Apropósito del 41° aniversario de la Masacre de Pacheco

 

 

La memoria histórica es imprescindible, no sólo para no olvidar, como frecuentemente se dice, sino además para reflexionar y sacar las debidas conclusiones de lo ocurrido. Esta aseveración general, es doblemente válida para la clase trabajadora, pues su antagonista social (los capitalistas de todo tipo y pelaje y sus gobiernos) impide que aquélla se recuerde y procese.

Veamos los hechos. Se cumplen en estos días cuarenta y un años de los asesinatos de militantes y activistas obreros del PST, quien ya había sufrido desde la vuelta de Perón a la Argentina cerca de quince atentados con bombas a diversos locales de la provincia de Buenos Aires:

El sábado 11 de mayo de 1974 fue descubierto el cadáver de Inocencio “Indio” Fernández, en las inmediaciones de la ciudad de Campana. Unos meses antes, en la seccional de Vicente López de la UOM, donde estaba encuadrada Comarsa, se formó la Lista Gris para disputarle el gremio a la burocracia, lista opositora muy fuerte; la burocracia prefirió no correr riesgos y la impugnó. El “Indio” no se detuvo, a fines de marzo organizó una lista antiburocrática para intervenir en las elecciones del cuerpo de delegados de su fábrica. (1)

El 29 de mayo del mismo año en General Pacheco, una banda fascista compuesta por 15 individuos, destroza el local y secuestra para luego fusilarlos y dejar sus cuerpos en una zona aledaña, a los militantes Oscar Dalmacio Mesa, Antonio Mario Moses y Mario Zidda, activistas obreros de dicha agrupación.

¿Qué coyuntura política vivía el país? ¿A quiénes les cabe la responsabilidad mayor de esos crímenes? Intentaremos una primera aproximación a esos interrogantes claves.

Perón gobernaba la Argentina después de una proscripción de 18 años, luego de reemplazar a Cámpora y haber triunfado holgadamente en las elecciones presidenciales de setiembre de 1973. La mayoría de los analistas e historiadores coinciden en el carácter inédito que adquirió la conflictividad social a partir de los diversos “azos” que se fueron dando en distintas provincias a partir del año 1969 (siendo el más conocido el de Córdoba) en medio de la dictadura de la llamada “Revolución Argentina” (2).

En ese contexto la mayoría del bloque dominante decide jugar la salida electoral para frenar el ascenso obrero estudiantil en ciernes. Para eso, Lanusse, el último de los militares de la dictadura, decide levantar la proscripción al peronismo (no así a Perón que no podía ser candidato) y lanzar el GAN (Gran Acuerdo Nacional) con la participación además del otro gran partido burgués de la Argentina, la UCR. Todos aceptan el convite aunque lo denominen, para no quedar “pegados” a la iniciativa militar, La Hora del Pueblo, que tiene su expresión más clara con el abrazo de Perón y el líder radical Ricardo Balbín en noviembre de 1972.

Para decirlo muy escuetamente, el peronismo como movimiento populista y nacionalista burgués que es (de un país periférico y dependiente como el nuestro, recordemos) es proclive a constantes zigzagueos tácticos y estratégicos, muestra clara de su pragmatismo y “realismo” político, acorde a su vaguedad programática, lo que habilita a que cobije en su interior un ala fascistoide dentro de ese paraguas variopinto que sintetiza y expresa el líder/caudillo.

La existencia de los grupos armados (en especial Montoneros que se reivindica peronista) no puede explicarse sólo ni fundamentalmente por la “influencia externa” (las guerrillas latinoamericanas, la revolución cubana, etc.) aunque ese aspecto existió, sino por el propio contexto argentino: la larga proscripción y persecución de la dirección del  movimiento obrero, el peronismo, y la salvaje represión gorila que había comenzado con el aberrante acto terrorista del bombardeo a Plaza de Mayo en junio de 1955 y prosiguió con el asesinato de militantes de esa corriente en la denominada “Resistencia”.

La aparición de esas “formaciones especiales” peronistas (que el propio líder desde España había alentado en la segunda mitad de los sesenta para presionar al régimen) por momentos eclipsa y difumina la emergencia de ese ascenso obrero que en forma dispar estaba sacudiendo a parte del territorio argentino. Es por ello que en muchas oportunidades la apelación a la lucha contra la “izquierda peronista” en referencia a Montoneros, es también el llamado a liquidar el proceso antiburocrático en las fábricas y la influencia de las fracciones de la izquierda revolucionaria en el mismo y abortar la incipiente ruptura política con el peronismo que estaban llevando a cabo sectores de dicha vanguardia.

