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Después de la convención en Gualeguaychú

 

El caso Nisman parece haber dado todo lo que podía dar. La gran noticia de la última semana ha sido la convención de la UCR, que a todos los efectos prácticos ha consagrado a Macri como candidato a presidente de los radicales. La decisión del pasado sábado en Gualeguaychú ha reforzado las tendencias a la polarización electoral que se venían esbozando en las últimas semanas. Si este no es el caso de las elecciones locales, la consagración radical de Macri, sumado a la sobrevivencia del oficialismo que muestra una fortaleza desacostumbrada para una gestión tan larga, han dejado a Massa hundido en un lejano tercer lugar, casi fuera de la competencia real.

Se trata de un escenario de polarización electoral que parece traducir a ese plano la crisis desatada desde el verano en torno a Nisman y que dio lugar a las movilizaciones rivales del 18F y el 1M. Esto no quita que las perspectivas electorales de la izquierda sigan luciendo promisorias; el hundimiento del UNEN parece avalar la hipótesis de que una fracción de los votantes tienen su representación vacante. De todos modos, la votación presidencial dependerá en ultima instancia de los desarrollos de la luchas entre las clases, por lo que sería un error salir a festejar por anticipado.

La gran tarea de la próxima semana es poner en pie una enorme columna del espacio Memoria, Verdad y Justicia el 24 de marzo que le dispute la Plaza a los K y le permita a la izquierda aparecer como un tercer polo independiente de todo bando patronal en la realidad nacional.

 

La crisis de la UCR

 

La decisión del radicalismo de inclinarse por el acuerdo con el PRO ha sido de crisis. Ocurre que el centenario partido no viene logrando postular un presidenciable competitivo desde hace años. Esta realidad expresa un problema más de fondo. Hace rato que el radicalismo perdió el monopolio de la representación de los sectores medios de la sociedad. Que se entienda bien: los radicales siempre han sido un partido patronal, y si en sus orígenes tuvieron algún roce con uno u otro bando patronal, siempre fue una formación que representó, en general, los intereses de la clase dominante. Como partido encontró una base de masas en el ascenso electoral de las clases medias de un siglo atrás (por intermedio del voto universal y secreto) y por mucho tiempo conservó esa posición de representante electoral de las mismas. Pero desde 1983 estuvo al frente del Ejecutivo sólo 8 años; el resto del tiempo se dividió entre representantes del peronismo (Menem y los esposos Kirchner).

Las salidas anticipadas de Alfonsín y De la Rúa pusieron en duda su capacidad de gobernar. Para colmo, el radicalismo se viene mostrando dividido hace décadas a la hora de resolver con qué perfil político-ideológico recuperar los favores de la clase media. Tiene la dificultad que se trata de una clase muy poco homogénea (social y políticamente). Si a comienzo de la década pasada la expresión “piquete y cacerola, la lucha es una sola” la mostraba a la izquierda enfrentando el estado de sitio de De la Rúa, hoy una parte gruesa de ella se ha hecho “cacerolera” pero de derecha; algo parecido se expresó el domingo pasado con las movilizaciones en San Pablo de las clases medias contra el gobierno del PT.

La convención nacional del radicalismo pareció resolverse de la manera más coherente con respecto a los dictados de la burguesía (y el imperialismo), que se inclinan a armarle una oposición al gobierno desde la derecha; se trata de tiempos en los que hay que volver a la normalidad y no valen demasiado las veleidades “progresistas”. El acuerdo de Sanz con Macri es la expresión de esta búsqueda por unificar a una parte mayoritaria de la oposición detrás de una alternativa que le haga fuerza al “populismo”, como el mismo Sanz ha dicho (un perfil que no está claro que le atraiga muchos votos entre los sectores populares).

