Una nueva camada de militantes están ingresando a nuestro partido; lo propio está ocurriendo en algunos núcleos de nuestra corriente internacional. Esta es la razón por la que venimos llevando adelante esta columna dedicada a los problemas de la construcción partidaria: tiene el objetivo de trasmitir enseñanzas que fortalezcan el salto constructivo que estamos viviendo. Como parte de este esfuerzo en esta oportunidad nos dedicaremos a una serie de problemáticas “sensibles”: las cotizaciones, el salto de los compañeros a cuadros partidarios y, sobre todo, el asumir la militancia como proyecto de vida.
 

Al partido lo “bancamos” entre todos

 

Cuando un nuevo compañero ingresa el partido, una de las primeras discusiones que se le plantean es la de su cotización. Esto no es casual: las cotizaciones personales son el fundamento material de la existencia del partido. Su criterio de principios es evidente: a diferencia de los partidos patronales, a las organizaciones revolucionarias en tanto que organizaciones políticas de la clase obrera, sólo la pueden financiar los propios trabajadores; en particular, los integrantes del partido.
El planteo de la cotización nunca es sencillo entre los nuevos compañeros. Este es un “reflejo” que proviene de la sociedad en general, y que está vinculado con los “derechos” y “obligaciones” para con el todo de la organización. En cualquier nuevo compañero –sobre todo si es estudiante; entre los trabajadores la circunstancia posee ribetes muy distintos- el ingresar a una organización revolucionaria es vivido como una pérdida de su “individualidad”: un “recorte” del “hacer lo que quiero, cuando quiero y dónde quiero”.
Sin embargo, es evidente que se trata de un reflejo ilusorio, porque cualquier posición de clase en la sociedad significa siempre determinadas obligaciones, y ni hablar de las obligaciones que se desprenden del trabajo explotado.
Pero en el terreno político la vivencia es que ingresar al partido significa una suerte de limitación de la “libertad política individual”. Este es un sentimiento habitual en los compañeros que todavía no han ingresado a la organización; una vez que lo hacen, esta sensación se disipa inmediatamente.
El hecho es que capitalismo y la democracia liberal trasmiten una idea unilateral, individualista, de la libertad individual. Marx remarcó siempre que la perspectiva del comunismo es la de una sociedad “dónde el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos”. Pero esta perspectiva está visualizada como subproducto de una obra colectiva dónde cada personalidad se desarrolla –lo opuesto al estalinismo, dónde la personalidad individual es negada y aplastada por la bota burocrática– como parte de una experiencia que es social, colectiva, realizada en el seno de la lucha de clases y el partido; y que implica tanto derechos como obligaciones conscientemente asumidas.
El tema de la cotización aparece como un “segundo escalón” en este proceso. Porque significa algún tipo de “sacrificio” (por mínimo que sea) en la disposición de los fondos propios para colaborar con la empresa colectiva que es el partido.   
Esta sensación se disipa en cuanto el compañero toma conciencia que la construcción e intervención política del partido implica enormes gastos y que no hay manera que funcione una organización socialista revolucionaria que no sea a partir de una base financiera creada por el aporte de la militancia.
Incluso más: muchísimas veces es la propia militancia la que se encuentra a la defensiva con los nuevos compañeros en esta discusión. Atendiendo a sus propios rasgos, es probable que el nuevo militante tenga claridad que no hay emprendimiento posible bajo este sistema que no tenga sus propias finanzas y le parezca natural que se le plantee su colaboración económica –esto, quizás, porque el compañero ya tienen una vida laboral o por la razón que sea.
Una discusión educativa con cada compañero que ingresa a la organización, es fundamental no solamente para las finanzas partidarias, sino en la formación del propio militante, al que de una u otra manera le “cae la ficha” que acaba de ingresar a un “colectivo de voluntades” y que, por lo tanto, tiene tanto derechos como obligaciones con la organización en su conjunto.  

 

Las finanzas partidarias en su conjunto

 

El problema de la cotización de los militantes nos lleva al más general de las finanzas partidarias. Groso modo hay dos tipos de finanzas del partido: las ordinarias y las extraordinarias. Las ordinarias tienen que ver con las cotizaciones de la militancia, las campañas financieras, incluso los aportes especiales que se logran habitualmente o en épocas de campaña dónde por determinadas razones (herencia, despido laboral, aporte de una persona que por la razón que sea quiere colaborar en grandes sumas) se contribuye con una suma mayor que la habitual a las finanzas del partido. También entran dentro de estas el cobro del periódico y las publicaciones en general, así como todo tipo de iniciativas financieras regulares. Las finanzas ordinarias son la base de todo el sistema de finanzas de la organización, esto en la medida que combinan el criterio financiero con el constructivo: ¡es la militancia la que banca el partido! Esto no quiere decir que no haya otras fuentes de financiamiento; incluso financieramente más importantes que las normales. Estamos hablando de las finanzas extraordinarias, que van desde los ingresos obtenidos por la legalidad, fondos que se pueden obtener arrancándole al Estado determinado financiamiento, negocios comerciales, así como otras tantas maneras acerca de las cuales Lenin se había explayado y que requieren de una estricta evaluación de tiempo y lugar para ser llevados a cabo`[1] .