Perón es harto conciente de ello y una vez instalado en el país, obra en consecuencia e inicia una enconada lucha contra la “infiltración marxista” en su Movimiento como así también en los gremios que están conducidos por los “viejos y leales dirigentes de la ortodoxia peronista”, a los cuales beneficiará con la sanción de una nueva Ley de Asociaciones Profesionales que los atornilla en sus cargos, más el apoyo represivo cuando hiciese falta. La dirección de Montoneros y gran parte de los honestos compañeros que lo integraban al igual que la JP, se resistían a ver ese posicionamiento de Perón, y si bien cuando son expulsados de la Plaza el 1° de Mayo de 1974 eso provoca en sus filas un sacudón y una gran desconfianza, dicho proceso no llegará a cristalizar debido a la muerte del líder dos meses después. Será el gorila pero de fino olfato político, el diario La Nación, quien tenga una visión más clara y precisa de los objetivos del presidente, cuando afirma:

Perón ha tomado partido a favor de una, entre las facciones en pugna, pero lo sabíamos en realidad desde su discurso del 21 de junio. Ese discurso es el libreto madre. Nada de lo dicho o de lo actuado públicamente por Perón desde su llegada, ha sido incoherente con las definiciones contenidas ese mensaje. En este sentido, quienes quieran seguir imputando a una desviación ideológica de López Rega o de otras personas influyentes, en el entorno inmediato de Perón, los giros a los cuales se ha aplicado últimamente el Movimiento, tendrán que realizar una proeza manifiesta. (Negritas en el original) La Nación 4/8/73

Meses después en una reunión del Partido Justicialista y de los gobernadores provinciales, se lanzan una serie de directivas en un documento reservado. (3)

A la preocupante ola de tomas de fábricas que sectores obreros habían emprendido desde el interregno camporista y la resistencia al Pacto Social que el peronismo venía a consagrar (que entre otras cosas suspendía por dos años las paritarias), en setiembre el asesinato de Rucci (“mi brazo derecho”, según Perón) expresión máxima de la burocracia sindical a manos de un comando montonero, suma un elemento más explosivo aún para “el ánimo de revancha” que dicha reunión tendría.

En un reportaje un poco posterior, para no dejar dudas, Perón afirma:

Sobre la violencia yo tengo mi criterio formado. En la República Argentina hay un grado de violencia como el que hay en todas partes del mundo. Nosotros estamos creando los anticuerpos, porque es la mejor manera de combatirlos y terminar con este tipo de delincuencia.  (Negritas nuestras) La Opinión 19/12/73

Había nacido la Triple A. Organismo parapolicial y para militar que cuenta con todo el apoyo del Estado y que de alguna manera centraliza (como lo pedía el Documento Reservado) la acción ya incipiente de otros aparatos semiclandestinos como el Comando Rucci de Mendoza, el Comando Peronista Lealtad, la Concentración Nacionalista Universitaria, el Comando de Organización, la Juventud Peronista de la República Argentina, la Juventud Sindical Peronista entre varios otros, a quienes Perón recibía regularmente

El asalto a una guarnición militar en Azul, realizada por el ERP en enero de 1974, motoriza un pretexto perfecto para que el gobierno reforme el Código Penal, criminalizando la protesta social. Al mismo tiempo, avala motines parapoliciales (el más violento en la provincia de Córdoba) que obligan a la renuncia de gobernadores provinciales acusados de pertenecer a la Tendencia Revolucionaria (Montoneros), como los de Buenos Aires, Salta, Santa Cruz, Mendoza y la ya citada Córdoba. Días después, cuando recibe a la recientemente creada Juventud Peronista de la República Argentina de cuño lopezreguista, el presidente de la República señala:

Los que quieran seguir peleando, bueno, van a estar un poco fuera de la ley, porque ya no hay pelea en este país. Hay pacificación, que es la base sobre la cual nosotros hemos armado todo nuestro quehacer y hemos fijado nuestros objetivos. Para pelear, si hay que pelear, yo decreto la movilización y esto se acaba rápidamente; convocamos a todos para pelear, y van a pelear organizadamente, uniformados y con las armas de la Nación. Perón, entrevista con la JPRA, 7/2/74

Este es el contexto en cual se llevó a cabo el salvaje asesinato de los compañeros.  Contrariamente a toda la cantinela de la conciliación de clases, de que “patrones, trabajadores y gobierno están en el mismo barco, que es la nación Argentina”, la historia demuestra que cuando la clase o sectores de ella, pelean y además esbozan el programa de una sociedad distinta, la burguesía y sus regímenes políticos dejan los buenos modales de lado y hasta aquellos gobiernos que en un momento concedieron reformas, desnudan claramente que eran sólo un lobo con piel de cordero. Nuestros compañeros asesinados nos incitan no sólo a homenajearlos, sino a comprender los por qué de su trágica muerte y continuar su ejemplo: la lucha por seguir construyendo un partido independiente de toda expresión patronal, aquí y en todo el mundo, con el objetivo de una sociedad realmente humana: una sociedad socialista.

 

 

Luis Mankid

 

 

(1) Homenaje al Indio Fernández a 40 años de su asesinato. Buby Dias, SoB 288 edición digital

(2) Una larga historia de leyes represivas. Luis Mankid, SoB 298, 30 /7/14

(3) Los grupos o sectores que en cada lugar actúan invocando adhesión al peronismo y al general Perón deberán definirse públicamente en esta situación de guerra contra los grupos marxistas y deberán participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha (…) No se admitirá comentario, estribillo, publicación o cualquier otro medio de difusión que afecte a cualquiera de nuestros dirigentes políticos o sindicales (…) En las manifestaciones o actos públicos los peronistas impedirán por todos los medios que las fracciones vinculadas al marxismo tomen participación. Se utilizarán todos los medios de lucha que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad. La necesidad de los medios que se propongan será apreciada por los dirigentes de cada distrito (…) En todos los distritos se organiza un sistema de inteligencia, al servicio de esta lucha, el que estará vinculado a un organismo central que se creará. (Negritas nuestras). Consejo Superior Peronista, Documento Reservado, 2/10/73

 

 

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