La crisis del radicalismo, de todos modos, no es tanto “ideológica” (Cobos se inclinaba por buscar un acuerdo con Massa), sino por el hecho de que no sea el propio radicalismo el que pueda encabezar esta batalla contra los K. De ahí que a nadie le haya importado realmente el derrumbe vergonzoso del UNEN, del cual Binner fue el último en abandonar el barco. El problema radicaba, sencillamente, en que ninguno de sus potenciales presidenciables “medía” lo suficiente; circunstancia que, por lo demás, amenazaba a los radicales con perder gobernaciones y representación parlamentaria. De ahí el pragmatismo de la decisión, aunada, además, a los vientos que corren con la afirmación de una franja de las clases medias que cuestiona al gobierno por la derecha.

Sin poder cumplir el papel principal, se trata entonces de un papel de reparto, poniendo sobre la mesa de la negociación de cargos el hecho de que el radicalismo mantiene una estructura nacional, la única además de la del peronismo.

 

Veranito económico

 

Si bien, a priori, el acuerdo de Macri y los radicales no lo beneficia, el gobierno no parece estar demasiado preocupado. Es verdad que si todos los “espacios” (PRO, Frente Renovador y UNEN) se hubieran mantenido divididos, quizás podría haber soñado con ganar en primera vuelta (octubre). Esto hoy parece imposible.

Sin embargo, existen factores que están beneficiando al oficialismo, incluso a pesar de la indefinición alrededor de las candidaturas presidenciales. La economía pasa por un “veranito” que podría ayudarlo a aplacar esbozos de conflictividad social, encarando unas paritarias más o menos ordenadas. Con una parte del ajuste y la devaluación realizados el año pasado, y en un clima de leve recesión que sin embargo no ha afectado de lleno al empleo, la inflación para este año parece tender a aplacarse un poco en torno al 25 o 30%: una buena noticia para el Frente para la Victoria.

Por otra parte, el dólar paralelo luce estabilizado en torno a 13$ y no es probable que en las próximas semanas se vaya a disparar. Es verdad que esta moneda se está apreciando en todo el mundo, y que el real se vino a pique en las últimas semanas (su caída ha sido del 35%, volviendo a niveles que no se veían desde el 2003); de ahí que estén apareciendo voces que señalan que el tipo de cambio se está volviendo a atrasar.

Pero el gobierno goza a su favor, paradójicamente, con la expectativa de los mercados de que se irá en diciembre, y además de un hecho reconocido –por lo bajo– por todos los presidenciables: se descuenta que el nuevo gobierno, cualquiera sea su signo, acordará con los buitres y de esa manera volverá el financiamiento internacional. Conclusión: a costa del retorno de un nuevo ciclo de deuda, el próximo gobierno tendrá fondos para cerrar las cuentas.

De ahí también que los dirigentes sindicales se muestren más bien cautos. De Caló no hace falta ni hablar. Moyano está estudiando el terreno y no ha dicho todavía si apoyará el paro del transporte que algunos dirigentes del sector estarían llamando para el 31 de marzo. ¿Se realizará, finalmente, dicha medida? Uno de los que la fogonean es Maturano de La Fraternidad (conductores de ferrocarril): ha dicho que si no se “elimina” el impuesto al salario para esa fecha, “la medida no se levanta”…

Pero hay lugar a justificadas dudas de que esto vaya a ser así. Primero, porque el gobierno ha dicho que introducirá modificaciones en dicho impuesto a mitad de año (aunque nadie sabe de qué tenor serán). Segundo, su socio más importante, Fernández de la UTA, tiene una relación sinuosa con el oficialismo; acaba de acordar una “suma puente” hasta la paritaria y no está demasiado claro qué hará realmente.

Lo principal es que no ha despuntando aún ninguna lucha de importancia y no está claro si el clima por abajo en estos momentos es lo suficientemente “caliente” como para salir a protestar; los dirigentes enfriaron todo al no darles continuidad a los dos paros generales del año pasado y empeñándose en derrotar conflictos emblemáticos como Gestamp y Lear.