 

El revolucionamiento de la entera personalidad en la militancia

 

Pero queremos dedicarnos aquí a otra cuestión, crucial en la vida de todo militante: el problema de la “militancia profesional”. ¿A qué nos queremos referir con este tema? “Sencillo”: tiene que ver con a qué dedicará su vida el militante. Claro que hay grados y grados de militancia: compañeros de base, cuadros y dirigentes nacionales, dicho sumariamente. El militante puede desarrollar el conjunto de esta experiencia en su extensión total, o por las razones que sean, mantenerse en un estadio determinado. Esto tiene que ver con varias cuestiones no solo subjetivas, sino objetivas también, las que confluyen –o no- en la perspectiva a asumir de manera creciente la militancia como una “profesión”. Las objetivas tienen que ver, sobre todo, con los compañeros provenientes del medio obrero y que antes de ingresar al partido se han creado toda una serie de obligaciones a las que no pueden decir “gracias no fumo”; entre ellas, la más clásica: el tener una familia con hijos a los cuales mantener. Si en general el obrero no puede elegir entre trabajar o no a tiempo completo en la fábrica, en todo caso para el compañero estudiante –aunque de todas maneras, tenga que trabajar- las definiciones suelen tener que ver con aspectos más “ideales”: la encrucijada alrededor de poseer una serie de alternativas en la mano, y tener que elegir qué rumbo tomar en la vida; qué ganar y, también, qué “sacrificar”. Es aquí dónde se coloca la problemática de la “militancia profesional”. Está el problema de cómo el partido puede ayudar al compañero obrero para que pueda sobreponerse al yugo del trabajo diario explotador y desarrollarse como cuadro partidario. Esto no es sencillo en organizaciones de vanguardia dónde la cantidad real de compañeros obreros se cuenta, muchas veces, con los “dedos de una mano”, y entonces no se puede “desimplantar” trabajadores como se desprendería de una lectura mecánica del ¿Qué hacer?. En todo caso, el partido tendrá que ver cómo ayuda de manera especial a estos compañeros[2] . Luego está el problema de los compañeros provenientes del mundo estudiantil. En estos casos el problema pasa más por una decisión de vida, que por otro lado. Es decir: si resuelve dedicarse centralmente a la militancia revolucionaria. De ahí el concepto de Lenin de “profesión” que tiene que ver con la dedicación que se le otorga a la misma: tomarla como una profesión atañe a esta dedicación[3] . Un problema aquí es que muchos compañeros y compañeras creerán que se trata, otra vez, de algún tipo de “cercenamiento” de sus posibilidades de desarrollo. Pero lo que se pierde de vista es que se trata de una contraposición formal entre “posibilidades ideales” y el desarrollo real de la personalidad total de cada militante revolucionado por la actividad revolucionaria. Este era el abordaje que hacía George Lukacs (antes de hacerse estalinista) en Historia y conciencia de clase, dónde de manera aguda planteaba que la personalidad era “absorbida” por la militancia revolucionaria. Pero, agregamos nosotros, una “absorción” revolucionaria donde la personalidad se revoluciona y desarrolla hasta límites insospechados; no viejo compañero que no diga que el partido no lo cambió. Trotsky estudiaba esto en sus textos sobre la evolución de la personalidad del propio Lenin: “Este maquinista prodigioso de la revolución tenia en vista una cosa y única cosa, no sólo en política, sino también en sus trabajos teóricos, en sus estudios filosóficos, así como en el estudio de las lenguas extranjeras y en sus conversaciones: el objetivo final. Era quizás el utilitario más inflexible que haya producido el laboratorio de la historia. Pero como su utilitarismo se combinaba con la más amplia visión histórica, su personalidad no disminuía ni se empobrecía por ello; todo lo contrario, se desarrollaba y enriquecía sin cesar, a medida que aumentaba su experiencia de vida y ampliaba su esfera de acción” (Trotsky, Lenin)[4] . La personalidad no es algo “fijado” de por vida, rígido, o cuyas limitaciones no podrían ser superadas: se revoluciona de arriba abajo en el curso mismo de la lucha revolucionaria y la construcción del partido. ¡La militancia revolucionaria es el oficio más apasionante y revolucionario que hay!

