa, cosa que definitivamente no hará. Pero si obedece a Griesa, entonces incumple su contrato con el gobierno y las sanciones vendrán del lado argentino. No es poca cosa: a diferencia de lo ocurrido en su momento con el Bank of New York (BONY), otro agente de pago cuya autorización para operar aquí fue revocada por las autoridades argentinas, el Citibank es un actor importante de la plaza financiera local. El BONY tenía una oficina con cinco empleados; el Citibank tiene casi 3.000 empleados y opera en la Argentina hace más de un siglo. Esa licencia es la que ahora corre peligro; así, tanto Griesa como el gobierno juegan fuerte con el Citibank apretado en medio de la morsa.
El Citi intentó salir del atolladero informando a Griesa que deja el negocio de custodia de valores, buscando ser reemplazado, contra reloj, antes del 31. Pero eso quedará a consideración de Griesa; mientras tanto, lo concreto es que Argentina intentará efectuar un pago de deuda “no buitre” pero no se sabe quién, si alguien, se encargará de hacerlo (o de intentarlo). Antes de eso, la audiencia del martes 24 en Nueva York ante la Cámara de Apelaciones decidirá si el “desacato” dictado por Griesa queda firme (que es lo más probable, si se considera el historial de fallos de la Cámara neoyorquina contra la Argentina).
Griesa, con sus dictámenes, bloquea el camino para que entidades financieras internacionales (primero el JP Morgan, luego el Deutsche Bank y ahora el Citibank) actúen como agentes del gobierno argentino en la operatoria de emisión de deuda voluntaria, incluso fuera de EE.UU. Hasta la agencia Euroclear, encargada de liberar los pagos a los tenedores de deuda europeos, podría verse afectada por el fallo de Griesa.
Así, esas venerables instituciones próceres de las finanzas globales prefieren perder un negocio antes que verse sometidas a posibles sanciones. Digamos que declarar en desacato a un banco, a diferencia de hacerlo con un país (algo con pocos antecedentes), tiene consecuencias tangibles inmediatas: multas y hasta penas de cárcel para altos ejecutivos responsables de la operatoria.
Es justamente lo que sucede ahora con el Citibank. En efecto, no sólo corre peligro de ser multado, sino que sus altos directivos pueden ser perseguidos penalmente en alguno de los dos países: en EE.UU. si desacata el fallo de Griesa, y en Argentina si incumplen sus obligaciones contractuales como agente del gobierno.
Lo irónico del asunto es que el resultado inmediato del fallo Griesa es complicarle al gobierno su vocación de endeudarse. Así, el añoso juez neoyorquino “respalda” la política (o más bien el discurso) kirchnerista de “desendeudamiento”, justo en el momento en que el gobierno está más decidido a abandonarlo.
En efecto, el propio presidente del BCRA, Alejandro Vanoli, sostuvo hace días en una radio que “la Argentina está en condiciones de hacer emisiones de bonos. Proponemos que una parte de los vencimientos no se paguen con reservas, sino con emisiones. Ello no implica andar en un sendero de endeudamiento”.
Por supuesto que no, Vanoli: emitir bonos de deuda para cancelar deuda no es endeudamiento, es… es… No, lo siento, no hay otra manera de definirlo: emitir deuda es endeudarse, Vanoli. Sucede que el titular del BCRA está viendo con cierta preocupación el horizonte de entrada de divisas y obligaciones financieras. Es por eso que, en consonancia con dichos (y hechos) anteriores de él y de otro miembros del equipo económico, cada vez mira con más cariño la alternativa de emitir deuda. Pero la embestida de los buitres (con Griesa como cabeza del ariete) puede dejar al gobierno con las ganas.
De hecho, ya estaba en marcha una operación de emisión de deuda pública, a través del Deutsche Bank y el JP Morgan, por unos 2.000 millones de dólares. No era algo tan ambicioso, considerando que el gobierno porteño hace semanas emitió deuda por 500 millones de dólares.[1] Pero por ahora todo quedó en agua de borrajas, y la sed de dólares deberá mitigarse por otras vías.
Los “mercados” y la patronal festejan a cuenta
“Suben las cotizaciones independientemente del candidato, aunque al mercado financiero lo atrae más Macri y eso potencia las subas. (…) Todos apuestan a que las penurias de hoy sean resueltas por quien asuma el 10 de diciembre” (G. Laborda, Ámbito Financiero, 12-3-15).
Ahora bien, todas estas tribulaciones con la deuda, los buitres y Griesa, que en otro momento hubieran hecho tambalear toda la estantería económica y sumir en la incertidumbre a los operadores de las finanzas, no han hecho la menor mella en los “mercados”. El Citi yanqui sufre, pero la City porteña (la Bolsa y la banca) sigue de fiesta. Los bonos de deuda resisten incólumes todos los lonjazos de Griesa. La Bolsa bate récords de ganancias y volumen operado (hasta se habló de “efecto Gualeguaychú”, por la convención radical que subió las “acciones” de Macri). Y las empresas que cotizan en Wall Street no encuentran techo: bancos como el Galicia y el Francés subieron un 55% en dólares en lo que va de 2015, y la estrella es Edenor, que subió un 70%, a pesar de que sin los subsidios oficiales tendría patrimonio neto negativo.[2]
Por supuesto, hay mucho de especulación en esta bonanza bursátil mientras la actividad económica sigue planchada. Y esa especulación es tanto financiera como política. Porque la clase capitalista argentina tiene su corazoncito: no por nada 2.000 empresarios dejaron, a 50.000 pesos el cubierto, más de 100 millones de pesos para las arcas de campaña de Macri en una cena de recaudación de fondos en La Rural. Pese a la numerosa concurrencia, la cena fue casi clandestina: no se permitió acceso al periodismo (¿y la libertad de prensa, Macri?) y muchos empresarios prefirieron mandar, discretamente, directivos de segunda línea, y/o pagar la entrada a través de sociedades controladas o fantasmales.
El ascenso de la “esperanza blanca” de los empresarios refuerza la expectativa del fin de las restricciones impuestas por el kirchnerismo. No sólo el cepo cambiario o el freno a las importaciones, sino también las tarifas de servicios y, en especial, los límites a la remesa de dividendos en dólares a las casas matrices. La perspectiva de pingües negocios que genera ese escenario está detrás del reciente desembarco en Buenos Aires de medio centenar de fondos globales buscando alternativas de inversión (P. Wende, Ámbito Financiero, 17-3-15). Pero aunque haya un evidente elemento de expresión de deseos en el entusiasmo patronal por Macri, dos cosas quedan claras: una, la consolidación del candidato del PRO como uno de los casi seguros contendientes de una casi segura segunda vuelta, y dos, la confianza del establishment en que, venga lo que venga, será mejor que lo que hay.
Marcelo Yunes
Notas