 

“La reelección del modelo”

 

A pesar del veranito y de la oportunidad de polarizar con Macri, el kirchnerismo no ha resuelto sus asuntos. Tiene el grave problema de que Cristina no puede ser candidata presidencial (si lo fuera, quién sabe si no ganaría la elección), y de que Scioli no es alguien del cuño directo de ellos. El gobierno está en una campaña de promoción de Randazzo, pero sus verdaderos objetivos no están claros: no se sabe si es para postularlo realmente, o para condicionar todo lo posible al motonauta, que es, de todas maneras, el que mejor mide en las encuentras detrás de Macri.

Pero si en materia de candidaturas las cosas no están claras, sí lo están en lo que hace al discurso electoral. El gobierno se juega a un voto conservador: “comparen la situación de ahora con el 2001”, ha dicho Cristina, y va a repetir este argumento hasta el cansancio. También el slogan invertido del “vienen por todo”: si viene Macri “les van a quitar todas las conquistas: se volverá a los años 90”.

Se trata de un argumento de peso entre amplios sectores de trabajadores; un argumento que se refuerza porque, quizás, la coyuntura en que se realicen las elecciones no será una en la que apriete más allá de lo normal la crisis económica.

Que se viene un ajuste combinado con endeudamiento (más o menos “gradual” dependiendo de las condiciones económicas no solo nacionales, sino regionales y mundiales), no hay dudas. Pero quizás el gobierno tenga la capacidad de dominar la coyuntura económica los próximos meses y eso lo beneficie. Analistas políticos serios han dicho que el caso Nisman no ha cambiado sustancialmente el panorama electoral: la población trabajadora no “come” república.

Lo que parece estar prefigurándose para las presidenciales es un panorama de polarización, que no es necesariamente lo que dominará en las elecciones locales (pesará más la fragmentación). Es evidente que del apoyo de la UCR a Macri han salido dos grandes perdedores: el primero es Massa, que ve a estas horas cómo gente de su tropa vuelve al oficialismo o se va con el PRO. No está claro qué iniciativa podrá tener el intendente de Tigre para parar esta hemorragia. El UNEN ha quedado hecho girones: prácticamente ha dejado de existir. Esto tiene importancia para la izquierda, porque si bien podría perder votos que vuelvan al kirchnerismo para que “no gane la derecha”, podría obtener y/o recuperar votos provenientes del desfondamiento de la centroizquierda (un fenómeno de este tipo es el que se observa ya en provincias como Mendoza y otras).

De todas maneras, convendría no olvidarse que, aun de manera distorsionada (por defecto o en exceso, dependiendo de circunstancias concretas), el terreno electoral siempre es un reflejo de la lucha de clases, y que dependiendo de para dónde se inclinen las tendencias generales, eso definirá el voto que obtenga la izquierda.

 

¡El 24, todos a la Plaza de Mayo!

 

En lo inmediato se vienen las PASO locales en Capital Federal y Neuquén, y se habla que se anticiparán en Córdoba; elecciones donde nuestra joven militancia se jugará con todo a una batalla por afirmar un perfil de alternativa socialista que para nada es el del FIT. Esta actividad electoral será la principal del partido en las próximas semanas.

Sin embargo, de aquí al 24 hay una batalla de conjunto que tiene que ver con romper la polarización que comienza a expresarse electoralmente entre las candidaturas de Macri y Scioli. Hace un mes se realizó la movilización de los fiscales a la que el gobierno respondió con el 1M. El kirchnerismo quiere copar ahora la Plaza de Mayo el 24, impidiendo que la izquierda se afirme como un tercer polo independiente en la escena nacional. El operativo de los K es más descarado aún cuando carga sobre sus hombros con distintos grados de responsabilidad directa en la impunidad en los casos de los asesinatos de nuestro compañero Carlos Fuentealba, de Mariano Ferreyra, de Jorge Julio López, de Maxi y Darío y de todas las limitaciones para poner presos a los responsables del genocidio militar.

El Encuentro Memoria, Verdad y Justicia llama a movilizarse a partir de las 15 horas en Congreso. Nuestro partido se jugará en todo el país por poner en pie grandes columnas que tengan como centro la pelea contra la impunidad y la memoria de todos estos compañeros y compañeras que lucharon por una alternativa socialista en nuestro país.          

 

 

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