 

Las responsabilidades de los compañeros rentados

 

Hay que establecer una distinción entre tomar la militancia como una profesión y aquellos compañeros que son rentados, es decir, que viven económicamente por cuenta del partido. Se trata de dos aspectos distintos, aunque tengan en algunos casos relación.
En general da superficialmente la impresión (sobre todo por la palabra “profesión”) que lo primero se reduciría a lo segundo. Esto es un error. Cuando hablamos de tomar la militancia como profesión, lo que estamos señalando es si esta actividad está colocada en el centro de nuestras vidas; esto de manera completamente independiente de que estemos rentados o no. El hecho es que la generalidad de los cuadros partidarios –a medida que van deviniendo en tales- tiende a tomar la militancia como el centro de su actividad en general, pero sólo una minoría de ellos está retando.
Cuando hablamos de compañeros “rentados” hablamos de otra cosa: aquellos compañeros que son imprescindibles para el partido en un momento determinado de su desarrollo, y que por el carácter de sus actividades, no podría hacerlas –en general, porque hay muchos casos que no son así- si se encuentran trabajando[5] .
Claro que aquí hay un conjunto de determinaciones respecto de la proporción de rentados que tenga una organización: el tamaño del partido, sus relaciones orgánicas con la clase obrera, las circunstancias de la lucha de clases, etcétera. Se trata de condiciones que deben ser evaluadas en cada caso concreto.
Esto puede dar lugar a dos desequilibrios característicos: que el partido, por carencia de suficiente finanzas o concepciones equivocadas, carezca de los rentados imprescindibles para su desarrollo; o que, por oposición, se establezca un desequilibrio total dónde “todo el mundo” esté rentado[6] .
Al mismo tiempo hay que saber que el tema de la renta es toda una problemática para el propio compañero rentado. Hay que tener una determinada autodisciplina, una aplicación al trabajo. Hay que hacerle “honor” a la renta todos los días: que rinda la actividad cuando el militante o cuadro rentado no tiene un “patrón” que le controle sus tiempos. Además, la renta “desarraiga” hasta cierto punto; sobre todo cuando se trata de organizaciones pequeñas, o con un movimiento obrero que no es socialista.
Y sin embargo, es imprescindible si se quiere avanzar en la construcción del partido y su límite último es algo bien material y nada “idealista”: que existan compañeros que puedan dedicarse a tiempo completo a la actividad y construcción del partido; y nadie puede tener tal tiempo completo si todos los días trabaja 8 o 12 horas.

José Luis Rojo

1 – Lenin llegó a planificar asaltos a los bancos para poder financiar el partido; de todos modos acciones de este tipo son, evidentemente, muy peligrosas: la más de las veces terminar saliendo mal porque generan una reacción que viene contra el partido. En la historia del morenismo el asalto a un banco en Perú en los años ’60 –una acción de la que Moreno estuvo en contra- dejó varios militantes presos por varios años.

2 – Más allá que Lenin preconizaba “liberar” económicamente a estos compañeros y ponerlos por cuenta del partido (algo imposible y desaconsejable en las actuales circunstancias históricas), hay una enorme labor educativa que el partido debe llevar a cabo, vinculada por facilitar y pelear porque el compañero obrero amplíe sus perspectivas, se proyecte en actividades más allá de las específicamente de su fábrica, gremio o puramente sindicales, amén de ayudarlo también de manera económica para liberar en parte su carga de trabajo, más allá que permanezca en la planta.

3 – Profesión proviene del latín, professio: ejercer un oficio, una ciencia o un arte. La profesión puede ser abordada como un empleo que alguien ejerce y por el que recibe una retribución económica; pero no hay una relación mecánica entre las dos. Por lo general, las profesiones requieren de un conocimiento especializado y formal, que suele adquirirse tras una formación educativa. Los oficios, en cambio, suelen consistir en actividades “informales” y cuyo aprendizaje se logra en la práctica. De todas formas, el límite entre profesión y oficio es difuso

4 – Se sobreentiende aquí que Trotsky utiliza la palabra “utilitaria” no en el sentido pragmático y estrecho actual, sino de la personalidad “práctica” que sabe colocar su entera personalidad al servicio de un objetivo y que revoluciona su personalidad de arriba abajo en esa actividad. Actividad que en nuestro caso es la más apasionante que hay: la revolución socialista

5 – Las rentas colocan una serie de dificultades, porque si por un lado libera laboralmente para tomar con la dedicación suficiente las responsabilidades del caso, por otra parte tiende a generar determinada “dependencia”, sobre todo cuando se extienden en el tiempo. De ahí que el tema sea delicado y siempre se deba tener un “balance” respecto de su duración.

6 – Esta desviación la sufrió el viejo MAS dónde en el correcto giro a hacer la campaña electoral en 1983, se terminó creando un “ejército de rentados”. El caso es que las proporciones relativas deben respetarse atendiendo a que si la flor y nata de los cuadros partidarios está rentado, se plantea la problemática que dicho partido se separe de la realidad y comience a vivir una vida aparte que redunda en desviaciones políticas y de todo tipo.

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